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.:El Zar:. por Alaya-chan

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Notas del capitulo:

Hola! Después de comerme la cabeza con este capítulo y que mi musa quiere cogerse vacaciones adelantadas, he conseguido terminarlo para subirlo.

Como siempre, espero que os guste. Admito críticas constructivas para mejorarlo ;P.

 

VI


SUCESOS, SENTIMIENTOS


Esperaba no encontrarse con Natasha esa mañana porque sabía que era capaz de contestarle mal. Para sorpresa de Soul, ese día la taberna estaba llena de gente. Seguramente porque era un poco más tarde de lo que solía ser cuando bajaba a desayunar. Cuando se iba a sentar en una mesa, notó como le tiraban de la capa y el corazón le dio un vuelco, pero se giró despacio. Un joven muchacho de cabello oscuro le sonreía con los ojos muy abiertos. Hacía mucho que no lo veía por allí.


-          Hombre, pero mira a quién tenemos aquí – dijo y sonrió – Si es un canijo con fama de buen ladrón.


-          Ya no soy un canijo – rechistó Alexey – Ayer fui a robar con mis padres y yo cogí la mayor parte – Soul le puso la mano en la cabeza, felicitándolo.


-          Muy bien, chaval. Pero seguro que cogiste la mayor parte porque eres el más canijo. Algunas veces tiene sus ventajas.


-          Pero yo quiero ser muy grande. Como tú. – dijo, inocentemente, y Soul no pudo por menos que echarse a reír. Escuchó como llamaban al joven.


-          Bueno, Alexey, que parece que te llaman. Ya nos vemos otro día y me cuentas lo que hiciste, ¿vale? – el joven asintió efusivamente y desapareció entre los ladrones.


Sergey suspiró. Se sentía solo cuando no había nadie a su alrededor y pensó en Dimitri. Hasta hacía unos días, quedarse solo no habría sido un problema. Empezaba a pensar que el muchacho en realidad le estaba dando más quehaceres de los que en realidad quería y necesitaba, y encima ninguno de ellos le estaba resultando agradable. Recorrió la parte de la estancia que le separaba de la barra y se sentó junto a ella. Si tenía suerte, Natasha se encontraba en la cocina esa mañana y le serviría otra camarera. Pero cuando la vio acercarse con su desayuno de siempre, sus esperanzas cayeron en picado.


-          Buenos días, Sergey – dijo con una sonrisa.


-          Buenos días – gruñó. Natasha inclinó la cabeza hacia un lado.


-          ¿Te has levantado de mal humor? – preguntó, pero al ladrón no le dio tiempo a responder, pues una pelirroja se acercó a la barra con una bandeja llena de platos vacíos.


-          ¿Ya se lo comió todo? – Natasha estaba sorprendida.


-          ¡Sí! Debía de tener mucha hambre – comentó y abrazó a Sergey. Ya había tardado mucho en acercarse - ¡Seriozha! ¿Sabes? Natasha me ha hecho llevarle el desayuno a Dimitri. ¡Es tan lindo!


¿Qué? ¿Que Natasha había hecho qué? Se giró y la miró a los ojos. La rubia le devolvió una mirada despreocupada y se encogió de hombros. ¿Pero cómo podía hacer eso sabiendo que el enano no estaba bien? Que quería, ¿matarlo? Fulminó a Natasha con la mirada mientras intentaba apartar de su mente formas de descuartización de mujeres. Se estaba volviendo un macabro por culpa de Dimitri. No se había dado cuenta de que Lilya seguía abrazándole hasta que intentó pasarse una mano por el pelo.


-          ¡Ah! Por cierto, Seriozha. Dimitri estaba muy enfadado y me dijo que te dijera… eh… cómo era… - dubitaba – Ah, sí. – levantó un dedo y frunció el entrecejo – “Dile a ese idiota que podía agradecerle a la gente las cosas cuando hacen algo por él. Que no espere que le vuelva a ayudar, que es un imbécil.” – Natasha se echó a reír y Sergey abrió los ojos como platos.


-          Pues si lo vuelves a ver le dice de mi parte que es un enano patoso y malcriado que por su culpa llevo tres días aquí encerrado – casi gritó y se llevó el desayuno a una mesa, cabreado.


¿A qué venía eso? ¿No le había dado las gracias? Era cierto que se lo había dicho de mala gana, pero aún así se las había dado. No entendía la actitud de Dimitri en ese sentido. Bebió un trago de cerveza y se quedó pensativo mirando el líquido anaranjado del interior de la jarra. ¿Por qué le molestaba tanto ese enano? Encima que lo había dejado dormir en su cama, que hacía mucho que no echaba un sueño a gusto encima de un colchón por no molestarle, que se preocupaba de que tuviera algo con lo que pasar el rato, el agradecido tendría que ser él, ¿no? Aunque quizá lo estaba malcriando. Cruzó los brazos encima de la mesa y apoyó la barbilla sobre ellos. Jamás se había preocupado de alguien como lo estaba haciendo con Dimitri. Y seguramente fuera porque lo había salvado de aquellos guardias y se sentía responsable de que no le faltara nada. Pero el hecho de que se tratase del hijo de Fillip también influía. Notó como una mano se colocaba sobre su espalda y giró la vista. La rubia se sentó a su lado.


-          Lo siento. Me pareció apropiado enviar a Lilya para que Dima hiciera más vida social. Últimamente solo me ve a mí. – dijo, dulcemente y con el brillo de preocupación grabado en sus ojos azules cielo. Sergey se incorporó y la miró.


-          No, está bien. Lo que pasa es que no me he levantado muy bien. – mintió, pero ya no estaba enfadado.


-          La próxima vez lo consultaré contigo, ¿vale? – dijo y se acercó más a él para darle un abrazo, que fue correspondido por el ladrón – Y anímate, que parece que te han dado una paliza –sonrió.


Natasha se levantó del banco y volvió a la barra del bar. No, en realidad ya no estaba enfadado. Comprendía a la perfección por qué Dimitri defendía a la rubia. Lo había comprendido todo el tiempo pero no había querido darse cuenta. ¿Por qué? No lo sabía. Porque la razón no podía ser que en realidad estuviera celoso de Natasha. Ya lo había pensado, pero se le antojaba una razón demasiado abstracta y carente de lógica en ese momento. Sobre todo carente de lógica. Porque si estaba celoso, tendría que ser por algo, ¿no? Y a Soul no le venía nada a la cabeza que pudiese ser el desencadenante de todo aquello. O no quería que le viniera. Porque entonces sería dejar que hubiera una nueva responsabilidad en su vida, y no le parecía conveniente.


Pasó el día vagueando. Estaba tan aburrido que durante la comida ayudó en la cocina y en la barra porque no tenía nada que hacer. Incluso cenó antes de lo que solía porque ya se le habían acabado los quehaceres, algo raro en el ladrón. Se despidió de Natasha y de Lilya, con las que había pasado la mayor parte del día, y recorrió la galería en dirección a la casa. Cerró la puerta que comunicaba con la guarida y subió a duras penas las escaleras. Estaba visto que cansaba más el aburrimiento que un día entero cazando. Si lo pensaba, podía haberse dado un baño. Y lo pensaba ahora, que ya había salido de la guarida. Pero no le apetecía dar la vuelta y volver a la taberna. Ya se lo daría mañana. Se maldijo a sí mismo; algunas veces era un poco lento pensando.


Esperaba que, como era más pronto de lo habitual, pillara a Dimitri todavía despierto. Llegó al rellano del segundo piso y entró con cuidado en la habitación. La vela estaba encendida. Dimitri estaba de pies junto a la cama individual. De espaldas a la puerta. Desnudo. Completamente desnudo.


-          ¡Ah! – gritó el pelirrojo y se tapó como pudo con la camisa que acababa de quitarse.


-          ¡Lo siento! – el rubio salió de la habitación y caminó hacia donde solía dormir.


Entró, cerró la puerta detrás de él y apoyó la espalda en la misma. ¿Por qué hacía tanto calor allí dentro? No. No era la habitación la que estaba caliente, era él. Y estaba muy caliente. Su respiración era rápida y entrecortada, y su pulso cardíaco estaba acelerado. ¿Lo peor de todo? En su cabeza no paraba de palpitar la imagen del torso desnudo de Dimitri: piernas delgadas pero musculosas;  cintura estrecha y espalda de líneas suaves; y un buen trasero bien redondeado. No podía dejar de pensar en lo que acababa de ver y comenzaba a sudar por la excitación. Porque estaba excitado. Muy excitado. Demasiado excitado. Eso sin mencionar que el pantalón que llevaba puesto, que hasta el momento solo le había molestado, comenzaba a hacer que le doliera la entrepierna. Y solo había una manera de calmar una erección de ese tipo. Se quitó el guante de la mano derecha y la llevó hasta su excitado miembro para liberarlo de la prisión de las prendas y soltó un suave gemido cuando ya lo tuvo fuera. No podía hacer mucho ruido pues las paredes eran de papel y estaba seguro de que le oirían. Comenzó a frotar suavemente su hombría, para luego aumentar el ritmo, pasando el pulgar por la punta en ocasiones, mientras fantaseaba y se imaginaba a Dimitri en varias posiciones bastante eróticas. Si iba a pecar, que fuese por todo lo alto. Una última sacudida de muñeca y un gemido ahogado por la zurda hizo que su mano se llenara de un líquido blanquecino y bastante viscoso. Resbaló la espalda por la puerta hasta sentarse en el suelo. Luego sacó un pañuelo de la riñonera con su mano izquierda y se limpió bien, se acomodó la ropa y esperó a que su cuerpo volviera a la normalidad. Ahora le entraban los remordimientos por lo que acababa de hacer. Se estaba volviendo un depravado y esperaba que eso no hiciera que se volviera un pervertido también. Se arrastró hasta las mantas y se tumbó sobre ellas. Era la primera vez que le pasaba eso. ¡Y encima con un enano! Ya había tenido problemas cuando lo sacó a cuestas del bosque, pero eso ya era demasiado. Sergey se pasó la mano por la frente y luego por el pelo mientras miraba el techo de la habitación. Luego colocó las manos debajo de la nuca y suspiró, resignado. Tendría que hacerse a la idea y admitir que el pelirrojo le ponía. Y mucho.


 


 


Para su sorpresa, cuando se despertó al día siguiente, las manos le dolían bastante menos de lo normal y no había roto nada. Se destapó y se sentó sobre las mantas, se estiró y bostezó un par de veces. La luz argentada de la mañana entraba por la ventana y Soul no necesitó asomarse para saber que el día había amanecido nublado. Sacudió la cabeza y se levantó para bajar a desayunar. Ni siquiera se giró al pasar por delante de la puerta de Dimitri esa mañana, pero notó como el estómago le regalaba una extraña sensación, completamente desconocida para él.


 


La taberna estaba bastante llena de gente, para su sorpresa. Frunció el entrecejo y buscó con la mirada a Natasha en la barra, pero no estaba allí. Eso empezaba a ser muy raro. Se acercó a uno de las camareras que estaban sirviendo. Posiblemente ella sabría donde estaba la rubia. La chica se giró cuando Soul le agarró del brazo.


-          ¿Has visto a Natasha? – preguntó. La camarera, ruborizada, le señaló algún sitio en medio de la taberna. – Gracias.


Y, efectivamente, al acercarse hacia al punto indicado por la joven castaña que le había dado las señas, la encontró. Pero no estaba sola. Vladimir y Lilya estaban con ella. Pero también Leonid estaba allí, y había varios ladrones haciendo un corro a su alrededor.


-          ¡Que ha sido sin querer! – gritaba la pelirroja.


-          ¿Qué pasa aquí? – interrogó el rubio, con voz autoritaria y el entrecejo fruncido.


-          ¿Tú también vienes a defender a ésta? – comentó el del bigote. Lilya se acercó a Natasha y se abrazó a ella.


-          No tienes ningún derecho a acusarla de que te haya tirado la comida. Se ha tropezado – soltó la rubia, seria y desafiante.


-          Ya. Y que fuera yo el que estaba delante era casualidad. Sé de sobra el cariño que me tiene esa niña – ridiculizó Leonid.


-          Ya dije que lo sentía – sollozó, a punto de echarse a llorar.


-          Creo que es suficiente –sentenció Soul – Lilya, ve a la cocina a limpiarte y estate tranquila, ¿vale? – la muchacha asintió e intentó sonreír, pero apenas quedó en una mueca y desapareció de allí lo más rápido que pudo.


-          ¿Y vosotros que estáis mirando? – intervino Vladimir por primera vez. La gente comenzó a dispersarse y a volver a sus quehaceres.


-          ¿Y a mí quién me va a limpiar? – chuleó el de pelo negro. Sergey le miró desafiante.


-          Considero que eres suficientemente mayor para limpiarte tú solito, Leonid – soltó cortante Natasha.


Los ojos de la rubia se abrieron mucho, Vladimir se colocó junto a ella y Soul cerró muy fuerte los puños cuando vieron la mirada sádica y la sonrisa lujuriosa que le dedicó Leonid a la joven. Eso no podía significar nada bueno, y Sergey se colocó en posición defensiva, esperando cualquier cosa que sirviese de excusa para pegarle el puñetazo que llevaba tanto tiempo aguantándose.


-          A lo mejor te gustaría limpiarme tú – sonrió, lujurioso.


-          Creo que por esta vez me aguantaré, gracias – cortó la rubia.


A Sergey no le gustaba el camino que estaba tomando la conversación. Y menos cuando lo vio acercarse a Natasha y acariciarle la mejilla derecha. La joven no se movió pero Vladimir le echó tal mirada al pelinegro que, si las miradas matasen, le habría hecho falta cuerpo para descuartizar. Leonid miró de reojo al castaño, sonrió y luego soltó algo en alemán que, efectivamente, ninguno llegó a entender.


-          Creo que no te iban a dejar – escucharon repentinamente junto a ellos. El corazón de Sergey dio un vuelco al reconocer aquella voz y se giró. ¿Qué hacía allí?


-          Vaya. Tenía que llegar el canijo este y estropear mi poema en alemán – soltó Leonid. Dimitri le desafió con la mirada y sonrió malévolamente.


-          ¿Poema? ¿Llamas a esa obscenidad poema?


-          Nadie te ha pedido opinión, novato – dijo y se dirigió ahora hacia el pelirrojo para encararlo. El menor no se movió.


-          Creo que el novato aquí eres tú. Tu pronunciación es pésima, por no decir nula, y encima usas el idioma que los demás desconocen para soltar obscenidades que no te atreves a decir por miedo a que te partan la cara.


Ahí, donde duele. Con solo tres frases, el enano había conseguido dejar completamente clavado en el sitio al del bigote. Sergey sonrió para sus adentros, a pesar de la tensión que estaba soportando,  pues la situación hubiera sido demasiado macabra si hubiera mostrado una sonrisa. Estaba orgulloso de ese chico. Y volvió a sentir esa extraña sensación en el estómago. Leonid pareció recuperarse de su shock mental, para después sonreír lujuriosamente. Soltó algo en alemán, algo que solamente Dimitri pareció entender y que hizo que apretara las mandíbulas, frunciera el entrecejo y diera un paso atrás, reacción que no pasó desapercibida por Soul y que provocó que se dispararan todos sus sentidos, alerta, y pusiera todo su cuerpo en una tensión insoportable. Dimitri tragó saliva y Leonid le cogió la barbilla con los dedos índice y pulgar, haciendo que levantara la cabeza. Sergey frunció el entrecejo y apretó los puños.


-          ¿Qué dices? – preguntó el del bigote.


-          Que te vas a tener que conformar con tu mano y tu imaginación – desafió el pelirrojo.


-          Maldito crío – dijo y lo soltó.


Dimitri tan solo vio como el hombre de cabello negro que tenía delante apretaba el puño y echaba el brazo hacia atrás para asestarle un buen golpe en la cara. Sergey le vio cubrirse. Pero no iba a dejar que le hiciera daño. Y menos si se trataba de Dimitri. Se movió rápido y sujetó al hombre por la muñeca, la cual quedó a unos centímetros de la cara del joven pelirrojo.


-          Ni se te ocurra tocarlo – amenazó.


-          ¿O qué? – Sergey no dijo nada y apretó fuerte por donde le tenía sujeto. La cara de Leonid se contrajo en una mueca de dolor – Vale, vale. Lo he entendido. – Sergey le soltó y lo empujó en el proceso – Esto no acaba aquí, novato.


Soul no le quitó la vista de encima al pelinegro hasta que lo vio desaparecer de la taberna, seguido de dos hombres. Se giró hacia Dimitri con el entrecejo fruncido y le regañó con la mirada. Luego le agarró del brazo e hizo que le siguiera mientras salían de la taberna. Cuando estuvieron a solas en una de las galerías y uno frente al otro, le dedicó unas palabras.


-          ¿Es que eres retrasado o algo? – preguntó el rubio.


-          ¡Eso debería decirlo yo! ¡Me has sacado prácticamente a rastras y corriendo! No sé si recordarás que hasta ayer no podía salir de la habitación porque estaba lesionado, ¿sabes? – le reprochó el pelirrojo. Eso había sido un golpe bajo.


-          Eso ahora me da igual. Lo que no entiendo es por qué coño no me has hecho caso. ¿No te había avisado acerca de Leonid? – estaba enfadado. Dimitri frunció el entrecejo y le encaró.


-          ¿Y qué esperabas? ¿Qué después de escucharle me quedara ahí sentado mientras le soltaba guarradas en alemán a Natasha? – el menor echaba fuego por los ojos. Sergey cogió aire.


-          ¿Y lo de después qué? ¿Eh? Como ya le habías encarado una vez, te quedaste con las ganas, ¿no? ¿De verdad no entiendes hasta qué punto es peligroso ese hombre? – Dimitri bajó la cabeza y apretó las mandíbulas.


-          Quería comprobar que podía defenderme yo solo. Pero… no pude.


Y no lo aguantó más. Le agarró del cuello de la capa y lo atrajo hacia él. Le pasó un brazo alrededor de los hombros y la otra alrededor de la cintura y lo abrazó con todas sus fuerzas mientras apoyaba la barbilla sobre la cabeza de Dimitri; descargando toda la tensión acumulada.


-          No vuelvas a hacerlo – susurró.


Lo escuchó asentir por lo bajo y notó como escondía la cabeza en su pecho y correspondía su abrazo. Su corazón se aceleró al percatarse de la calidez del cuerpo de Dimitri y sintió esa extraña sensación en el estómago, que está vez se prolongó aún más. Tan solo escuchaba el chispear de las antorchas que estaban colgadas en las paredes y, en algún momento, creyó oír un suave sollozo de labios de Dimitri. Eso le hizo comprender que en realidad el menor estaba asustado. Y lo abrazó con más fuerza, dándole a entender que estaba allí, que no iba a dejarlo solo. El joven se sujetó con fuerza a la espalda de Soul, agarrando con fuerza la capa del mayor.


Ninguno de los dos supo cuánto tiempo permanecieron así. Para Sergey, el mundo se había reducido al muchacho que tenía entre sus brazos y no había nada más. Ahora se daba cuenta que sus sentimientos hacia Dimitri iban más allá de una simple amistad o un simple sentimiento de responsabilidad por haberle rescatado. Soul sabía de sobra que un corazón no podía latir tan deprisa porque se sintiera agradecido o responsable. Y lo sabía muy bien. Si no, con Vladimir las cosas hubieran sido diferentes. Notó como Dimitri se tranquilizaba, incluso su propio cuerpo estaba más relajado, y comenzó a soltarlo poco a poco, aunque mantuvo las manos sobre los hombros del menor. En ese momento no llegó a entender si en realidad deshizo el abrazo despacio para no asustar al joven o porque en realidad quería seguir en esa posición. O no quiso saberlo. Con percatarse de sus nuevos sentimientos ya tenía suficiente para una buena temporada.


Dimitri evitaba mirarle a los ojos, e incluso podía decir que el enano estaba ruborizado, pero con tan poca luz, no podía asegurarlo. Le pasó la mano por el pelo y cuando el pelirrojo levantó por fin la vista para fijarla en los ojos ambarinos del ladrón, este le sonrió dulcemente.


-          ¿Una cerveza para celebrarlo? – preguntó.


-          Vale – sonrió el pelirrojo.


 


 


Una vez dentro de la taberna y sentados en la barra, esperaron a ser atendidos por la rubia. Sergey se había fijado en que Dimitri todavía cojeaba un poco cuando andaba, así que supuso que, aunque ya pudiera salir de la habitación, por lo menos ese día tendrían que pasarlo en la guarida. Se le había pasado por la cabeza ir a dar una vuelta a caballo, pero no podía hacer que el pelirrojo subiera a un caballo en las condiciones en las que tenía el tobillo. Si volvía a lesionarse y tuviera que quedarse otros cuatro días en la guarida, se volvería completamente loco. Preferiría suicidarse primero.


-          ¡Dima, cariño! – exclamó Natasha en cuanto lo vio y se inclinó en la barra para darle dos besos. Sergey la fulminó con la mirada y Natasha se percató de ello, pero sonrió. – Hoy te pongo lo que quieras para desayunar.


-          No te andes con tonterías, Natasha. Ponnos lo de siempre y ya está – soltó el ladrón, un poco molesto.


-          De verdad, como eres Sergey. ¿Estás conforme, Dima?


-          A mí me da igual – sonrió. ¿Cómo podía ser tan dulce? Pensó, pero luego se abofeteó mentalmente. Se estaba volviendo un cursi repelente.


Natasha entró en la cocina. Dima por aquí, Dima por allá. ¿Quién le había dado permiso para llamarlo Dima? Ni siquiera él le llamaba Dima. No porque no quisiera, sino porque le parecía que los diminutivos solo se usaban entre personas de mucha confianza. Ni siquiera él la llamaba Tasha a ella. Tan solo había escuchado ese diminutivo hacia la rubia de labios de Vladimir. Y ya. Nunca le había escuchado decir Dimitri. Y a él no le llamaba nadie por el diminutivo. Tan solo Lilya, pero ella era una excepción. Quizá porque la mayoría que usaba diminutivos le prefería llamar Soul. Un momento, ¿no lo llamaba Dimitri así? Lo miró de reojo. Tenía los brazos sobre la barra y la barbilla apoyado sobre ellos. Si el enano lo llamaba así, ¿por qué él no le llamaba Dima? Porque no se atrevía. Era el colmo. Un ladrón de categoría como él no se atrevía a usar un diminutivo. Suspiró, resignado.


-          ¡Dima! ¡Seriozha! - ¿Por qué todo el mundo le llamaba así menos él? Dimitri levantó la cabeza y la pelirroja les sirvió el desayuno. Parecía haber recuperado la sonrisa - ¡Gracias por defenderme, Seriozha! ¡Me hizo muy feliz! Aunque estaba un poco asustada. Pero es que Leonid siempre me ha dado mucho miedo. ¡Y me tropecé sin querer, pero no me creía! ¡Nunca me ha caído bien! ¡Es un egocéntrico y sádico sin escrúpulos! ¿Sabes quién se encarga de hacer trozos las presas que trae? Desde luego él no, porque nunca le he visto ahí dentro desmembrando un reno o una liebre. Y eso que hasta yo sé desmembrar una liebre. Es un egoís-


-          Lilya – cortó Sergey – Deberías atender al resto de los hombres.


-          ¡Uy! ¡Es verdad! ¡Es que cuando estoy contigo se me pasa el tiempo volando! – dijo y se despidió mientras se alejaba.


Sergey suspiró. Esta chica no tenía remedio. Escuchó como Dimitri reía por lo bajo y le reprochó suavemente con la mirada.


-          ¿Crees que Lilya ha aprendido a no respirar? – preguntó el pelirrojo con una sonrisa y Sergey se echó a reír.


-          No creo. Pero espero que tampoco aprenda, porque entonces iba a resultar un gran problema. – permanecieron un rato en silencio, cada uno absorto en su desayuno.


-          Oye, Soul – preguntó, suavemente. El ladrón le miró.


-          ¿Qué?


-          Me gustaría pedirte un favor – pidió. Sergey permaneció en silencio, mirándole intensamente a los ojos – ¿Podrías entrenarme?


-          ¿Entrenarte? – preguntó, atónito y con los ojos muy abiertos.


-          Sí, ya sabes. Dices que soy un patoso y eso. Me gustaría que pudieras entrenarme para dejar de ser una carga – Sergey sonrió. No era una carga.


-          Vale – y puso una sonrisa picarona.


-          ¿De verdad? – Dimitri no se lo creía – Pensé que te negarías.


-          Pero quiero algo a cambio.


-          Si ya decía yo que te habías ofrecido muy rápido – dijo el menor bebiendo su último trago de cerveza.


-          Quiero que me enseñes a leer – Dimitri se atragantó cuando intentaba tragar – Oye, que no te pido nada muy difícil, no hace falta que te lo tomes así. – dijo dándole palmadas en la espalda.


-          ¿No sabes leer?


-          ¿De verdad crees que a un ladrón le hace falta saber leer para ejercer su profesión? - Dimitri pareció entenderlo y suspiró, pero al final accedió a la petición del ladrón.


Pasaron el día en la taberna o en la cocina, ayudando en lo poco que podían. Sergey cargaba cazuelas y las fregaba mientras Dimitri pelaba patatas sentado en un taburete en un rincón de la cocina, de dónde no se movió. En algunos momentos, cuando necesitaba descansar, el rubio se sentaba en el suelo a su lado y se metía con él, aunque el menor nunca se quedó atrás. A la hora de comer les ofrecieron a cada uno un cuenco bien lleno de estofado de carne de jabalí, y en la cena una buena ración de liebre asada con patatas.


 


 


Cada uno en su cama y con la luz de la vela apagada, Sergey meditaba con las manos detrás de la nuca, esperando a que el enano se durmiera para irse él a la otra habitación. Había sido un día agotador en todos los sentidos. Le tenía un poco preocupado el tema con Leonid, porque sabía que era un hombre vengativo y que llevaba muy mal las humillaciones. Seguramente volviera a por él, pero eso era lo de menos. Tenía miedo de que su punto de mira estuviera puesto en Dimitri. Un quejido de labios de joven lo hizo despertarse de su ensimismamiento. Se incorporó en la cama y lo miró, esperando que no se volviera a quejar y que hubiera sido puntual. Pero se equivocó. El menor se volvió a quejar, esta vez más audiblemente, y lo veía agarrarse fuertemente a la almohada. Seguramente estuviera teniendo una pesadilla. Sigiloso, Sergey se levantó de su cama y se acercó a la de Dimitri para agacharse junto a la misma.


-          No… no, por favor – lo escuchó gemir.


El pelirrojo estaba asustado. Soul le colocó una mano sobre la frente y otra sobre el pecho para intentar calmarlo.


-          Dimitri. Oye, Dimitri.


El joven abrió los ojos repentinamente. Respiraba entrecortadamente y muy rápido y el miedo estaba reflejado en sus ojos azules. El joven agarró el brazo de Sergey con ambas manos.


-          Soul… - sollozó con la voz ronca y se echó a llorar.


El corazón de Sergey se rompió en pedazos al verle en aquella situación y se sentó en la cama, junto a Dimitri, el cual se abrazó a él en cuanto lo tuvo cerca y escondió la cabeza su pecho. El menor estaba buscando protección, y el ladrón lo sabía. Estaba muy asustado y no parecía querer soltarse, así que terminó por meterse en la cama con Dimitri. Sergey rodeó el vulnerable cuerpo de Dimitri con los brazos y lo abrazó fuertemente mientras los escuchaba sollozar y gemir desesperado.


-          Tranquilo. Eh, Dima. Tranquilo cachorrito. Yo estoy aquí – susurró dulcemente al joven, y esperó a que se calmara.

Notas finales:

Bueno, pues hasta aquí. Ya sé que no es un lemon en toda su plenitud lo que os he dejado, pero quería escribir algo picarón antes de uno de verdad :P

Espero que os haya gustado!!

Los reviews que me dejáis me encantand y me animan a seguir escribiendo!! Gracias!!

Besazos!!


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