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Trapped por XDeidaraXD

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Notas del fanfic:

Es bastante sádico, pero nada del otro mundo, se puede aguantar.

Notas del capitulo:

Hola a todos =D ¡Señoras y señores, niños y niñas, espero que disfruten de mi más reciente obra! Solo recen por que la siga y no la deje, que me suele de pasar con todas, por eso escribo casi exclusivamente one-shots, pero esta merece más de un capitulo. ¡A ver cuánto dura! ;)

 

-En una noche de Halloween como ésta, un señor montó en coche para volver a casa después de trabajar. Ya era muy tarde, casi media noche y la luna asomaba tras las nubes. Cuando llegaron las doce pasó por una curva y el hombre vio a una hermosa mujer vestida de blanco, flotando a diez centímetros del suelo. El señor se asustó pero cuando miró por el retrovisor, la mujer ya no estaba. Se tranquilizó y siguió conduciendo, pero de repente escuchó un ruido en la parte trasera del coche. Al girarse, la chica de blanco le sonreía ampliamente. El hombre se asustó tanto que perdió el control del coche, se estrelló y murió.

Los tres niños siguieron andando en silencio, pensativos.

Era treinta y uno de octubre, noche de brujas, y las calles estaban decoradas con luces y adornos macabros mientras pequeños mounstruos falsos correteaban en busca de caramelos. Las estrellas se veían claramente en el cielo y la luna acompañaba a los niños.

Los tres jóvenes, de diez años de edad, se habían juntado para ir de puerta en puerta. Mientras paseaban, contaban historias de terror para pasar el rato; el miedo les iba invadiendo porco a poco, con cada historia que contaban.

-¡Pero no tiene sentido!- dijo Alesh, uno de los niños- Si se murió, ¿cómo sabes lo que le pasó?

-Ah, es verdad- corroboró Julie, la otra chica oyente.

-Bueno, me he confundido. En realidad se salvó y lo llevaron al hospital.- Contestó Fly.

-¡Sí, anda! Ahora te lo inventas para que tenga sentido.

-¡Que no me lo estoy inventando!

Andaban y andaban sin darse cuenta de lo mucho que se estaban alejando del centro del pueblo; encontraban tan divertido el contar historias que se les había olvidado por completo pedir caramelos. Siguieron hacia delante y el siguiente relato comenzó, llegaron a una zona iluminada por unas pocas farolas, donde los adornos desaparecieron y el número de casas se fue reduciendo a medida que avanzaban. Las campanas de la iglesia sonaron distantes, anunciando las once.

-¿Dónde estamos?- Preguntó Julie al fin.

-Cerca de las afueras- le contestó Alesh- creo que ya es muy tarde, quizás deberíamos volver a casa.

-Pero no hemos cogido casi ningún caramelo, vamos a llamar a otra casa más- añadió Fly.

-Una cosa...- Julie de nuevo- Yo tengo miedo, creo que alguien nos está siguiendo.

Los tres se quedaron quieros, escuchando el silencio, a punto de temblar. Sentían que estaban en peligro, pero no sabían cómo escapar de él.

-No... no creo... Venga, vayamos a esta casa- Alesh señaló la vivienda situada a su izquierda y se quedó paralizado al mirarla.

Era una casa de dos pisos hecha de ladrillos pintados de color blanco, con un jardín enorme y descuidado. El tejado parecía que durante mucho tiempo no había sido limpiado y las hiedras se comían las paredes, llegando hasta la chimenea. Árboles sin hojas, estatuas rotas de querubines, bancos de madera podrida y una pequeña fuente de piedra mohosa estaban rodeando el edificio. Todas las ventanas estaban tapadas con tablas, como si tiempo atrás las hubiesen puesto desesperadamente para evitar que entrase algo. La puerta acompañaba a la decoración, pero era accesible, invitándote a tocar.

-¿Sabéis qué hay aquí?- dijo Julie repentinamente.

Ella lo sabía. Lo dijo bajo, misteriosamente, temerosa de que alguien de la casa la oyese.

-No...- contestaron los otros dos, intrigados.

-Dicen que en esta casa vive un vampiro. Mi hermano me lo ha dicho. Pero no es un vampiro guapo y bueno como Edward, es feo y se come a la gente.

-¿Edward? ¿El de Crepúsculo?- inquirió Fly- Si ese no es guapo...

Julie y Fly empezaron a discutir y la chica pegó en el brazo a su amigo porque le negaba la belleza de su ídolo y amado. Alesh se quedó observando la casa.

-Pues yo no me lo creo, voy a entrar y voy a tocar el timbre.

El muchacho abrió la verja con un ruido chirriante y pasó al jardín.

-¿¡Pero qué haces!? ¡Te va a comer!

Sus dos amigos fueron corriendo detrás a salvarlo.

-¡No vengáis si tenéis miedo, pero ya veréis los caramelos que voy a traer!

Al final los tres llegaron a la puerta, un poco cansados ya que el jardín estaba ligeramente empinado. Alesh recuperó el aliento y firmemente tocó la puerta con su puñito.

-¿¡Qué hacéis aquí!?- gritó una voz a sus espaldas.

Los tres se sobresaltaron y empezaron a gritar. Las lágrimas les inundaron los ojos y temblaron, no querían pensar qué les iba a suceder. Se giraron, temerosos, a ver quén les llamaba la atención.

Era Julian, el hermano mayor de Julie.

Alto, imponente y enfadado, así lo vieron y gritaron indignados:

-¿¡Por qué nos has seguido!? ¡Te dijimos que te quedases en casa!

Julian cruzó los brazos y arqueó una ceja, esperando a que ellos mismos respondiesen a la pregunta.

-¡Ya somos mayores!

Ladeó la cabeza en modo de desaprovación.

-No, no lo sois, ¿y veis lo que pasa si os dejo solos? Os salís del pueblo y venís a una casa abandonada.

Fly tenía un contraargumento para eso, y contento y orgulloso, le echó en cara al hermano mayor:

-Pues dice Julie que tú le contaste que aquí había alguien. Le dijiste que vivía un vampiro.

Julian se esperaba esa respuesta (les había escuchado la conversación anterior), aún así, no pensó que se lo diría de esa forma. Miró en derredor. La casa y el jardín a pesar de estar poco iluminados, la luz de la luna y la cálida luz urbana que llegaba débil de las farolas y del pueblo creaban bonitos juegos entre ellas, pero por la decoración y el estado deteriorado de esta, había un aura siniestra en el sitio. Además, el viento sopló suavemente y trajo consigo un hedor a podrido.

Julian puso una mueca de disgusto, pero intentó que los niños no lo notasen. Continuó:

-Pues si aquí hay un vampiro, más razones tengo para castigaros por venir.

Los pequeños se quedaron cortados un momento, y como no podían seguir con la misma defensa que antes, Julie cambió de estrategia:

-¡Nosotros estabamos intentado parar a Alesh! ¡Es su culpa!

-¡Oye! Qué traidora...

Julian suspiró y apoyó su mano izquierda en la cintura; alzó la voz.

-¡Que me da igual quién haya querido venir!- levantó el dedo índice de la mano libre y apuntó a los tres- El problema es que todos, TODOS, estáis aquí ahora y que además, cuando Alesh ha tocado, no le habéis detenido.

Entonces, los niños empezaron a argumentar en contra, cada vez más alto, y a su vez, Julian gritaba más para hacerlos callar. Así, entre todos, cada vez hacían más y más ruido y al señor de la casa empezaron a molestarle.

Entre un resquicio de las tablas que tapaban las ventanas, se podía ver el brillar de un ojo, negro y grande. El dueño, temeroso porque no sabía quienes eran esos desconocidos y enfadado también por el ruido insoportable que estaban haciendo, se alejó despacio de la ventana sin apartar la vista de ella, no quería ser visto.

-Ya basta, vamos, a casa ahora mismo, ya son casi las once y media- escuchó que decía la voz más grave de las cuatro.

Se oyeron pequeñas réplicas y finalmente, suaves pasos distanciandose. El dueño suspiró y se arregló un poco el albornoz. Dio media vuelta y se quedó pensativo.

-¿Y tú?- decía una voz infantil a lo lejos.

Aquel de dentro de la casa se alarmó de nuevo, miró a los lados.

Julian, aún delante de la puerta de la casa, puso sus dos manos en la boca, para aumentar su voz y les dijo a los tres niños:

-¡Yo voy a ver si hay alguien por aquí para disculparme por el ruido que hemos hecho!

-¿¡Pero en la casa!? ¡Que hay un vampiro, te va a comer!

-¡No, aquí no, pero me disculparé a los vecinos! ¡Tranquilos e iros ya! ¡Yo iré dentro de un rato, si hay algún monstruo por aquí, lo mataré, no pasa nada!

Los tres se quedaron petrificados, ¡no querían que la pobre Julie se quedara sin hermano! Julian se despidió con la mano. Los niños siguieron parados. Julian siguió moviendo el brazo. Los niños siguieron parados. Julian empezó a mover los dos brazos enérgicamente. Los niños siguieron parados. Julian, medio encolerizado, movió casi todo el cuerpo en señal de que se fuesen de una vez.

-Se ha vuelto loco...- dijo Alesh- Julie, lo siento por ti, pero creo que ya no tiene remedio, deja que se lo coma el vampiro.

-¿¡QUÉ!?- gritó Julie con lágrimas en los ojos.

-¡Alesh!- dijo Fly- No le digas esas cosas... Esto... Julie, tu hermano es muy mayor y es muy listo y es muy fuerte y sabe muchas cosas... Seguro que estará bien. ¡Que ya tiene veintidós años! Y es profesor de química, ¿no? Pues seguro que le echa una de esas bombas que saben hacer los científicos a la cara y consigue regresar a salvo.

Julian se extrañó porque los niños no se movían de sitio y habían empezado a hablar entre ellos. Apuntó al pueblo varias veces, pensando que igual no habían entendido lo que les quería decir.

“Al fin y al cabo, todavía son niños. Igual esto del lenguaje corporal no lo tienen bien dominado.” Pensó Julian mientras seguía señalando la dirección al pueblo.

-¡Pero míralo!- volvió a decir Alesh- Está completamente majara. Fly, no hay que mentir a la gente, porque les das falsas esperanzas. Julie, acéptalo, será mejor para ti.

-¡Bueno!- Fly de nuevo- ¡Todos los buenos científicos están locos! ¡Si está loco, mejor, más posibilidades de que venga con vida!

-¡Yo no quiero que mi hermano esté loco!

-¿Lo prefieres muerto?- Fly quiso haberse tapado la boca.

Julie le miró mal y dejó que las lágrimas recorriesen su cara.

-Hala... Ya la has hecho llorar...

Julie miró aún peor a Alesh y se fue con un paso firme y rápido de vuelta a casa, sin decir nada. Los otros dos salieron corriendo detrás, gritando su nombre.

Julian, sin saber nada de lo que había pasado, se giró de nuevo hacia la puerta y la miró fíjamente. Alargó la mano y cogió el picaporte, pero no lo giró, dejó su mano apoyada en él.

-Vampiros... Je...- rio para sí mismo y giró el manillar.

Sonó un “chas” y la puerta se abrió. Julian estaba convencido de que la casa estaba abandonada, si no, no habría posibilidades de abrir la puerta tan fácilmente.

-...

-...

Sorpresa.

-¿Quién eres?- dijo el del interior de la mansión (porque efectivamente, se podía llamar mansión a esa casa).

Era un chico joven, de pelo liso y negro, que no formaba ondas ni rizos, aunque al final las puntas se metían un poco hacia dentro. El cabello no le llegaba hasta los hombros, pero el flequillo, el cual era bastante tupido, podría tranquilamente ocultar sus ojos si el dueño lo quisiese. El final de cada uno de los mechones dejaba escapar gotas de agua que caían al suelo o al cuerpo de este. Tenía unos ojos grandes pero sensuales y astutos, a medio cerrar en ese momento. Las pestañas, largas para ser de un hombre, también dejaban caer gotas de agua. La cara poseía facciones perfectas, tan preciosas que no parecían de una persona normal, le hacían tan guapo que pondrían en un aprieto a cualquiera; a cualquiera y por supuesto, también a Julian. Pero además de su belleza facial, solo vestía un albornoz, blanco o amarillo, no sabía muy bien por la poquísima luz que había en el sitio. Dejaba entrever parte del torso y las piernas del desconocido; tan bien formado que parecía modelo. El agua sin secar del todo, incitaba más todavía a ir y tocar ese cuerpo esculpido. ¿Sería un vampiro de verdad? Con semejante belleza...

-¿Siempre te quedas sin decir nada?

-Ah... Eh... No... Quiero decir... Yo... Lo siento.

-...- El anfitrión ladeó la cabeza.- No eres muy original.

Se quedó cortado, sin saber qué decir, pero tenía que hablar, no quería parecer descortés después de haber entrado en una casa ajena sin permiso y después de haber montado semejante alboroto. En realidad, no quería parecer tonto delante de esa persona.

-Cre-creí que la casa estaba abandonada... No pensé que tú... Digo, bueno... Viendo cómo están las ventanas y el jardín descuidado... ¡Ah! No me refiero a que no me guste tu jardín, ¡Es... Es precioso! Ja, ja, ja...- Rio con amargura al ver la cara impasible del otro.

-...

-Siento el ruido que hemos hecho antes, no queríamos molestar.- Dijo Julian finalmente, triste.- Y siento también haber entrado sin permiso a tu casa. Yo... Debería volver a casa.

Tardó un segundo y giró lentamente, dispuesto a irse.

-¡Ey!- Julian volvió la cara- ¿Ya está? ¿No tienes nada más que decirme? ¿Nada más que preguntarme?

Sorprendió mucho a Julian y volvió a reinar el silencio. “Tengo que tener una cara de imbécil... ¿Pero qué digo?” Pensaba.

El dueño de la casa se acercó rápidamente y tiró de Julian hacia sí, del cuello de la camiseta de mercadillo que se había puesto. Lo dejó a medio palmo de su propia cara, abrió la boca; Julian, excitado, hizo lo mismo. Podían oler la fragancia del otro, notar sus alientos y dijo el chico joven:

-¿No quieres matarme? ¿No soy horrible? Vamos, hiéreme, tortúrame, hazme sufrir y gritar...

Julian, confundido por sus palabras y embaucado por sus ojos, solo pudo dejar escapar un gemido confuso. El otro, prosigió al ver que no había respuesta:

-Dime qué soy, sé que sabes lo que me merezco, sé que quieres que desaparezca. ¡Sé que te parezco peligroso, horroroso, inhumano! ¡VAMOS, DÍMELO! ¡DIME LO QUE SOY!

Le empujó hacia el interior, en medio de lo que parecía un salón. Julian consiguió mantener el equilibrio y ordenó las palabras que había oído. Intentó responderle.

-Un... Un vampiro.

Hubo silencio de nuevo, esta vez fue el otro quien se quedó incrédulo por lo que oía. Se irguió y se arregló la bata.

-¿Un vampiro?- Sonrió divertido- ¿Me estás diciendo en serio que crees que existen?

Julian se sonrojó al darse cuenta de lo estúpido de su respuesta.

-No... No creo que existan realmente...

El otro torció la boca y la cabeza, dejando que el pelo tapase parte de su cara.

-Entonces, ¿por qué me has dicho esa idiotez?- Antes de que Julian pudiese defenderse, este continuó.- Todas esas fantasías han sido inventadas por las personas en un esatdo de confusión. Por ejemplo, los gnomos, siempre salen al lado de las setas amanita muscaria, las cuales son alucinógenas. ¿No da eso qué pensar? ¿Y si después de su ingesta la gente empieza a ver a personas pequeñitas por ahí?. Los dragones, por su parte, son la respuesta a los fósiles de dinosaurios encontrados en la edad media, cuando las personas eran incultas y se creían todo lo que les decían. Hay un largo etcétera más, pero... La muerte, el segador maldito...- Paró un momento su charla- ¿Tú qué crees?

Julian dudó.

-Eeh... Pues supongo que tampoco existe.

El otro se quedó pensativo. Al cabo de un rato, alzó la vista y dejó la mirada perdida.

-Yo... Yo en La muerte sí creo. Una sombra que solo algunos pocos afortunados pueden ver, pero que al final, todos acabamos viendo... La que puede salir en cualquier parte, en cualquier momento, que te puede venir por delante... O por detrás. ¿No sientes nada?

El oyente, quieto y asustado, negó lentamente con la cabeza, ocultando su temor, aunque se le reflejaba en la cara.

-Jum... Por supuesto que no... Supongo que por eso te lo mereces.

Y miró, casi inperceptiblemente, hacia la derecha de Julian, en un rápido movimiento de los ojos, volviendo a fijarlos de nuevo en el otro chico. Sonrió un poco, una sonrisa siniestra.

-¿Que merezco qué?- dijo Julian, temblando.

-Nada.

Volvió a mirar y esta vez sonrió más ampliamente, arqueando las cejas.

Ahora sí que sintió algo, más intenso que los pequeños escalofríos que antes notaba. La espalda la tenía helada, empapada de un sudor frío. Sentía una presencia detrás suyo.

Se giró.

No había nada.

-...

Volvió a mirar al frente pero encontró al otro chico tan cerca suyo de nuevo que le erizó el bello de todo el cuerpo. Le hizo alzar la cabeza, dejándole el cuello descubierto. Tenía un cuhillo en la mano.

-¿Sorprendido?- Le dijo mientras que con la mano que no sostenía el arma le cogía del pelo y le obligaba a echar más hacia atrás la cabeza, mientras que la nariz de este tocaba la suya.

Julian dejó escapar otro leve gemido y puso cara de dolor, de terror, al notar el filo en el cuello por encima de la nuez. Pudo ver cómo el psicópata que le estaba amenazando se mordía el labio inferior suavemente y se reía. Parecía disfrutar con la expresión de Julian.

Notó el frío metálico rasgar su piel y que el calor corporal escapaba de su cuerpo. Notó la ropa mancharse de líquido tibio que pasaba a estar frío en seguida. Notó el aliento de su raptor alejarse y sacar la lengua para chupar la hoja sucia y limpiarla.

Le soltó y Julian cayó al suelo. Se cogió del cuello para tapar la herida. Miró la mano y se horrorizó al ver su sangre en ella y la ropa manchada. Soltó un grito de disgusto y temor. Miró al otro y vio cómo seguía con la boca medio abierta, con los ojos clavados en él. Retrocedió aún sentado, con una mirada de pánico y miedo.

-¿No decías que era un vampiro? ¿De qué te sorprendes tanto?- Volvió a sonreír como antes había hecho y se fue acercando, lentamente.

Julian notó la pared y maldijo su suerte. Se levantó, manchando con su mano derecha el papel que decoraba su apoyo. El otro chico, aún desconocido, llegó antes de que el primero se pudiese escapar, y puso a modo de presa sus dos brazos, uno a cada lado de Julian.

-Vamos- le dijo con la voz más atractiva que había oído nunca- Déjame beber de tu cuello...

Lentamente, se fue acercando al corte sin ningún impedimento por parte de la víctima, y lamió lo que caía de ella.

-Me gusta tu sabor.- Le dijo al oído.- Pero siento decirte que no soy un vampiro, lo hago sólo porque me divierte verte así. Ya tienes otra historia de Halloween que contarles.

Julian asintió hipnotizado, queriendo que siguiese lamiendo un poco más.

Notas finales:

Si os ha gustado, ya sabéis, ¡comentad para que no me deprima y me entren ganas de escribir!

Aunque eso no quita que las críticas tengan que ser constructivas XD ¡Así, el siguiente será mejor todavía!

Gracias por leer ^^


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