LLENANDO MI VACIO
Acostado en el pasto fresco de la noche, puedo sentir en plenitud la sensación que siempre he tratado de negar.
“El vacio”
Aquel hueco que me hace sentir que me desangraba por dentro. Era como si me hubieran arrancado un pedazo de carne desde dentro.
Me estremecí completamente al sentir una arcada por el vomito. En esos 2 últimos meses, me había estado sintiendo peor a lo que normalmente me sentía.
Desde que era un niño recordaba haber estado sintiéndome mal los últimos días de los meses, vomitaba y no podía comer nada, todo me causaba asco. Y al tercer día dormía completamente, laxo como si estuviera muerto, frio y sin poder despertarme.
Los doctores no habían podido descubrir lo que me pasaba, según sus análisis estaba normal, es mas gozaba de mejor salud que la mayoría de los niños de mi edad.
¡Pero yo no me sentía normal! Y en eso era donde radicaba el problema.
Y no era solamente porque vivía en un internado y mis padres me habían abandonado.
Claro, que no era el único a quien sus padres abandonaban sus miramientos.
Claro que no…
Había muchos más que abandonaban en cestas, mantas, cajas y hasta en bolsas de basura.
Pero su caso había sido diferente, a él lo habían encontrado completamente desnudo en un columpio que estaba colgado afuera del orfanato, cuando el apenas tenía 8 meses de edad.
Por dentro a Naruto le divertía aquello, ya que sus padres habían sido tan tacaños que no habían gastado siquiera en periódico.
A los tres años de edad, le había preguntado a la monja que lo cuidaba por que le habían puesto “Naruto” como nombre, esperando que aquel nombre se lo hubieran puesto sus padres y así al menos saber que se habían tomado al menos la molestia de ponerle un nombre.
Grande fue su sorpresa al saber que el mismo se lo había puesto, Ya que la madre le conto que la primera palabra que había pronunciado había sido “Naruto” y le había dado tanta gracia que así le había puesto.
Naruto nunca se había dado cuenta de lo hermoso que él era, ya que los niños del orfanato se habían encargado de bajarle la autoestima lo suficiente como para no darse cuenta.
Con su cabello dorado como el oro, sus ojos azules como el brillo de las gotas de lluvia al caer y tan puros que no había nada más hermoso, su piel tan suave como la cascara de un durazno, su cuerpo era un regocijo para la vista y sus labios tan rojos y tentadores como las más rica cereza .
Los niños lo odiaban por que las monjas lo preferían y le daban galletas, las niñas lo odiaban porque era más hermoso que ellas, así que nadie lo apreciaba ni querían.
El siempre había sido tranquilo y noble, le gustaba estar alejado de las confortaciones y le encantaba estar fuera disfrutando la naturaleza, su sensibilidad era tan palpable que los pajarillos se posaban en sus hombros para oír su voz.
Pero a veces podía llegar a ser tan impulsivo y orgulloso, que hablaba todo lo que se le venía a la cabeza, ocasionando que le fuera peor.