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Aroma a Manzana por Doiha-chan

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Notas del fanfic:

En caso de que a alguien no le agrade el genero del fan fic, deje de leerlo, pues el drama es progresivo.

Notas del capitulo:

El comienzo, espero les guste.

 

Capítulo I: Descubriendo

 

Habían pasado ya muchos años desde que había dejado aquel vecindario de su niñez y realmente estaba contento de volver. Al menos cuando lo dejó, era un vecindario muy tranquilo, hermoso y agradable, y se seguía preguntando por qué sus padres decidieron cambiarse de domicilio teniendo una casa tan lujosa y hermosa como la que tenían. Pero ya no era tiempo de pensar en eso, sus años de esfuerzo le habían permitido recuperar esa casa que tanto amaba. Mientras conducía camino a aquella casa añorada se preguntaba tantas cosas, ¿Seguirá viviendo en la esquina la señora amante de los canarios, que cada vez que se morían, se compraba otro par de aves? ¿Qué habrá pasado con el heladero de la casa azul que les regalaba helado a los niños de la calle en los días de verano? ¿Seguirán viviendo allí sus amigos de la infancia? Al entrar con el auto por la calle en la cual había jugado con sus amigos tantas veces a los seis años, pudo sentir nuevamente ese ambiente hogareño de las casas de aquel pasaje. Mientras avanzaba escuchó los canarios de la señora que vivía en la casa de al esquina, por lo que comprobó que aún vivían canarios en ese lugar, ahora faltaba comprobar que la señora siguiera viva. Mas adelante vio la casa del heladero y en su estacionamiento el camión de helados, por lo que sonrió suavemente. Solo faltaba saber si sus amigos de la infancia aún vivían en aquel lugar.

 

 

Al estacionar el auto fuera de la casa pudo notar que el camión de la mudanza ya había llegado y sus cosas estaban siendo bajadas del camión y acomodadas dentro de su casa con la ayuda del decorador de interiores que había contratado. Por lo visto, todo estaba en orden. Bajó del auto y observó su jardín, el mismo en el que solía jugar de pequeño. Se veía añejo, descuidado, los arbustos estaban sin podar hace mucho y el pasto en sectores estaba secándose, como en otros sectores había crecido una buena cantidad. Caminó junto a la casa para dar a un pasillo al costado de esta y poder encaminarse hacia el patio trasero. Era bastante nostálgico poder estar nuevamente en aquel lugar. Observó a su alrededor e intentó buscar en su mente las imágenes de la última vez que estuvo en aquel lugar, sin perder ningún detalle en la comparación que hacía dentro de su mente. Algo que le provocó mucha gracia fue que al ver por sobre el muro que separaba su patio trasero del de la casa vecina, era que al ver la casa, recordó que en el vecindario todas las casas eran completamente iguales, a excepción de algunas modificaciones que cada propietario le daba a su hogar, pero aún así todas se veía igual. 

 

 

Después de otro rato curioseando en su casa y haber supervisado que los chicos de la mudanza dejasen todo ordenado, se decidió a salir a dar una vuelta por los alrededores para ver si se encontraba con alguien conocido, por lo que buscó una chaqueta y salió. Observaba todo a su alrededor mientras caminaba por el pasaje, recordando tantas cosas. En un momento dado se detuvo frente a una casa en especial, la de su mejor amigo de la infancia. De haber pasado por allí cinco minutos después o antes quizás no se hubiese detenido, pero es que aquel amigo que recordaba borrosamente estaba ahí en el jardín, con lentes de sol y jugando con una pequeña niña. 

 

 

- ¡Hey! ¡Miyavi! ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que nos vimos por última vez? -Dijo alzando la voz para que el otro le escuchara.

- ¿Gackuto? -Miyavi se había sacado los lentes, colocándolos ahora sobre su cabeza.- ¿¡Gackuto Camui!? ¡Pues han sido años! -Exclamó con felicidad, acercándose a la reja que separaba su jardín de la calle.

- ¿Cómo has estado viejo amigo? -Gackt se acercó a la reja también.

- Pues bien, aquí, saliendo adelante, ¿Qué hay de ti? -Miyavi abrió la reja que los separaba y se apoyó en el pilar de la bisagra. 

- Volviendo al vecindario, logré comprar la casa que vendieron mis padres cuando era niño.

- ¿Así que nuevamente eres mi vecino? -El chico sonrió divertido, cruzándose de brazos. 

- Claro que sí, y dime, ¿Qué tanto ha cambiado este lugar? -Gackt nuevamente observaba a su alrededor. 

- Pues, no mucho, sólo un par de cosas.

- ¿Qué cosas? Cuéntamelo todo. -Gackt ahora observaba al joven frente a si y de paso, a la niña que esperaba tras de él.- ¿Quién es la niña? -Miyavi volteó y acarició el cabello de la pequeña.

- Ella es Lovely y es mi hija. -Sonrió de oreja a oreja, mientras que la niña se escondía tras de él. 

- Vaya, qué hermosa... ¡Pero no cambiemos el tema! Dime, ¿Qué tanto ha cambiado el vecindario?

- Pues, han pasado muchas cosas, unas no tan importantes, otras algo extrañas, ¿Quieres pasar un rato y hablamos?

 

 

Cuatro horas estuvo Gackt en casa de Miyavi poniéndose al día con las ocurrencias del vecindario de su niñez, que le traía tantos buenos recuerdos que lo quería saber todo, quería saber qué había pasado en su ausencia, quería de alguna manera recuperar el tiempo perdido. Se había esforzado tanto por conseguir nuevamente esa casa, era una completa obsesión, y lo más extraño de todo era que no tenía idea del por que. Era como si una fuerza sobrenatural lo llamara a vivir en ese lugar nuevamente. Para cuando volvió a lo que era nuevamente su hogar, subió al cuarto recientemente amoblado, suspiró ante la idea de tener que buscar su pijama entre las cajas donde guardó la ropa, por lo que tan solo se dejó caer boca arriba en la cama, intentando conciliar un sueño que no quería cooperar con él. 

Durante el intento de dormir volvieron a su mente todas las cosas que le había dicho Miyavi. La señora de la esquina, esa que adoraba los canarios, murió hace ya varios años, pero su nieta, la mimada, instaló jaulas enormes para continuar el gusto de su abuela por los canarios. El heladero seguía ejerciendo como heladero, pero ahora ya tenía su propia heladería y el camión que usaba desde hace tantos años ahora lo tenía de recuerdo. El grupo de amigos que tenía se había dispersado por completo, solo Miyavi y Tetsuya seguían viviendo en aquel lugar. El resto había deseado partir y así hicieron. Por lo que supo, uno de los chicos, You, se fue a la capital a estudiar, mientras que Ken se fue de la casa de sus padres y vive independientemente aún en alguna parte de la ciudad, Mana se fue a Europa en cuanto pudo y... 

 

 

¿Cómo se llamaba el chico al que casi nunca le permitían jugar con ellos? Ahora que lo pensaba eran bastante cruel con él. Pobre chico, de seguro no tiene un buen recuerdo de su infancia, su madre lo vestía y trataba de mujer y sus vecinos lo trataban mal y se burlaban de él día y noche. ¿Dónde era que él vivía? No lo recordaba bien, por lo que se puso de pie y se acercó a la ventana, donde al observar las casas de toda la calle pudo recordar. El chico vivía en la casa que estaba junto a la de Tetsuya, esa que tenía un manzano en el patio delantero y las enredaderas tapaban por completo la reja y el muro. Antes esa cara se veía hermosa, la enredadera hermosamente podada y el manzano en buen estado. La casa se veía siempre muy iluminada y de tan solo verla daba una sensación de calidez. Pero ahora estaba toda fea, la enredadera con notorios años sin ser podada y el manzano había envejecido y se había puesto feo, las ramas se le caían, como si estuviese cansado de vivir. La madre de aquel chico siempre los invitaba a tomar el té, a modo de que estuviesen un rato con él, pues sabía que nunca nadie lo dejaba jugar con ellos. No le prestaban el balón, lo enviaban a jugar con muñecas y cosas así. Lo peor era que su madre sí le compraba las muñecas. Una vez lo vio llorar bajo el manzano y por reputación lo ignoró. Estupideces de niños. Suspiró ante aquellos recuerdos valiosos y volvió a la cama, quizás al día siguiente le preguntaría a Miyavi qué había sido de ese chico. 

 

 

Al día siguiente se tomó el día libre en el trabajo y durante la mañana ordenó unas cuantas cosas. Sacó la ropa de las cajas y la ubicó en el ropero y en los cajones, sacó también lo necesario para cocinar y hacerse almuerzo, un par de adornos para la sala y dejó el resto para después. Salió pensando en visitar a Miyavi, pero cayó en la cuenta de que seguro estaría trabajando, cosa que así fue cuando llegó a la casa de este y su esposa lo confirmó. Por lo que en vez de visitar a Miyavi decidió visitar aquella casa donde vivía tal chico que no recordaba su nombre. Quizás se encontraría con él. Al llegar a la reja que separaba la calle del patio delantero se vio observado por un enorme perro que le ladraba de forma extremadamente agresiva. Llamó a la puerta montones de veces, pero nadie habría, tan solo el pero le ladraba desesperadamente. En ese momento fue que se preguntó si alguien vivía ahí realmente. Las cortinas estaban cerradas, las ventanas también, no se veía más vida que el perro, el cual además estaba muy flaco, el jardín completamente descuidado, había incluso un vidrio roto en las ventanas de la sala. Suspiró levemente y pensó en irse, pero no alcanzó a moverse cuando repentinamente una mano cayó sobre su hombro, lo cuál le dio un buen susto y volteó rápidamente.

 

 

- Está abandonada hace años Gackt, no sacas nada con llamar, nadie abrirá. -Miyavi sonreía divertido ante el susto que le dio a Gackt.

- Si, ya me di cuenta de eso, ¿Por qué está abandonada? 

 

 

Miyavi cambió de inmediato su sonrisa por una expresión de tristeza, por lo que Gackt no supuso nada bueno y escuchó la historia de Miyavi con un extraño dolor, la cual se le había hecho extraña. El mismo año en que se había mudado de ahí, cuando tenía siete, los padres de Hyde se divorciaron y nunca mas se vio el rostro de su padre. Después, su madre se emparejó con otro hombre, sin matrimonio, solo pareja. Nunca nadie supo muy bien quién era ese tipo, era extraño y se le veía poco. Ahí fue cuando la casa comenzó a verse que decaía, Hyde bajó sus increíblemente sus notas en la escuela y comenzó a decaer en el ámbito anímico. Su madre cayó enferma luego de un año y en pocos meses falleció, mientras que su supuesta pareja se quedó a cargo de la casa y, por tanto, de Hyde. Desde aquello, no se veía a Hyde casi nunca, dejó de ir a la escuela y muy pocas veces se asomaba siquiera a la ventana. La última vez que se le vio fue una noche en la que repentinamente salió corriendo, llorando y gritando de la casa, seguido de aquel hombre que le persiguió quizás hasta dónde. Los vecinos esa noche llamaron a la policía, pero no ocurrió nada. La policía llevó preso al hombre aquella noche, sospechando que quizás había violentado al menor y buscaron a Hyde durante semanas. Nunca más se supo nada de él, pues no volvió, tan solo regresó aquel hombre, solo. Desde entonces que el hombre que se había quedado con la casa se fue de ahí, teniéndola casi abandonada, pues sólo viene una vez a la semana, le da de comida al perro, quizás quién sabe qué hace allí dentro y luego se va. Unos niños una vez lograron entrar a la casa sin que el perro los atrapase y al salir, contaban que durante la noche, se escucha el llanto de una mujer. Después de que Miyavi le contase aquella historia a su amigo y nuevo vecino, Gackt observó al desolado interior de aquel lugar, viendo que el perro ya se había calmado. Aquello era triste, muy triste. Aquello hacía que se arrepintiera por lo mal amigos que fueron con el pequeño Hyde. No era justo para él, nada fue justo. De seguro le tocó muy duro. Ahora Gackt se preguntaba, ¿Dónde había ido Hyde? ¿Tendrá mas familiares que le ayuden? ¿Por qué no se fue con ellos en un principio? Esas y muchas mas eran preguntas que abordaban a cada vecino que conocía la historia. 

 

 

Volvió a su casa prácticamente sin ánimos, aquella historia le había descompensado. Hyde era buen chico después de todo, no merecía una vida como esa. Decidió relajarse un rato y salió al patio trasero. A pesar del descuido, el jardín estaba hermoso. El césped se mantenía en buen estado y no estaba tan largo como en el jardín delantero. Los arbustos estaban mas crecidos que lo que deberían, pero se veían bien. Estaba observando el jardín cuando repentinamente recordó el sótano, lo que cuando pequeño usaba como club y reunía a sus amigos a jugar. Sonrió ante el recuerdo, el cual se volvió amargo al recordar que Hyde jamás entró a ese lugar, pues no se lo permitían. Caminó a un costado de la casa donde había una pequeña reja, la cual separaba el jardín de unas pequeñas escaleras que al llegar abajo terminaban en la puerta del sótano. Bajó las escaleras y se esforzó por abrir aquella puerta atascada, encontrando las cajas y el mismo desorden que dejó antes de partir de aquel lugar. Al parecer los vivientes que usaron la casa después de su familia jamás le dieron uso al sótano. Sonrió ante el recuerdo y cerró la puerta, quizás otro día se daría el tiempo de limpiarlo, pues el polvo flotaba con libertad y le hacía toser. 

 

Al notar que su vestuario estaba lleno de polvo y tela de arañas, entró a la casa con intenciones de cambiarse de ropa. Pero al caminar en dirección a la escalera se detuvo, pues vio a través de la ventana a un hombre, extraño, vestido de negro y bien escondido en el cuello de su chaqueta, entrando a lo que había sido alguna vez la casa de Hyde. No podía negar que aquel tipo le provocaba mucha curiosidad, mucho mas ahora que lo veía con pinta de sospechoso, por lo que se quedó junto a la ventana, escondido tras las cortinas, observando. Estuvo al menos veinte minutos observando la calma y el poco movimiento cuando vio salir al hombre de la casa y se fue. Entonces pensó, si unos niños lograron una vez entrar, él también podría, ¿No? Salió de su casa sin importarle ya la ropa, pues de seguro se volvería a ensuciar en la aventura que pensaba llevar a cabo. Caminó hasta la casa y se acercó a la reja, notando que el perro se encontraba amarrado a su casucha, quizás el hombre volvería, pero no le importó, ya encontraría solución si el hombre volvía y aún seguía allí dentro, por lo que tan solo hizo el esfuerzo de saltar la reja y se quedó tranquilo ante el echo de que incluso cuando el perro intentaba con todas sus fuerzas alcanzarle, no podía. Pensó en revisar el patio trasero en busca de la entrada al sótano, caminó por uno de los costados de la casa, fue en dirección a la misma reja que había en su hogar y bajó las escaleras. Pero la puerta estaba tapada, tenía enormes tablas de madera encima y muy bien clavadas, además de reforzamiento con fierros y cosas extrañas. Intentar abrir aquello era un desperdicio de tiempo y fuerzas. En eso fue que recordó el vidrio roto, volvió al patio delantero y gracias al vidrio roto logró entrar por la ventana de la sala. La casa era un desastre, las cortinas de tan solo mirarlas desprendían polvo. Todo estaba muy mal estado. Adornos y cuadros rotos esparcidos por el piso, una mesa que le faltaba una pata estaba a medio caer en la mitad de la sala, vidrios rotos por todos lados, y espeluznantes manchas de sangre en el piso, las cuales de seguro llevaban ahí mucho tiempo. 

 

 

Un horrible escalofrío le recorrió al ver la sangre marcada en la madera del suelo, lo cual no le traía ninguna buena impresión. Podía imaginarse la razón por la cual Hyde había huido de aquel lugar. Caminó por la sala en dirección a la cocina, donde encontró indicios de vida y orden. Sobre el mesón no había ni un solo poco de polvo, estaba completamente limpio y habían al menos dos o tres platos sucios, recién usados, sobre el quemador, una olla enorme también usada recientemente y en un recipiente que al parecer, sería el basurero, paquetes vacíos de fideos, además de cubiertos en el lava platos. Eso era extraño, ¿Por qué aquel hombre vendría a aquella casa sólo para comer? La curiosidad lo invadió y se decidió a inspeccionar la casa por completo. Subió las escaleras cuidando no dejar ningún rastro de haber estado ahí, entró al primer cuarto. No había nada, estaba completamente desocupado. Tan solo polvo. Salió de ahí y fue al otro cuarto, descubriendo que era el de Hyde. Lo primero que vio al entrar, fueron retratos de personas en todas las paredes. La mayoría de los retratos eran de su madre, todas sonriendo, con ojos amables, siempre hermosa. Luego, en el escritorio, dibujos sin terminar, también de su madre, pero todas sin sonreír, escondida, observando entristecida. Y ya por último, un enorme dibujo en el suelo en el que se veía aquel hombre, observando endemoniado. Y algo que a Gackt le hizo tiritar, era que en el dibujo, el hombre portaba un cuchillo, y junto a este, un dibujo de su madre atada a una silla, gritando. Lo que sus ojos veían no lo podía creer, ¿Hyde había dibujado aquello? Siempre todos supieron de su talento con el dibujo, pero no era posible que dibujara cosas como esa... A menos que las viviera. 

 

 

Salió del cuarto de Hyde con un horror enorme de seguir revisando el lugar, aún así continuó. Entró al cuarto principal y pudo notar un fuerte olor a drogas. Marihuana, cocaína y todas las habidas y por haber. Y nuevamente manchas de sangre en el suelo, el cuarto estaba oscuro, llegaba a dar miedo. Salió de ahí de inmediato, bajó las escaleras y caminó en dirección a la puerta, con intenciones de salir. Pero al sentir el perro ladrar decidió esperar, nadie debía verlo salir de ahí. ¿Por qué? No lo pensó, se adentró por el pasillo junto a la escalera y se escondió en el cuarto de atrás, el que parecía ser la "lavandería", a la cual le faltaba una "lavada". En eso pudo recordar que al ser todas las casas iguales, debería haber en ese cuarto una entrada al sótano. Observó el suelo, había una alfombra, ¿Quién podría una alfombra en un cuarto como ese? Inmediatamente se hizo a un lado y levantó la alfombra, quitándola y haciéndola a un lado. Inmediatamente encontró la entrada al sótano. Ahí en el suelo estaba el tapete que debía levantar y daba la pequeña entrada al sótano. Era bastante pequeña, pero estaba echa para que un hombre pasase por ahí, así que decidió bajar la escalera. 

 

 

Apenas bajó buscó algún interruptor para la luz, pero no había, por lo que debía caminar a oscuras. Aún así se acostumbró rápidamente a la poca y casi nada de luz que había en aquel lúgubre lugar. Lo primero que pudo notar eran las grandes cantidades de botellas de vino almacenadas en enormes repisas. ¿Para qué tanto vino? La madre de Hyde nunca tomaba y mucho menos vino, lo odiaba mas bien, y su padre sólo tomaba vodka, lo sabía bien pues solía llegar borracho y el olor a vodka era evidente. De seguro aquel extraño hombre era el responsable de tanto licor almacenado. Continuó su camino por lo que era el sótano y, repentinamente, se encontró frente a una puerta. ¿Será esa la puerta que daba al jardín? Que él recordara, en su casa no había una habitación en el sótano, y extrañamente esta puerta no tenía seguro y se podía abrir. Apenas abrió levemente la puerta pudo sentir un extraño olor, olor a sexo. Tuvo un muy mal presentimiento de eso. 

 

 

Temeroso abrió la puerta por completo, viendo frente a él algo... Traumante. Una habitación común y corriente en un sótano. Una cama de dos plazas se encontraba en la mitad del cuarto y al rededor, repisas y cosas por el estilo, típicas de una habitación. Lo traumante era que sobre el desorden que había entre las sábanas de la cama, había alguien. Un cuerpo se encontraba ahí, acomodado de costado, dando la espalda hacia la puerta. Al acercarse, pudo notar que estaba vestido con tan solo una enorme camisa, una tal cual a la que traía puesta, pero era tan grande que aquel cuerpo fino y pequeño era tapado hasta al menos la mitad del muslo. Además, tenía cadenas al rededor de sus brazos, inmovilizando a aquel individuo por completo. Por un momento pensó si estaba vivo o no, y al acercarse un poco más a la cama, pudo notar que respiraba. Un muy pequeño respiro de alivio se hizo sonoro en el cuarto, haciendo que el cuerpo de aquel ser se moviera levemente, volteando a ver a quien estaba de pie junto a la cama. Entonces ambos se paralizaron por completo. Gackt pudo ver el rostro de Hyde observarlo anonadado entre sus largos mechones de cabello, mientas que Hyde veía en Gackt su salvación. 

 

Notas finales:

Eso es todo, por ahora.


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