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Efecto Sean por Arisa

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Notas del fanfic:

Los personajes son propios y no son inspirados en ningún otro personaje. La historia también es original, por lo que si se asemeja a otro relato sólo sería coincidencia, es más, yo ni siquiera sabría si existe un fic parecido... [o.oU].

 

Notas del capitulo:

¡Hace mucho que no subía ningún fic! Me alegra estar de vuelta y para mi regreso he traido esta historia, que como suele ser mi estilo, es romántica y sin dramas gigantescos.

¡Espero les agrade! :D

Siempre que digo una cant. de capítulos aprox. el número no cuadra con la realidad, pero deberían ser un máximo de 5 capítulos.

Como ya saben, no ofrezco tiempos de entrega, pero les prometo terminar el fanfic sí o sí.

¡¡Disfruten!! º(^-^)º

Efecto Sean

 

La noticia de nuevos vecinos tenía a todo el barrio revolucionado, pues aquí, donde vivo, resultan ser todos conocidos de todos. Somos muy "unidos", aunque suelo pensar que más que eso somos demasiado "chismosos". Me integro y digo que somos, ya que quiera o no siempre termino enterándome de todo lo que pasa, aunque sinceramente yo no busque averiguar nada.

 

La casa de los Márquez había estado vacía desde que ellos decidieran irse a vivir a Canadá, estaba en venta hacía ya más de cinco meses, pero un día el hijo de la dueña del único mini-market de por aquí comenzó a comentar que una familia había estado observando el inmueble largo tiempo, acompañados por quien perfectamente podía ser un corredor de propiedades. Tal como los rumores decían, al poco tiempo se mudó una familia a esa gran casa. Los padres eran bastante peculiares en lo que apariencia respecta, digamos que ver entrar al mini-market a una mujer alta, delgada, de cabellos marrones y ojos azules acompañada de un hombre casi rubio, alto, de ojos verdes cargando a una niñita de pelo castaño y juguetones ojos de un color casi lila... no era cosa a la que estuviéramos plenamente acostumbrados. Parecían actores de Hollywood y se veían muy simpáticos, con sus sonrisas marca colgate.

 

De vez en cuando yo los veía cuando volvía caminando del instituto, sentía como si me hubiese cruzado frente a una cámara en medio de la filmación de una película. Era una verdadera familia de televisión.

 

Pronto, cuando la señora Amelia visitó a mamá, le contó que la familia tenía además otros integrantes. Tenían un hijo que iba en la universidad, también de cabello castaño, pero con los ojos verdes del padre. Y otro, el del medio, tenía tal vez sólo un año más que yo y nadie nunca lo había visto. Los comentarios sobre el misterioso chico no se hicieron esperar.

 

- Yo digo que no es tan guapo como el resto de su familia y como se siente acomplejado decidió no salir a la calle.- Esa era Michie, una vecina, amiga y compañera de curso mía. El tema había salido por un comentario de Marión, su amiga.

- Pero va en el Instituto Metropolitano, ¿no? Ese que es sólo para genios... Ha de ser en verdad extraño.- Agregó Alexis, quien al igual que Michie era mi compañero y amigo.

- No es para genios.- Intervine, como exageraban.

- Jamás ha salido a la calle, ¿cómo se va al colegio y nadie lo ve?.- Cuestionó Marión.

- Se va en el auto del hermano, ése que parece sacado de la cochera de un famoso, el Audi R8 equipado de última ge-...

- No estamos hablando del auto, Alexis, estamos hablando del fulanito sin nombre ni rostro.- Intervino Michie, una vez más.- ¿Oye, Drew, nunca lo has visto tú? Viven bastante cerca.

- ¿Yo? No, nunca.- Contesté con calma. Toda la conversación sostenida por mis amigos me parecía algo graciosa, pues especular así sobre alguien de quien no se tiene ni una sola pista siempre resulta absurda luego de conocer a aquella persona.

- Tiene un año más que nosotros, va en el Metropolitano, es supuestamente diferente al resto de la familia, no sale de la casa... resumiendo, es un bicho raro.

- Pero tengo gran curiosidad de saber cómo es.- Las chicas comenzaron a hacer un retrato hablado ficticio, mientras Alexis y yo nos reíamos de las locuras de ésas dos mientras caminábamos a nuestras casas.

 

A pesar de no querer admitirlo sentía también curiosidad sobre aquella aparentemente extraña persona, pero al contrario de lo que mis amigos hacían, no me lo podía imaginar como un rechazado social o algo así, aunque quizás fuera más normal que el resto de su familia y eso lo hacía sentir diferente.

 

Me despedí de ellos y nos separamos, cada uno a su casa.

Caminando hacia mi casa vi pasar a un chico alto, delgado y de cabellos y ojos negros, al que jamás había visto por allí en mi vida. Inmediatamente supuse que era él. Llevaba lentes de marco rojo y, a decir verdad, no era nada feo. Sin embargo, no me acerqué a hablarle ni nada, al menos para eso no tengo valor. Me cuesta un poco acercarme a gente desconocida, aunque luego entro en confianza muy rápido... sí, soy un poquito extraño también.

 

- Hijo, ¿eres tú?.- Mi mamá se asomó desde la puerta de la cocina y la saludé.- No sabes con quien me topé...- Comenzó.

- No, ¿con quién?.- Dejé mi bolso en el sillón y me acerqué a ella luego de sacar una bebida de limón.

- ¡Con la señora Meier!.- Comentó ilusionada.

- ¿Quién es ella?.- Pregunté contrariado, jamás había escuchado ese apellido.

- Los vecinos nuevos.- Sonrió.- Me la tope en una tienda en el centro y por alguna casualidad terminamos conversando, creo que seremos buenas amigas, además ella dice que soy la primera persona con la que habla de acá.

- Que bien.

- ¿No te emociona conocer esa casa?.- Preguntó alegre.

- Apenas la conoces ma, no vas a ir inmediatamente a visitarla a la casa, ¿no?

- ¡Ella me invitó!.- Exclamó alegre.- Iremos los dos, porque así quizás te hagas amigo de su hijo, me comentó que tiene más o menos tu edad y también le gustaría que se conocieran. Es una mujer muy simpática, ya lo verás.

 

Levanté una ceja, ligeramente perturbado ante la idea de entrar a esa casa. Toda esa gente parecía tan ajena a mí que me asustaba. ¿Y cómo debía comportarme? No, no, sinceramente no era una buena idea.

 

- Lo siento, debo hacer una tarea.- Me miró negando con la cabeza.

- Bueno, iremos más tarde entonces, pero no iré allí sola.- Sentenció.

 

Lo de la tarea no era 100% mentira, así que fui a terminar las últimas dos preguntas del trabajo. Me cambié de ropa y por última vez frente al espejo respiré profundamente. No podía ser tan difícil presentarse frente a esas personas, ¿no? A fin de cuentas eran seres humanos como nosotros, con errores y defectos. Aunque en el fondo me aterraba quedar en ridículo en cualquier aspecto frente a esa gente que parecía tan perfecta.

 

Salimos de casa con mi madre, mientras la casa de los Meier se me hacía más gigante con cada paso que daba. Cuando estuvimos ya en la puerta y mi mamá tocó el timbre, un hermoso perro samoyedo salió a nuestro encuentro. Mamá se asustó un poco, yo no. Al igual que papá me encantan los perros, en especial los Husky Siberianos y los Samoyedos, porque parecen verdaderos lobos.

 

- Oh, vamos, ¡Tier! Deja pasar a nuestros invitados.- Salió a nuestro encuentro la señora Blanca, luego sabría que ese era su nombre. Mucho más amable y simpática de lo que imaginé, nos hizo pasar a la casa.- Lo siento, es el perro de Sean, yo no lo controlo muy bien. Es que es demasiado juguetón.

- ¿Así se llama su marido?.- Preguntó mi mamá.

- No, Sean es mi hijo, el que debe tener casi la misma la edad de Drew.- Me sorprendió que supiera mi nombre, o que al menos lo recordara.- Y por favor tutéame, jaja.

- ¡Muy bien, Blanca!.- Las dos parecían tan amiguitas que me extrañó.

- Mi esposo se llama Roger...- Nos sentamos en los sillones de la espaciosa sala de estar.

 

Las alfombras eran suaves y parecían muy esponjosas, estuve tentado de tocarlas con la mano. Había cuadros de estilo abstracto, pero también había algunos surrealistas. Los colores de las paredes eran muy cálidos y los muebles eran de madera barnizada oscura. Una casa genial en la que realmente no estaba nada cómodo.

Las dos señoras conversaban y entre su bla-bla se olvidaron completamente de mí. ...Yo sabía que no había sido buena idea ir. Me estaba aburriendo como nunca.

 

- Roger está trabajando en este momento, en la casa estoy sólo con Maira, mi hijita pequeña, y Sean. Oh, por cierto, casi lo olvidaba, te lo presentaré.- Dijo, mirándome. Me alarmé por completo, ese tipo de presentaciones vía-mamá nunca funcionan y yo ni sabía de qué le iba a hablar o qué iba a hacer, ¡seguro ni le interesaba mi presencia y sólo lo molestaría en sus estudios o cosas así!

- No, por favor, no se preocupe.- Moví mis manos frente a mí, como negando, pero sólo me sonrió y subió las escaleras.

- ¡No seas así, Drew! Sólo te lo presentará y listo, no les estamos exigiendo que se hagan amigos.

- Ni que fuese posible.- Pensé.

 

Por las escaleras reapareció la señora Blanca y junto a ella venía su hijo. Era... extraño. Extraño no él, sino el pensamiento que se me vino a la mente al verlo. Era guapísimo.

No era el chico que había visto. Era alto, eso sí, pero de cabellos rubios pálidos y lindos ojos azules. Era otro más sacado de revista de moda.

Comprendí en menos de un segundo que no podría acercarme a él fácilmente, era demasiado diferente al tipo de gente con el que acostumbraba tratar. Y, no sé por qué, estaba nervioso.

 

- Se los presento, mi hijo Sean.- Dijo la mujer, con una sonrisa.

- Buenas tardes.- Saludó, con tono de voz neutro. Distinguí que seguramente su madre lo había obligado a bajar, tenía una cara de molestia mal disimulada.

- Hola, Sean.- Saludó mi mamá.- Este es mi hijo Drew.- Me señaló y yo sólo pude emitir un bajísimo "hola".

 

Nuestras madres comenzaron a conversar nuevamente y volvieron a enajenarnos de su plática. Sentí un ambiente tenso entre él y yo, claramente no se me ocurría qué decir y él no daba indicios de querer abrir la boca para hablar.

Lo miré disimuladamente. Tenía facciones finas y la piel era bastante blanca, tal vez como la mía, pero se veía muy tersa. Sus pestañas eran largas y de un suave castaño. Parecía aburrido y molesto, aunque intentando encubrirlo. Sin darme cuenta creo haberlo observado durante un largo rato, aunque sin que se notara mucho.

Junto al ventanal asomó una cabeza blanca con lindas y puntiagudas orejas, nariz negra y ojos celestes. Quedé maravillado observando el hermoso can, ¡parecían un verdadero lobito!

 

- ¿Puedo salir y acariciarlo?.- Ni siquiera pensé antes de preguntar, para cuando me di cuenta ya había terminado la pregunta. Me miró con una ceja alzada, tan sorprendido como yo de que dijera algo.

- Claro.- Dijo escuetamente, abrió el ventanal y salimos de la habitación. Fuera el aire era más helado.

- Hola muchacho.- Le acaricié el pelaje de la cabeza, era muuuy suave.- Es macho, ¿no?.- De pronto pensé que pude haber supuesto mal.

- Sí, así es.- Me miraba algo extrañado, no sé bien el porqué, pero yo sólo ignoré su mirada sobre mí, mientras jugaba con el perro, que era mucho más dócil de lo que parecía.

- ¿Lo compraste, te lo regalaron o lo encontraste?.- Pregunté, intentando no molestarle con la pregunta. Es que el silencio que se formaba no me agradaba.

- Iba de vuelta a casa caminando, cuando vivíamos en la otra ciudad, cuando apareció una bola de pelos blanca en el camino y se puso a chillar como si le hubiesen golpeado.- ¡Era un récord! Tanta palabra junta que levanté la vista para mirarlo mientras hablaba. Parecía como si su molestia ya se hubiese pasado y tenía una media sonrisa pintada en el rostro, miraba a su mascota, no a mí, lo que me mantenía más calmado escuchándole.- Me preocupé y me acerqué para ver si estaba herido, pero no encontré ninguna señal de daño. Era sólo una bola de pelos chillona y con hambre.- Hizo una pausa. Yo mantuve silencio dándole espacio para que continuara hablando.- Comencé a buscar la casa de la que se había escapado, pero no había rastro de seres humanos por ahí. No estaba bien llevármelo, pero tampoco abandonarlo allí.- No me di cuenta que me estaba mirando a los ojos, cuando lo noté bajé la vista al perro que me lamía la mano y tenía las orejas gachas, mientras sentí un leve calor en mis mejillas.

 

¿¡Por qué reaccionaba así!? Eso jamás me había sucedido, estar tan nervioso frente a alguien y, aún más extraño, otro chico casi de mi misma edad. Tal vez sólo era que su mirada era más intensa de lo que imaginé o... amn... no lo sé.

 

- Y... ¿qué hiciste?.- Pregunté. Se sentó a mi lado, en el pasillo exterior de la casa que daba al patio trasero.

- Lo tomé en brazos, era muy liviano, en verdad sólo pelos. Y caminé con él a casa. Al día siguiente pasé nuevamente por ahí, y así varios días, pero jamás encontré un cartel de "se busca" o algo por el estilo.- Seguí sin levantar la vista, pero ya más calmado porque me hablaba normalmente.

- ¿No te dijeron nada al llegar a casa con él?

- A Blanca no le gustó nada, a mi hermano mayor no le hizo mucha gracia, pero a los demás nos gustó mucho. Fue bautizado por Maira, cuando apenas podía hablar.

- Ah...- Si mal no recordaba lo habían llamado "Tier", pero ese nombre no era común, de hecho dudaba que significara algo.- ¿De dónde sacó el nombre?

- Veía esos dibujos de ese oso obeso y amarillo, de polera roja, ni recuerdo como se llama.- Supuse que hablaba de Winnie Pooh, mi prima adora ese personaje.- Y uno de los amigos del oso se llama "Tiger", no sé qué le encontró de semejante o será porque era el único nombre que recordaba, pero lo empezó a llamar así para que viniese a comer. Al final, como no podía pronunciar la g, terminó con "Tier". Y así lo tuve que inscribir.- Sonreí ante el relato, me parecía muy tierno.

 

Guardamos silencio un rato, pero ya no era incómodo. Mientras tanto, Tier ya estaba estirado patas arriba mientras le acariciaba la panza.

 

- ¿Tú no tienes mascotas?.- Preguntó.

- Ah... no.- Respondí, alcé nuevamente mi mirada y lo hallé observándome de nuevo de esa manera tan intensa, quizás era sólo mi impresión, pero así lo sentía.

- ¿De qué color son en verdad tus ojos?.- Cuestionó, cambiando completamente de tema.

- Ah...- Lo pensé un poco, desorientado con el rápido cambio de tema.- Es como un verde opaco revuelto con café.- Reí nerviosamente y muy bajito.

- Son lindos.- Mencionó, casi susurrándolo. Por primera vez lo observé sonreír. Su sonrisa tenía un poco de maliciosa, lo que sólo la hacía más atractiva.

 

Me quedé en ceros, sin poder decir nada. Sentí mi rostro arder un poco.

¿Por qué esa reacción? No lo comprendía, ¡no era normal! Yo puedo llegar a ser tímido en un principio, pero jamás me había ruborizado por algo tan insignificante como un simple comentario. Era él, ¡él me hacía ser así de vergonzoso! Era su actitud, su rostro... no lo entendía. Me sentía nervioso ante su cercanía.

 

Yo tendía a ser de esas personas muy calmadas, a las que parece que no les importa nada, pero que en realidad aunque se preocupen y les importe lo que suceda, optan por el silencio para evitar problemas. Aquellas de las cuales no sabes qué están pensando. Era de aquellas personas que no inician la conversación, que en realidad no desean tener ningún tipo de iniciativa. Era del grupo de los que parecen estar constantemente aburridos de todo, pero cumpliendo con sus obligaciones por responsabilidad. Yo... yo era así. Y no porque tuviera una máscara puesta, o estuviera escondiendo un secreto o guardara un gran dolor en mi corazón, simple y sencillamente interesarme en algo era difícil, porque predecir cosas para mí era muy fácil.

Pero entonces... ¿por qué? ¿Por qué esa reacción con él?

 

- ¡Chicos, entren que ya está oscureciendo!.- Escuché a la mamá de Sean llamarnos, como una luz divina de salvación que no dudé en seguir.

- Debo lavarme las manos.- Mencioné.

- Sígueme.

 

Me guió hasta un baño, allí me lavé las manos, mientras él desapareció.

 

Luego me dirigí a la mesa, donde estaban servidos unos pasteles y el té.

En ese momento llegó el papá de Sean, el señor Roger. Así que todos los que estaban en la casa en esos momentos fueron llamados al comedor.

 

- Oh, pero que lindos pasteles, ¿dónde los compraste?.- Preguntó mi mamá.

- Jeje, los hice yo...- Respondió.

 

Y fue todo lo que escuché antes de encerrarme dentro de mi propio mundo cuando Sean se sentó justamente al frente mío. Exactamente al frente.

Cuando levantaba la vista podía observarlo con claridad. Las facciones de su rostro, sus inmensos ojos azules. Me hallé a mí mismo fascinado... y sólo pude horrorizarme.

 

¿Qué clase de pensamientos tenía hacia otro chico? Anormal... Insano.

 

Descarté toda posibilidad y me fijé en algo más sobre la mesa.

De verdad que los pastelillos eran peculiares, con formas extravagantes.

 

Tomé el de chocolate, como fan del slogan "pasión por el chocolate", no podía permitirme el no probarlo.

 

Cuando alcé la vista, sin la intención de observarlo, nuestras miradas se toparon.

Aún no entiendo qué tiene su forma de mirar, su sonrisa, que me siento pequeño y ridículo cuando me observa.

 

Era algo tan difícil de explicar; el hecho de que no parara de sentirme atontado cuando me miraba. El de sentir mis mejillas calientes. Oh, qué horror...

 

¡¡OTRO HOMBRE!!

 

Intenté que eso fuera suficiente para mantener malas ideas -aunque en un casi "sano" sentido- alejadas de mi mente, pero al parecer no causó ninguno de los efectos esperados.

 

De pronto la sala se me hizo más pequeña de lo que era. Era como si no hubiese suficientes objetos ni espacios para mirar que no fuesen él.

Me había hipnotizado, ¡no sé cómo, pero lo había hecho!

 

Me concentré en terminar mi pastel y terminar el té.

 

- Este sábado hay un bingo a beneficio, me gustaría mucho que fuésemos juntas.- Le dijo mi mamá a Blanca.

- ¿Dónde?.- Preguntó la señora, interesada.

- Aquí, en el gimnasio del Colegio San Martín. Es muy cerca, además todos los chicos recibirán los alimentos y las cosas, incluso Drew estará ahí ayudando.- Sí, porque me obligaron... pero omití el comentario.

- ¿Cómo es eso?.- Preguntó, confundida.

- Ah, es que no debes comprar la entrada, sino que tienes que llevar alimentos no perecibles, útiles de aseo, esas cosas.

- Ah, ya entendí.

 

Siguieron hablando y yo continué en silencio.

Cuando ya se hacía tarde, mamá por fin decidió que era tiempo de marcharse.

 

- Un gusto haber estado en tu casa Blanca, ya te invitaré a la nuestra también.

- Oh, descuida, el placer fue mío.- Y se empezaron a reír de Dios sabe qué, como amigas de hace décadas.

- Hasta luego.- Nos despedimos de todos.

- Chao.- Fue la última palabra que salió de la boca de Sean entre una de sus indescriptibles-maliciosas sonrisas.

 

 

Al día siguiente, no entendía por qué, tuve su imagen revoloteando en mi cabeza en todo momento. Me preguntaba si no lo volvería a ver más. Y me sentía decepcionado imaginando que lo más probable era que así fuese...

 

Inmediatamente percibí que era una pésima señal el hecho de que no lo sacara de mi cabeza cuando apenas si lo había visto una vez en toda mi vida y sabía poco y nada de él.

Intenté alejarlo de mi mente cada vez que su imagen se me aparecía, pero una cosa es intentarlo y otra lograrlo.

Traté luego de concentrarme en mis tareas.

 

- Chicos, ya saben, los que vienen el sábado al bingo deben organizarse.- Señaló la profesora, mejor conocida como "la pasa"... ya podrán imaginarse por qué.

 

Alexis, Michi y Marión estaban también obligados a asistir al bingo a beneficio, junto con otros chicos. Todos de penúltimo año. Nuestra tarea sería recibir los productos, cambiándolos por las entradas, e ir seleccionándolos y empaquetándolos al mismo tiempo.

 

- Oh... será un sábado aburrido.- Se quejó Marión.

- Si al menos pudiésemos ver al chico rarito...- Continuó como en un sollozo Michi, lo que terminó recordándomelo de todos modos.

- Ah, por cierto, lo conocí ayer.- Comenté, restándole importancia.

 

Las chicas giraron a verme y Alexis alzó una ceja a mi lado.

 

- ¿Cómo era? ¿Ocupaba lentes? ¿Era un nerd? ¿Era extraño? ¿Cómo se llama? ¿Era simpático? ¿Tiene polola?.- Entre las dos, y a una velocidad de 3 palabras por segundo, me empapelaron a preguntas.

- Ah...- Hice la pausa que ellas no hicieron en su lugar.- Se llama Sean y... emn, digamos que parece un modelo, con eso lo digo todo.- A ambas chicas les brillaron los ojos.- No es nerd y no es extraño, aunque tampoco es un prototipo de simpatía. Es normal, para su familia, claro.

 

Las chicas se miraron entre si entusiasmadas.

 

Me molestó un poco. Sé que es algo estúpido, ¿por qué razón me molestaría?

Pero... es que me pareció hipócrita el que ellas hubiesen hecho tan malas suposiciones de él y, después, al enterarse de que es guapo, decidieran que era un buen tipo, que querían ser sus "amigas", etc.

 

Por culpa del maldito rubio se desconfiguró ese día y el resto de mi semana.

Notas finales:

Bueno, la actualización no sé cuándo vendrá, será para mañana, o quizás navidad [xD Jaja]

Ok, le haré un favor al género lírico y dejaré mis poesías para otro momento... [.///.]

¡Nos leemos!

Arisa.


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