Mello no lo entendía, ¿Cómo alguien tan pequeño y frágil podía ser mejor que él?
No le gustaba, desde el primer día que lo vio. Llegó con su pijama blanco, sin una sola mancha, callado y limpio, con el cabello perfectamente desordenado, de un color plateado imposible. Era callado, muy callado. Por varios días Mello no le escuchó ni una sola palabra, empezó a creer que el niño era mudo. Después, en una clase, el niño dio una respuesta imposible. Mello se burló, la maestra lo calló y le dio la razón a Near.
Near, ese era su nombre.
Matt se mofó. “Ya déjalo- dijo- Es solo un mocoso”. Y, oh que equivocado estaba Matt, no era solo un mocoso; era el Mocoso. El que desbancó a Mello, el que se convirtió en el numero uno de la noche a la mañana, el que no decía una palabra demás, el que te congelaba con su oscura mirada.
Mello estaba desconcertado al principio, confundido y atrapado en los ojos muertos de Near. La confusión se volvió ira al saberse inferior a él, al notar que los demás ya no le miraban con respeto y admiración, al ver que el ya no era el único que le sacaba sonrisas distraídas a L.
Mello se volvió violento; al primer estimulo reaccionaba. Near no estaba al corriente de la repulsión de Mello hacia él, siguió haciendo lo que siempre hacia. Mello estaba seguro de que el pequeño se mostraba impasible solo para provocarlo.
Los sueños empezaron. Sueños en los que Near moría, sufría y sangraba, y el deseo de verlo mal se acrecentaba.
“Ya déjalo- repetía Matt- es solo un Mocoso” y Mello lo pensó. Si Near fuera solo un mocoso no habría por qué estar tan alterado, tan amargado, tan infeliz. Si Near fuera solo un mocoso ¿Entonces por qué lo hacía sentirse tan estúpido, tan inferior, tan… sucio? Tenía días sin sonreír y Matt lo advertía, Mello se refugió en Jesucristo. En un Dios redentor que todo perdonaba y a todos quería.
Muy pronto eso dejó de ser suficiente, los sueños reaparecieron. El anhelo de ver a Near sucio imperó de nuevo.
Un día Mello se quedó solo con Near. Roger los citó para hablar de su futuro y aun no había llegado.
Lo miró por largo tiempo; todo era tan perfecto en el, tan limpio, tan puro, tan blanco. Que no pudo reprimir el deseo de verlo caer.
Se abalanzó sobre él y le mordió una mejilla, tan fuerte que sintió cuando sus dientes rompieron la suave piel de alabastro y la sangre que bajó hasta las comisuras de sus labios. Sonrió, aun mordiéndolo, después de todo Near ya no era tan perfecto.
Y pronto su instantánea felicidad se vio arruinada cuando cayó en cuenta de que el niño no emitía sonido alguno. Mordió aun más fuerte la herida y escuchó un leve gemido seguido de una risita espectral.
Se separó lentamente del niño y lo descubrió sonriendo.
“¿Te das cuenta, querido Mello, de lo que acabas de desatar?” Pronunció en un susurro con voz espectral.
Y Mello entendió que esa rivalidad sin sentido, esa obsesión mal sana, se había convertido en un amor cruel a una tierna edad en la que todo debería de ser nuevo y excitante.
“Somos almas viejas Near” Pronunció su nombre por primera vez y le quedó un sabor amargo en la boca, Near se limpio la sangre de la cara con la manga del pijama dejándolo escandalosamente rojo.
Después de todo, Near, no era tan limpio.