Sus sentidos se iban nublando cada vez más, con cada caricia que el mayor repartía por su cuerpo desnudo. Con cada beso que aquellos finos labios depositaban en su blanca piel caliente y sensible al tacto; estremeciéndole con el sutil contacto de sus labios y manos.
Sus suspiros anhelantes de más, se habían vuelto en pequeños gemidos necesitados.
—Ah... YunHo...
El placer que el mayor le hacía sentir, lo embriagaba... Aquellas manos acariciando el largo de sus piernas, la suavidad de sus muslos, el contorno de sus glúteos, apretando la redondez de éstos... Lo cegaba en la pasión del momento.
Sus manos comenzaron a repartir suaves caricias en las espalda desnuda del mayor. Deslizándolas por toda aquella piel canela y suave al tacto; dibujando figuras amorfas e invisibles...
—YunHo...
Suspiró su nombre. El mayor besaba su cuello, deleitándose con su sabor; mordiendo y lamiendo. Lo quería marcar; que digiera que era suyo; pero él no lo necesitaba, desde hace tiempo que ya lo era... le pertenecía a él; porque lo amaba... amaba a YunHo. Y por esa misma razón se entregaba a él...
Su piel se erizó; las manos del mayor comenzaron a tantear su entrada; inevitablemente, provocándole ligeros escalofríos.
Un leve quejido escapó de sus labios al sentir aquel digito invadiendo su estrechez. Era extraño, algo incomodo; pero podía acostumbrarse rápido a la invasión. Después de esa primera intromisión, otros dos dígitos le siguieron.
Entraban y salían con fuerza y rapidez; la molestia que sintiera con anterioridad era casi nula... Empezó a sentir placer en esa parte suya y tan íntima... Y comenzó a mover sus caderas, necesitaba más, quería más... que llegaran más profundo... que se enterraran en él...
Soltó un quejido de disconformidad al ser retirados aquellos dedos de su entrada. Pero inmediatamente la ansiedad lo invadió; sabía lo que vendría.
Flexionó sus piernas y las abrió, sólo un poco.
Aun con sus ojitos nublados por el deseo y la excitación, vio al mayor levantarse de la cama sólo para quitarse el pantalón de vestir que portaba, junto a la ropa interior, aventándolos sin algún lugar en específico. El mayor le miraba fijo, con deseo, y eso a él... le excitaba aún más.
Bajo su vista al grande y palpitante miembro del mayor. Deseable, excitante, majestuoso... Sintió un tirón en su propio miembro, y de pronto quiso probarlo. Pero sólo quedaría en un deseo, por lo menos esa vez.
YunHo ya se había acercado a él nuevamente. Terminando por separar completamente sus piernas, acomodándose entre ellas y dirigiendo su miembro caliente a la pequeñez de su entrada.
—Arg... Yun-Ho.
Fue inevitable soltar un gemido de dolor.
Cerró sus ojos fuertemente y envolvió a YunHo con sus brazos, escondiendo su rostro en la curvatura del cuello y hombro del mayor.
—Ah...
La voz de YunHo era gruesa, ronca... Deliciosa.
—Due-le...
Jadeó en su oído. Su voz entrecortada a causa del dolor punzante en su esfínter.
—Calma amor, ya pasará...
Porque aunque YunHo no hubiera querido lastimarlo, a veces era imposible no causar un mínimo de daño... un mínimo de dolor... Y más aún cuando era su primera vez con un hombre.
Comenzó a moverse lentamente en él; mas seguía doliéndole... Apretó fuertemente sus brazos alrededor del cuello de YunHo.
Los fuertes brazos del castaño oscuro lo envolvieron cálidamente. Sintiendo como lo levantaba y sentaba sobre él y sus caderas.
Se separó algo sorprendido del cuello del mayor para mirarlo. Éste le sonrió cándido y tierno. Beso sus mejillas y limpió aquellas lagrimas que hubieran escapado de sus ojos desde el momento en que le penetro.
—Quiero que tú marques el ritmo... y comiences a moverte cuando lo creas necesario... No quiero hacerte más daño.
Porque procuraba su bienestar antes que el propio... Por eso, se había enamorado de YunHo.
Solamente bastaron unos segundos en aquella posición y el comenzó a moverse lentamente. El dolor aminoraba con cada embestida, aumentando la velocidad de poco a poco, llegando al punto de volverse frenéticas.
YunHo, que estuviera debajo de su cuerpo, le miraba maravillado... observándolo subir y bajar deliciosamente... Y es que el menor tenía las mejillas rojas, sus carnosos labios entreabiertos dejando escapar suspiros, jadeos, fuertes gemidos, sus preciosos ojos entrecerrados por el placer que sentía al auto penetrarse, y su pecho desnudo, con sus pezones más rosas de lo normal, siguiendo el ritmo de su respiración irregular... A YunHo le encantó, simplemente le encantaba.
Las manos del mayor pronto le ayudaron con su tarea, aferrándose a sus caderas con fuerza... Su ritmo era rápido... profundo... delirante.
—Ah...
Esa embestida profunda, había tocado un punto en él... logrando nublarle los sentidos completamente en el placer que logró provocarle... una sensación entre embriagante y de un suave cosquilleo... Y las manos del mayor tocando su miembro en suaves, fuertes y rápidas caricias... lo llevaban por momentos al delirio y el comienzo del paraíso.
—Ah... YooChun...
Las paredes calientes y estrechas del menor apretaban deliciosamente el miembro del mayor... provocándole roncos gemidos del placer abrazador que lo embriagaba. Escapando su nombre de los finos labios de YunHo. Un sentimiento indescriptible inundo su pecho.
Sintió tensarse por unos momentos y en unos segundos más... llegó al orgasmo más rico de su, todavía, corta vida. Dejándole un dulce y agradable adormecimiento en todo el cuerpo. Aún con el mayor dentro de él se dejo caer sobre el pecho de éste... la fuerza con la que se penetraba, se había ido de él...
El mayor lo giró, dejándolo recostado en la suavidad de las sabanas blancas de aquella cómoda cama. YunHo aún no terminaba; por lo que pronto y acomodado sobre él... lo comenzó a embestir rápidamente; minutos después... llenó su interior con su esencia.
Compartieron un beso tranquilo... Y miró al mayor a los ojos después del sublime contacto.
—Te amo, YunHo...
Pronunció suavemente, sonriéndole como sólo él sabía y podía al castaño oscuro... Recibiendo un tierno beso en los labios y...
—Yo también te amo, YooChun.
... Y el inmenso cariño del mayor... Junto a suaves caricias en su rostro.
Él amaba y era amado. Y no necesitaba de nada más... Sólo de los dulces besos y suaves caricias que el mayor le otorgaba con adoración y que él respondía de igual manera. Esa noche se entrego a él... no sólo en cuerpo, sino, también en alma.