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Pastel de Chocolate por Layla Keehl

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Notas del capitulo:

Aqui esta el 2do capitulo...

 Es puro leemon ;)

 Disfruten!

 

 Bakura subió sus manos hasta la cara de su hikari y acarició suavemente sus labios, los delineó con su dedo índice para terminar con un beso.

 

 

 

Ryou no podía estar más rojo, sentía que le iban a estallar las mejillas y que su corazón se saldría de su pecho. Sintió que las finas manos de su novio bajaban por sus costados hasta encontrarse con sus piernas y acariciarlas hasta las rodillas mientras que los labios del mayor se trasladaban a su cuello.

 

 

 

-Bakura - gimió cuando sus labios fueron liberados- te amo.

 

 

 

Y eso terminó de descolocar al yami. Su niño le acaba de decir que lo amaba ¿Qué más quería? Hasta parecía que Ryou lo provocaba a propósito. Volvió a subir sus manos hasta llegar al borde inferior de la camiseta de su ángel y se la quito casi desesperadamente, ansiaba tocar su nívea piel, sentir su tibio tacto y recorrer cada parte de su perfecta anatomía, reanudó su tarea de besar el cuello de Ryou, lamiéndolo, mordiéndolo y succionando, para dejar muy visibles marcas que esperaba todos notaran.

 

 

 

 Ryou no podía hacer nada más que gemir ante las atenciones de su yami, tenía que admitir que se imaginaba un desenlace parecido. Todavía le tenía un regalo a Bakura.

 

 

 

-Bakura… ¡Aah! Esperaaah- articuló con dificultad.

 

 

 

El peliblanco mayor termino de recostar a su hikari en la cama y se acomodó entre sus piernas de manera que sus intimidades se rozaran y se alegró al ver el estado en que estaba su novio, tan duro como él. Y es que Ryou le provocaba tantas sensaciones, tanto placer y alegría, casi le daba un infarto.

 

 

 

Mientras Ryou, con un poco de esfuerzo logró separarse de su yami.

 

 

 

-Quiero hacer algo- dijo muy apenado- También quiero participar- Bakura lo violó con los ojos al ver la linda y tierna cara que su niño le ofrecía.

 

 

 

Así que, con toda la vergüenza del mundo, Ryou se incorporó un poco y besó suavemente a su yami en el cuello mientras sus manos bajaban por su pecho y vientre para poder quitar la estorbosa camisa que su oscuridad portaba. Mientras se deshacía de la molesta prenda, iba acariciando los brazos se Bakura que se estremecía ante el contacto. Había imaginado, demasiadas veces, a Ryou haciendo eso, pero nunca pensó que su sueño se haría realidad. “¡Gracias Ra!” pensó cuando sintió las cálidas y temblorosas manos de su niño en el cierre de su pantalón. Ryou se sentía más confiado en lo que hacía gracias a los largos suspiros que le regalaba su yami ante cada movimiento que hacía.

 

 

 

Le quitó los pantalones y contempló con la cara como cereza el bulto que se alzaba entre las piernas de Bakura.

 

 

 

-Mira lo que provocas Ryou- dijo con voz grave y sensual, tomando la mano del pequeño y llevándola a su erección para que comenzara a acariciarlo.

 

 

 

El menor no perdió tiempo y empezó a frotar la virilidad de su novio con su mano, para después arrancarle la ropa interior e inclinarse hasta tener su cara entre las piernas de Bakura, besó con suavidad la erección de este y le dio un lametón de la base a la punta. Su yami lo miraba incrédulo ¿Acaso estaba soñando? ¿En serio su lindo, tierno, adorable y sobretodo violable hikari le estaba haciendo sexo oral? Pues sí, eso estaba haciendo. Ryou decidió meterse completo el miembro de su yami en la boca y así empezó un lento vaivén que enloquecía a Bakura.

 

 

 

Si con tener a Ryou arrancándole la ropa sentía que se corría, tenerlo así; entre sus piernas, comiéndose su miembro, con su cara sonrojada y su cabello revuelto, sentía que estaba en el paraíso. Puso las manos en la cabeza del pequeño, indicándole que acelerara el ritmo y así lo hizo; chupando más fuerte y subiendo y bajando más rápido. No falto mucho para que el mayor terminara en la boca de su hikari, quien sorprendido, se alejó de Bakura un poco y terminó con toda la cara llena de la semilla caliente de su yami.

 

 

 

Al ver a Ryou así, Bakura sintió como se ponía duro de nuevo y lamio todo el semen de la cara de su niño. Lo puso en cuatro sobre la cama y acarició sus muslos.

 

 

 

-Me encanto lo que hiciste Ryou, pero ahora te voy a hacer llegar al cielo.

 

 

 

Llevo tres de sus dedos a la boca de su hikari, quien los lamio con esmero, y cuando estuvieron lo suficientemente lubricados, llevó uno a la entrada del menor y con mucho cuidado lo introdujo en el.

 

 

 

-Mhmm…- gimió Ryou, ya de sobra acostumbrado a la sensación. Bakura movía se dedo en el interior de su hikari, hasta que este empezó a gemir más fuerte, decidió meter el otro.

 

 

 

Ahora había dos dedos dentro de Ryou, que gemía como loco ante la invasión, pero Bakura, no conforme con el placer que le daba a su pequeño, sacó sus largos dedos y los remplazo con su lengua. Primero bordeando la entrada de Ryou, para después meterla y sacarla simulando la penetración.

 

 

 

-Aaah… ¡Ah! Bakura- gemía Ryou sin contenerse.

 

 

 

El yami sintió que su hikari se correría pronto por lo que cesó su actividad y posicionó su miembro en la entrada de su niño. Muy lentamente entró en él y cuando estuvo dentro esperó hasta que Ryou se acostumbrara. Era increíble la sensación de estar dentro de su hikari, tan estrecho, tan cálido, tan… suyo.

 

 

 

Ryou movió sus caderas un poco y Bakura entendió la insinuación, comenzó con un ritmo lento disfrutando y procurando hacer que Ryou también disfrutara. Poco a poco el ritmo y los gemidos fueron subiendo de tono, la velocidad de las embestidas era casi frenética, el mayor tomó el pene de su novio y lo masturbó al ritmo de las embestidas, que se volvieron más profundas.

 

 

 

Ryou gritó muy fuerte cuando sintió que Bakura había tocado su punto de placer, y el yami tocó ese punto sin descanso haciendo que el pequeño se corriera en su mano y que estrechara aun más su entrada.

 

 

 

Su orgasmo llegó poco después, causado por el apretón de músculos de Ryou.

 

Cayeron, exhaustos en la cama, tratando de normalizar sus respiraciones.

 

 

 

-Feliz San Valentín- le deseó Bakura a su niño antes de caer dormidos.

 

 

 

Al menos esta vez no quemaron la casa.

Notas finales:

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