Moreno mío
Siento tu pelo negro con toques azulados rozando mi piel. ¿Por qué eres tan perfecto? ¿Por qué Sasuke Uchiha, eres tan perfecto y yo un simple mortal que ha caído preso de sus caricias? ¿Por qué soy yo el que ha tenido la suerte de ser tu hermano mayor?
Morena mía voy a contarte hasta diez,
uno el sol que te alumbra,
dos tus piernas que mandan,
somos tres en tu cama... tres.
Morena mía el cuarto viene después,
cinco tus continentes,
seis las medias faenas,
de mis medios calientes.
Sigo contando ahorita.
Bien, bien, bien, bien, bien, bien.
Me levanto por la mañana y tengo la suerte de verte vistiendo solo una larga camiseta blanquecina y unos boxers apretados negros. Como siempre me gruñes adormilado y te pones con la cafetera, para prepararme esa bebida negra que me despierta después de las horas sin dormir en la noche. Luego sacas unas tostadas y las untas de mantequilla que luego tus labios relamen.
Morena mía
siete son los pecados cometidos.
Suman ocho conmigo,
nueve los que te cobro,
más de diez he sentido.
Y por mi parte
sobra el arte, lo que me das.
Dámelo, dámelo bien
un poco aquí y un poco ¿a quién?
Te sientas en una silla de madera mientras me observas con una sonrisa. El único ruido de la cocina es el de la máquina de café, que retumba en nuestros oídos. Me miras con un extraño brillo en los ojos y disimuladamente me muestras la marca que te dejé la pasada noche en el cuello.
¿Quieres que te diga que me siento culpable? Pues lo siento, pero no.
Te sonrío maliciosamente y me relamo.
Cuando tu boca
me toca me pone y me provoca
me muerde y me destroza
toda siempre es poca
y muévete bien
que nadie como tú me sabe hacer café.
Morena gata, ¡ay me mata! me mata y me remata
vamos pál infierno, pon que no sea eterno
suave bien, bien que nadie como tú me sabe hacer café.
Te relames cuando oyes que la máquina de café deja de hacer ese dichoso ruido. Te levantas de tu posición y por un segundo nuestras miradas dejan de encontrarse, pero rápidamente regresas tu vista a mí. No podemos sobrevivir el uno sin el otro.
Poco tiempo aguantamos sin mirarnos…
Coges la jarra donde está el líquido negruzco y llenas un solo vaso con él. Parece que hoy toca mi sabor favorito…
Pero cuando tu boca
me toca me pone y me provoca
me muerde y me destroza
toda siempre es poca
y muévete bien, bien, bien
que nadie como tú me sabe hacer Café.
Bien, bien, bien, bien, bien, bien.
Bebes el café sin tragarlo, dejándolo en tu boca y te acercas a mí. El café quema demasiado. Lo sé por qué tu boca está un poco abierta y algunos hilos de café se van cayendo por tu barbilla. Es una imagen tan erótica…
Te sientas sobre mis rodillas y me sonríes. Siempre sabes como darme el mejor café, Sasuke. Juntamos nuestras bocas y nuestras lenguas se encargan de repartir la bebida a partes iguales. Aunque, a decir verdad y aunque te moleste mucho, me gusta más el sabor de su saliva que el del café.
Digamos, que me excita más que el de la cafeína.
Morena mía si esto no es felicidad
que baje Dios y lo vea
y aunque no se lo crea
esto es gloria.
Y por mi parte pongo el arte
lo que me das.
Dámelo y dalo bien,
un poco así y un poco ¿a quién?
Me siento muy feliz de estar así contigo, Sasuke. Los primeros días de nuestra relación, te daba vergüenza casi todo. Tocarme, era para ti una misión imposible, y ahora míranos, aquí, tendidos en la cama de nuestros padres que están de viaje, despertándonos a nuestra manera.
Yo me tengo que ir a la universidad y tú al instituto.
Se está haciendo tarde.
Te doy un último beso de despedida y dejo que te vuelvas a vestir mientras murmuras incoherencias… pero me encanta tanto tenerte entero para mí… no podría ser más feliz de que estés a mí lado y de que me hayas elegido a mí.
Pero cuando tu boca
me toca me pone y me provoca
me muerde y me destroza
toda siempre es poca.
Y muévete bien
que nadie como tú me sabe hacer café.
Morena gata ¡ay me mata!
Me mata y me remata
vamos pál infierno
pon que no sea eterno.
Suave bien, bien
que nadie como tú me sabe hacer café.
Te veo desde detrás de la verja de mí universidad. Estás hablando con tus amigos raritos; la chica del pelo rosa y el rubio con las marcas en las mejillas. A veces, siendo sinceros, me siento muy celoso de ellos, pero todo se soluciona cuando pienso en lo que hacemos por la mañana.
Cuando te presentas prácticamente desnudo ante mí, cuando me das el café que más me gusta mezclado con tu saliva, cuando tenemos una rápida sesión de sexo en la cocina o en la cama o incluso en el baño.
Y es que cuando tu boca me toca
me pone y me provoca
Me muerde y me destroza
toda siempre es poca y muévete bien...
-Nadie como tú me sabe hacer café. – repito inconscientemente viéndote. Me sonríes y te relames mirándome con ojos lujuriosos. A ti también te encantan las mañanas, ¿cierto?
Fin