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West Lake por Hisue

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Notas del capitulo:

No tego nada que decir de este cap. Sólo lean XD

Episodio 23


Wade abrió los ojos. Estaba oscuro y se incorporó para ver la hora, algo sorprendido al ver que no eran más de las tres de la mañana. Se sentó en la cama, mirando hacia el frente, sin ver nada en realidad. Habían pasado dos semanas desde el fin del colegio, pero seguía sintiéndose igual que el último día allí. Una mezcla de alegría, dolor y confusión. Se levantó, maldiciendo entre dientes y se paseó por la habitación. Habían muchas cosas que le molestaban. Para empezar, no tener nadie con quién hablar del asunto. La desconfianza que sentía hacia su madre, cuando se preguntaba si ella sabría algo e incluso, aunque le molestara, estaba enojado con Gabriel y, algo más incoherente, con Ericka.


Wade suspiró. Se dio cuenta que se sentía desplazado. Gabriel había confiado en Ericka, pero no en él, que era su supuesto mejor amigo, con quien se suponía que no se guardaba secretos. No entendía por qué. Apretó la mano izquierda, y la abrió. La cicatriz que años antes fuera una marca rugosa en su mano, ahora era sólo una línea más blanca que el resto de su piel, casi desaparecida.


Por primera vez en toda su vida, Wade se sentía inútil, incompetente e insignificante. Se tiró en la cama, cubriéndose el rostro con la mano, sintiéndose todavía peor al recordar que estaba en casa de una de sus tías, con la mayoría de la familia Lorenz presente, en un lugar en que no tenía la menor libertad.


---


Gabriel cruzó el comedor, hacia el estudio. Clay y Elizabeth estaban allí, con una laptop en la mesa, hablando entre risas. El tiempo con ellos le había servido a Gabe para reforzar la primera impresión que tuvo de Clay: el tipo no podía caerle peor. Se sentó en uno de los sofás y sacó su propia laptop del maletín que llevaba.


No se dio cuenta del momento en que Clay se ubicó a sus espaldas, con los brazos apoyados en el respaldo del sofá, mirando la pantalla de la laptop.


-¿No sabes que husmear es descortés?- preguntó Gabriel.


-Lo siento, sólo que hablas muy poco y tenía curiosidad- contestó Clay, con voz amable. Señaló la foto en la pantalla, con una mirada curiosa en su rostro- ¿Quién es el chico?


-Wade- contestó Gabriel, de mala gana.


-¿Wade qué?- preguntó Clay. El chico de la foto era apuesto, casi como Gabriel, con la diferencia que sonreía y sus ojos, de un gris claro, se veían más amables. Mientras se esforzaba por ver mejor la foto, decidió que era más atractivo que Gabriel.


-Lorenz.


-¿Lorenz? Claro, escuché de ellos. Son los mayores socios de tu familia, ¿no?


-Ahora que lo sabes, ¿dejarías de espiar?- dijo Gabriel, esforzándose por dar a su voz una entonación amable.


-Claro, si me das el mail de Wade. ¿Ese es su facebook?


-No.


-¿No a qué?- Gabriel suspiró, armándose de paciencia.


-No puedo darte su mail, no le gusta aceptar a gente que no conoce. Y no, no es su facebook, ni siquiera tiene- contestó.


-Vaya, es raro que un chico de nuestra edad no  tenga face. Bueno, no importa. Te mandaré a avisar cuando sirvan el almuerzo.


Gabriel asintió y lo siguió con la mirada hasta que salió del lugar. Cerró la página y revisó su correo. Wade no  estaba conectado y además, no contestaba el celular. Le molestaba no tener con quien hablar y aunque podía llamar a Mike, no le parecía correcto llamarlo a cada momento como una novia celosa. Tampoco es que tuviera celos, sólo le preocupaba la posibilidad de que Mike encontrara a alguien estos meses.


Bufó, fastidiado por el pensamiento y cerró la laptop justo en el momento que una mujer vestida con el uniforme de la servidumbre entraba en el estudio.


-La comida está lista, señor Barnett- dijo y Gabriel asintió mientras se levantaba. Aún no se acostumbraba a que le llamaran “señor”. En su casa, las chicas de servicio lo conocían desde niño y en el peor de los casos sólo eran un poco respetuosas. Caminó hasta el comedor, en donde Elizabeth, Clay, Harvey Harris y una mujer de poco más de treinta años estaban sentados. Gabriel había visto a esa mujer un par de veces en el mes que llevaba allí y tenía entendido que era la abogada del señor Harris.


-Buenas tardes- saludó, sentándose en el lugar que le correspondía en la mesa, que para su pesar era al lado de Clay, pensando en las comidas en su propia casa, que habitualmente (cuando no estaba su padre) eran dentro de la cocina, acompañado por Julie.


-Estuviste muy callado en el almuerzo- le dijo Clay, siguiéndolo mientras Gabriel subía las escaleras rumbo a su cuarto. Este se giró para contestarle, pero el tono de su celular lo interrumpió. Gabriel sacó el celular de su bolsillo, reconociendo el tono que indicaba que era Wade quien llamaba y contestó apresuradamente, sin preocuparse de Clay, que seguía parado dos escalones debajo de él y lo miraba, curioso.


-Hey, ¿Por qué no contestabas el celular?- preguntó.


-Hola, Gabe, ¿Cómo estás? Yo también te extrañé mucho- dijo Wade, con voz cínica. Gabriel esbozó una sonrisa.


-¿Dónde estás?


-Aún en Viena- la voz de Wade sonaba aburrida y Gabe notó un leve dejo de tristeza en ella. Miró a Clay, que seguía parado en la escalera y bufó, fastidiado.


-Si me disculpas, voy a contestar- le dijo Gabriel, mordazmente, para después subir de dos en dos las escaleras hasta el segundo piso. Cerró la puerta de su habitación antes de seguir hablando.


-Disculpa, estaba escapando- escuchó a Wade reír un poco.


-¿De quién?


-Un tipo que vive aquí. Es un idiota insoportable- dijo Gabe- ¿Cómo va todo por allá?


-Oh, perfecto. Sólo tengo que soportar a unas viejas chismosas a las que les encanta narrar la historia de la miserable vida de mi madre, y por consiguiente, la mía. Deberías escuchar las cosas que inventan, serían buenas escritoras de novelas. ¿Y tú qué tal?


-Bien, si te gustan las cenas sociales y eventos de caridad.


Wade observó por la ventana de su habitación. Ya no aguantaba estar un segundo más en esa casa, pero por el momento debía quedarse. Por la voz de Gabriel, se notaba que él no estaba en mejores condiciones.


 -¿Y Mike?- preguntó, curioso. Una parte de él se moría por decirle que ya sabía que Isabelle estaba viva y reclamarle por no haber confiado en él, pero no mencionó ni una palabra. Si Gabe había “omitido información”, él no tenía porque contarle nada tampoco.


-Está bien, por lo que sé- contestó- Hablamos en la mañana.


Gabriel  hizo una mueca de extrañeza. Le intrigaba que Wade no lo hubiera acosado a preguntas sobre el lugar en donde estaba y lo que le pasaba, como haría en un día habitual. A decir verdad, sonaba un poco ido.


-Hey, tengo que salir- dijo Wade- sólo espero que no me lleven a ver de nuevo pinturas de puntos.


-Suerte con eso- dijo Gabe, a modo de despedida. Seguía con la sensación de que a Wade le pasaba algo, pero si le preguntaba lo más probable era que lo evadiera de alguna forma. Si de por sí era difícil obtener una respuesta sincera de él hablando cara a cara, hacerlo por celular era imposible.


---


-Pásame eso- Mike alzó la cabeza al escuchar la voz de su tía. Era una mujer de estatura media y cabello castaño largo hasta los hombros. Estaba vestida con unos jeans y una camiseta y trasteaba en la cocina, intentando hacer algo de comer.


-¿Qué cosa?- preguntó Mike, mirando a los lados.


-La lata de atún. La dejé en la mesa.


-No necesitas esforzarte, Lucy- dijo Mike. No recordaba haberle dicho “tía” una sola vez a la cara. Era hermana de su padre. La mayor parte de veces, Mike no entendía porque ella se había quedado con su madre, cuando su padre los abandonó y ella sólo era una niña- Yo puedo cocinar.


-Michael, por favor. He cocinado mi propia comida mientras no estabas y Angie trabajaba- Angie era el nombre de su madre. Mike sonrió, negando con la cabeza.


-No pareces haber mejorado mucho- dijo. Lucy bufó, abrió la lata de atún y la tiró en la sartén, revolviendo mientras hablaba.


-Oye, ya tienes que hablarme de tu cole, vamos, entra en detalles. ¿Cómo es?


-Grande- empezó Mike- Muy lujosa. Hay un baño por cada habitación, una cafetería, un gimnasio. Lo mismo que en cualquier escuela sólo que grande y lujoso.


- Vamos, yo me refería a la gente. ¿Cómo te fue?


-Bien- contestó Mike, sonriendo mientras Lucy servía arroz y atún en dos platos y los llevaba a la pequeña mesa de madera. Sacó una jarra de jugo de naranja de la nevera y se sentó, examinando a su sobrino.


-¿Y los chicos?


Mike se atragantó con el jugo y tosió mientras Lucy sonreía.


-Bingo- dijo ella, alegremente-¿Pasó algo con alguien?


Mike se sonrojó. Solía confiar en ella, pero aún no se había atrevido a hablarle de Gabriel. Asintió con la cabeza, esperando que ella dejara pasar el asunto. Su madre entró a la cocina y Lucy se levantó para servirle, mientras Mike la saludaba. Que su madre estuviera aquí evitaba que su tía le hiciera preguntas. Su madre seguía intentando convencerlo de que no había nada bueno en que le gusten los hombres.


Mike las observó hablar mientras comían, con una sonrisa en el rostro. No se había dado cuenta de lo mucho que las había extrañado, pero aunque estaba feliz de estar en casa, no podía evitar sentirse triste. Gabriel lo había llamado todos los días en las noches, pero para Mike eso no era suficiente. Movió la cuchara en su plato, recordando los momentos en el instituto a su lado y sintiéndose desdichado.


-Estás enamorado- sentenció Lucy, mientras caminaban por el supermercado.


Mike no se molestó en negarlo, no podía mentirle a su tía.


-¿Cómo es?- preguntó ella. Mike miró hacia a un lado y Lucy sonrió, divertida- Por lo menos dime que es guapo y tiene dinero- soltó una risa y Mike la miró por debajo de las pestañas, sin poder creer que ella, que solía distinguirse por su completo desinterés por las clases sociales, dijera eso.


-Vamos, estaba bromeando- siguió diciendo Lucy.


-Bueno, es rico- dijo Mike- Y guapo- lo dijo en un susurro recordando el verde de los ojos de Gabe y el tacto cálido de sus manos sobre su piel. Se mordió los labios, agradeciendo que su tía estuviera ocupada viendo precios de los aceites.


-Cada vez estamos peor- murmuró- Si seguimos así no llegaremos a fin de mes.


Mike regresó a la realidad, cambiando su expresión soñadora por una de preocupación.


-Conseguiré un trabajo, aunque sea de medio tiempo.


Lucy regresó a verlo.


-Angie se enojará. Quiere que te dediques a tus estudios.


-Estoy de vacaciones. Mi mamá se veía muy cansada hoy- Mike bajó la mirada, algo culpable. Él había vivido bien, rodeado de lujos durante parte del último año, pero  ni su madre, ni su tía habían escapado de su realidad.


-Vamos, cuéntame más. ¿No me vas a decir cómo se llama?


-Gabriel. Asi se llama- Lucy observó la sonrisa boba de su sobrino. Consideraba que era un buen chico, pero creía que era demasiado ingenuo. No quería verlo sufriendo o desilusionado. Sólo esperaba que las cosas le siguieran yendo bien en ese instituto de ricos al que iba.


---


Wade se masajeó el puente de la nariz, parpadeando. No le gustaban las computadoras, pero la biblioteca en casa de su abuela estaba en una condición deprimente, como si no hubiera sido abierta en años, cubierta de polvo y desordenada, así que había decidió leer algo en su laptop. Le dolían los ojos y cerro el documento que tenía abierto, para después entrar al explorador de internet. Estaba conectado al mail, pero no tenía muchos contactos y no hacía ningún esfuerzo por conseguir los mails de sus amigos. Además, no sentía ganas de hablar con nadie. Su mente se perdió en los recuerdos de ese año fatal en que Isabelle había muerto. Apoyó la cabeza en la mesa, olvidando la laptop a su lado, con una mirada triste de la que no era consiente en su rostro. Recordaba ese día, el día del funeral, pero no solía pensar en eso. Lo recordaba como si lo hubiera visto en una película, una cosa lejana en la que él apenas participaba. Pero recordaba claramente el momento en que todos dejaron el cementerio. Recordaba a Gabriel, todavía un niño, parado dos pasos delante de él. Un niño que no había derramado una sola lágrima hasta ahora. Hasta que él se le acercó y Gabe se dio la vuelta y apoyó las manos en sus hombros. Wade recordaba claramente el temblor que sintió a través de las manos de Gabe, la desolación que nunca antes había visto en sus ojos y recordaba haberse sentido inútil, tal y como se sentía ahora. Gabriel había llorado ese día, con el rostro oculto en el pecho de Wade, ahogando sus sollozos y sus gritos y Wade no había podido hacer nada para consolarlo.


-Mierda- susurró, levantándose. Deseaba tener alguien con quien hablar, pero Julie nunca le contestaría el teléfono y era un tema muy delicado. Por encima de todo, era un tema que Gabe quería que permaneciera en secreto y la única persona que lo sabía era Ericka, pero ella no le hablaba desde su conversación en el colegio. Escuchó el sonido de su celular y lo ignoró. Harto de escucharlo, lo cogió y retiró la batería, tirándolo en la mesa del escritorio, para después buscar su Ipod entre sus cosas, ponerse los audífonos a todo volumen y tirarse en la cama.


---


Clay observó a Gabriel salir de la sala hacia la cocina. Estaba sentado en el sofá, sin nada que hacer y se sentía algo aburrido. Sintió a su prima sentarse a su lado.


-Veo que estas desilusionado- dijo ella. Clay la regresó a mirar sonriendo. Su huésped era amable, al menos lo era con Beth y con la  servidumbre y por supuesto, con su tío, con quien solía jugar ajedrez. Clay había visto a Gabriel perder una vez tras otra con una sonrisa que sólo se podía calificar como demasiado tentadora, alabando de forma discreta a su tío y mostrándose dispuesto a aprender, mientras hablaba de un chico becado que le había enseñado a jugar.


-Un poco. No sé… me molesta que ni siquiera finja que le intereso.


Elizabeth empezó a reír. Pensaba que su primo era sólo un niño caprichoso, pero eso no impedía que lo ayudara en todo lo que este le pidiera.


-Bueno, tal vez sea hetero, ¿sabes?- dijo y Gabriel regresó a la sala, con un porción de pastel de chocolate en un plato.


-Invítame- pidió Elizabeth, acercándose al sofá en donde Gabriel se había sentado. Este le tendió la cuchara y ella abrió la boca, notando la leve sonrisa de Gabe y el color de sus ojos. Entendía porque le gustaba a su primo. Regresó a su lugar, junto a Clay y Gabriel empezó a comer.


-Hey- dijo Clay- Has visitado Londres, pero hay una cosa que te falta ver.


Gabriel alzó los ojos, enarcando una ceja y Elizabeth suspiró, como si supiera que fuera a decir.


-Tenemos que ir a ver un partido de futbol- Clay sonrió de manera deslumbrante y Gabriel siguió comiendo. Había escuchado hablar del soccer, pero no entendía porque le llamaban “futbol” si, por lo poco que había visto, no se parecía en nada al futbol.


-Tenemos un palco en Standorf Bridge- estaba diciendo Clay- y este fin de semana juegan el Chelsea contra el Arsenal.


-Bueno- dijo Gabriel. Le gustara o no, tenía que llevarse bien con los Harris y había notado en sus conversaciones con Harvey Harris que este tenía especial preferencia por su sobrino, por encima de Elizabeth, que era su hija. Observó a Clay, que sonreía, complacido, mientras Elizabeth le dirigía una mirada que parecía ser de lástima.


Gabriel volvió a suspirar, esta vez mientras abría la puerta de su cuarto. Le parecía que el tiempo pasaba demasiado lento, como si las horas se arrastraran con desidia y los segundos se alargaran. Mike le había contado que estaba trabajando para ayudar a su madre, por lo que no podía llamarlo tan seguido. Wade no contestaba el celular y las veces que había hablado con Ericka esta parecía enojada por alguna razón, que ni Katherine conocía. Tomó su celular y una casaca de color blanco, antes de volver a salir y mirar sorprendido a su padre en la sala.


-¿Vas a algún lado?


-Un partido, con Clay- respondió Gabriel. Clay apareció en la escalera.


-Le voy a enseñar a su hijo que nuestro futbol es mejor que el suyo- dijo. No parecía intimidado por Barnett y eso sólo hizo que Gabriel aumentara su irritación hacia él.


-Entonces, que se diviertan- Gabriel caminó hasta la puerta, ignorando la mirada enojada de su padre y espero a Clay fuera de la casa. Hacia frio y se subió el cierre de la casaca, recordando de repente y sin que viniera al caso, el sueño que había tenido la noche pasada. Soñaba con Mike. Mike con los labios entreabiertos, dejando escapar su nombre entre jadeos entrecortados, tocándolo, rozando su piel con la yema de sus dedos. Se pasó un dedo por sus labios, recordando el sabor de la boca de Mike y la sensación cálida de su lengua. Lo extrañaba demasiado.


Clay llegó hasta su lado y lo observó con una sonrisa.


-¿Debo asumir que recuerdas a alguien?- preguntó, jugando con las llaves de un auto.


Gabriel metió las manos en los bolsillos de la casaca, borrando de su mente a Mike. No podía pensar en él con la odiosa presencia de Clay delante.


-Asi es- contestó- ¿Nos vamos?


Clay asintió en respuesta y Gabriel se mantuvo callado mientras llegaban al estadio, observando con algo de curiosidad el campo que se veía a metros debajo de ellos. En el palco sólo estaban ellos dos y Gabe miró hacia abajo, tratando de voltear a ver a Clay.


-¿Puedes contestarme algo?- preguntó este. Gabriel se giró a verlo y vio que retiraba una cajetilla de cigarrillos del bolsillo de su abrigo. Asintió mientras Clay sacaba un encendedor y encendía un cigarrillo- No te caigo bien, ¿verdad?


-No, no me caes bien- dijo, metiendo las manos en los bolsillos de la casaca. Clay se recostó en la pared del palco, con una media sonrisa en el rostro- ¿Acaso yo te caigo bien?


Clay lo pensó durante un momento. No podía mentirse a sí mismo, que alguien fuera apuesto no significaba que inmediatamente se sintiera atraído por ese alguien. Y después de pasar un mes viviendo con Barnett podía decir que no le caía bien. Consideraba divertido molestarlo, pero nada más.


-No, para nada- respondió. Gabriel apoyó la espalda en la ventana de cristal del palco.


-Entonces, ¿a que vino esto? ¿Por qué invitarme?


-Debes saberlo. Todo es sobre la posición. Tu familia será el apoyo que la mía necesita para gobernar el mercado local. Y también debes saber que muchos de esos acuerdos comerciales se venden fuera de una oficina.


Gabriel sonrió, dándose la vuelta y observando, algo extrañado, el campo de futbol.


-No haré nada que pueda hacer peligrar el acuerdo que planea mi tío- siguió diciendo Clay, acercándose a Gabriel y mirando al campo- Aunque debo decir que tú no pareces muy contento con estar aquí.


-Es porque no lo estoy- Gabriel se apartó, arrugando la nariz ante el olor del cigarrillo.


-¿En dónde quieres estar?


Gabriel meditó un rato. Pensó en su casa, pero esta sin Julie y Wade allí, sólo eran paredes frías, espacios demasiado grandes y vacios. Se encontró  recordando los pasillos de la escuela y esbozó una sonrisa. Que considerara “hogar” al colegio, decía mucho de su familia.


-En cualquier otro lugar- respondió. En ese momento, ambos equipos ingresaban y Gabriel se distrajo con las explicaciones de Clay sobre las reglas y las jugadas. Cuando el partido terminó, llegó a varias conclusiones. La primera, que le interesaba un comino el soccer. La segunda, Clay, con su insoportable tono de superioridad, le caía peor que antes y la tercera, deseaba más que nunca regresar al colegio.


---


-¿Un juego de futbol?- Mike se dirigió a la cocina, sosteniendo el celular en una mano. Era domingo en la mañana. Bostezó, mientras escuchaba a Gabriel hablar.


-Sí. Me invitaron, pero no lo entendí mucho. Sólo mucha gente corriendo detrás de un balón.


-Suena divertido- comentó Mike, mientras abría la nevera con una mano y sacaba un tarro de leche.


-¿Qué estás haciendo?


-Preparo el desayuno. Aunque no hay muchas cosas- dijo. Se apoyó en la mesa de la cocina y siguió hablando, casi sin pensar- He conseguido un trabajo, para ayudar a mamá, aunque ella se molestó por eso. Pero aún asi,  tuvo que aceptarlo. Las cosas están cada día peor.


Gabriel se quedó en silencio. Sus problemas y los de Mike estaban a un mundo de distancia. No le pareció correcto empezar a quejarse por estar en un lugar al que le habían obligado a ir, cuando Mike tenía que trabajar para sobrevivir. Sintió punzada de culpa en la boca del estomago.


-Vaya- dijo- Me gustaría hacer algo para ayudarte.


La voz de Gabriel había bajado de tono una décima y Mike sonrió.


-No te preocupes. Estoy bien, a pesar de todo.


-Eso espero. Te extraño, ¿sabes?


Mike se sonrojó. Sus manos temblaron, mientras sostenía una jarra de plástico. Intentaba no pensar en cuanto extrañaba a Gabe, porque pensaba que si dejaba salir todo lo que sentía, se derrumbaría.


-También yo- dijo, en un susurro- Gabe, te llamo más tarde, ¿está bien?


-Bien- contestó Gabriel- Buenas noches.


-Es de día aquí.


-Lo sé- contestó, divertido. Mike se imaginó la sonrisa de Gabriel y volvió a sonrojarse. Dejó el celular en la mesa y se apresuró a preparar el desayuno. Cuando dejó las tazas sobre la mesa, descubrió a Lucy mirándolo, apoyada en la puerta.


-¿Era el chico rico y guapo?- preguntó, con una sonrisa pícara en el rostro.


-¿Desde cuándo estas allí?- preguntó Mike, un poco a la defensiva.


-Un rato- dijo Lucy, acercándose a la mesa- No te molestes, escuché por casualidad.


Miró a su sobrino, que tenía la mirada baja y parecía desanimado de repente.


-¿Qué te pasa?- preguntó y Mike negó con la cabeza.


Comió rápidamente y se encerró en su cuarto, dejándose caer en la cama, hundiendo el rostro en la almohada, recordando su habitación en el instituto, recordando las veces que Gabe había dormido en la cama ubicada a su lado, recordando su cuerpo.


Su mano derecha se deslizó hacia abajo, tocando su abdomen  y ahogó un gemido cuando rozó su entrepierna. Imaginó la voz de Gabriel, sonando cerca de su oído, pronunciando su nombre mientras lo masturbaba y se mordió los labios, mientras su mano se movía más rápido y sus caderas empezaban a seguir el ritmo de su mano.


-Dios- susurró Gabriel. Estaba apoyado en la pared del baño, con el brazo derecho  sobre sus ojos y la mano izquierda en su miembro. Sus ojos cerrados veían a Mike, gimiendo debajo de él, temblando mientras embestía en su cuerpo- Ahhh- gimió al terminar, ahogando el sonido de su voz en su mano, con la que se cubrió la boca.


Cuando volvió a su cuarto, se tiró en la cama, mirando la fecha en la pantalla de su celular. El tiempo de las vacaciones se le iba a hacer muy largo.


---


Wade bostezó mientras bajaba las escaleras. Su madre charlaba con su  abuela en la sala y ambas se giraron a mirarle cuando este se paró a un metro de ellas.


-Te lo he dicho durante todo el mes, Joanna- dijo su abuela, dirigiéndose a su madre. Wade observó su cabello rubio, teñido y las muchas arrugas que poblaban su rostro- El chico debe cortarse el cabello.


-El chico no quiere cortarse el pelo- dijo Wade, cansinamente, para después mirar a su madre- ¿Ya está todo listo? Se supone que nos vamos hoy.


-Tus maletas ya están en el coche- dijo ella- Espera afuera, debo hablar con tu abuela.


Wade asintió y se fue.


-Es un chico impaciente. Me recuerda a ti cuando eras joven- La madre de Wade sonrió, mirando el lugar en donde antes estuviera parado su hijo- ¿Te preocupa algo?


-Nada importante. Sólo que Wade parece diferente.


-Le pasa lo mismo que a ti. No cumplen lo que quieren y actúan como si el mundo se estuviera derrumbando. Es más que seguro que es tu hijo.


Joanna sonrió, un poco divertida por los regaños velados de su madre. Se despidió de ella y fue hasta la salida, en donde Wade la esperaba apoyado en la limosina. El chofer se acercó y le abrió la puerta y ella entró, seguida de su hijo.


-Tienes razón- dijo, apenas Wade se acomodó en el asiento- Tampoco me gusta venir aquí.


Wade sonrió, complacido, aunque su sonrisa vaciló un poco cuando empezó a sonar música de Bach, a la que su madre era aficionada. Sacó su Ipod y se puso los audífonos, observando su reflejo en la ventanilla del auto. Decidió que era hora de cortarse el cabello.


-¿Sabes? No entiendo porque insistías tanto en venir, si no querías.


Su madre apoyó el rostro en su mano, mirando a Wade.


-Así es como tienes que jugar, Wade. Lo entenderás cuando madures.


---


Ericka cerró los ojos y se acostó en el piso, disfrutando del sol sobre su piel. Agradecía estar sola en casa, porque podía pasar de ser comparada todo el día con sus hermanos, recordándole lo que no podía tener.


-Señorita- dijo una voz suave. Ericka abrió los ojos de mala gana y vio a una mujer mayor que la llamaba.


-¿Si?


-Un joven la busca.


-Pues dígale que no estoy.


-Insistió mucho. La espera en la sala.


Ericka suspiró,  se levantó y se quedó quieta un momento, decidiendo si ir con el traje de baño que llevaba puesto o ponerse algo más. Decidió que era mejor ponerse algo más. Cogió un short que había dejado allí y se lo puso, junto con una camiseta ajustada. Soltó otro suspiro cuando vio a Wade, sentado en el sofá.


-Hey- dijo este, sonriendo- ¿Cómo estás?


Ericka lo atravesó con una mirada de enojo, que como siempre, no tuvo el menor efecto en Wade. No quería hablar con él, no quería verlo y no quería pensar en que era tan cobarde que se escudaba en la amistad que decía sentir por ella para no admitir lo que sentía.


-Estaba bien, hasta hace como veinte segundos. ¿Acabas de regresar?


-Asi es. Vamos, no te enojes tanto. Sólo vengo a saludar a una amiga.


Ericka sintió que una punzada helada le atravesaba el corazón. En los labios de Wade, odiaba la palabra “amiga”. Lo observó un rato y decidió que estaba diferente, no por el cabello corto que lucía ahora, sino por sus ojos. Estaban ausentes. Se preguntó que le había pasado y se mordió la lengua para no preguntar.


-Tráenos algo de beber- le ordenó a la mujer que había permanecido cerca y se sentó en frente de Wade- Bien, ¿Cómo te fue?


-Más o menos. Imagínate un mes en compañía de viejas locas.


-Sí, lo imagino, pero son tu familia, ¿no? Deberías respetarlas al menos.


-Vale, vale. ¿No has salido de viaje?


-Fui a Roma unos días, pero nada más. Kathy llamó desde El Caribe. La está pasando bien.


-Sol, playas, mar, chicas en bikini. Debe ser el paraíso- Wade sonrió. Quería sacar el tema de Gabriel, pero no se le ocurría como. Miró a Ericka. Ella lo sabía, lo había sabido durante todo el año y no le había mencionado ni una sola palabra. Se mordió el interior de la mejilla, sintiéndose irritado e irritado por sentirse irritado.


-Si- dijo Ericka, mordazmente- Sol, playas, mar y chicos semidesnudos.


Wade entornó los ojos y luego se echó a reír. Ericka lo miró, pasmada y negó con la cabeza. No entendía para nada lo que pasaba por su cabeza.


-Salgamos a bailar hoy- Ericka siguió mirándolo pasmada. Pasó una mano por su rostro y se encontró asintiendo antes de poder hablar.


---


Mike caminaba lentamente rumbo a su casa. Empezaba a anochecer y se distrajo observando las casas, los departamentos y las paredes manchadas de grafittis. Reparó en los dibujos nuevos que le se habían agregado durante su ausencia y de repente, algo lo golpeó en la cabeza. Mike se giró, con la réplica en la punta de la lengua, pero se congeló. Por un momento, pensó que veria a Alan, pero se encontró con unos ojos oscuros que refulgían, divertidos. Mike retrocedió dos pasos. Comparados con los de Detroit, los matones de West Lake eran mansas palomas.


-¡Vaya, vaya!- exclamó el chico- Miren quien regresó.


Su voz sonaba divertida y hasta algo musical.


-El chico estrella de la clase. ¿Por qué no avisas?


Mike retrocedió otro paso. Se preparó para correr, pero aun no lo hizo.


-No tenía porque avisar nada- masculló, enfrentándose a la mirada burlona del otro.


-Diablos, Mike, extrañaba tu carácter- el chico se echó a reír- Eres muy valiente, para ser, ya sabes, marica.


Mike ahogó la nueva réplica que le llegaba a la boca y en vez de eso, se giró rápidamente y echó a correr. Sintió que el chico corría detrás de él y una angustia que había olvidado lo invadió. Asi era vivir en las calles de Detroit cuando todos saben que eres homosexual. Nada de las frases rebuscadas para herir que usaban en el instituto. Aquí podían molerlo a golpes sólo por atreverse a contestar. El chico lo alcanzó y le cogió por la solapa de la camiseta y Mike apretó los labios, sintiéndose perdido.


-¡Hey!- gritó alguien. Mike alcanzó a ver a un hombre de piel oscura, joven, caminando hacia ellos- ¡Deja al chico!


Sin detenerse a preguntar quién era, Mike volvió a correr. Pasó al lado del hombre, susurró un “gracias” y no se detuvo hasta que llegó a su casa.


-¿Qué te pasó?- preguntó Lucy, alarmada, acercándose a él. Mike se recostó en la pared, intentando recuperar el aliento.


-Nada- jadeó- Sólo me crucé con Derek.


Lucy apretó los labios, ahogando una maldición. Angie entraba a la sala y escuchó el nombre.


-¿Derek? Hijo, te he dicho mil veces que no te acerques a esos chicos.


-Yo no lo busqué, mamá- reclamó Mike- Me vio y sabes como es.


-Es un pandillero, eso es. Me alegra que regreses a West Lake- apuntó Lucy, negando con la cabeza.


Angie suspiró, acercándose a su hijo y tomándole el rostro entre las manos.


-Mamá, estoy bien- protestó este, intentando apartarse.


-Me preocupa todo esto. Esos chicos son peligrosos. Este barrio es peligroso- añadió, soltando el rostro de Mike- Vamos, ven a cenar.


Angie sonrió y Mike le devolvió la sonrisa, sabiendo que el que su madre mencionara la cena, significaba dejar de mencionar su encuentro con Derek. Mike la siguió hasta la cocina. Derek había sido su compañero en la escuela, miembro del equipo de baloncesto y, como decía su tía, un delincuente. Mike solía estar entre sus víctimas favoritas, aunque la mayor parte de veces escapaba indemne. El celular de Mike, que estaba sobre la mesa, vibró y Lucy estiró la mano para contestar.


-¿Hola?- preguntó, ignorando la mirada acusadora de Mike y apartándose de la mesa. Mike la siguió, intentando quitarle el celular.


-¿Hola?- le respondió una voz masculina. Lucy enarcó una ceja- ¿Me puedes pasar a Mike?


-Oh, lo siento, está ocupado. Soy su tía- se presentó, mirando a Mike con una sonrisa.


-Lucy, devuélvele el celular- dijo Angie, observándolos. A veces, le parecía que tenía dos hijos en vez de uno.


 -Bueno, entonces dígale que llamó Gabriel, por favor- Lucy entornó las cejas. Ese era el tal Gabriel al que Mike había mencionado. Su voz sonaba educada, pero un poco fría.


-Espera, ya te lo paso- dijo, sonriendo y tendiéndole el celular a Mike- Es Gabriel, dice.


Mike se mordió el labio inferior, tomó el celular de manos de su tía y fue hasta la sala. Lucy se sentó en frente de Angie, que tenía una expresión preocupada en el rostro.


-¿Sabes quién lo llama?- preguntó. Conocía lo suficiente a su hijo como para notar el rastro de rubor que le había subido al rostro al escuchar el nombre y la causa de eso.


-Están saliendo- informó Lucy- Pero no te preocupes por él. Que Michael se vea frágil, no quiere decir que lo sea. ¿Ha sobrevivido aquí, no?


-No es sólo eso lo que me preocupa. No quiero verlo sufriendo por algún niño mimado que no sepa valorarlo.


Lucy hizo una mueca. No podía opinar al respecto, puesto que no conocía al tal Gabriel.


-Estará bien- fue lo único que se le ocurrió decir- Tómalo por el lado amable. No tendrás problemas por chicas embarazadas.


Angie frunció el ceño, sin apreciar la broma y la furia en su rostro congeló la risa de Lucy, que se rascó el cuello, nerviosa y empezó a comer sin levantar los ojos.


-Hola, lo siento- dijo Mike, acariciándose el brazo con la mano que tenía libre.


-¿Esa era tu tía?- preguntó Gabriel. Su voz tenía un tinte de diversión que animó a Mike.


-Sí. Nunca se comporta de acuerdo a su edad- rió un poco, pasando la mano por su cabello.


-Sonaba algo precavida- Gabriel rió también- ¿Cómo has estado?


-Bien- contestó Mike, asumiendo que no había ninguna necesidad de contarle el incidente con Derek- Es raro que llames a estas horas, ¿pasó algo?


-No- Gabriel bajó el tono de su voz, convirtiéndola en un susurro grave- ¿No puedo llamarte?


-No… no es eso…


-¿O no quieres?


-¡No! O sea… - Gabriel rió, divertido por la turbación de Mike- Sabes lo que quiero decir.


-Sí, perdón por molestar.


-No es molestia- dijo- Bueno, un poco, pero puedo soportarlo- se mordió el labio para ahogar una risa.


-Ah, vaya. ¿El chico becado sólo me soporta?- dijo Gabriel- No me digas. Sales conmigo sólo por conveniencia. Mis amigos siempre me lo advirtieron.


-¿Qué amigos?- preguntó Mike, con un tono inocente y escéptico a la vez. Ambos soltaron a reír.


-Aunque no lo creas, tengo amigos- dijo Gabriel, conteniendo sus risas- Hey, tal vez no llame mañana. No encuentres nadie interesante por allá, ¿quieres?


Mike se mordió el labio. El tono de Gabriel volvía a ser grave y bajo y lo hizo sonrojarse.


-No podría- susurró- Quiero verte- agregó, sintiendo que su voz temblaba.


-Y yo. Adiós, Mike.


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Wade observó las maletas ya hechas en la cama de su habitación. No podía decir que habían sido unas buenas vacaciones, pero tampoco tenía ganas de regresar al colegio. No ahora, por lo menos. Se puso una chaqueta y bajó hasta la sala.


-Mandaré tus cosas al colegio hoy- le informó su madre- ¿Cuándo te vas?


-Hoy. Llegaré antes y veré al viejo.


-Wade, algún día debes olvidar esa costumbre tuya  de entablar amistad con la servidumbre- dijo ella. Sabia de sobra quien era “el viejo” y le irritaba pensar que su hijo considerara del mismo nivel a alguien que toda su vida había sido un conserje.


-Ya, ya, lo tendré en cuenta- dijo Wade, saliendo de la casa. La idea de ir al colegio seguía sin gustarle, pero las clases empezaban y debía hacerlo. Wade suspiró y subió a su auto.


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