Era un día precioso, estaban en primavera al fin. Se notaba el cambio de estación, puesto que el sol era brillante y cálido. La brisa era fresca, el césped reverdecido brillaba como si fuese de plástico y las flores comenzaban a inundar la vista. Pero había algo que no le gustaba de eso…
-Kiba, recuerda que cuando lleguemos…-
-debo mantener la compostura y no hacer comentarios respecto a lo que ocurrió el año pasado- dijo en tono monótono a su hermana.
-Kiba…por qué eres tan complicado, eh?- dijo sin apartar la vista del camino, puesto que conducía un flamante automóvil de color plata- es sólo un paseo a la casa de nuestros tíos-
Odiaba profundamente a ese par de personas odiosamente hipócritas. Eran sus tíos en verdad, pero cuando su padre falleció no fueron capaces de asistir al velatorio. Sin embargo, a la hora del testamento estuvieron presentes y atentos. Por suerte, las cosas habían quedado a nombre de su hermana y su madre, claro que algo también se destinó a ellos.
-no se lo merecían- susurró tan bajo que su hermana no lo oyó.
Lo único que le gustaba de ir a visitar a sus tíos era su primo. Un pequeño de siete años muy travieso y curioso. Sus ojitos marrones y cabellera grisácea le recordaron a un cachorrito, desde la primera vez que lo vio recién nacido. Pero sus tíos no le permitían estar mucho con él, puesto que pensaban que los ocho años de diferencia entre ellos podrían ser un problema.
-cuanto falta?- preguntó molesto y aburrido. Su hermana ni siquiera le permitía poner un CD para escuchar algo de música…además tenía gustos muy cursis para él.
-ay Kiba, no es la primera vez que vienes- dijo la chica riendo- ya casi llegamos…en media hora.
Hana Inuzuka, su hermana, era una chica de cabello largo, lacio y castaño. Estaba en la edad perfecta, según ella, para tener al fin una relación seria con un buen hombre. Con sus veinticinco años y muy buen físico podía estar con cualquiera, pero prefería esperar a alguien que quisiera una familia.
A pesar de ser veterinaria, no era muy amante de los animales, excepto por los perros que eran su adoración…para dar una idea tenia cinco y había pagado para que los cuidaran por ese tiempo en el que no estaría.
Después de casi una hora, llegaron al barrio privado donde vivían sus tíos. Era imposible no darse cuenta viendo el enorme cartel que decía “BIENVENIDOS A KONOHA si busca la perfección ya está viviendo aquí”. Para ingresar a ese lugar, había que presentar papeles completos del vehículo y los ocupantes del mismo.
- disculpen las molestias, pero estamos reforzando la seguridad- dijo en tono casi militar un joven de tez blanca y cabello negro muy oscuro.
-ocurrió algo?- preguntó la chica embobada mirando al joven de no mas de veintidós o veintitrés años.
-en si, nada, pero se cambió la empresa de seguridad. Por eso no están los guardias anteriores y nosotros ocupamos ese lugar- dijo amablemente y con una sonrisa, todo lo contrario al otro, un rubio de ojos azules como el mismo cielo.
Una vez terminado todo el chequeo y el “interrogatorio”, ambos jóvenes permitieron el paso. El castaño leyó las identificaciones del pecho de los muchachos: Uzumaki N. y Uchiha S. Su hermana seguía perdida en los ojos del azabache incluso mientras conducía por las calles, que curiosamente llevaban todas nombres de árboles.
-viste las marcas que tenía ese chico en la cara?- preguntó mirando a Hana.
-qué marcas?-
-tenía tres marcas en cada mejilla- dijo mirando hacia atrás.
-y qué?...no puede sorprenderte, porque tienes marcas mas vistosas que las de él- contestó riendo.
-eso ya lo se- ofendido se cruzó de brazos y decidió no seguir con el asunto.
En cuanto vio la casa de sus parientes a lo lejos no pudo evitar sentir nauseas. Si fuese por él en ese momento abría la puerta del coche en marcha y se arrojaba. La chica detuvo el vehículo y bajó del mismo, pero su hermano permanecía dentro.
-Kiba…- lo nombro.
-ya se, pero no quiero quedarme tanto tiempo- dicho eso salió del coche con cara de muy pocos amigos y tomó su bolso y mochila del baúl.
El patio delantero de la vivienda tenía un jardín muy bien cuidado, raro teniendo en cuenta al hiperactivo de su primito, un bebedero para aves y varias macetas colgantes de estructuras metálicas en forma de árbol. Un caminito de piedras atravesaba el verde para guiar al pórtico frente a la entrada.
-no puedo creer que ya estén aquí- dijo Mey, la tía de Kiba, en tono de alegría- Hana, querida, estás preciosa- dijo y le dio un beso en ambas mejillas.
El castaño estaba a punto de salir corriendo en cualquier dirección con tal de evitar a su “amada tía”. Una mujer algo más baja que su madre con el cabello negro corto y ojos marrones, con exceso de maquillaje según él. Pero se acercó a ella y le sonrió lo más natural que pudo…o sea, casi nada.
-pero mírate nada mas- dijo tomándolo de las mejillas y jalándoselas excesivamente ( N/A: como sólo las tías sabemos XD)- estás enorme y muy apuesto, casi no pareces de trece- y lo besó igual que a la chica.
-tengo quince- respondió masajeándose las mejillas, no sólo por el dolor, por el asco de esos besos falsos.
-pero adelante, no nos vamos a quedar aquí- dijo riendo.
“si entro, estoy perdido. Corre a donde sea!!” le decía una vocecita en su interior. Tenía un pie dentro de la casa cuando cayó sentado hacia atrás victima de un duro golpe de frente. Al abrir los ojos encontró a la causa de su única alegría.
-KIBA!!!!! Llegaste, llegaste, llegaste- repetía una y otra vez emocionado el pequeño abrazándolo para que no se escape.
-Hola Akamaru- saludó sonriendo felizmente- me extrañaste?-
-por supuesto que sí- respondió inmediatamente- te voy a mostrar lo que pinté hoy en mi clase de dibujo…-
-pero primero tengo que levantarme- dijo mientras le acariciaba la cabeza cariñosamente.
-eh?...ay si, de veras- y comenzó a reír.
Kiba lo abrazó fuerte, ese niñito era tan dulce, sólo esperaba que no tomara las actitudes de sus padres. Una vez de pie lo tomó de la mano y juntos ingresaron a la casa. Keigo, el padre de familia, seguro estaba en su trabajo y era mejor así.
Le parecía una persona tétrica y controladora, su padre también lo era, pero de alguna forma sentía que era distinto…tal vez porque lo adoraba. Tan ensimismado estaba pensando en ello, que no notó que se le había caído de las manos la carpeta de dibujo de su primo.
Despertó del trance en cuanto la colección de papeles dibujados tocó el piso en un ruido seco. Lo levantó y volvió a hojearlo pero con más detenimiento, puesto que cuando volviera el pequeño pediría su opinión y no quería mentirle.
Dentro de toda la gama de numerosas obras de arte, se encontraban por sobre todo pinturas con tempera, a ese chico le gustaban mucho porque tenían textura. Llegó a una hoja donde había varios manchones casi sin forma.
-te gusta ese?- preguntó Akamaru sonriendo- es mi favorito y lo hice hoy- señaló orgulloso.
-está muy lindo…- quería abstenerse de preguntar qué era.
-aunque creo que me faltó azul para el traje de papá-
-eh…no, así esta bien- volteó la hoja y del otro lado decía por letra del profesor “retrato humano: mi papa y Kiba”, una sonrisa se dibujó en los finos labios del chico.