El aire olía a tabaco y a alcohol. Hombres grandes y borrachos estaban tirados sobre la barra y unos jóvenes comenzaban a arreglar sus instrumentos en un escenario de una esquina del bar. Era un sitio lúgubre y sucio. Realmente tendrías suerte si mientras caminabas no pisabas ninguna cucaracha o insecto similar. En las esquinas de aquel tugurio varias chicas se besaban y dejaban acariciar por sucios hombres ávidos de placeres carnales por una mínima cantidad de dinero. Comenzó la música. La guitarra eléctrica daba suaves notas y una voz de chica comenzó a cantar. Mientras duraba la canción todo en aquel lugar se detuvo. Y solo se oía la música de los chicos.
Ahí estás, sola en aquel lugar
Buscas compañía, que te alegre el día,
Más solo puedes encontrar, un amor vulgar,
Un hombre que te da simpatía y alguna alegría.
Allá está, lo ves al final, alguien a quien puedes amar,
te devuelve la mirada y se siente amarrada
es amor sin igual, un hormigueo
que te hace llegar incluso al Egeo.
Una chica se te acerca y te sonríe
y tú la miras. Preguntas, ¿Qué deseas?
Ella responde que a ti, y no puedes evitar reír
De repente algo interrumpió su canto, un hombre gritaba y la miraba lascivamente de arriba abajo. Ella tragó saliva y se metió la mano en el bolsillo donde llevaba siempre una navaja. Por fortuna otros hombres los sacaron de ahí y pudieron continuar, ella aún seguía con el temor dentro del pecho.
Te hace feliz, esa sensación
de tenerla junto a ti.
Miras alanté y atrás, con comprensión
sabes que ella no aguantará, no más.
Soy de la calle, soy como un animal,
herida y cansada de la vida sin moral.
Así ella no me podrá soportar
mucho tiempo a mi pesar.
Una chica se te acera y te sonríe
y tú la miras. Preguntas, ¿Qué deseas?
Ella responde que a ti, y no puedes evitar reír
(Bis)
(A capela)
Todo hasta aquí llego, mi dolor ya terminó
se que conseguirás ser feliz
y solo lo harás si no estoy aquí
Al terminar la canción todo el bar quedó en silencio y la vocalista observaba cada rincón. Las personas se las devolvían pero una de ellas le llamó la atención. Una chica de melena morena y lacia hasta la cintura recogida en una coleta baja, llevaba unos vaqueros holgados y una camisa gris algo ajustado. Atada cubriéndole el trasero llevaba una chaqueta de rayas negras y grises y caminaba hacia la salida siguiendo a un hombre. En ese momento se sintió observado y volteó a mirar a la vocalista y le sonrió. Esta se quedó estática mientras la morena salía del lugar, luego de unos aplausos y una suave reverencia todo se volvió confuso hasta que al día siguiente despertó con la mirada gatuna de la morena aún clava en sus ojos.
Segunda parte:
Unas notas salían de una guitarra de un pequeño piso de Nueva York. Era una melodía dulce y suave. A través de una de las ventanas se podía ver a una chica de unos 19 años y cabellos rubios sentada en un sofá con una guitarra eléctrica negra en las manos. Su piel clara contrastaba con el instrumento y un lápiz entre sus finos labios la hacia muy sensual. Era joven y podía tener el mundo si así lo deseaba, más lo único que ella quería era volver a encontrar aquellos ojos pardos en cualquier lugar. Hace bastante tiempo leyó una leyenda que hablaba de unos ojos tan cautivadores como los que ella había visto, y según observaba la chica no era distinta a la de la historia. Quería componer más esos ojos no la dejaban pensar… ni concentrarse. Decidió salir un poco. Se puso una cazadora de cuero negra sobre la camisa y una bufanda del mismo tono alrededor del cuello. Los vaqueros azul oscuros le marcaban bien las piernas sin llegar a apretar y su pelo rubio y lacio lo dejó suelto. Al salir a la calle pudo ver como unos finos copos de nieve caían sobre la acera y sonrió. Le encantaba el invierno. La calle estaba desierta, apenas eran las 7 y 30 de la mañana, y ella podía caminar tranquilamente mirando al cielo. Sonreía como una niña cuando salía a la calle para hacer un muñeco de nieve. En eso sintió que chocaba con algo y caía para atrás.
Un quejido salió de sus labios al chocar contra el suelo y cerró los ojos. Enseguida notó que una dulce voz de mujer le hablada y la ayudaba a incorporarse levemente. Al abrir los ojos se quedó algo encandilada dado que el sol se encontraba sobre sus cabeza, dado a eso no podía ver la cara de aquella chica, pero si unos ojos pardos que le quitaron el aire como la primera vez que los vio. La chica reaccionó al reconocerla soltándola y haciendo que golpeara la cabeza contra el suelo dejándola inconsciente.
Al despertar vio un techo que no era el suyo y una chica pelirroja mirándola preocupada. Los ojos pardos la observaban y solo pudo sonrojarse.
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Estas roja… Puede que tengas fiebre o algo.
La chica tuvo intención de levantarse a por un termómetro pero la rubia la detuvo. La miro de arriba a abajo y vio como había unos pequeños arañazos en sus brazos y en el hueco que dejaba la camisa entre ella y los pantalones. Alzó la mirada y se encontró con los ojos que la atormentaba mirándola de manera inquisidora.
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Gomene, no me he presentado.- Rasca nuca-. Soy Alicia…
Una sonrisa salió de los labios de la rubia, una sonrisa nerviosa mientras seguía mirando esos ojos dudosos. Realmente tenía miedo… Se le notaba…
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Encantada… Yo soy Martha… Con H…
Alicia sonrió encantada, esto parecía un buen inicio. Martha también sonreía y por su mente pasaba la idea de que aquella chica parecía muy agradable, aunque sus pintas mucha confianza no inspiraban. Vestía vaqueros azul oscuro y una cazadora de cuero negra que le había quitado al traerla a casa. Pero bajo su chaqueta llevaba una camisa de manga corta blanca y las manos adornadas con pulseras de pinchos. Los brazos estaban llenos de cortes y tenía alguna que otra magulladura en los nudillos. Alicia al ver que la otra la recorría con la vista corrió a ponerse la cazadora y suspiró. Parecía que las dos tenían grandes historias que contar… Y a fuera se desarrolla una gran tormenta de nieve y granizo, eran ya las 10 am.