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.:El Zar:. por Alaya-chan

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Notas del capitulo:

Lo sientooo!!! De verdad que siento mucho haber tardado tanto en subir capítulo pero entre las fiestas, mi ordenador que murió y que mi musa andaba por ahí vete a saber dónde, pues no he escrito mucho.

Pero bueno, para compensaros, este capítulo me ha quedado más largo de lo normal, ya que había acumulado algunas ideas en mi mente después de tanto tiempo sin escribir.

Espero que os guste!!

VIII


FURIA


Y todo lo que fue y lo que era el ladrón desapareció durante unos segundos. Su habilidad para pensar rápido y con la mente fría había quedado hecha pedazos. Y toda la fuerza de sus sentidos se apagó en el momento en el que el mundo entero dejó de existir. Solo el joven que tenía delante y a pocos centímetros de distancia era lo único que podía ver. Se sentía desprotegido. Era como si todo a su alrededor se hubiera esfumado, como si todo el carácter que había creado de él mismo se desvaneciera, como si todos los muros que había levantado en torno a sí se derrumbaran. Como si estuviera mostrando su verdadera esencia, quién era en realidad. Y se asustó. Detuvo su avance hacia la boca de Dimitri. Ambos con los labios entreabiertos y los ojos entrecerrados, completamente absorbidos por la situación. Le ardía el pecho y en ocasiones sentía como que se ahogaba y le costaba tragar saliva. ¿Qué hacía? ¿Qué estaba haciendo? Podía ver el rostro sonrojado de Dimitri. Como para no verlo a la distancia a la que estaba de él. ¿Y si al menor le incomodaba la situación? Pero si fuese así se habría apartado, ¿no? Se sentía como si su cuerpo entero se hubiera petrificado y no le dejase moverse. Pero quería besarle. Llevaba demasiado tiempo ignorando sus propios sentimientos y ya empezaba a sentir que en cualquier momento le harían un agujero en el pecho.


Se inclinó un poco más y, cuando iba a rozar los labios del menor, ambos escucharon un ruido. Intentó contenerse, pero no pudo y se echó a reír mientras se tumbaba sobre las mantas de nuevo. De verdad que el estómago de Dimitri podía llegar a ser realmente inoportuno.


-         Eres idiota – comentó el menor, sonrojado – M-Me voy a desayunar.


Sergey lo vio levantarse inseguro, como si estuviera mareado, caminar despacio hacia la puerta y salir de la habitación. Aunque se le había pasado el ataque de risa, permaneció recostado sobre las mantas para que su cuerpo se tranquilizase. Sabía de sobra lo que podía haber pasado si el estómago de Dimitri no hubiera interrumpido el momento. Se pasó la mano por el pelo y se incorporó. No tenía sentido seguir dándole vueltas al asunto. El problema que tenía ahora entre manos era que no se sentía con fuerzas para mirarle a la cara, y menos a los ojos. El ya había tenido muchas experiencias de ese tipo. ¿Por qué de repente se comportaba como un adolescente avergonzado? Sacudió la cabeza. Ya pensaría qué hacer cuando estuviera delante de él.


 



Había estado tan absorbido por los pensamientos en torno a Dimitri que no se había dado cuenta quién era la persona que servía los desayunos hasta que llegó a la taberna y la encontró hablando con el pelirrojo, el cual estaba sentado en la barra y con la cabeza agachada. Se acercó a ellos mientras notaba como se ponía nervioso y respiró hondo.


-         Buenos días, Sergey – saludó la rubia. Dimitri se atragantó con el desayuno.


-         Buenos días.


Su plan era pensar qué hacer en cuanto se encontrara delante de él, pero ahora que estaba ahí, su mente parecía haberse quedado en blanco, excepto por el detalle de que no paraba de venirle a la cabeza imágenes acerca de la situación en la que habían estado ambos hacía algunos minutos, seguidos de la frase “No le mires”. Tampoco le iba a mirar; no podía.


-         Os encuentro muy callados – siempre tenía que meter las narices.


-         No empieces con los chismes y tráeme el desayuno, anda.


-         Bueno, vale. – dijo con una sonrisa.


 


Natasha se dirigió hacia la cocina a por el pedido del ladrón. Y se quedaron solos. Vale, no había pensado en eso. Ahora no sabía si era más incómodo tener a la rubia cotilla con ellos o quedarse completamente solos. La tensión comenzaba a acumularse en el ambiente y Sergey estaba seguro de que la habría cortado con tan solo moverse. Absorto en sus pensamientos, no se dio cuenta de lo que sucedía a su alrededor hasta que le sorprendió una pelirroja al dejar el desayuno delante de sus narices.


 


-         Natasha me ha dicho que te traiga esto – comentó con una amplia sonrisa – y que te pregunte que qué os pasa, que estáis muy callados y parece que no os habláis. – la muchacha puso una mueca y pasó su vista de uno a otro - ¡Ya sé! ¡Ha pasado algo! ¿A que sí?


Ya había vivido esa situación en otra ocasión, pero ahora sí que le resultaba realmente vergonzoso. Frunció ligeramente el entrecejo mientras notaba como la sangre se le subía a la cara. Y no miró a Dimitri, pero conociéndole sabía de sobra que el menor estaría todavía más rojo que él.


-         ¡Natasha! ¡Que sí! - ¿Cómo que sí? ¿Que sí, qué? La rubia salió de la cocina apresuradamente y se acercó a ellos – Mira, hasta Seriozha se ha puesto rojo.


-         Si ya lo sabía yo. Te conozco demasiado, Sergey.


No la iba a contestar y, por lo que parecía, Dimitri tampoco. El pelirrojo terminó su desayuno rápido y se bajó del taburete en el que estaba sentado. Luego, y para sorpresa de Soul, le agarró de un brazo y tiró de él, obligándole a seguirle a donde quiera que fuera. Parecía mentira que la persona que le había metido en ese conflicto fuera la que le sacase de él. Aunque le siguió agradecido de alejarse de esas dos.


Ninguno de los dos dijo nada. Dimitri no le soltó en ningún momento hasta que llegaron a las caballerizas. Sergey se le quedó mirando mientras intentaba recobrar el aliento. El muchacho de verdad había ganado resistencia durante el tiempo que habían estado entrenando. El ojiazul se giró y, por primera vez en toda la mañana, le encaró mirándole a los ojos. Sergey sonrió y Dimitri le devolvió la sonrisa.


-         Son muy pesadas, ¿no? – preguntó.


-         No te voy a decir hasta donde me tienen – comentó el rubio – Que yo las conozco desde hace más tiempo, enano - le pasó un brazo alrededor de los hombros y lo acercó a él bruscamente. 


-         ¡Oye! ¿Q-qué haces?


Pero no respondió y comenzó a pasarle los nudillos por la cabeza. El menor, al darse cuenta de lo que estaba haciendo y que no era nada agradable, comenzó a revolverse, tratando de soltarse del agarre del de ojos ambarinos.


-         ¡Soul! ¡Qué duele! – gritaba mientras le empujaba con los brazos hasta que el mayor le soltó.


-         Eres de porcelana.


Se separó de él y se acercó hasta el box donde estaba guardado Adamantium, al cual acarició y saludó. Miró de reojo como el pelirrojo se acercaba a saludar a su montura y sonrió. Aunque iba a ser raro, ese día de caza podía llegar a ser también interesante.


 


 


Cayó rendido sobre el colchón de su cama cuando llegó a la habitación después de toda una jornada de caza. A pesar de que el trabajo en equipo se le hizo bastante extraño aquel día, habían conseguido más presas que en otras ocasiones. Aún con los pies en el suelo, cerró los ojos para descansar un momento la cabeza y escuchó como Dimitri se quitaba las botas y los jerséis que le sobraban para dormir. Abrió ligeramente los ojos y giró la cabeza, aún recostada sobre el colchón, para mirarle. La llama de la vela que se agitaba sutilmente recortaba extrañas formas en el cuerpo y el rostro del menor. Dimitri, absorto completamente en sus pensamientos mientras deshacía un nudo que se había formado en  el cordel de su capa, no se dio cuenta de que el rubio no le quitaba ojo. Qué mono podía llegar a ser el enano, para qué negarlo. Allí, sentado sobre la cama enfrente de la suya, con la mente concentrado en la prenda que le estaba dando más de un problema. Se sentía idiota. Giró la cabeza para posar la vista sobre el techo y  suspiró, pasándose una mano por el pelo. Se incorporó en la cama para quitarse las botas, los guantes y la capa, aunque sabía que más tarde los iba a coger.


-         Cuando termines, apaga la luz – dijo y se metió en la cama.


-         Creo que ya me queda poco.


Sergey no le miró, pero la forma en la que le había contestado le había sabido mal. ¿Estaba molesto? No le había hecho nada y en la cena parecía estar bien. Quizá solo era el cansancio y se lo había tomado mal. Simplemente desechó la idea. Tenía el cuerpo y la mente demasiado cansados como para ponerse a redactar mentalmente una tesis acerca de las posibilidades de lo que le pasaba a Dimitri. Solo quería que el menor terminara y se durmiera para desplazarse a la habitación de al lado y poder conciliar el sueño.


Aún con los ojos cerrados notó como la luz de la vela se extinguía. La habitación quedó completamente en silencio, más profundo que el que había reinado hasta entonces, y el cual amenazaba como llevárselo al mundo de los sueños antes de que pudiera moverse. Pero, para su sorpresa, escuchó pasos en la habitación. Se suponía que Dimitri tenía que quedarse dormido, no dedicarse a pasear a oscuras por todo el dormitorio. Y, repentinamente, notó como  el colchón de su propia cama se hundía por uno de los bordes. Petrificado por la situación, tuvo que dejar que el menor se metiera en su cama y se tapara bien.


-         Dimitri…¿qué haces? – preguntó, sin moverse  y completamente atónito.


-         Quiero probar una cosa. - ¿Cosa? ¿Qué cosa? Notó como se arrimaba a él y le colocaba una mano sobre el pecho. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y contuvo el aliento durante unos segundos – Es por lo que pasó esta mañana.


Estupendo. Ya era lo que le faltaba. Toda una hilera de imágenes se le vino a la cabeza, golpeándolo como si de un martillo se tratase, y comenzó a marearse mientras la sangre se le subía a la cabeza y el pulso se le aceleraba. Solo esperaba que su corazón no le delatase. Entonces Dimitri pareció darse cuenta de lo que había dicho porque se puso completamente rígido.


-         M-m-m-me refiero a lo que dijiste – Sergey tragó saliva. ¿Qué fue lo que dijo? En ese momento tenía la cabeza tan ocupada que no podía pensar ni acordarse de nada – Dijiste que dormías allí por las pesadillas. – ahora se acordaba – Pero cuando te puse las manos pareció como que te tranquilizaste – comenzaba a entender lo que quería hacer el pelirrojo.


-         Dimitri, no – dijo y se incorporó.


-         ¿Por qué?


-         Ya has visto como estaba el suelo de la habitación.


-         Pero-


-         No pienso arriesgarme a que te pase algo porque se te antoje hacer experimentos.


-         Por favor. Déjame intentarlo.


Aunque estaba todo a oscuras, pudo ver que en la cara de preocupación que tenía el menor, sus ojos azules brillaban por querer ayudarlo. ¿Cómo podía negarse? Resignado, suspiró y se echó de nuevo, dejando que el pelirrojo se acurrucara a su lado. Así que pensó que si Dimitri iba a dormir con él, que se responsabilizara de las consecuencias. De TODAS las consecuencias. Así que se giró para quedar recostado de lado, justo enfrente de Dimitri, le pasó una mano alrededor de la cintura y lo atrajo hacia él.


-         ¡Soul! – gritó, colocándole ambas manos sobre el pecho.


-         Si quieres dormir aquí, tendrá que ser así. Además, cuanto más cerca del enemigo, más lejos del peligro.


-         Lo que pasa es que tú no eres el enemigo – le escuchó susurrar.


-         Sí, pero soy muy peligroso – dijo para sí, y esperó que Dimitri no le hubiese oído.


-         ¿Qué?


-         Nada. Buenas noches – dijo y le dio un suave beso en la frente.


Notó como se agarraba a su camisa y se acurrucaba aún más contra él. Sergey sonrió y cerró los ojos, esperando que no pasara nada durante la noche. Escuchó la respiración profunda y acompasada del menor junto a él, pero su cuerpo no le respondía cuando decía que se moviera. Así que, sumisamente, se quedó dormido. Y por primera vez en su vida o, al menos, desde que tenía memoria, soñó.



 


Estaba medio dormido aún cuando notó que algo entre sus brazos se movía y se alejaba de él, pero no le dio demasiada importancia y volvió a caer en un sueño profundo.


Se encontraba muy a gusto allí metido y calentito, aunque la luz del sol que entraba por la ventana comenzaba a molestarle.. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que no dormía en una cama? Ya ni lo sabía, pero tenía que reconocer que era realmente placentero. No le apetecía moverse, pero tenía un brazo fuera de las mantas que amenazaba con quedarse completamente congelado, así que tuvo que hacer un esfuerzo para colocarlo al resguardo del frío. Y fue cuando se percató de que en esa cama faltaba algo. Palpó hacia el lado en el que supuestamente debería estar durmiendo cierto pelirrojo, pero no halló nada que pudiera parecérsele. Abrió los ojos y se incorporó de golpe para echar una ojeada en la cama individual. Allí tampoco estaba. Se dejó caer sobre el colchón de nuevo. Quizá ya se hubiera levantado.


Aún dentro de las sábanas se estiró todo lo que pudo, pensando en lo bien que había dormido. Tenía que admitirlo, el enano pelirrojo le había curado lo que él mismo no había podido. Se sentó en el borde de la cama y, antes de ponerse las botas, sacó un par de calcetines del cajón de su mesilla y se los puso. Después se vistió con ropa limpia y salió de la habitación.




La taberna estaba casi completamente vacía, a excepción de un grupo de mujeres que hablaban sobre hacer la colada y algunos hombres ancianos que se quedaban en la guarida porque su avanzada edad les impedía salir de caza o atracar diligencias. Soul se acercó a la barra y se sentó en uno de los taburetes, esperando que alguna camarera le atendiera. Una pelirroja salió por la puerta de la cocina y se acercó a él.


-         Hoy te has levantado más tarde de lo normal, Seriozha – dijo con una sonrisa pintada en su rostro.


-         Sí, bueno – sonrió – Digamos que hacía mucho tiempo que no dormía tan bien – Lilya le miró sospechosamente, pero no dijo nada al respecto.


-         Supongo que quieres tu desayuno, ¿no? – Sergey sonrió y asintió.


Lilya entró en la cocina dando botes, incluso pudo oír como pedía a gritos su desayuno. Qué mujer, tanta efusividad no podía ser buena a la larga. Entonces escuchó como se abría la puerta de la cocina, pero no vio salir a nadie durante los primeros dos segundos. Luego vio asomarse a la rubia, la cual se quedó allí, junto a la puerta, con las manos vacías.


-         Vamos, sal – la escuchó decir mirando hacia la cocina.


-         Pero es humillante - ¿era la voz de Dimitri? Natasha soltó una suave risita.


-         Que no, Dima, que te queda muy bien.


Y lo vio salir de la cocina, con un delantal de los que usaban las cocineras, con su bandeja de desayuno. Los ojos de Sergey se abrieron de par en par y su mente se llenó de sorpresa y de imágenes que se podrían de calificar como para mayores de dieciocho y, posiblemente, nada saludables. El pelirrojo se acercó ruborizado hacia un atónito ladrón y con la vista fija en la bandeja que llevaba entre las manos por vergüenza y para que no se le cayera nada.


-         Ni se te ocurra decir algo – dijo cuando estuvo enfrente suyo. Sergey salió de su ensoñación; era una buena oportunidad para meterse con él, y no la iba a dejar pasar por nada del mundo.


-         Buenos días, camarera. – soltó con una sonrisa nada saludable y en tono picarón.


-         ¿Qué te había dicho? – casi gritó con el entrecejo fruncido y dando un golpe con la bandeja sobre la barra.


-         Bueno, no discutáis ya de mañana – se acercó la rubia.


-         Ya veo que has secuestrado a mi compañero de caza – miró a Natasha, que le dedicó una sonrisa que no supo descifrar. La mujer se abrazó a Dimitri y el corazón de Sergey dio un vuelco.


-         Intenté hacer que se probara los últimos trajes que han hecho las costureras, pero no se ha dejado – hizo un mohín. ¿Cómo podía sentir celos de una mujer que se comporta como una niña pequeña?


-         Tasha, ¿puedes soltarme? – dijo el menor.


Ruborizado. Estaba ruborizado. Aunque si lo pensaba bien el problema no estaba en Natasha, si no en el traje, pero su cerebro en ese momento lo que quería era una excusa para sentir celos. Pasó la vista de la rubia al menor. Si no fuera porque sabía controlar sus impulsos, estaba seguro de que se hubiera lanzado contra él en aquel momento. También tenía que evitar que se le cayera la baba.


-         Ah, por cierto – soltó al menor de repente – Creo que ha llegado un chivatazo y Vladimir te está esperando en la plaza central del pueblo.


-         ¿Un chivatazo? ¿Y por qué no se me ha avisado? – preguntó mientras dejaba de fantasear y miró a la rubia.


-         Porque ha llegado esta mañana temprano. Uno de los del grupo de los espías escuchó un encargo de uno de los guardias del palacio anoche. Y vino corriendo hacia aquí.


-         ¿Cuándo es?


-         A mediodía. Si te das prisa aún puedes llegar para planear con ellos – Sergey miró al menor a los ojos, que le miraba con preocupación. Natasha sonrió dulcemente – Tranquilo, Sergey, yo me quedaré a su cuidado.


-         Eres tú la que me preocupa – susurró y comenzó a devorar su desayuno.


Natasha se alejó de ellos para dejarlos relativamente a solas. Era una de las características que hacían de la rubia una mujer ideal: que tenía tacto y un sexto sentido para algunas situaciones, aunque para otras cosas no había quién la entendiera. Dimitri se apoyó en la barra, justo en frente del ladrón, pero no dijo nada. Lo escuchó suspirar un par de veces. Sergey no levantó la vista de su desayuno en ningún momento. Estaba esperando que le pidiera ir con él, o que le preguntara si podía unirse a la contienda.


-         No te voy a pedir que me dejes ir contigo – dijo como si le hubiera leído la mente. El rubio levantó la cabeza para mirarle – porque sé que me vas a decir que no, que sería peligroso.


Aunque la vista del menor estaba clavada en la madera de la barra de la taberna y no podía verle los ojos, sabía perfectamente que en su interior deseaba acompañarle, pero también sabía que el menor conocía los peligros que acarreaba salir a dar una vuelta por el pueblo. Soul sonrió y, cuando terminó de comer, soltó los cubiertos y levantó una mano para acariciarle suavemente la mejilla. El pelirrojo levantó levemente la vista y le dedicó una cariñosa y preocupada mirada.


-         Intentaré volver pronto para que no te aburras – Dimitri sonrió ligeramente.


-         Vale, pero ten cuidado.


Sergey sonrió y se pegó un suave golpecito en la mejilla donde le había acariciado antes de levantarse del taburete e irse por una de las galerías. Caminó hasta la herrería de la guarida y pidió permiso para coger un par de dagas que enganchó a su cinturón y un cuchillo que se guardó en la bota derecha. Luego emprendió la marcha hacia el punto de encuentro.


 



La decepción estaba pintada en la cara de los hombres que habían ido a buscar el botín cuando el grupo entró por la puerta de la taberna. Excepto Sergey y Vladimir, los cuales se dirigieron a la barra, el resto se esparció por la guarida. Natasha salió a su encuentro en el momento en el que los vio sentarse en los taburetes.


-         ¿Y esas caras? ¿Qué ha pasado? – preguntó, algo preocupada.


-         Un mensaje. Lo único que llevaba la diligencia era un puto mensaje – comentó el castaño, malhumorado.


Natasha no dijo nada al respecto, pero soltó un audible suspiro y volvió a lo que fuera que estuviese haciendo en la cocina. Vladimir se levantó y salió de la taberna con el entrecejo fruncido y maldiciendo a quién sabe qué por lo bajo. Sergey se pasó una mano por el pelo y luego se levantó él también. Era demasiado tarde para salir de caza y además no sabía donde estaba Dimitri, así que se volvió a sentar en el taburete, con la espalda apoyada en la barra. No era la primera vez que les pasaba eso y, aunque era verdad que resultaba molesto hacerles salir así para volver con nada a la guarida, no entendía por qué su compañero castaño se ponía de tan mal humor. Bajó la mirada hacia el  suelo y se pasó la mano por el pelo.


-         Ya habrá otra ocasión, no te preocupes – escuchó la voz de la rubia detrás de él. Sergey se giró.


-         Ya, eso ya lo sé. Es Vlad el que peor lo pasa cuando suceden estas cosas. Deberías ir a verle – sonrió dulcemente y la rubia pareció sorprenderse por el comentario del ladrón.


-         Has cambiado, Sergey.


Ahora era él el sorprendido. ¿Que había cambiado? Si era sincero, en realidad puede que sí que hubiese cambiado, aunque él no lo había notado hasta ese momento. Sonrió pícaramente y vio como la mujer rodeaba la barra y se alejaba en busca del castaño. Se estiró en su asiento. Como le gustaría ir a ver a Dimitri. Pero no tenía ni la más mínima idea de donde estaba, y tampoco pretendía pasarse el resto del día buscándolo. Apenas faltaban un par de horas para la cena y seguro que en ese momento ya lo localizaría. Podría esperar un par de horas, ¿no?


-         ¡Sergey! – escuchó gritar a uno de sus compañeros el cual se acercó a él corriendo y jadeando. El rubio se volvió, sorprendido.


-         ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan agitado?


-         Necesito tu ayuda urgentemente. Un nuevo aviso. Y creo que viene con un buen botín.


El rubio no necesitó más explicaciones. Se levantó de un salto y ambos salieron corriendo de la guarida. Solo esperaba que esta vez mereciera la pena la carrera.


 



Las horas que pasaron probando el frío y la oscuridad de Moscú merecieron la pena cuando vieron el botín que se habían acumulado. Es cierto que se habían saltado la hora de la cena, pero las cocineras solían dejar algo en las ollas por si acaso. Ambos entraron de nuevo en la guarida, pero el rubio no se esperó lo que sucedió a continuación.


-         Sergey… ¿qué haces aquí? – preguntó la rubia, entre asustada y sorprendida y con los ojos abiertos como platos.


-         ¿Cómo que qué hago aquí? Creo que tengo todo el derecho del mundo a volver a casa. – soltó, algo molesto. ¿A qué venía esa reacción?


-         Joder, Sergey, estás bien – ahora era Vladimir. Vale, estaba perdido.


-         ¿Ha pasado algo mientras yo no estaba? – Natasha se acercó a él con paso rápido.


-         ¿Que si ha pasado algo? Desapareciste de repente y nadie sabía donde estabas. Y luego… Oh Dios mío. – la mujer se llevó las manos a la boca y sus ojos se abrieron de par en par mientras el terror se acumulaba en sus orbes azules.


-         Natasha, no me asustes – comentó el ladrón mientras el corazón comenzaba a latirle fuertemente y se le colocaba una sensación de que algo malo había sucedido.


-         Dima… - escuchó que pronunciaba. Sergey soltó lo que llevaba en las manos y agarró a la rubia por los hombros.


-         ¿Dimitri? ¿Qué ha pasado con Dimitri? – comenzaba a ser presa del pánico y su cerebro no entendía lo que estaba pasando - ¡Natasha respóndeme!


-         Como no te veíamos aparecer comenzamos a preocuparnos y de repente… ¡Oh, Sergey! Hemos sido unos estúpidos.


-         ¡¿Pero el qué?! ¡¿Dónde está Dimitri?! – su corazón latía desbocado y no se daba cuenta de la fuerza que ejercía sobre los hombros de la rubia.


-         Leonid nos dijo que habías ido al bosque en mitad de la noche y no pudimos detener a Dima.


¿Que QUE? Soltó a Natasha, impactado, y caminó varios pasos hacia atrás. Dimitri estaba perdido en el bosque en mitad de la noche, posiblemente buscándole. Apretó los puños y salió corriendo en dirección a las caballerizas, haciendo caso omiso a los gritos de la rubia de que no fuera. Tenían prohibido entrar en el bosque cuando empezaba a anochecer, y menos cuando estaba completamente oscuro. ¿La razón? Era cuando los depredadores salían a cazar, y sobrevivir se convertía en una misión imposible.


Sabía los peligros que conllevaba entrar en el bosque a esas horas, pero no iba a dejar que le pasara nada a Dimitri. Entró en las caballerizas y cogió el primer caballo ensillado que vio y, antorcha en mano, salió al galope tendido hacia el bosque. En el linde encontró al frisón que solía montar el pelirrojo y se le encogió el corazón. Realmente Dimitri estaba allí dentro. Desmontó y se adentró en el lugar sin tener en cuenta los peligros a los que tendría que enfrentase. Solo deseaba encontrar a Dimitri y que estuviera sano y salvo.


Sabía que el menor le conocía lo suficiente y que primero buscaría en los lugares que solían frecuentar para cazar. Corría tan rápido como sus piernas y la maleza la permitían, con la antorcha en la mano y el cerebro golpeándole con fuerza el nombre del menor. Empezaba a impacientarse y el miedo comenzaba a hacer mella en él cuando no lo encontró en los primeros tres lugares en los que buscó. El frío también empezaba a ser insoportable, y la ausencia de luz, excepto por el fuego de la antorcha, lo hacían todavía más difícil. Se paró un momento para coger aire e intentar calmarse y pensar fríamente. Y escuchó un gruñido. Su cuerpo entero se paralizó y se giró lentamente. Sus ojos eran amarillos y su pelaje rozaba el negro intenso. Tenía las orejas gachas y lo miraba amenazante enseñando los dientes. Ni en sus sueños podría haber imaginado tal expresión en un lobo. La sangre se le congeló en las venas y, por un momento, dejó de respirar. El animal rugió y Sergey dio un pasó atrás.


-         ¿Soul?


Abrió mucho los ojos y giró la cabeza bruscamente. Allí, sentado a los pies de un árbol y hecho un ovillo, estaba él. Aunque apenas había luz, podía ver que sus mejillas estaban húmedas por las lágrimas y era presa del terror. Y entonces lo entendió. El lobo no estaba allí porque le hubiera olido a él; estaba allí porque había visto a Dimitri. Y no iba a dejar que le hiciera nada. Se olvidó de todos sus miedos y sus temores y encaró a la bestia. El cánido rugió y se movió hacia Sergey. Antes de que le alcanzara, lo único que se le ocurrió fue golpearle fuertemente con la antorcha. El animal cayó al suelo y el ladrón agradeció que estuviera solo cuando lo vio salir corriendo con el pelaje oliendo a quemado. Se acercó corriendo a Dimitri sin pensárselo dos veces, se agachó a su lado y el menor se abrazó a él.


-         Dios, menudo susto que me has dado – dijo, algo aliviado, mientras le correspondía el abrazo, pero notó que algo no iba bien - Dimitri, estás helado – notó como el menor dejaba de abrazarle - ¿Dimitri?


Le colocó una mano sobre la frente y no le gustó la temperatura que notó a través del guante que llevaba puesto. ¿Cuánto tiempo llevaba en el bosque? Lo justo para que comenzara a dar síntomas de hipotermia. Lo escuchó toser, y no le gustó nada el sonido de esa tos. Lo cogió en brazos y comenzó a avanzar todo lo rápido que las circunstancias se lo permitían.


 




Apenas me dio tiempo a reaccionar cuando vi como Sergey entraba en la taberna corriendo apresuradamente con Dima en brazos y dirigirse hacia las termas. Eso no podía significar nada bueno. El corazón se me encogió y no pude por menos que seguirle. Si podía ayudar, haría lo que fuera. Corrí por el pasillo que conducía hacia las termas y llegué justo a tiempo para ver como el atlético cuerpo de Sergey, con ropa y todo, se hundía el la piscina del fondo de la sala con el menor aún en brazos. Me acerqué al borde. La gente que había allí metida se le quedó mirando, pero él solo tenía ojos para el pelirrojo. Pude ver como el menor de los hombres en los que estaba fija mi atención respiraba rápidamente. Y entonces alcé la vista hacia el ladrón que lo llevaba aún en brazos, cuya mente estaba muy lejos de allí en ese momento, seguramente velando por la seguridad de Dima.


-         Natasha – escuché que me llamaba, pero sonó más bien como un gruñido – Cuida de él, y que le vea un médico.


Y me asusté. Su voz sonaba amenazadora y completamente ronca, y lo vi moverse hacia mí, aún dentro de la piscina y con el menor en brazos, para acercármelo y salir él de la misma. Aunque había oído hablar de que los tigres poblaban las llanuras de la Rusia asiática, jamás los había visto cerca de Moscú. No hasta ahora. Sus ojos ambarinos estaban llenos de rabia y odio y, una vez estuvo fuera de la piscina se pasó la mano por el mojado pelo para echárselo hacia atrás y dejar a la vista el entrecejo fruncido y sus amenazadores ojos. Y, empapado como estaba y con la ropa chorreando, salió de las termas, dejándome al cuidado del menor mientras la gente se acercaba para ayudarme a sacarlo de allí.





 


El rubio caminaba con paso ligero y decido por el pasillo que comunicaba la taberna y las termas. Su mente estaba nublada por el odio y el rencor, y Leonid era su presa en ese momento. Cuando entró en la taberna de nuevo, lo primero que hizo fue buscar a cierto pelinegro con los ojos, localizándolo casi al instante, como si tuviera instinto de depredador, y no vio como cierta pelirroja se acercaba a él.


-         ¡Seriozha! ¿Qué-


Y la miró apenas un segundo, lo justo para escucharla gritar y ver como los ojos se le desorbitaban, su cara se volvía una mueca entre terror y pánico, y retrocedía varios pasos. El, sin embargo, hizo caso omiso a la reacción de la muchacha al verle, y emprendió el camino hacia su víctima. Agarró una de las dagas que llevaba en el cinturón y, cuando estuvo delante del pelinegro, el cual estaba absorto en una conversación con uno de los súbditos que tenía a uno de los lados, y la clavó en la mesa, justo enfrente de él, haciendo mucho ruido.


- ¿Pero qué cojo- - y su cara empalideció en milésimas de segundo.


Sergey sonrió maquiavélicamente y lo agarró del cuello de la camisa, levantándolo de dónde estaba y estampándolo contra la pared más cercana. La taberna entera quedó en silencio, con la atención puesta sobre ellos dos. Los súbditos de Leonid no se atrevieron a moverse para ayudarle.


-         ¿Quién te has creído que eres, eh, cabrón? –gruñó, muy cerca de él.


-         N-n-n-no sé de que me hablas – tartamudeó, ahogándose casi por el miedo.


-         No te hagas el tonto conmigo, que de nada te va a servir – su voz ronca hacía que cada vez que hablara pareciera que rugía o gruñía, como si fuera una bestia - ¿Fue por venganza? ¿O simplemente te apetecía joder a alguien? – el rostro de Leonid se retorcía de terror – Escúchame, hijo de puta, como vuelvas a acercarte a Dimitri o te pases con él, aunque sea un simple insulto, te llevaré al bosque en mitad de la noche y me quedaré allí para ver como te devoran los lobos. Aunque tenga que dejar que me devoren a mí también para ver como acaban contigo. ¿Me has oído bien, o hace falta que te  lo grabe en la piel?


-         Sergey – escuchó a Vladimir a su lado.


-         ¿Qué? –se giró un momento para mirarle. Su compañero abrió mucho los ojos, pero ahogó el impulso de su cuerpo de echarse hacia atrás al ver a su amigo.


-         No merece la pena – dijo, y tragó saliva.


Sergey chistó y soltó a Leonid tan de repente que cayó al suelo, completamente pálido y asustado. Nadie se atrevió a moverse y la gente se apartaba de él cuando pasaba cerca. Salió de la taberna y se movió por una de las galerías. Se apoyó en una pared y pegó un grito de desesperación. Resbaló la espalda por el muro hasta quedar sentado en el suelo y se abrazó a sí mismo. Pasó un par de minutos en esa posición hasta que notó como le colocaban una mano en el hombro. Levantó la cabeza y posó la vista en los ojos azules de Vladimir.


-         Deberías cambiarte. Estás completamente empapado – dijo y le sonrió nostálgicamente – Natasha está con el muchacho y con el médico en vuestra habitación, así que puedo dejarte ropa mía – Sergey no respondió – Vamos – dijo y le tendió la mano.




 


En ese momento no sabía si para bien o para mal, la habitación de Vladimir estaba en la misma casa, una planta más abajo, justo debajo de la suya. Después de secarse bien con una toalla y ponerse algo de ropa que pertenecía a su compañero, salió de la habitación, con el ánimo por los suelos y las fuerzas completamente al límite. El castaño le estaba esperando en el rellano de la primera planta, con la espalda apoyada contra la pared y los brazos cruzados. Al ver a Sergey salir de su habitación, no dijo nada e inclinó la cabeza hacia las escaleras. Aunque no le apetecía subir aún, el rubio, completamente resignado y sumiso, avanzó hasta los escalones y comenzó a subirlos de uno en uno, sintiendo como si a cada paso que daba el peso de su cuerpo se doblara o triplicara. Al llegar el rellano del segundo piso, al ver que la puerta aún estaba cerrada, en rubio apoyó la espalda contra la pared y se deslizó hasta quedar sentado en el suelo.


Siempre había sido buen conversador, pero ahora lo que menos le apetecía era abrir la boca. El odio y la furia que había sentido hacia Leonid se habían transformado en una profunda tristeza y una gran preocupación, acompañadas de una sensación para nada agradable instalada en su pecho y que amenazaba con ahogarle en cualquier momento. No supo cuanto tiempo estuvo allí sentado, mirando hacia ninguna parte en concreto y esperando que el médico, o Natasha, o ambos, salieran con un veredicto o algo de información acerca de la situación del menor.


La puerta se abrió repentinamente, acompañada del suave sonido de las bisagras y del crujir de la madera bajo los pies de las personas que se movían por aquel espacio. Aunque no hacían mucho ruido, fue lo suficiente para sacar al rubio de su ensoñación y hacer que se levantara rápidamente para acercarse al médico y a la rubia, cuyas caras no eran para nada alentadoras.


-         ¿Y? – se aventuró Vladimir. El rubio vio a Natasha bajar la mirada y morderse el labio inferior. El médico negó con la cabeza.


-         ¡Pero no os quedéis callados! – casi gritó Sergey, desesperado por saber.


-         Lo siento, joven. Todos los síntomas apuntan a una neumonía.


Y quedó plantado en el sitio. Natasha se acercó a él y le abrazó, pero la noticia le había golpeado de tal manera que el shock producido le impedía moverse o pensar con claridad. El médico abandonó el rellano seguido de Vladimir, que bajó las escaleras con él. Natasha se quedó unos segundos más allí, intentando consolarle, aunque solo fuera un poco, con el abrazo. Sergey sabía que la mujer le comprendía por completo. Luego lo soltó y se encaminó, con los ojos empañados por las lágrimas, hacia las escaleras.


Entonces el ladrón se quedó solo, completamente destrozado y con la vista fija en la puerta de la habitación. Hizo acopio de todas sus fuerzas y entró en ella. El menor estaba tendido en la cama individual, completamente tapado y, seguramente dormido. Sergey miró hacia su cama. No se creía capaz, después de todo lo que había pasado, de echar una cabezada si quiera, así, que cogió una de las mantas que tenía sobre la cama y se la echó a los hombros, para luego sentarse en el suelo, junto al menor.


Se sentía impotente. ¿De qué le servía ser un ladrón renombrado si no podía hacer nada en las situaciones en las que de verdad quería hacer algo? Estaba completamente deprimido. El cuerpo le temblaba de pura rabia. Debía haber algo que pudiera hacer, tenía que haberlo. Pero por muchas vueltas que le dio, su cabeza no consiguió encontrar una respuesta. Escuchó toser a Dimitri y su corazón encogió. Probablemente debía ser culpa suya. Todos los que se acercaban a él terminaban igual. Su madre dio la vida por él, y Dimitri estaba a punto de hacer lo mismo por intentar ayudarle. La diferencia estaba en que la parte que a Dimitri correspondía había sido una lucha en vano. Su corazón bombeaba fuertemente y su cerebro martilleaba su nombre a cada latido. Los ojos le ardían y comenzaban a escocerle, mientras las lágrimas se amontonaban queriendo salir. Se arrepintió profundamente, maldiciéndose a sí mismo, por las oportunidades que había tenido de besarle y que, como un tonto, desperdició. Ahora, allí, sentado junto a él, su corazón sacaba a la luz y aceptaba todo aquello que había estado negándose y reprimiéndose durante un tiempo: estaba locamente enamorado de Dimitri. Y él estaba a punto de morirse.

Notas finales:

Bueno, hasta aquí este capi y la parte que sabía que más me iba a costar escribir.

Antes de nada, tengo que deciros que a lo mejor el siguiente capítulo se retrasa bastante porque estoy esperando algo muy importante en febrero y puede que no tenga tiempo de escribir, pero os lo recompensaré, lo prometo.

Una aclaración que quiero hacer es que en el siglo XVI la gente se moría por enfermedades tan insignificantes como la neumonía, o incluso la gripe (aunque actualmente la gente sigue muriendo de eso, pero es menos probable)

ya sé que no es un capítulo muy alentador, pero espero que os haya gustado.

Muchos Besos

PD: se agradecen los reviews!! Gracias!!


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