MENTIRA
Años pasaron desde la ultima vez que le viera, ya había perdido toda esperanza de volverle encontrar, aunque jamás lo aceptaría delante de otros, pero ahí estaba, justo cruzando la calle, sin pensarlo salio tras el dejando a un confuso Kuba en el auto.
¿Donde estaba?, miro alrededor, no podía haberse alejado tanto, continuo su búsqueda hasta que la noche callo, entonces mando a llamar a sus hombres de confianza, necesitaba ayuda si quería encontrarlo.
Nuevamente nada, sabia bien lo que pensaban, solo se trataba de alguien parecido, pero no, el conocía esa cabellera, ese cuerpo, esa espalda, era él y nadie mas.
La noche mas que confortarlo lo hundía en sus recuerdos, tomaba sus prendas y las olía con premura, conseguía jóvenes parecidos a él pero no era lo mismo, los dejaba vestir sus prendas, intentaba amarlos, poseerlos, pero era imposible, ninguno podía igualársele, él era único.
¿Dónde estas? ¿Por qué me abandonaste? ¿Cuándo regresaras?
Preguntas retóricas de un hombre enamorado que no hallaba consuelo alguno en otros seres.
Los recuerdos le aquejan sobre todo en las noches de lluvia, cierra los ojos y desea olvidar, pero entonces las pesadillas aparecen sin compasión alguna.
Le toma del brazo con violencia, nuevamente están enfrascados en una de tantas peleas, él desea volver a la universidad, debería saber bien que eso jamás sucederá, su lugar esta consigo y nadie mas, a su lado lo tendrá todo, no necesita estudiar, trabajar, amigos, familiares, nada, solo con él le debe bastar, cuando entenderá que su mundo cambio, que le pertenece.
Le grita que lo odia, últimamente es su frase preferida, no sabe cuanto le duele escuchar eso, a cambio toma sus labios, devora su cuerpo, penetra su alma, lo marca por dentro y por fuera, ¡es suyo, suyo y de nadie mas!, odio, que es eso, no le interesa, aunque le duela escucharlo de sus labios, ya a esas alturas no le importa.
Le arroja el fajo de billetes a la cara, mientras solloza, últimamente hace eso muy a menudo, lo detesta, le recuerda las primeras semanas juntos, porque debían retroceder, porque no comprende que todo lo que hace es por su propio bien.
Idiota, eso es lo que es, sin importar cuanto le ame, no puede negar la realidad, no esta bien de la cabeza, tanta amabilidad en un solo ser es imposible.
Ya ni le avisa cuando desea tomarlo solo lo hace, en el pasillo, sobre la mesa, en el sofá, puede escuchar sus gritos y suplicas cuando lo toma en el ascensor, cuando lo fuerza en su propia oficina, cuando permite que sus secretarios entren aun estando en su interior, escucha su llanto, puede sentir sus convulsiones, sus suplicas, mas no le interesa, se lo merece, debe darle una lección, debe aprender quien es su dueño.
El arrepentimiento vienes después, al igual que siempre, no le gusta verlo en ese estado, si él le odia, el lo hace mucho mas, nunca aceptara que le lastimen aun si ese alguien es su propia persona.
Lo recluye en su departamento, Someya lo regaña, es al único que le permite verlo, le advierte que eso no le hace bien pero no le escucha, es mejor así, dice, no desea que su amado sea influenciado por el resto, es suyo, acaso no lo entienden.
Esa noche llego como tantas otras con algo de comer, hace tiempo él ya no cocina, mucho menos se preocupa por los que hacerse del hogar, por lo cual debe armarse de paciencia y llevar a alguien a que los realices, siempre en su presencia.
Lo llama, como siempre lo encuentra sobre la cama, viendo un punto muerto, esto le rompe el corazón, pero no por eso dará vuelta atrás, no hasta que entienda que todo lo que hace es por su bien y desista de su terquedad.
La lluvia caía en forma violenta aquella noche, otra vez lleva la cena, apenas entra se percata que la luz no funciona, le llama pero este no le contesta, encuentra la caja de cambio y la luz se da para mostrarle un departamento completamente destrozado, su corazón se detiene, ¿Cómo? ¿en que momento entraron?, lo llama con desesperación, le busca, entonces lo encuentra acurrucado en una esquina, va hacia el con desesperación, desea saber si se encuentra bien, si esta lastimado, pero apenas lo intenta tocar el filo de un cuchillo le corta el pecho, para su mayor asombro quien lo sostiene es aquel ser puro que tanto ama, resbala por la impresión cayendo hacia atrás, le ve pasarle por encima, reacciona, toma su tobillo provocando que el menor caiga de bruces al suelo, le grita que lo suelte, pero no lo hará, ya debería conocerlo. Lo va agarrar con la otra mano cuando su pie se planta violentamente en su rostro, de la impresión mas que del dolor le suelta por breves segundos que le permiten huir de su lado.
La persecución da inicio, la ira lo invade, aunque le lleva ventaja eso no impide a que le pise los talones, acaso no sabe con quien esta tratando.
Agarra su brazo con tanta violencia que su grito invade la salida de emergencia, intenta morderlo mientras sigue forcejeando, por primera vez lo abofetea con tanta violencia que lo arroja hasta un pilar de aquel estacionamiento en donde alcanzan a llegar.
Un ruido sordo…algo conocido…una imagen recurrente…solo vista en sus enemigos…
Siente como el alma se le escapa del cuerpo, por primera vez en su vida sus piernas le fallan, cae sobre estas sin creer lo que pasa, lentamente se le acerca, besa su frente, sus ojos están abiertos de par en par, lo escucha respirar con dificultad, como un hueso sobre sale en su precioso cuello, le pide a duras penas que no se mueva que ira por ayuda, por primera vez en su vida no sabe que hacer, tanto así que olvida el celular que carga, cuando reacciona y regresa con él, este ya no se encuentra.
Despierta sobre saltado, esa maldita pesadilla otra vez, hasta cuando se grita, hasta cuando volverá a atormentarlo.
“Kanou, se que es difícil de aceptar…pero ya es hora de que lo hagas…el no volverá”
Desearía matar a Someya, pero el único motivo por el cual se detiene es solo por él, porque cuando lo traiga de vuelta, el será el único que aceptara a su lado para cuidarlo.
“Aya…él…esta muer…”
“¡Cierra el pico maldito travesti, si no quieres que te lo cierre yo!”
Le responde furioso, aquello es mentira, su rubio esta vivo, no importa lo que digan, no importa lo que vio, no importa aquella maldita lapida con su nombre o las malditas explicaciones dadas a la policía, inclusive las razones de su disque deceso dada por los médicos, mentira, todo aquello era una maldita mentira, él lo vio, alguien se lo llevo, no, el huyo, esa era la única explicación, por ello debía encontrarlo, le pertenecía, le debía, era suyo…
Nuevamente en la misma calle que creyó verle, atento a quienes pasan, una cabellera rubia lo pone alerta, corre hacia él, le agarra con fuerza, la joven grita muerta de miedo, la gente lo mira molesta y el solo responde que se metan en sus asuntos.
¿Dónde estas? ¿Por qué huyes de mi? ¿Acaso no entiendes que te amo?
Sin saber como llega a ese lugar, no ha estado ahí por años, puede ver su calido rostro y unas cuantas flores que de seguro fueron puestas por Someya.
“AYASE YUKIYA”
Eso dice la lapida, pero no es cierto, él no esta ahí, lo sabe bien, todo es una mentira, aun su pena, ese frío en su pecho y aquellas amargas lagrimas que recorren por primera vez su rostro.
Fin