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Love and clothes... por Leia-chan

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Notas del fanfic:

Sí, me gustan los hombres que se visten de mujeres, algun problema???

Notas del capitulo:

El crossdressing se considera una parafilia??

 

La ropa no sirve solo para cubrir el cuerpo, para alardear o para esconderse. La ropa que vistes también te cambia por dentro. Al vestir aquel traje nuevo o calzar esos zapatos de taco alto, entre la incomodidad y el dolor, se encuentra una chispa de vanidad, de glamour. Aunque suene patético y superficial, vestir aquellas ropas que crees regias, te harán sentir regio. No se trata de cómo los demás te vean, se trata de cómo te sientas con lo que vistas. Tal vez, para los demás vestir de negro indique depresión, retraimiento y problemas varios, pero para el que lo viste, podría significar identidad, originalidad e intelectualidad. Si crees que vestir polleras es de mujeres, te sentirás mujer al vestir una bonita minifalda...

La ropa también puede simbolizar algo. Muchas mujeres, antes de la liberación femenina, vestían de hombre, no para pasarse por hombres, sino para demostrar que ellas podían tener las mismas obligaciones que los hombres y que merecían los mismos derechos y libertades. Elliot, en la privacidad de su habitación y mientras que su familia no se encuentra en la casa, solía probarse los vestidos de su hermana, no por desear convertirse en mujer, sino por lo que ser mujer representaba para él. Al ver el reflejo de su cuerpo ataviado con aquel bonito vestido azul, sentía que podía ser grácil, versátil y que tenía la libertad de sentir con intensidad sin ser tildado de débil. Las mujeres, para Elliot, eran preciosas criaturas que podían vestir lo que quisieran y siempre se verían bien. Elliot quería ese poder, y se podría decir que lo tenía gracias a sus delicados rasgos y su delgado cuerpo. Podía vestir aquel vestido y seguir viéndose bien. Tal vez, sobre tela en el escote, pero Elliot había encontrado una forma de arreglar ese problema sin necesidad de rellenar el vestido. Y aún se veía bien.

Posaba frente al espejo con gracia y elegancia. Las mujeres siempre podían ser tan brillantes, tan coloridas, tan... cambiantes. Siempre le pareció que el guardarropa de un hombre era un tanto aburrido, por repetitivo. Sí, había una gama de camisas, remeras, sacos y chalecos, pero siempre terminaban viéndose... Cuadrados. No podía encontrar otra palabra. Las mujeres estaban llenas de líneas y curvas, círculos y cuadrados, pero los hombres sólo podían ser cuadrados. Aquello lo frustraba a sobremanera. Él amaba vestir cosas que encontraba delicadas y elegantes, pero sabía que los demás se formarían la idea equivocada si lo vieran. Era un hombre, no lo negaba y no quería cambiarse. Sólo quería la libertad de vestir con la gracia  de una mujer sin perder su identidad de varón. ¿Tan difícil era?

Imaginaba lo que podía hacer con su cabello negro, algo largo ya, cuando llegó el flash. Una fuerte luz que alumbró todo a su alrededor. El flash de una cámara fotográfica. Se dio vuelta al instante, con el rostro lívido del susto y encontró a otro hombre. Un chico dos o tres años mayor que él, de sonrisa traviesa y ojos brillantes. Lo miraba con picardía, con algo de deseo... Aquello hizo temblar a Elliot. La cámara en su mano derecho sacó la fotografía instantánea. Con la mano izquierda agitaba la foto que acababa de tomarle... Otro temblor recorrió el delicado cuerpo de Elliot.  El otro estudió la fotografía de Elliot y su sonrisa se ensanchó. Se levantó y con parsimonia fue acercándose a Elliot. Elliot, por su parte, no atinaba a otra cosa que no sea retroceder para evitar la cercanía del hombre, hasta que retroceder se hizo imposible cuando su espalda chocó contra la pared.

- ¿Quién... quién eres? ¿Cómo entraste? ¿Qué quieres? - preguntó Elliot, asustado a más no poder. Una vocecita de fondo le ordenaba enderezarse y defenderse, pero las piernas le temblaban demasiado como para intentarlo.

- Me llamó Alain, tan sólo aparecí y quiero que bailes conmigo en la fiesta de disfraces... - explicó el otro.

- ¿Qué? - no entendió ni una sola palabra de lo que dijo. Alain, aparecer de la nada y bailar en una fiesta... - ¿Qué? - repitió.

El aparecido de la nada Alain suspiró y se arrodilló ante Elliot. Haciendo una reverencia, procedió a presentarse con propiedad: - Me disculpo por la ruda intromisión, su beldad. Mi nombre es Alain y soy un mago... Vengo a rogar ser su escolta en el baile a realizarse esta noche...

- Espera, ¿qué? - volvió a interrumpir Elliot. Cada una de las palabras de Alain traía una pregunta consigo. ¿Mago? ¿Escolta? - ¿Te crees un caballero o algo? - Alain rió divertido por el comentario.

- ¡Qué soy un mago, he dicho! - replicó, sin dejar de reír - Soy un mago que viene a invitarte a una fiesta...

- Ehhh... Lo siento mucho, señor... mago... Pero yo no lo conozco y esta entre mis principios no salir con desconocidos... - "así como también evitar cualquier acercamiento a un loco que se cree mago", pensó Elliot para sí. Se lo guardó temiendo que el loco se enfadara por... bueno, llamarlo loco - Y... ¿Podría decirme cómo hizo para entrar?

- Soy un mago, tan sólo aparecí aquí... - y para demostrarlo, Alain desapareció y apareció al lado de Elliot - Y sí me conoces...

- Woo... ¡Cielos! - Elliot saltó del susto al verlo tan cerca y terminó chocando contra el espejo. El espejo cayó y se hizo añicos. Elliot estaba a punto de caer sobre los pedazos, pero Alain lo estiró del brazo y aprovechó para pegar sus cuerpos. Elliot tardó un poco en procesar el evento, pero cuando lo hizo comenzó a llorar - El loco de alguna forma me drogó y quién sabe lo que me hará ahora... ¡Mamá, no quiero morir!

- No te he hecho nada... - rió Alain - Siempre me diviertes tanto, Elliot...

- ¿Y tú cómo sabes mi nombre? - preguntó Elliot, empujando a Alain y apartándose unos pasos de él.

- Ya te lo dije, sí nos conocemos... Aunque tú me conoces con otro cuerpo... Mírame bien, me reconocerás... - Alain extendió los brazos y se dejó observar, asegurándose de sonreír.

- Esa sonrisa... Esa sonrisa torcida que... ¡Oh, Dios! - Elliot se sentó en la cama y se llevó las manos a la boca - Y esos ojos verdes... tú... - le señaló, enfatizando su sorpresa - tú... Eres... Ricardo...

- El que viste y calza... Pero mi nombre verdadero es Alain. Como verás, es un nombre un tanto raro para esta generación, así que me lo cambie... Y me hice más joven, para estar contigo sin ningún problema...

- Y el cabello... - balbuceó Elliot, notando el hermoso cabello castaño con ondas.

- Oh, sí. Como Ricardo, me lo rapé al ras, para ver como quedaba... Pero me gusta más tener cabello... ¿O me negarás que se ve increíble? - preguntó Alain, peinándose el cabello.

- Sí... precioso... - Elliot se perdió en sus pensamientos durante unos segundos. Trataba de encontrarle una explicación lógica a la situación. Nada tenía sentido, nada, nada... Debía ser un sueño - Pero ¿por qué sueño que el chico que me gusta es un loco que se cree mago, llamado Alain, que tiene un cabello precioso e irrumpe en mi casa para invitar a una fiesta?

- Freud dice que tu subconsciente quiere acostarse con tu hermana y conmigo a la vez... - bromeó.

- A la mierda con Freud, lo que quiero es un sueño común y corriente con el Ricardo que me gusta y no con este loco... ¿Qué hay de malo con mis sueños eróticos de todos los días?

- Esto no es un sueño... - trató de explicar Alain.

- ¡Ya sé! Cuando te quites la ropa, aparecerá mi Ricardo... - concluyó Elliot, ignorando el comentario.

- De acuerdo, me quitaré la ropa y verás que sigo aquí. Entonces, sabrás que esto no es un sueño... - Alain comenzó a desabotonarse la camisa.

- ¡AAAAHHHH! - Elliot pegó el grito en el cielo - El loco pervertido se esta desnudando en frente a mí... ¿Qué pasa conmigo? Freud, ¿por qué tengo pesadillas tan feas?

- ¡Qué esto no es sueño! Estás despierto y esto es real... ¿Qué haces? - Alain miró como Elliot se daba una bofetada tras otra...

- Despierta ya, Elliot - se ordenó, sin obtener resultados.

- ¡Basta! - Alain apareció frente a él y sostuvo sus brazos - No es un sueño, Elliot. No despertarás... - y se miraron a los ojos durante largos segundos, tratando de ordenar las ideas.

- Oh, cielos... Esto no es un sueño... - Alain asintió - Eres real, eres el verdadero Ricardo y Ricardo en realidad es un mago...

- Que viene a invitarte a una fiesta; sí, así mismo...

- Me voy a desmayar... - anunció Elliot, cerrando los ojos, pero Alain lo sacudió impidiéndolo.

- No, no y no... Aún no te desvanezcas...

- ¿No me escuchaste? ¡Todo esto es una maldita locura! ¿Qué necesito hacer para poder desmayarme en paz?

- Necesitas decirme que sí... Acepta bailar conmigo esta noche...

- ¿O si no qué? ¿Me convertirás en rana? - preguntó Elliot, sensiblemente preocupado por la posibilidad de vivir el resto de su vida como una rana. Nunca le gustó el color verde...

- No, voy a publicar esto... - le mostró la foto que le había tomado minutos antes. Elliot en un bonito vestido azul, posando como para una revista - No me malinterpretes, creo que te ves bien y que esto debe verse, pero sé que no desearías que todos se enteraran... - en un rápido movimiento, Elliot le arrebató la foto y comenzó a hacerla añicos - y tú crees que ya no tengo con que chantajearte... - Alain hizo aparecer otra foto idéntica con sólo un movimiento de muñeca. Y Elliot volvió a tomar la foto para volver a hacerla añicos - Podríamos seguir así todo el día, pero creo que ya entiendes el punto... - llevó la mano al escote del vestido y sacó otra fotografía de allí. En esa foto, estaba Edgar con un precioso vestido blanco y plateado que nunca había usado - Este es el vestido que quiero que uses... - informó, pero lo interrumpió Elliot, volviendo a tomar la foto para hacerla añicos. Alain quiso morir de la risa en ese mismo instante - No importa... El vestido esta en tu armario... Ya decide tú como llegar a la fiesta... Y ya sabes, si no estas allí con ese vestido... - e hizo aparecer otra foto de Elliot con el vestido de su hermana que nuevamente terminó hecha añicos en un parpadeo - Ya me entiendes...

Elliot estaba anonadado, confundido y asustado. Todo a la vez. Respiraba entrecortadamente, tratando de asimilar aquella situación de locos... Tenía que salir de la casa, usando un vestido, para asistir a un baile de disfraces y pasar la noche con Ricardo, el chico que le gusta, que en realidad es Alain, un mago que lo asustaba... Aunque Alain también estaba bueno, eso de salir con un vestido era demasiado para él... No vio mucho del vestido que debía usar, pero le pareció que tenía una bonita máscara que le cubriría la mitad superior del rostro... Con eso, podría pasar desapercibido, ¿verdad? Podría ir sin ser reconocido, ¿verdad?? Pero todo era una locura. Pero sería peor si Alain publicara esa foto suya, usando el vestido de su hermana a cara descubierta... Y en la fiesta, si lo reconocían, podría decir que estaba disfrazado... Exacto, un baile con Alain, a cambio de mantener su secreto no le parecía tan malo.

-        De... - se mataría después de esa noche, estaba seguro - De acuerdo...

Alain sonrió complacido: - No te arrepentirás... - prometió, e iba a agregar algo más, pero observó que Elliot caía lentamente sobre la cama - ¿Qué te pasa?

- Dijiste que si aceptaba podría desmayarme en paz... - respondió Elliot y dejó que su cabeza chocara contra la cama para de inmediato despedirse del mundo consciente...

 

Hubiera sido muy complicado salir de casa con un vestido de casa si sus padres y su hermana no estuvieran en otra ciudad visitando a un pariente. "Mamá, voy a una fiesta de disfraces disfrazado de mujer. Llegaré muy tarde ¡Adiós!". Ya se imaginaba la cara de espanto que pondría su madre. "Además, pasaré la noche bailando con el chico que me gusta que resultó ser un mago que se disfrazó de humano para estar conmigo". Eso sería para darle un infarto a su pobre madre...

Ricardo era un gran amigo, el único que sabía de su afición y de sus ideas. Recordó la primera vez que le confesó a Ricardo el placer que sentía al vestirse con ropas delicadas y lo que pensaba de la libertad de elegir ser uno mismo y vestir como uno quiera, sin barreras de sexo, género y estilo. Lo único que su amigo de ojos de verdes había dicho que ese discurso no era más que un intento de forzar al mundo a aceptarlo. Que lo que él quería era hacer las cosas a su manera y que solo por eso no pararía hasta que todos los hombres del mundo pudieran vestir lo que se les antojara sin recibir ninguna crítica por ello... "Revolucionarás la moda masculina, no porque piensas que tanto el hombre como la mujer deben tener la libertad de vestir como quieran, sino porque te gusta vestirte de mujer y punto. Lo demás es para parecer altruista y no egocéntrico, como eres en realidad". Aquello le dolió. Él nunca había dicho nada parecido. Sus intenciones eran nobles y... y... Tal vez, Ricardo tenía razón. Tal vez, todo era un capricho, pero no le importaba. El sería el diseñador que revolucionaría el mundo de la moda ya sea por capricho o por ser idealista. Le daba igual... Lo verdaderamente curioso era que nunca le había contado a Ricardo lo que pensaba lograr en el mundo del diseño. Ricardo simplemente ya lo sabía...

Ricardo parecía entender muchas cosas sobre él de antemano. Como si lo hubiera conocido de antes. Y Elliot siempre se sentía muy a gusto con Ricardo, como estar con un amigo al que has conocido de toda la vida... Tenían un fuerte vínculo a pesar de haberse conocido recientemente. Esa comodidad que sentía con Ricardo, también la sintió con Alain. No se sintió incómodo llevando un vestido frente a él, lo incómodo fue encontrar un extraño en su habitación. Después de reconocerlo, tan solo estaba sorprendido. Bueno, mucho más que sorprendido. Mucha información para tan poco tiempo... No fue en realidad por la sonrisa o por los ojos que reconoció a Alain como Ricardo. Fue por ese sentimiento que sólo sentía con Ricardo...

"Esto es tan estúpido", pensó Elliot, al encontrarse en la fiesta, arreglado tal y como Alain le había indicado. "No estoy listo para imponerle al mundo mi visión de la moda... Juro que si Alain no se aparece ahora mismo, me aprenderé cada hechizo habido y por haber para transformarlo en rata...". Caminó con gracia y elegancia, a pesar de los preciosos zapatos de taco alto que refinaban su postura pero mataban sus pies. El vestido blanco, con detalles plateados, caía con delicadeza sobre su esbelto y delgado cuerpo. Elliot sabía que se veía bien y que era normal que muchos voltearan a verlo con admiración, gracias a la máscara que cubría gran parte de su rostro e impedía que su verdadera identidad sea adivinada. Se instaló en una esquina del salón y esperó a Alain, con los brazos cruzados y un rostro que demostraba su hastío.

- ¿Cómo se atreve a hacerme esperar? - murmuró Elliot y justo entonces, apareció Alain. Llevaba un pulcro traje blanco que combinaba con su vestido y una máscara que ocultaba su identidad, pero Elliot sabía que era él por la eterna sonrisa y esa sensación de familiaridad que le transmitía.

- Perdóname... Me constó lo suyo encontrarte... Estas precioso... - elogió Alain, estudiándolo de pies a cabeza. Elliot tenía la intención de matarlo con la mirada, pero cayó en la cuenta de que la máscara impediría que su rostro sea visto, así que optó por hacerle un gesto obsceno con la mano - Siempre fuiste rudo... - rió Alain - Vamos, aprovechemos la noche...

La música que sonaba tenía ese típico ritmo del momento que exigía la mujer, que esa noche era él, se moviera con una sexualidad y una cuasi vulgaridad que él  no sólo detestaba, sino también que no podía lograr. Mientras Alain lo arrastraba a la pista de baile, Elliot se preguntaba como haría para bailar, pero al ubicarse, la música cambió drásticamente por un melodioso vals. Elliot observó a su alrededor, para ver como sus contemporáneos reaccionaban a ese brusco cambio de melodía, pero no encontró a nadie a su alrededor. Sólo estaban él y Alain en una inmensa habitación blanca.

- Sé que detestas la música de aquella fiesta y sé que amas el vals... - Alain se quito se quitó la máscara y, cuando notó que nadie podría verlo, Elliot lo imitó. Alain extendió una mano, invitándolo a comenzar el baile. Elliot aceptó la invitación y tomó la mano ofrecida. Comenzaron a bailar juntos, con Alain liderando los pasos.

- Sabes... sabes tanto de mí... ¿Es algo que todos los magos pueden hacer? ¿Adentrarse a la mente de uno y...?

- No, los magos no podemos entrar a la mente de nadie. Yo sé tanto de ti porque te conozco desde antes, desde mucho antes... Te conocí cuando eras una de esas mujeres que vestía de hombre para simbolizar su independencia. Te conocí cuando fuiste el hijo del señor feudal y te escapabas de la casa grande para jugar en el campo, con los plebeyos porque pensabas que ellos se divertían más que la nobleza. Y te conocí al principio, cuando eras un joven mago que se robó mi corazón...

- ¿Eh?  ¿Era un mago?

- Sí, hace mucho tiempo... Eras un mago caprichoso que quería que todos giraran a su alrededor... tal y como eres ahora...

- ¡No soy caprichoso! - regañó Elliot, ofendido.

- Sí, sí lo eres... y me encanta. Siempre consigues lo que quieres... Estoy seguro de que la verdadera razón de que estés aquí conmigo es porque lo deseas... Deseabas venir a esta fiesta, vestido como estas...

- Y contigo... - Alain lo miró sorprendido - ¿Qué? El cabello es irresistible y, además, eres Ricardo... Siempre soñé con... algo como esto...

- ¿En verdad? - Elliot asintió tímidamente - Me alegra saber eso... Será un bonito recuerdo en el más allá...

- ¿De qué hablas? - preguntó Elliot asustado. Se detuvo para contemplar a Alain, pero Alain lo obligó a continuar bailando.

- No dejes de bailar conmigo, por favor... Siempre me encantó estar así contigo... ¿Cuánto falta para la medianoche? ¿Veinte, treinta minutos? Debí pedirte que vinieras temprano... He cometido tantos errores...

- No te estoy siguiendo - reclamó Elliot.

- Entonces, te lo explicaré desde el principio. Yo te amaba y mucho, pero estaba enfadado porque, a pesar de moverte tan solo por tus caprichos, siempre conseguías lo que querías porque siempre terminabas teniendo la razón. Es estúpido, lo sé. Estaba celoso porque todo te salía bien y decidí que yo no sería otro de tus triunfos, que mi mundo no giraría alrededor del tuyo... Y me alejé de ti. Huí tan lejos como pude, tratando de dejar atrás todo lo que sentía por ti, pero no conté con que tú también me querías... Capaz era otro capricho tuyo, pero quiero pensar que me amabas y por ese amor me perseguiste día y noche...

- ¿Y te encontré?

- No... - su mirada se volvía sombría - Te arriesgaste demasiado y acabaste por perder la vida... y yo me sentí tan culpable que terminé maldiciendo mi propia existencia... Sabía que reencarnarías cada tanto, por lo que me propuse buscarte en cada vida para pedirte perdón y tal vez... Tal vez hacer que te enamores de mi otra vez... Hay veces que sólo logro tu perdón y pasó toda esa generación viendo como vives tu vida sin mí... Hay veces que llegas a amarme como al principio y yo doy todo de mí para que esas épocas sean las mejores...

- ¿Y si no te perdono? - preguntó Elliot, aún incrédulo, pero le divertía la historia.

- Si no me perdonas de corazón... Dejaré de existir... Así, sin más. No habrá reencarnación ni ningún otro tipo de vida después de la medianoche para mí... - Elliot se apartó asombrado y lo vio a los ojos. Alain se veía resignado y triste... No era mentira, no era un juego, no era una historia.

- Es en serio... Desaparecerás si no te perdono... - Alain le dedicó una sonrisa triste, afirmando sus palabras - ¿Cuánto falta para la medianoche? - un reloj voló cerca - ¿Diez minutos? ¿Estás bromeando? Bueno, no es importante... Lo único que tengo que hacer es perdonarte... y te perdono. Sea lo que sea, te perdono...

- No se trata de palabras, se trata de sentimientos. No tienes el tiempo necesario para recordarlo todo y realmente sentir tus palabras...

- ¡Eres un idiota! ¿Por qué no me lo dijiste desde un principio? ¿Por qué te presentaste como alguien más y a último momento me lanzas toda la verdad? ¡Vas a morir! - Alain comenzó a reír - ¿De qué te ríes?

- Es cierto, soy un idiota... pero soy un idiota feliz. No logré que me perdonarás, pero sí logré que te preocuparas... Eso también es un bonito recuerdo...

- ¿Cómo puedes ser tan imbécil? ¡Vas a desaparecer! No podrás recordar nada... - Alain se lo pensó y asintió. Es cierto, no se llevaría nada al otro lado - En verdad, no entiendo. ¿Qué tengo que perdonarte? O sea, no es que como si me hubieras matado. Yo fui tras tuyo... Tú no me obligaste... Capaz, tan solo me enfadé porque me abandonaste, pero no te seguiría por ello... Si las cosas sucedieron como me dices, lo que buscaba era pedirte que olvidarás aquello que te alejó de mí... No hay nada que perdonar... ¡Tú te lo imaginas todo!

- Lamento informarte que esta vez no tienes razón... - el reloj que flotaba por allí comenzó a sonar, indicando la medianoche - Adiós, fue un placer conocerte...

- ¡Estás loco! No puedes irte así como así... ¡No entiendo nada!

Pero Alain no podía cumplir con las órdenes de Elliot. Desaparecía lenta pero irremediablemente, precipitándose a la no existencia. Al menos, pasó sus últimos momentos con él, con el chico caprichoso que divinizaba cada uno de sus pequeños caprichos. En cada vida que tuvo, se encargó de causar revuelo con sus extravagantes maneras. Que los señores feudales y los plebeyos son iguales, que las mujeres tienen tanto derecho como los hombres, que todos deberían vestir lo que les hiciera sentir bien sin miedo a replica... Todas excusas para encubrir sus caprichos. Lo que quería era poder ensuciar las delicadas ropas de señorito feudal, lo que quería era estar en la universidad para coquetear con los chicos, lo que quería era vestirse de mujer. El problema era sus excusas contenían apabullantes y revolucionarias verdades que causaban escándalos y admiración a la vez... Siempre conseguía que el mundo girara a su alrededor, Aquella época no sería diferente. Era una pena que ya nunca más podría observar como su pequeño mago dominaba el mundo con sus ideas innovadoras... Comenzó a sentir que su propia consciencia desaparecía. Que todo lo que el significaba se perdía entre las infinitas hebras del universo... Hubiera querido explicarle a Elliot que lo que debía perdonar era su abandono y su envidia, pero el tiempo no le dio... Ya casi perdía la noción de su existencia, cuando sintió que alguien lo jalaba de vuelta a la vida. Todos los pedazos de su ser volvieron a él, atropellándose para volver a su lugar. De la fría no existencia, se encontró en una cálida y maravillosa existencia. Una existencia en la que Elliot lo tomaba con fuerza del cuello del traje y le estampaba un apasionado beso en los labios, negándose a dejar que el mago desapareciera de su vida.

Alain estaba feliz. Elliot no lo había perdonado, pero sí había roto la maldición. No podría ser de otra forma. Elliot tenía demasiadas dudas como para dejar que desapareciera. Además, el mundo se había vuelto demasiado grande y caótico, ya no podría hacer que todo girara a su alrededor sin ayuda de un mago como Alain.... "Siempre debes tener la razón, o simplemente obligas al universo a que te obedezca, ¿verdad?". Alain estaba seguro que no pasaría mucho tiempo para que todos los hombres del mundo vistieran polleras y vestidos con la misma naturalidad que las mujeres usan pantalones...

Notas finales:

Esto nació de un debate que comenzamos en una comunidad ajena al yaoi. Un chico se probó las faldas de su novia y quería saber por qué los hombres no podían usarlas... Según él, eran muy cómodas y si las mujeres usaban pantalones, por qué los hombres no podían usar falda?

Y yo dije... Viva la igualdad!!

Diganme que opinan...


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