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.:El Zar:. por Alaya-chan

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Notas del capitulo:

Bueno, aquí dejo el siguiente...

He tenido que darle un corte porque cuando lo escribía en word veía que estaba quedando muy largo. Una amiga me ha dicho que no importaba, pero es que yo lo vía muy largo, así que aquí lo dejo. Además, así os dejo con la intriga XD

Una aclaración,(aunque me parece que ya la he puesto en algún sitio, pero bueno, da igual, por si acaso): como Rusia está muy al norte, las horas de luz son menos, así que se hace de noche muy rápido.

Espero que os guste!!!

V

 

RECELO

 

Como suponía, Dimitri tendría que quedarse en la habitación durante los próximos tres días para que se le pasara del todo la lesión. Aunque no era muy grave y el médico que vivía con los ladrones solo le había recomendado reposo, Soul no estaba dispuesto a tener que quedarse mucho tiempo metido en la guarida porque a él se le antojara hacer lo que quisiese con su cuerpo. Ahora dependía del enano para salir de caza, así que tendría que cuidarlo para que se recuperara rápido. No por el bien del pelirrojo, sino por su propio bien.

 

El primer día se le pasó rápido al rubio. Natasha se encargaba de que Dimitri tuviera de todo mientras él ayudaba en lo que fuera en la guarida. No había llegado ningún chivatazo acerca de que alguna diligencia del zar fuera a pasar por la ciudad, así que no tenía más remedio que ayudar allí. Tampoco quería salir porque, aunque no lo dijera en voz alta, estaba preocupado por el pelirrojo. Como él solo pisaba por la habitación para “dormir”, no vio a Dimitri en ningún momento, por lo menos no despierto, pues, cuando llegó a la habitación, el muchacho ya estaba durmiendo. Cogió un par de mantas que tenía cerca de su cama y salió de la habitación, procurando no hacer mucho ruido. Volvió a encerrarse en el lugar en el que había dormido la noche anterior y dejó las mantas sobre el suelo. Por lo menos esa noche no pasaría frío.

 

 

 

Ya estaba acostumbrado a despertarse con dolor de mandíbulas y manos, así que no le dio demasiada importancia a la mañana siguiente. Antes de moverse mucho en el sitio, se estiró como un felino. Luego salió de la habitación y, antes de bajar las escaleras, fijó la vista sobre la puerta del cuarto donde dormía Dimitri. Suspiró y cerró los ojos. Echaría una ojeada para ver si estaba despierto. Pero no era porque le extrañara. Giró lentamente el picaporte, intentando no hacer mucho ruido y empujó la puerta lo justo para asomarse. El enano seguía durmiendo. En qué estaría pensando. Sacudió la cabeza y dejó la habitación como la había encontrado. Recorrió la galería hasta la zona central de la guarida y se sentó junto a la barra.

 

-          Buenos días, Sergey – escuchó decir a Natasha.

 

-          Buenos días – saludó y forzó una sonrisa.

 

La rubia le miró y sonrió picaronamente, pero no dijo nada. ¿A qué venía esa mirada? Soul frunció el entrecejo por la sorpresa y la vio entrar en la cocina, para salir minutos después con un plato de huevos fritos y una cerveza, los cuales dejó delante del rubio. Sergey la miró. ¿Por qué seguía mirándole de esa manera?

 

-          ¿Me he perdido algo? – dijo al final, levantando las cejas.

 

-          Pareces deprimido – dijo sonriendo.

 

-          Ah, vale. Y eso te resulta motivo de risa, ¿a que sí? – ironizó.

 

Lilya se acercó a ellos pero, para sorpresa de Soul, no se agarró a su cuello ni empezó a soltar la típica sarta de preguntas o comentarios acerca de lo que había hecho o pensado sobre él. Eso olía a gato encerrado. Y el asunto le gustó aún menos cuando vio la sonrisa que le dedicó la pelirroja. Exactamente la misma que tenía Natasha en ese momento. Comenzó a sentirse incómodo con la situación y decidió moverse a una mesa, intentando ignorarlas. Cogió la cerveza con una mano y el plato con su desayuno con otra y se sentó lejos de ellas. Cuando esas dos se juntaban podían llegar a ser terroríficas. Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando las vio sentarse en un banco. En la misma mesa que él. Justo en frente. Apretó las mandíbulas intentando calmarse. O se estaba volviendo paranoico o le estaban persiguiendo. Cerró los ojos un momento y suspiró. Luego las miró fijamente a las dos.

 

-          Vale, no sé qué queréis, pero me gustaría desayunar a gusto.

 

-          Natasha me ha contado que se te ha roto el juguete y que por eso estás deprimido – soltó, toda feliz e inocente la pelirroja.

 

-          Yo no estoy deprimido. Y no sé a qué viene eso del “juguete” – sentenció, atónito por las palabras de Lilya. Esas dos habían estado hablando a sus espaldas.

 

-          Sergey, te conozco desde hace mucho. Cuando estás deprimido, se te nota. Y lo sabes – comentó dulcemente la rubia. Como la odiaba algunas veces.

 

-          Vamos, no seáis tan duras con él – dijo Vladimir a su lado.

 

El castaño se sentó junto a él. ¿Es que no pensaban dejarle desayunar tranquilamente? Y encima empezaba a perderse en la conversación. ¿A qué venía todo ese lío?

 

-          Pero sí que pareces deprimido, Seriozha. – Sergey intentó ignorarlos y echó un trago - ¿Es porque el chico con el que ibas ayer está enfermo? – estuvo a punto de atragantarse. Lo que faltaba, que se dieran cuenta de que estaba preocupado.

 

-          Venga, hombre – dijo Vlad mientras le daba palmadas en la espalda – Que se le pasará pronto.

 

-          ¿Pero qué coño os pasa? Yo no estoy preocupado por ese enano – dijo y sus pensamientos se hilaron de tal manera que recordó la conversación que había tenido sobre las ramas del árbol. Suspiró.

 

-          Sergey – dijo dulcemente y el rubio la miró – Es normal que le hayas cogido cariño.

 

Natasha tenía razón. Siempre había pensado que para intimar con una persona debías conocerla desde hacía mucho. Pero se equivocaba. Puedes conocer a alguien desde hacía mucho y apenas saber de él. Pero Sergey había compartido todo su tiempo con Dimitri desde que le conoció. No se habían separado hasta ese momento y comenzaba a echarle de menos. Soul había aprendido algo: no es el tiempo lo que hace que te encariñes con alguien, sino las cosas que compartes con esa persona. Pero no iba a admitirlo. Por lo menos en voz alta. Y tenía que ser sincero, al menos consigo mismo: estaba confuso. Apoyó un antebrazo sobre la mesa y el codo del otro, agachó la cabeza y se pasó la mano por el pelo.

 

-          No es tan sencillo. – susurró de repente.

 

Vio a Vladimir y a Natasha intercambiar una mirada y luego ambos se giraron hacia Lilya, la cual seguía sonriendo inocentemente mientras observaba a Soul.

 

-          Lilya, ¿podrías servir los desayunos mientras hablamos? – dijo Vladimir.

 

-          ¿Eh?¿Por qué? – rechistó.

 

-          Por favor – pidió la rubia – Luego te lo contaré todo.

 

-          Pero todo. Con pelos y señales – dijo y se levantó de la mesa.

 

Se quedaron callados. Sergey estaba viendo como Vladimir y Natasha intercambiaban miradas cómplices durante un momento. Y eso no le gustó nada. Seguramente ahora empezaran a interrogarle. Y no le apetecía. Con tanto decirlo habían conseguido que se deprimiera de verdad. Vio a Vladimir girar la vista hacia él y el rubio levantó la cabeza.

 

-          Sabes algo que nosotros no. ¿Me equivoco? – dijo muy serio.

 

-          No, no te equivocas – giró la vista hacia otro lado. Sabía por dónde iban los tiros.

 

-          Sergey… - susurró la rubia, preocupada.

 

Soul suspiró. Tenía que contárselo. Solo así entenderían por qué estaba preocupado. O por lo menos le dejarían en paz. Y ya de paso se quitaría una carga de encima.

 

-          Ya sé por qué le perseguía el zar – esperó unos segundos, pero ninguno dijo nada, esperando a que él hablara – Es el primogénito de Fillip.

 

-          ¿Fillip? – soltó Vladimir – Pero si Fillip estaba en palac… No me digas que… - Sergey apretó las mandíbulas y los puños y el castaño entendió a la perfección esa reacción – ¡Joder! – Natasha los miró a ambos, sin entender nada.

 

-          ¿Qué? – preguntó, preocupada.

 

-           Que ese niño está siendo perseguido por pedir lo que era suyo después de la muerte de su padre, Tasha. Eso pasa – soltó el castaño.

 

-          O sea que… Fillip… - dijo y se llevó las manos a la boca.

 

Los tres se quedaron callados. Pensaba que al decirles la verdad se le reduciría la carga que llevaba, pero se había equivocado. Ahora le pesaba más. Recordó la cara que había puesto Dimitri mientras se lo había contado a él. Algunas veces se pasaba de listo preguntando y eso le traía malas consecuencias. Bajó la cabeza hacia su desayuno. Se le habían quitado por completo las ganas de comer.

 

-          Bueno – escuchó decir a Vladimir y levantó la vista para mirarlo – Ahora que está aquí con nosotros no tiene de qué preocuparse. Es uno de los nuestros.

 

-          Y tiene a Sergey para que cuide de él – soltó la rubia, que había vuelto a recuperar esa sonrisa picarona que no le gustaba para nada.

 

Soul entrecerró los ojos. No sabía por qué, pero presentía que esos dos le iban a hacer la vida imposible a partir de ese momento. Si es que no habían empezado ya.

 

-          Ala, termínate eso rápido que hoy vamos a desmembrar la pieza que trajiste antes de ayer – soltó Vladimir con una sonrisa y le dio una palmada en la espalda antes de irse.

 

Natasha solo sonrió más ampliamente y les dejó a solas a su desayuno y a él. Estupendo. Encima de que el día no había empezado bien ahora tendría que abrir en canal y despedazar un reno de doscientos kilos de peso. Y Vladimir había dicho “vamos”, pero estaba seguro de que quería decir “vas  a desmembrar el reno mientras yo doy las órdenes de cómo tienes que hacerlo”. Por algo era el mayor. Vladimir daba las órdenes y él debía acatarlas. Y comenzaba a cansarse del tema.

 

Después de terminar su desayuno vio como Natasha preparaba una bandeja con alimentos, seguramente para llevárselos al enano. Dimitri. No sabía si ya se habría despertado o si todavía seguía durmiendo. Aunque teniendo en cuenta que estaba prácticamente encerrado en la habitación tampoco es que tuviera mucho que hacer. Y se le ocurrió una idea. Le pidió a una de las camareras que le dijera a Natasha que no le llevara el desayuno al pelirrojo hasta que él volviera.

 

Salió de la taberna y se movió rápido por uno de los pasillos hasta acercarse a una de las salidas de la guarida. Empujó la trampilla con suavidad para no hacer mucho ruido asomó la cabeza, agudizando sus sentidos al máximo. La iglesia estaba en penumbra y en silencio, por lo que supuso que no había nadie todavía. Esperó a que sus ojos se hicieran a la oscuridad y se movió ligero y silencioso, como si fuera un gato, por el lugar. Sabía lo que buscaba y dónde se encontraba. Después de moverse por un par de pasillos, dio con la puerta que quería. Giró lentamente el picaporte y entró con mucho cuidado, esperando no hacer demasiado ruido. La biblioteca de esa abadía era bastante pequeña, pero lo suficientemente grande como para que los párrocos no se dieran cuenta de que les faltaba algún libro. Agarró los primeros que encontró y regresó por dónde había llegado.

 

Una vez de vuelta a la guarida, se sentó en el suelo de uno de los pasillos de la galería, intentando tranquilizarse. Se pasó varias veces la mano por el pelo y suspiró otra cuantas. Ese tipo de excursiones le ponían los pelos de punta, pero también le encantaba la sensación de la adrenalina viajando por todo su cuerpo. Empezaba a pensar que se arriesgaba demasiado por el pelirrojo. Giró la vista hacia los dos libros que había cogido y que ahora descasaban en el suelo junto a él. Sonrió. Por lo menos servirían para entretener un rato a Dimitri.

 

Cuando estuvo dentro de la taberna vio a Natasha esperando junto al supuesto desayuno de Dimitri. La rubia se giró y le miró cariñosamente, aunque parecía algo molesta por tener que hacer siempre lo que decía.

 

-          ¿Para qué querías que esperara? – preguntó cuando estuvo junto a ella. Sergey le mostró los dos libros.

 

-          Llévale esto. Así no se aburrirá tanto – los ojos de Natasha brillaron y le dedicaron una mirada que no comprendió en ese momento. Sintió como le daban una fuerte palmada en la espalda y miró por el rabillo del ojo.

 

-          ¿Preparado para sacar tripas? – que fino podía llegar a ser Vladimir.

 

El castaño pasó el brazo alrededor de los hombros de Sergey y lo apartó de la rubia. Soul pudo ver como Vladimir le guiñaba un ojo a Natasha y esta sonreía. Esos dos estaban tramando algo a sus espaldas, o sabían algo que él no. Y no le gustaba nada. Estaba seguro de que todo lo que supiera la joven rubia acabaría por contárselo a Lilya, y eso suponía un gran problema. Suspiró mientras era prácticamente arrastrado hasta una de las salas que había dentro de la cocina, donde guardaban todas las presas cuando aún estaban enteras. Iba a ser un día muy duro.

 

 

 

Como esperaba, al final fue el único que hizo algo con el reno. Después de quitar piel, cortar cuernos, sacar las vísceras, destrozarlo por cachos para la correcta conservación de todas las partes para después usarlas como alimento, y habiendo cenado, al rubio no le quedaban fuerzas para nada más. Solo esperaba que no le doliera todo el cuerpo al día siguiente. Cada paso que daba por la galería para subir a la casa a dormir le parecía un mundo y hacía que se le pusiera en tensión el cuerpo entero. Se acordó de Dimitri, el cual llevaba todo el día metido en la habitación. Y, en ese momento, sintió envida. Cuando llegó a la casa donde dormían y miró las escaleras no pudo por menos que resoplar. ¿Todavía le quedaba tanto camino? Y, de mala gana, terminó subiéndolas todas de una vez. Cuando llegó al rellano del segundo piso, se quedó un momento mirando hacia la puerta de su propia habitación. No pasaba nada por echar un vistazo. A lo mejor pillaba al enano despierto todavía. Giró el picaporte con cuidado y, al empujar la puerta, se sorprendió de que hubiera luz en la habitación. El corazón se le aceleró repentimanete, pero de poco le sirvió. Había una vela encendida, sí, pero el enano no estaba despierto. Metido en la cama, boca arriba y medio tapado, con uno de los libros sobre el pecho y abierto. Sergey sonrió y se acercó a él. Cogió el libro, dobló la esquina de una de las páginas y lo colocó sobre el arcó de madera. ¿Y ahora qué? Si lo dejaba dormir así, medio tapado, seguramente se resfriaría. Pero no se atrevía a acercarse mucho por si se despertaba. Y él mismo se sentía nervioso por la situación, aunque no entendía por qué. Era una situación normal, ¿no? Al final optó por taparlo del todo con mucho cuidado. Soul se paralizó cuando escuchó un quejido de labios del menor, pero se tranquilizó cuando no lo vio moverse más. Sonrió de nuevo, sin poder quitarle ojo, y se agachó al lado de la cama. ¿Qué le pasaba? A lo mejor Natasha tenía razón y se estaba encariñando con Dimitri. Le pasó una mano por el pelo. Tragó saliva un par de veces, controlando un impulso de besarle en la frente y luego se levantó. Se quitó uno de los guantes, pasó la lengua por la punta de sus dedos índice y pulgar para humedecerlos y apagó la vela con ellos.

 

Al salir de la habitación volvió a notar el cansancio que había acumulado durante el día. ¿Cómo podía haberse olvidado de eso mientras estaba ahí dentro? ¿Qué tenía su habitación? Dimitri fue lo primero que le vino a la mente, pero descartó la idea. No porque no le gustaba, sino porque su orgullo le impedía en ese momento darse cuenta de la situación en la que se hallaban sus sentimientos. Se pasó la mano por el pelo. Estaba completamente perdido y confuso. Entró en el cuarto que usaba para dormir y, si hubiera tenido una cama, se hubiera tirado, literalmente, encima de ella. Pero al ser solo unas mantas puestas de cualquier manera sobre el suelo, si se tiraba sobre ellas, la caída podía resultar algo dolorosa, y no necesitaba más golpes en el cuerpo ese día. Así que se echó sobre las mantas, se acurrucó y se tapó bien. No tardó mucho en caer en los brazos de Morfeo, aunque no le depararan agradables visiones.

 

 

 

Frío. Miedo. Ansiedad. Soledad. Nostalgia. Vacío. Inseguridad. Oscuridad. De nuevo estaba sumida en esa odiosa oscuridad que le atormentaba cada noche. Aullidos y gruñidos de lobo resonaban fuertemente en sus oídos. Ojos amarillos de uno de los animales que más pánico causaban en el ladrón por todas partes. Sentía que le rodeaban, que le perseguían. Luego un silencio sepulcral, seguido de un fuerte y desgarrador grito de mujer y sangre por todas partes.

 

Se despertó de golpe. Aún conviviendo con esas pesadillas diarias desde que tenía memoria, no terminaba por acostumbrarse a ellas. Había aprendido a no gritar por las noches. En vez de eso, apretaba fuertemente las mandíbulas y se agarraba a las mantas. En alguna ocasión había llegado a encontrarse con la almohada partida a la mitad o rastros de uñas sobre el cabecero de la cama. Se giró, aún tumbado sobre las mantas, para ponerse boca arriba. ¿Qué podía hacer con esos sueños? No tenía respuesta. Se estiró todo lo que pudo para desentumecerse y luego salió de la habitación. Ni siquiera reparó en el cuarto donde estaba durmiendo Dimitri porque aún no se había recuperado del todo de lo sucedido del día anterior.

 

Ningún chivatazo. Ninguna presa que desmembrar. No había nada nuevo que hacer. Tampoco es que le apeteciera hacer algo. Debía poner en orden sus pensamientos y sentimientos. Cuando estuvo en la taberna miró hacia la barra, buscando a Natasha con la mirada. Estaba completamente seguro de que le volvería a decir que estaba deprimido. Y en ese momento sí que se sentía deprimido, así que no le apetecía que se lo recordaran. Se apoyó en una de las paredes de la zona principal y suspiró. Sergey Volkov estaba deprimido. Eso sí que era una novedad. Se pasó la mano por el pelo y se movió rápido. Tenía que coger su desayuno sin que Natasha le viera. Ni Lilya. Ni Vladimir. Joder. ¿Por qué eran tantos? A pesar de que solo eran tres personas le parecía que eran una multitud. Y encima cuando trabajaban juntos daba la sensación de que se multiplicaban para hacerle la vida imposible. Entró en la cocina sin previo aviso, cogió un par de rebanadas de pan, cortó un trozo de queso y una bota de vino. Lo metió todo en la riñonera que llevaba atada al cinturón y salió de la cocina.

 

-          ¡Seriozha! – la que faltaba - ¿A dónde vas con tanta comida? – preguntó la pelirroja mientras miraba su riñonera - ¿Es para Dimitri? – preguntó y le miró a los ojos, sonriendo.

 

-          No, es para mí. Me voy a dar una vuelta. – comentó. Como no saliera de allí rápido, acabarían por descubrirle los otros dos.

 

-          ¿Puedo ir contigo? – dijo y se agarró a su brazo.

 

-          No. Voy a ir al bosque y ese no es lugar para una dama.

 

-          ¿Al bosque?¿Vas a cazar? Pero si no tienes compañero. ¡Ya sé! – a ver que se le había ocurrido ahora – Yo seré tu compañera de caza – dijo sonriendo.

 

Era todavía peor que ir a cazar con Dimitri. Con lo que hablaba esa niña no se le acercaría ninguna presa. Por acercarse, seguramente ni los lobos pudieran con ella. Sergey apretó las mandíbulas y los puños. Apartó a Lilya hacia un lado y comenzó a andar hacia las caballerizas.

 

-          ¡Vale! – la escuchó gritar - ¡Yo te quiero aunque estés de mal humor! ¡Cuídate!

 

Estuvo tentado de darse de cabezazos contra una pared. ¿Cuándo maduraría? Pero tampoco podía enfadarse con ella. Al fin y al cabo era tan inocente y espontánea que no podía callarse nada. Lo hacía todo de manera inconsciente y, si hacía daño, Soul sabía que era sin querer. Así que, ¿cómo enfadarse?

 

Adamantium le saludó con la cabeza cuando lo vio. En ese momento, parecía ser el único que de verdad le comprendía. Lo ensilló bien y se montó encima. Luego lo guió hasta la salida y lo hizo galopar por la llanura hasta el linde del bosque. Aunque el cielo estaba bastante nublado y la probabilidad de nieve era alta, agradeció el frescor de la mañana en la cara. Cuando estuvieron hombre y caballo junto a un árbol, Sergey desmontó y lo sujetó a una de las ramas. Luego trepó por el pino hasta quedar sentado sobre una de las ramas más gruesas, oculto por las hojas y con la espalda apoyada sobre el tronco. Le encantaba esa paz que le regalaba el bosque ruso cada vez que podía irse allí a pensar. Y en ese momento tenía muchas cosas en la cabeza. Adamantium pastaba tranquilamente a los pies del árbol. Escuchaba  el susurro de las hojas al moverse y a los pájaros piar. Hacía mucho que no sentía esa tranquilidad. Desde que había conocido a Dimitri toda su vida se había vuelto un caos. El enano pelirrojo. Cada vez que se acordaba de él notaba que su cuerpo reaccionaba de una manera extraña. Se sentía tan perdido que estaba confuso y confundido a la vez. Aunque en realidad fuese lo mismo. Estaba preocupado y lo echaba de menos. A pesar de que hacía apenas unos días que lo conocía ya lo echaba en falta. Era de locos. Pero le gustaba esa nueva vida, aunque Natasha, Lilya y Vladimir parecían haberse vuelto un grano en el culo. Apoyó la cabeza sobre el tronco y miró hacia el cielo. Y se quedó varios minutos así, con la mente en blanco y mirando hacia ninguna parte en concreto hasta que, repentinamente, una fuerte ráfaga de aire le azotó, hizo que perdiera el equilibro y cayera de espaldas sobre la nieve.

 

-          ¡La madre que…! – soltó mientras aún estaba en el suelo.

 

No se movió. Debía comprobar primero que estaba entero. Tan solo notaba un fuerte dolor punzante en la espalda, a la altura del omóplato derecho, pero posiblemente fuera de la caída. Adamantium se acercó a él, que seguía echado en el suelo, y le pasó el hocico por la cara.

 

-          Sí, estoy bien. Tranquilo chico. – el animal resopló y siguió pastando, pero no se alejó mucho de su dueño.

 

Sergey se incorporó hasta quedar sentado y se acercó al tronco del árbol del que acaba de caerse, apoyando la espalda sobre el tronco. Que idiota era. Menos mal que nadie le había visto, porque hubiera sido humillante. Se rió de sí mismo y se pasó la mano por el pelo. Aún le dolía el omóplato derecho, así que supuso que le saldría un buen hematoma en esa zona, pero le restó importancia en cuanto escuchó a su estómago rugir. Sacó lo que había cogido “sin permiso”, Dimitri hubiera dicho robado, de la cocina y se dispuso a darse un atracón en mitad del bosque.

 

 

 

Era la hora de cenar cuando decidió volver. Se hubiera quedado allí, pero el frío comenzaba a ser insoportable y había agotado por completo sus reservas de comida, aunque en realidad no eran muchas. Dejó a Adamantium en las caballerizas y se sentó en la barra. Después de su paseo por el bosque se sentía de humor como para soportar a los tres pesados que seguro se le acercarían en cuanto le vieran. Y, efectivamente, algunas veces odiaba tener razón.

 

-          Hoy no te vi en el desayuno, Sergey – comentó la rubia, sirviéndole una sopa caliente y un trozo de pierna de jabalí – Me dijo Lilya que estabas de mal humor, pero yo te veo bien. ¿Qué has estado haciendo, pillín? – y puso otra vez esa mirada que no le gustaba nada.

 

-          ¿Es un interrogatorio o puedo cenar tranquilamente? – dijo, sonriendo picaronamente.

 

-          Vale, ya veo que por lo menos ya no estás deprimido – dijo y se dio la vuelta, pero pareció arrepentirse – Por cierto, hoy el médico ha ido a ver a Dimitri. Dice que se está recuperando muy bien y que posiblemente pasado mañana ya pueda volver a andar.

 

-          ¿Y por qué me cuentas eso? – preguntó, disimulando la alegría que le había entrado de repente.

 

-          No sé. Como está a tu cargo creí conveniente que deberías saberlo. Nada más – sonrió pícaramente y se movió por la barra para servir a otros ladrones.

 

Ya, como que se creía esa excusa. Tuvo la suerte de que consiguió terminar de cenar y salir de la guarida antes de encontrarse con Vladimir o la loca pelirroja. Subió las escaleras de dos en dos y llegó hasta el rellano del segundo piso. Suspiró y no se lo pensó dos veces antes de entrar con mucho cuidado en su habitación. Y lo que vio dentro lo dejó plantado en el sitio y conmocionado. Dimitri no estaba en su cama, sino que estaba metido en la de matrimonio, completamente dormido boca abajo y agarrado a la almohada. ¿Qué hacía ahí? Su cama era sagrada y no cualquiera podía meterse en ella. Pero se sorprendió de sí mismo cuando se percató de que le daba igual. Soul apoyó la cabeza en el marco de la puerta, sin poder quitar la vista del joven que ahora estaba metido en su cama. La cortina estaba abierta y la poca luz que entraba por la ventana iluminaba los suaves rasgos de la cara del pelirrojo. Notaba que su corazón latía muy fuerte y empezaba a pensar que se le saldría del pecho si no apartaba la vista. Suspiró, cerró la puerta y entró en el cuarto en el que se había acostumbrado a dormir. Echado sobre las mantas, le costó conciliar el sueño, pensando en las pocas cosas que vivía junto al pelirrojo, pero que comenzaban a ser las más intensas de todo el día.

 

 

 

Cuando se despertó, estaba congelado. Aparte del dolor de mandíbulas y manos, tardó un poco más de lo normal en desentumecerse y, cuando se incorporó, supo por qué era: la manta que usaba para taparse estaba hecha pedazos. Puso los ojos en blanco y suspiró audiblemente. Con razón había pasado frío aquella noche. Se levantó tiritando y se movió hasta la habitación en la que estaba durmiendo Dimitri. Necesitaba entrar en calor si quería hacer algo ese día. Aunque había luz, aún no había amanecido, así que se metió en la cama individual, en la que debía estar el pelirrojo, y se tapó todo lo que pudo. Hacía mucho que no se echaba encima de una cama y la sensación que recibió al estar dentro de las mantas le resultó realmente placentera. Sonrió para sí y se acurrucó.

 

No llegó a dormirse del todo, pero se encontraba tan relajado, que se sobresaltó al escuchar a Dimitri moverse en su cama. Abrió los ojos y giró la cabeza hacia dónde se encontraba el menor y vio como se incorporaba. Lo vio parpadear un par de veces y, repentinamente, abrió mucho los ojos por la sorpresa. El corazón le dio un vuelco. ¿Desde cuándo tenía los ojos tan bonitos? Vale, no es que no se hubiera dado cuenta, pero ahora empezaba a mosquearse. ¿Siempre habían sido tan azules?

 

-          Soul… - joder, ¿y desde cuándo tenía esa voz tan dulce? Sergey forzó una sonrisa.

 

-          Esa es mi cama – soltó para aliviar la tensión. El muchacho se ruborizó.

 

-          L-Lo siento... Me eché para cambiar de postura y me quedé dormido.

 

Sergey rió. Le daba exactamente igual y, en cierto modo, le entendía a la perfección. Cuando notó que su cuerpo ya volvía a ser el de siempre, se levantó y se acercó al arcón. Hacía tiempo que no se cambiaba de ropa. Se había quitado la capa y uno de los jerséis cuando escuchó que Dimitri se sobresaltaba y se giró.

 

-          Estás sangrando – dijo el menor.

 

-          ¿Qué? – sorprendido, frunció el entrecejo. ¿Sangrando?

 

-          Sí. Quítate todo lo de arriba – sentenció el menor y lo vio girarse, aún sentado en la cama, para coger algo del suelo.

 

¿Que se desnudara de arriba? Eso sí que le había sorprendido. Se quedó donde estaba, con el primer jersey que se había quitado aún en las manos y mirando atónito a Dimitri. Cuando el muchacho volvió a quedar sentado sobre el colchón de la cama de matrimonio, le regañó con la mirada.

 

-          ¿Qué te he dicho? – sentenció con el entrecejo fruncido y muy serio.

 

-          Vale, vale. – ahora no podía negarse.

 

Se desvistió de cintura para arriba y se sentó en el borde de la cama. Notó como el colchón se hundía justo detrás de él y comenzó a sentirse nervioso. Escuchó el sonido de un líquido y una botella que se abría, y un fuerte olor a alcohol le entró por la nariz.

 

-          No es tan grave como pensaba. Ya está seca la sangre. – dijo y Soul notó como le ponía un paño frío sobre el omoplato derecho. Los músculos se le tensaron al notar un fuerte escozor - ¿Qué hiciste para darte este golpe? Porque tienes una herida y una buena contusión.

 

-          Me caí de un árbol – recordó. Lo escucho reír.

 

-          Qué idiota.

 

-          Bueno, por lo menos tengo una enfermera que me cura – dijo, sarcástico. Dimitri hizo presión sobre la herida - ¡Ah! ¿Pero qué haces, enano?

 

-          Yo no soy una enfermera, idiota – dijo, molesto.

 

Sergey no dijo nada. Había extrañado esas conversaciones con el menor. Su respiración estaba alterada y el corazón iba más rápido de lo que hubiese querido. Además, notaba que la mano de Dimitri que no sujetaba el paño estaba colocada sobre su cintura, posiblemente para que no se moviera, y le aportaba una calidez que creía no haber experimentado nunca. Aunque a lo mejor fuese que se había levanto destemplado. Todo podría ser.

 

-          El médico me ha dicho que mañana ya podré volver a andar.

 

-          Ya me lo contó Natasha.

 

-          Oye… Gracias por los libros – susurró, pero Sergey pudo escucharlo a la perfección.

 

-          De nada – comentó, algo avergonzado.

 

Silencio. ¿Por qué de repente había esa tensión en el ambiente? No era normal. Hasta entonces la presencia de Dimitri, por lo menos de un Dimitri despierto, no había sido un problema con el ladrón. Entonces, ¿qué había cambiado? Y, si había cambiado algo, ¿había sido él mismo o el enano? No lo sabía. O no quería darse cuenta. Pero, ¿darse cuenta de qué?

 

-          No te muevas. – lo escuchó decir – Voy a echarte un ungüento que me dio Natasha.

 

-          A no. No me eches nada que haya preparado ella. No quiero morir tan joven – dijo, y estuvo a punto de levantarse, pero Dimitri le pasó un brazo alrededor del cuello y lo retuvo sentado en la cama.

 

-          ¡No te metas con Natasha! – Soul, sorprendido por la reacción del joven, no se movió – Y no lo ha preparado ella. Es cosa del médico.

 

Aún mantenía su cuello encerrado entre uno de los brazos de Dimitri cuando el joven comenzó a aplicarle una especie de pomada sobre la contusión y la herida. ¿Qué tenía Natasha? Sabía que su encanto personal los volvía locos a todos, pero eso ya era demasiado. Un momento, ¿estaba celoso de Natasha? ¿Por qué? Bajó la cabeza y esperó a que el pelirrojo terminara de curarle la herida. Luego, sin decir nada, se vistió de nuevo de cintura para arriba con ropa limpia que sacó del arcón.

 

-          Se dice “Gracias” – soltó molesto el ojiazul mientras se limpiaba las manos con una toalla.

 

-          Gracias – dijo y salió de la habitación.

 

A lo mejor había sido un poco brusco con él. Dimitri no tenía la culpa de que se hubiera enfadado consigo mismo. Bueno, no tenía gran parte de la culpa porque, al fin y al cabo, si que le correspondía algo. Al fin y al cabo, el asunto ahora giraba en torno a él. Estaba bajando las escaleras cuando se percató: su mundo ahora giraba en torno a Dimitri. Así, sin más. Llevaba tres días encerrado en la guarida, un record en su historia como ladrón, porque el enano no podía salir de la habitación debido a la lesión. Reanudó la marcha de nuevo mientras se pasaba la mano por el pelo. Si no conseguía sacar a Dimitri de su cabeza, iba a ser un día muy duro.

Notas finales:

Y así queda. A lo mejor en el siguiente capi tenéis una sorpresita. Espero que os haya gustado.

Besazos y Gracias por leer!!

PD: se agradecen los reviews :P


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