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West Lake por Hisue

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Notas del capitulo:

Hola, otra vez. Al final decidí tomarme la semana de descanso. Como no se me ocurre nada que decir, no diré nada XD. Hasta la próxima semana. 

Capítulo 43

 

Ericka escondió las manos en los bolsillos de su chaqueta, mirando el reflejo de la luz de los focos sobre la piscina. No habían muchas razones para estar allí, excepto Bryan. A ella misma se le hacía raro el que siguieran viéndose y que se llevaran bien, a pesar de todas sus diferencias. Él llegó después de un rato y le ofreció una barra de chocolate. Ericka aceptó por cortesía, no porque le gustaran.

-¿Cómo ha ido el día?

-Bien -contestó. No había pasado nada especial ese día, las cosas estaban tranquilas después que Wade y Gabriel decidieran dejar de pelear. Ericka suspiró, desanimada. Wade, era el problema. Para nadie era un secreto que él y Adriana tenían algo más que una amistad y a ella no debería importarle, pero el saberlo no evitaba la incomodidad que sentía las pocas veces que le había visto compartir besos con ella por los pasillos. Ni siquiera estaba segura si era porque Wade le gustaba o porque no quería perder ese lugar como única persona cercana a ellos.

-No suena a nada bien -replicó Bryan. Ericka regresó a verlo.

-Sólo estoy aburrida -contestó.

-Eso se nota -ella se encogió de hombros. Tampoco estaba segura con respecto a él. Sabía que ella le gustaba, notaba la forma en que la miraba. Era extraño, sentirse observada así, saber que podía estirar el brazo y besarlo. Ladeó la cabeza, esbozando una sonrisa de burla. Bryan la observó, extrañado-. Supongo que estarías más feliz si no tuvieras que verme.

Ericka alzó la cabeza, frunciendo el ceño, sin entender a qué venía eso, cuando estaba hablando con él más que con cualquier otra persona. Excluyendo a Katherine.

-Me dijiste que querías ingresar a la universidad -dijo.

-Sí. Pero no este año. Quiero juntar algo de dinero antes, no soy tan listo como para ganar una  beca. Lo haré el próximo año y dejaré de venir. Ya no tendrás que verme.

Ericka se sentó en cuclillas y estiró una mano, para tocar el agua.

-Y asumes que estaré feliz de no verte.

-¿No es así? -preguntó Bryan. Ericka no era como las chicas que solía frecuentar. Era mejor confrontarla y decirle la verdad, que halagarla o tratar de apelar al romance. Era raro, porque aunque a la vez era le incomodaba, Bryan se sentía mejor así, sin tener que fingir ser un romántico o lo que sea para atraerla.

Ericka se levantó. Lo miró a la cara, con las manos aún metidas en la casaca gris que llevaba. Llevaba el cabello suelto, y Bryan no pudo evitar estirar una mano para coger un mechón rojo entre sus dedos. Ericka desvió la vista, observó su cabello entre los dedos de Bryan. Cada vez pensaba más seguido que podía hacerlo, besarlo y probar. Probar si sentía algo. Nunca se atrevía. Se acercó un par de pasos y se puso de puntillas para rozar los labios de Bryan antes de poder arrepentirse. Él no reaccionó, al parecer demasiado sorprendido, pero antes que ella se apartara, abrió los labios y le tomó el rostro, convirtiendo el roce en un beso. Ericka controló el impulso de apartarse, cerró los ojos y se dejó llevar. Las manos de Bryan bajaron hasta sus brazos, sosteniéndola mientras rozaba sus labios cerrados con la lengua. Ella cedió, dejando que la lengua de Bryan entrara en su boca, tratando de imitarlo torpemente. Se sentía bien, mejor de lo que esperaba. Pero aún no estaba segura de nada.

Se apartó un momento después, obligándose a no bajar la vista. Bryan se mordió los labios, apartó las manos de sus brazos, tratando de descifrar qué pensaba.

-¿Por qué hiciste eso? -preguntó. Ericka se encogió de hombros. Se sentía más extraña, con la piel caliente, ahora que Bryan la miraba con algo parecido a la súplica y se acercaba a sus labios sin llegar a tocarlos.

-No sé -murmuró-. No estoy segura de nada.

Bryan cerró los ojos. Ericka observó su boca, los labios de piel agrietada que había sentido y la manera en que sus dientes hacían presión en el inferior. No solía fijarse en la gente a detalle. Ladeó el rostro, preguntándose si eso significaba algo.

-Me gustaría que hubiera una forma en que estés segura -Bryan se alejó y Ericka sintió su corazón acelerarse- ¿Creer que funcionará si te recuerdo a diario que me voy a ir?

A pesar de tono, el tono de broma que usó Bryan logró tranquilizarla.

-No tientes a tu suerte -contestó-. Vámonos de aquí, tengo frío.

-Suerte por ti. Vas a dormir, seguramente en tu abrigada cama de plumas y yo voy a seguir trabajando.

Ericka río. Creyó que se sentiría incómoda, pero seguía siendo fácil hablar con él. Lo agradecía.

---

Mike no se extrañó al ver entrar a Alan el sábado por la mañana. No había dormido en la habitación la noche anterior y negó con la cabeza, expresando su desaprobación.

-No hagas muecas, novato -dijo él, acercándose al escritorio en el que Mike escribía, terminando las tareas para poder tener libre el resto del día.

-¿En algún momento dejarás de llamarme novato? Ese apodo ni siquiera tiene sentido.

Alan lo ignoró. Puso una botella de gaseosa en la mesa y la empujó hacia Mike, que alzó la vista, confundido.

-Te prometí que te traería una gaseosa, ya que no tomas. ¿No te acuerdas?

Mike parpadeó, y luego esbozó una sonrisa deslumbrante que hizo que Alan rodara los ojos.

-Julie tiene razón -dijo Mike, sin dejar de sonreír. Alan se levantó, dejando escapar una risa sardónica-. Estás cambiando. ¡Te estás volviendo bueno!

Mike soltó una carcajada. Alan cogió un cuaderno, enojado al ver que Mike no paraba de reír y le golpeó en la cabeza.

-Sólo te la doy la puta gaseosa por no haber dicho nada, así que cállate -espetó. Mike se sobó la cabeza, y se esforzó en contener la risa.

-Lo siento, perdón, perdón -murmuró. Tomó la gaseosa y le dio un sorbo, para evitar la risa-. Gracias. O sea... ¿saliste a tomar de nuevo?

-No me emborraché -dijo Alan. Se sentía mal por Mike, porque sentía que le debía algo y sólo quería compensarlo y regresar a la normalidad. Claro que una gaseosa ni se acercaba a un pago.

-Eso es bueno -comentó Mike. Sonrió con los labios sobre el pico de la botella. No había creído poder llevarse bien con Alan, pero estas últimas semanas lo hacían. A pesar que él seguía poniendo música estridente cuando estudiaba o golpeándole casualmente o fastidiándolo, en general; casi siempre eran bromas y se detenía antes de llegar a ser molesto. Creía que Julie era una buena influencia para él y seguía pensando que se gustaban, a pesar de la negación de ambos. Miró la hora en el celular, escuchando el bufido de Alan al notarlo y guardó sus cuadernos en la mochila.

-¿Dónde vas? -preguntó Alan, casi sin pensarlo. Mike terminó de acomodar sus libros en uno de los cajones vacíos de su ropero, antes de contestar.

-Gabe y yo vamos de paseo -volvió a escuchar un bufido de parte de Alan. Aunque dijera lo contrario, aún parecía que odiaba a Gabe-. ¿No vas a salir hoy?

-No hoy -contestó Alan.

-Entonces -Mike se detuvo, con una mano en la puerta. Alan examinaba sus manos, como si las encontrara muy interesante, recostado en su cama. Por algún motivo, su aparente indiferencia le hizo sonreír-... espero que te diviertas.

-Claro, porque este lugar está lleno de distracciones -masculló Alan.

Mike se encogió de hombros y salió. Corrió hacia la salida, no queriendo llegar tarde. Dudaba que Gabriel se tomara otro desplante de buena manera.

Cuando llegó a la cochera, encontró a Adriana apoyada en el auto de Gabriel. Llevaba una chaqueta  con la capucha puesta y un jean que, como era habitual en ella, tenía roturas en las rodillas.

-Hey, Mike -saludó ella. Cogió la mochila que estaba en el piso y sonrió. A pesar de la ropa, se veía guapa.

-Hola -saludó Mike. Se preguntó si era muy rudo preguntar qué hacía allí, pero la ventanilla de copiloto del auto se abrió y Wade asomó la cabeza. Unos lentes oscuros cubrían sus ojos.

-Hola, novato. Vamos con ustedes. O mejor dicho, nos darán un aventón. Espero que no te moleste.

-¿Y Gabriel? -preguntó.

-Está con Ericka. El equipo de natación va a tener otra competencia, esta vez para los individuales y Ericka va a participar, al fin. Creo que están haciendo el presupuesto o qué sé yo. No sé para qué, si es obvio que pueden pagar.

Wade sacudió la cabeza, en un gesto de incomprensión. Adriana soltó una risita y se volvió hacia él, enredando sus dedos en el cabello cada día más largo de Wade.

-Es porque ellos son responsables -su voz fue casi un ronroneo, y Mike desvió la vista. Los coqueteos entre ellos no eran un secreto, lo hacían a vista de todo el mundo, pero él se sentía incómodo al verlos. Adriana pareció notarlo y se apartó, no sin antes tomar los lentes de Wade y probárselos.

-¿Qué tal me quedan?

-Mejor que esa horrible chaqueta -contestó Wade. Adriana sonrió, como si hubiera dicho un cumplido.

Gabriel llegó poco después. Besó a Mike, a modo de saludo, y se acercó al auto, frunciendo el ceño al ver a Wade.

-¿Qué haces allí? -preguntó. Wade puso su mejor rostro fingido de indignación.

-¿Has olvidado que me tienes que llevar a casa de Adriana? ¡Te lo dije ayer!

Gabriel negó mientras abría la puerta del auto y tiraba del brazo de Wade. Adriana los miraba, sonriendo, y Mike decidió ignorarlos, acostumbrado a su manera de discutir.

-Deja de ser un idiota y baja del auto. Tengo cosas que hacer.

-Vámonos, Wade, o llegaremos tarde -intervino Adriana. Wade no replicó. Se limitó a bajar del auto, sonriendo e hizo una reverencia cuando estuvo frente a ella.

-Tus palabras son órdenes para mí.

-Entonces, muévete, que llegamos tarde -repitió ella.

-Dios, qué ruda -Wade se levantó, negando con la cabeza, pero su intento de drama fue cortado por Adriana que le tomó del brazo y le jaló hasta su auto.

Mike dejó de observarlos y se metió al auto.

-Es raro -dijo, una vez se puso el cinturón. Gabriel lo miró, interrogante-. Lo de Wade y Adriana. Parece muy en serio.

-Ah, eso -murmuró Gabe. A él también se lo parecía y le extrañaba. Wade, por supuesto, seguía insistiendo que sólo eran amigos, pero era obvio que se llevaban bien y que ella parecía controlarlo, algo que incluso él encontraba difícil-. No sé. No sé ni cómo pasó.

-Me molesta un poco -comentó Mike, dejando escapar una risita. Gabriel lo miró de reojo, antes de volver a prestar atención al volante-. Es decir... creo que esperaba que tal como es, sufriera un poco una vez que se enamorara. Pero no. Todo le resulta fácil, ¿no?

Gabriel sonrió, aunque dudaba que Wade estuviera enamorado de Adriana. Interesado, puede que sí. Pero amor...

-No se lo digas a Wade -dijo, intentando que sonara a broma-, o terminará con ella para probar que estás equivocado.

Mike río, como Gabriel esperaba. No se sentía cómodo con el tema. Simplemente, no podía imaginar a su amigo enamorado.

---

Casi dos horas después, pararon en casa de Adriana. Wade miró por la ventana, a la casa de dos pisos al lado de un pequeño restaurante.

-El restaurante es el pequeño negocio familiar -dijo ella, bajando del auto-. Y la casa la compartimos con mi tía y unos primos. No es nada del otro mundo...

Ella guardó silencio cuando notó que sonaba como si intentara justificarse. Wade volvía a tener puestas las gafas del sol y las dejó sobre su cabello, mientras bajaba.

-Definitivamente, nada de otro mundo -murmuró. Se giró, ofreciendo a Adriana una sonrisa luminosa, que vaciló al ver que ella se mantenía de pie al lado del auto, con una expresión tensa en su rostro-. ¿Qué te pasa?

-Es... -ella sacudió la cabeza- esto, mi casa. Y tú.

-¿Crees que voy a despreciar tu casa o algo así? -Adriana se encogió de hombros-. Vamos, sé que el mundo no está lleno de idiotas llenos de dinero, como yo. Sabía lo que iba encontrar antes de venir. Me da igual, lo sabes.

-Lo sé. Y me siento mal por sentirme mal -dijo ella, buscando la manera de expresarse-. No quiero que me interese agradarle a los demás. Da igual, entremos.

Volvió a sonreír y Wade decidió dejarlo pasar. Volvieron al auto para aparcar correctamente, antes de entrar al restaurante. Sólo una de las cinco mesas estaba ocupada. En la barra, una chica de largo cabello negro sonrío al ver a Adriana. No era muy guapa, había marcas de acné en su rostro y estaba un poco pasada de peso. Adriana le rodeó los brazos por el cuello, esta vez con una expresión genuina de felicidad.

-¿Y ese milagro, prima? -preguntó la chica, devolviéndole el abrazo.

-Vine a visitar a la familia. Es muy cansando estar en ese colegio de riquillos -contestó Adriana. Su prima miró a Wade, antes de contestar.

-¿Segura que quieres decir eso delante de uno de los riquillos? -preguntó. No bajó la voz para hacer la pregunta y Wade tomó sus palabras como una autorización para acercarse. Sonrió y le cogió la mano, inclinándose hacia ella.

-Este riquillo piensa lo mismo, pueden expresarse con libertad.

La chica lo examinó y Adriana ahogó una risa. Sabía el efecto que podía causar Wade. Era atractivo y él lo sabía y lo usaba a conveniencia. Su prima no parecía inmune; su sonrisa daba a ver que lo aprobaba y lo encantada que estaba con su atención.

-¿Y tienes nombre, riquillo? ¿Eres el novio de Adrianita?

-Estoy más interesado en conocer el suyo -dijo Wade, bajando el tono de su voz a propósito-. Pero soy Wade, y no soy el novio de Adrianita.

-Hola, Wade. Soy Clara -contestó ella. No hizo nada por apartar su mano de la de Wade, y se mordió el labio cuando él ladeó el rostro.

-Clara -susurró-. Lindo nombre.

Adriana carraspeó. Le divertía verlos, pero tenía que presentar a Wade a su madre y su tía, y no lo lograría si ambos seguían coqueteando. Wade soltó la mano de Clara y se giró hacia ella. Sus ojos relucían, divertidos y ella se preguntó si encontraría de verdad atractiva a su prima o sólo era actuación.

-¿Dónde está mi mamá, Clara?

-Atrás, en la cocina. Nuestra tía también está allí -contestó. Adriana señaló una puerta ubicada a la izquierda de la barra y Clara le dirigió una última sonrisa a Wade.

Wade entró a la cocina y dedicó unos minutos a observarla. Conocía la de su casa y la de la casa de Gabe, además de la del colegio. Esta era mucho más pequeña, había una mesa de madera cubierta con un mantel y apenas espacio para moverse, aunque todos allí parecían cómodos en el pequeño espacio. Adriana se dirigió a la mujer que cortaba verduras y le dio un beso en la mejilla. Wade se fijó en la otra, que metía platos en el fregadero y se preguntó, no por primera vez, cómo era posible que Adriana pudiera pagar el colegio.

-Este es Wade -dijo Adriana, cuando terminó de saludar a su madre-. Wade, mi mamá Laura y mi tía Marissa.

Wade se adelantó para estrechar la mano de Laura. La mujer tenía el mismo cabello rizado de Adriana, aunque más corto y los ojos chocolate. Su piel, en cambio, era más clara. Marissa asintió desde dónde estaba, volviendo sólo un momento la cabeza y sonriendo pero sin retirar las manos del agua. Wade la observó un momento más largo del necesario. Encontraba familiar su rostro, de labios gruesos y nariz fina, pero no lograba recordar dónde la había visto. Era atractiva, más parecida a Adriana que su propia madre. Se volvió hacia Adriana, decidiendo que no era nada, mucha gente se parecía entre sí.

---

-Pensé que iríamos a un lugar un poco más... sencillo -dijo Mike, mientras entraba al vestíbulo de un lujoso hotel.

-Sólo vengo a hacer la reserva, no vamos a pasar el día aquí -contestó Gabriel, risueño. Ambos se veían fuera de lugar allí, con sus jeans y chaquetas, en contra de los hombres de traje y mujeres bien vestidas que les rodeaban. Mike examinó sus gastadas zapatillas, bufando pero a Gabriel no parecía incomodarle. Se dirigió a la recepción, empujando a Mike levemente para que le siguiera. La muchacha que atendía les sonrió, una falsa sonrisa artificial, a decir de Mike.

-Quiero una reserva -dijo Gabriel-. ¿Tiene alguna habitación disponible?

-Tengo que ver su documento de identidad primero, señor -contestó la chica, aunque su tono condescendiente dio a entender que esperaba despedirlos pronto. Gabriel asintió y le dio la licencia de conducir, poniendo una falsa expresión inocente cuando la chica reconoció su nombre y se sonrojó levemente.

-Claro, señor Barnett -dijo, esbozando una nueva sonrisa-. Tenemos una suite libre, ¿estará bien? Tiene dos habitaciones, si es que lo va a acompañar su amigo.

Mike rodó los ojos, al ver la clara diversión en los ojos de Gabe por la reacción de la muchacha.

-Está bien, estaré aquí por la noche.

La chica le dio la llave y Gabriel le agradeció moviendo la cabeza.

-No deberías hacer eso -dijo Mike, mientras caminaban hacia la salida. Gabriel lo miró sin entender-. Intimidar a las personas por tu apellido, no es divertido.

Gabe dejó escapar una risa, sin tomar en serio las palabras de Mike.

-No la estaba intimidando. No la amenacé con hacer que la despidieran -el tono bromista que usó causó que Mike sacudiera la cabeza, en desaprobación, pero sin poder evitar sonreír.

-Eres terrible, ¿lo sabías?

Gabriel le rodeó con los hombros con un brazo, atrayéndolo a su cuerpo. Le había prometido un paseo y eso era todo lo que le retenía de volver sobre sus pasos y pasar el día encerrados en la suite, recorriendo el cuerpo de Mike con los dedos.

-Gabriel -una voz gruesa llamó detrás de ellos y Gabe se volvió, saliendo de sus ensoñaciones. Soltó a Mike, y se acercó al hombre, sonriendo. Mike lo imitó, y miró al hombre cuyo cabello negro tenía algunas hebras de gris-. Qué sorpresa encontrarte aquí.

El hombre sonrió, extendiendo la mano y Gabriel la apretó, riendo cuando él le atrajo para darle un abrazo.

-Tío, llevaba tiempo sin verte -se volvió hacia Mike, con una de las manos apoyada en el hombro del hombre. Mike no necesitaba que le dijeran quién era para saberlo-. Mike, este es Edwad Lorenz. Tío, Mike es uno de los becados del colegio. Me está acompañando a pasear.

Edward tomó su mano, estrechándola mientras sonreía.

-Un gusto. El programa de becas estuvo a punto de ser desactivado, un error que gracias a Dios no se cometió.

-El gusto es mío -contestó Mike. No estaba seguro de cómo debía reaccionar. Edward era el culpable del mal humor de Julie y de que ella y Wade se odiarán. El sonreírle le hizo sentir un hipócrita porque no guardaba ningún sentimiento amable por él, incluso sin conocerlo. Sin embargo, Gabriel no parecía preocupado por eso, a juzgar por la sonrisa radiante de su rostro. Tampoco supo qué pensar de eso, siempre pensó que odiaría al tipo, tal y como odiaba a su padre, pero parecía sinceramente feliz de verlo.

-¿Les invito a comer? No sé cuándo podré verte de nuevo, Gabriel -Mike quiso decir que no, pero se quedó callado. La pregunta no estaba dirigida a él-. Insisto -dijo Edward, antes que Gabe contestara.

Gabriel miró a Mike, captando su incomodidad, pero asintió, encogiéndose de hombros a modo de disculpa.

-Claro, tío -contestó. Mike se vio dirigido de nuevo al hotel, en el que también había un restaurante.

-La comida aquí es exquisita -comentó Edward, mientras entraban al restaurante. Mike dio un discreto vistazo alrededor, de nuevo incómodo por el ambiente de opulencia. Una mujer vestida con  un pantalón de sastre gris y un blazer rosa pálido se acercó a ellos. Saludó a Edward con un beso en la mejilla e hizo lo mismo con Gabriel.

-Gabriel, hace cuánto no te veo.

-Hola, Mel. Creo que casi un año -respondió éste, sonriendo. La mujer se dirigió a Mike y le tendió la mano.

-¿Compañero de colegio?

-Soy Mike -respondió él.

-Es uno de los becados -agregó Gabriel. Mel le dirigió una mirada apreciativa, antes de volverse a Edward y colgarse de su brazo.

-¿Vas a almorzar? Tenemos un nuevo chef, que creo te agradará.

-Vamos a almorzar -aclaró Edward-. Y espero que nos acompañes.

Mike observó los cubiertos, nervioso. En el colegio, nadie respetaba ninguna regla de etiqueta al comer. Aquí, no entendía por qué tantos cubiertos y tenía miedo a cometer un error y avergonzarse a sí mismo. No se sentiría así si la mujer no le taladrara con la mirada, examinando sus reacciones, con una leve sonrisa de desdén elevando las comisuras de sus labios. 

-Deberías aprovechar el colegio y aprender algo de modales -dijo ella-. Y no lo digo para que te sientas mal, pero tienes que ver la beca como lo que es, una gran oportunidad. ¿Has pensando qué vas a estudiar después?

-Pensaba en leyes -respondió Mike. Gabriel le dirigió una sonrisa, tratando de darle ánimo.

-Discúlpala, Mike -intervino Edward-. Aún no aprende a hablar con tacto, lo que me sorprende dado que dirige un hotel. Leyes es una excelente carrera.

-Mike es uno de los mejores estudiantes, podría entrar a cualquier universidad -agregó Gabriel. Mike quiso agregar algo, pero Mel habló antes que pudiera abrir la boca.

-Claro -asintió Mel-. Pero, además de habilidad, las relaciones son un punto importante. Por ejemplo, no te conocía hasta ahora. Si eres listo, puedes usar el colegio para hacerte de una pequeña lista de amigos. Henry, por ejemplo, está siempre interesado en el talento joven. He escuchado que incluso está interesado en tu hija, Edward.

-Mi hija es lo suficiente lista como para labrarse un futuro en la compañía -contestó Edward. Gabriel sonrió, ocultando su incomodidad. El tono de orgullo en la voz de Edward nunca estaba presente cuando hablaba de Wade, las pocas veces que hablaba de él, y aunque tampoco hacía esfuerzos para mejorar su relación con Julie, era obvio que la prefería. Gabe pensaba ambos no tenían nada que ver en el trato que les daba su padre, Edward actuaba según lo que sentía hacia sus respectivas madres. Haría lo que fuera por humillar a Joanna.

-En eso tiene razón -intervino Mike. Por lo que parecía, si sólo estaba callado, Mel se lo tomaría peor a que si hablara-. Julie es la más lista del aula.

Mel se limpió los labios delicadamente y se volvió a Gabriel.

-¿Y tú, Gabe?

-No soy el más listo el aula -bromeó-. Pero intento ir a la par.

Mel le sonrió, indulgente. 

-No me refería a eso, querido. Debes conocer lo que vas a dirigir, si quieres hacerlo. No sería mal momento para que acompañes a tu padre de una forma más constante.

-Lo he considerado. Pero ahora, el Consejo tiene trabajo. Ericka y yo hemos decidido devolver a la escuela el estatus que perdió en los últimos años.

Mike notó el cambio en la forma de expresarse de Gabriel. Habitualmente, le daba todo el crédito a Ericka, pero esta vez se había incluido y había abandonado el tono bromista que mantenía, para hablar de una manera más adulta. Su tono, su postura... recordaba que era así cuando lo vio por primera vez y le pareció tan distante. 

-Lo escuché -dijo Mel-. Convencer a niños mimados no debe ser fácil. Y es malo que lo diga, pero muchos de ellos no tienen el carácter suficiente.

-Estoy de acuerdo -Gabriel bebió un poco de su jugo-, pero lo hicimos, presionando un poco aquí y allá.

-Pero no debes abandonar a tu padre, Gabriel. El año pasado solías acompañarlo, ¿no es así?

-No lo estoy haciendo. Si me permites decirlo, el consejo es sólo una prueba para mí. Sé que West Lake no tiene la envergadura de una empresa y es una comparación ínfima, pero si no logro cambiar ese pequeño colegio, no tengo nada que hacer al lado de mi padre.

Gabriel sonrió, bebiendo un trago de su vaso de jugo. Mike, por su lado, decidió comer mientras ellos se enfrascaban en una charla sobre las finanzas de una cadena de hoteles y diferentes negocios más, que Mike supuso pertenecían a los Barnett. Le extrañó que Gabriel pareciera conocer al menos un poco de cada tema y que luciera tan interesado en los negocios de su familia. Nunca daba esa impresión en el colegio. Edward, en cambio, se volvió hacia él.

-A veces se olvidan que deben relajarse en el almuerzo -le dijo, en voz baja, con un tono que pretendía ser confidencial-. Henry es así también.

Mike sonrió, sin saber qué responder. Gabriel no era así, habitualmente se escapaba de las reuniones del Consejo y siempre dejaba el trabajo en manos de Ericka. Quería dormir y relajarse la mayor parte del tiempo. Y aún así, charlaba con Mel como si saber qué rubro empresarial estaba en alza le resultara interesante.

-¿Eres amigo de mi hija, no es así? -insistió Edward.

-Nos llevamos muy bien -Mike volvió su atención a la comida, deseando dejar de hablar de Julie.

-Te debe haber contado cosas terribles de mí -regresó a mirarlo cuando notó la resignación con la que Edward hablaba. Mike sonrió, tratando de encontrar algo qué decir que no resultara ofensivo.

-Ella no habla de usted -contestó, tratando de salir del paso.

-No te sientas mal por mí. Tiene sus razones. ¿Está bien?

-Está muy bien. El nivel del colegio no le da muchos problemas.

-Siempre ha sido muy inteligente.

Mike agradeció cuando Mel se levantó, llamando la atención de Edward. Lo que menos quería era charlar de Julie con él. Edward se ofreció a acompañar a Mel y Mike observó mientras Gabe lo abrazaba, demorándose un momento entre los brazos del hombre.

-Lo siento por eso -dijo Gabriel, cuando ambos adultos se hubiera ido, metiendo las manos en los bolsillos de sus jeans-. Debe haber sido muy incómodo.

-Fue... raro -contestó. Salieron nuevamente del hotel. Fuera, Mike pudo respirar con normalidad nuevamente-. Me perdí a la mitad de la charla. Aunque me sorprendiste.

Gabriel lo tomó de la muñeca, acariciando la piel un segundo antes de soltarlo y empezar a caminar.

-¿Yo? ¿Cómo?

-La charla con Mel. No pensé que prestaras atención a los negocios de tu familia.

-Soy más que una cara bonita, Mike -bromeó. Mike sonrío. Quería decir algo más, hablar acerca del cambio de Gabriel, la seriedad en su rostro cuando hablaba con Mel, la concentración o la manera en que iba de un tema a otro... y la forma en que le sonría a alguien que se suponía, odiaba. Se preguntó si todo eso que había visto era una actuación, lo que se suponía que debía hacer como heredero de su padre. Se preguntó si podía preguntar o si era otra de las cosas que Gabriel se negaba a explicar.

-No lo habría imaginado -comentó, decidiendo mantener un tono bromista.

-Ahora sabes que soy un buen partido -Gabriel se acercó a él y su mirada bajó a los labios de Mike mientras se lamía los labios. Mike bajó la cabeza, para no ceder al deseo de besarlo y se apartó, recordando que estaban en medio de la calle. Carraspeó.

-¿A dónde vamos?

-Pensaba en regresar al hotel y reclamar esa reserva.

-Pensé que querías hacer algo más que estar encerrado.

-Me gusta estar encerrado si es contigo.

Mike sonrío. Cuando Gabriel decía cosas como ésas, entendía la expresión “mariposas en el estómago”, porque se sentía como si las tuviera revoloteando, haciendo que se sintiera inestable y caliente. A él también le encantaría pasar el día en la cama con Gabe, más que recorrer la ciudad. Sin embargo, Gabriel tiró de él, dispuesto a seguir caminando.

-Tengo que ir a la veterinaria a conseguir unas cosas para Max. Luego, podemos ir dónde quieras.

Mike asintió. “Dónde quieras”, en ese momento era una cama y ambos desnudos. Recordó la última vez, la manera en que Gabe se había acariciado y sacudió la cabeza. Estaba actuando como el adolescente hormonado que Alan y Julie insistían en remarcar que era.

---

-Tenía miedo que a mi hija la trataran mal. Es un colegio de ricos y sé que ella es de las personas que prefiere pelear antes que callarse. Eso es bueno, pero es malo cuando estás sola. Me alegra verla feliz.

Wade tomó un poco de jugo, asintiendo. Él y Laura estaban sentados en la mesa más cercana a la puerta, después de que ella insistiera en hablar con el compañero de su hija.

-Es una buena chica. No compartimos clases, pero la veo a diario -Wade guardó silencio. Podía mentir y decir que Adriana la pasaba bien, pero incluso él había notado que las cosas para ella empeoraron desde que sus coqueteos pasaron a ser públicos-. No voy a mentirle, no es todo fácil para ella, pero no dejaría que un grupo de tontos la amedrenten.

Laura sonrió, provocando que las arrugas en su rostro se acentuaran.

-Pero al menos tú eres su amigo. Espero que lo seas.

Wade miró a Adriana, que atendía las mesas y bromeaba con los clientes. Era guapa y una parte de él sólo esperaba el momento de acostarse con ella. Pero también era su amiga, y eso era extraño. Fuera de Teresa, no se había acostado con nadie con quien se relacionara más que una noche. Y eso dice mucho de mí, pensó.

-Es mi amiga. Ella no quiere que usted se preocupe, ¿sabe?

-Soy su madre. Siempre me preocupo.

-¿Puedo hacerle una pregunta? -ella asintió y Wade dejó pasar un momento antes de seguir hablando-. ¿Por qué la enviaron a West Lake? No lo tome a mal, pero no parece que puedan pagar la colegiatura, y ella no tiene beca.

-Es una historia extraña. No, no pagamos la colegiatura. Si quieres saber, es el señor Barnett quien la paga.

Wade no pudo evitar su sorpresa. Se ahogó en medio de un trago y estornudó ruidosamente. La mujer sonrió, como si esperara su reacción.

-Es difícil de creer, lo sé. Pero él la paga. Hace varios años, vino aquí -señaló el restaurante con una mano, intentando abarcar el espacio, y Wade frunció el ceño, incapaz de imaginarse a su tío allí, en medio de las mesas de madera y el olor a comida-. Parecía un poco desanimado, y yo lo atendí. Es amable, aunque distante. Alabó mi comida y charlamos un rato. No sabía quién era hasta que me lo dijo. Estaba pasmada. Me dijo que le había ayudado a pasar el día, y me ofreció ayudarme con el negocio. Cuando no acepté, me habló del programa de becas del colegio. Adriana daba vueltas por allí, y llegó con nosotros y dijo “quiere ir a ese colegio del bosque”. Y él sonrió. No pensé que lo volvería a ver, hasta que regresó con los papeles. Sólo necesitaba aceptar, y me planteé no hacerlo, pero mi hija no tendría una educación tan buena en otro lugar y ella estaba loca por ir.

-Usted conoce a Henry Barnett -dijo, aún sorprendido. Se había acostumbrado a que su tío no hiciera nada sin razón, pero esto sólo parecía un impulso-. Él es como mi tío, ¿sabe?

-¿Lo conoces?

Wade asintió. Marissa se acercó a ellos y Wade le sonrió, notando que aunque ella le devolvía la sonrisa, ésta no era del todo feliz. Había crecido en un ambiente de mentirosos e hipócritas y reconocía cuando no era bienvenido. A Marissa no le agradaba, lo que encontraba extraño. No había hecho nada para provocarle aversión, a menos que adivinara que su relación con Adriana no era de sólo amigos. 

-¿Te vas a quedar a dormir? -preguntó Marissa. Wade aprovechó el momento para examinar su rostro. Asintió en respuesta.

-Si Adriana se queda, igual yo. Tengo que regresarla al colegio.

-Prepararé un cuarto -se volvió hacia Laura y a Wade no se le pasó por alto la forma en que vacilaba su sonrisa-. ¿Ya quieres almorzar, Laura?

Laura se volvió hacia él. Wade se levantó y le ofreció el brazo. Desde donde estaba, Adriana encontró sus ojos y sacudió la cabeza, divertida.

-Permítame acompañarla a la mesa, señora -dijo, con una exagerada galantería que hizo reír a Laura. Miró a su hija, mientras caminaba hacia la parte trasera del restaurante.

-Y luego me vas a decir que este muchachito no es tu novio, hija. Si es un dulce.

Wade sonrío, presuntuoso y se dejó guiar por Laura. Pensó que irían a la cocina, pero esta vez subieron al segundo piso y entraron a lo que debía ser el comedor.

-Aquí arriba tenemos otra cocina, comedor y cuartos. Aunque el cuarto de mi Adriana está abajo. Debe parecerte muy pobre.

-No estoy acostumbrado, es cierto -dijo, sabiendo que decir lo contrario sería mentir demasiado. Fingir ser bueno estaba bien, hasta cierto punto-. Sigo pensando en mi tío. Creo que lo aprecio más ahora que hace un rato.

-¿El señor Barnett es tu tío de verdad? -preguntó ella, mientras ambos se sentaban a la mesa. Marissa y Adriana se unieron a ellos.

-Clara fue a comer con su novio y puse el cartel de cerrado. Aunque no hay nadie a esta hora -informó Adriana. Laura asintió y miró a Wade en espera de una respuesta.

-No es mi tío de sangre. Su hijo y yo crecimos juntos, por eso es que le llamo así. Soy Lorenz, no Barnett -contestó y no se le pasó por alto la rápida mirada que dirigió Marissa en su dirección, sus ojos abiertos y sus labios vueltos una línea severa. Compuso su expresión en un instante, pero era tarde. Wade lo había notado y le puso más atención mientras comía. Cuanto más la miraba, más conocida le parecía, y el que no lograra recordar dónde la había visto, sólo le incomodaba.

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Mike se asomó al balcón del cuarto, mirando hacia abajo. Las luces de la ciudad creaban un mapa de puntos luminoso y él dejó que sus pensamientos vagaran mientras las observaba. Después del almuerzo con Edward Lorenz, Gabriel había regresado a su comportamiento habitual, algo perezoso, en especial cuando Mike le arrastró a un centro comercial que anunciaba ofertas. No entendía cómo podía ser tan atlético y flojo a la vez, pero Gabriel sólo contestó a su inquietud diciendo que caminar era aburrido y hacer ejercicios no. Mike sonrío. Habían pasado un buen día, entre tiendas, juegos y besos furtivos cada vez que tenían un poco de privacidad. Sintió los brazos de su novio en su cintura y un beso en su cuello y dejó escapar una risita.

-¿Qué miras? -preguntó Gabriel, contra su piel. Mike hizo un ademán con la mano, señalando todo lo que se extendía debajo de ellos.

-Es una hermosa vista -dijo-. Nunca había visto una ciudad así.

-Espero que no tengas planeado admirar la ciudad toda la noche -murmuró. Mike sintió el miembro duro contra una de sus piernas y sintió sus mejillas arder-. Porque tengo una botella de vino y la intención de emborracharte para aprovecharme de ti.

-Me desmayaría -dijo, conteniendo un gemido cuando sintió los labios de Gabe en su oreja y sus dedos en su abdomen-. Con el vino. No tolero el alcohol.

-¿Hay algo que quieras, entonces? -preguntó Gabriel. Mike giró el rostro y lo miró, sintiendo que su respiración se volvía más pesada. No sabía si la pregunta era sólo retórica o si debía responderla con sinceridad, pero quería algo. Titubeó.

-Hay algo -susurró, bajando la mirada. Gabe se apartó un poco, para poder mirarlo a los ojos. No esperaba una respuesta literal, pero si Mike tenía algo en mente que le avergonzaba decir, quería saber qué era.

-¿Y qué es? -insistió, inclinándose para besarle el cuello. Mike lo empujó y se llevó una mano al rostro, para ocultar su sonrojo.

-¿Recuerdas la otra vez? -preguntó, en voz baja-. Tú... tocándote...

Susurró la última palabra, mientras sentía que las mejillas e incluso las orejas le ardían y Gabriel se congeló sólo un segundo antes de sonreír.

-Eso es fácil de tener -contestó, volviendo a inclinarse para hablarle al oído. Se alejó del balcón y Mike lo siguió hasta el cuarto, sin prestar atención a los lujos que le rodeaban. Se apoyó en la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho, en un intento de ocultar su nerviosismo mientras Gabe se desabotonaba la camiseta blanca que llevaba y dejaba su pecho a la vista, antes de subir a la cama. La última vez se exhibió sin pensarlo, llevado por el calor del momento y descubrió que estaba más nervioso ahora, cuando Mike había pedido verlo. Se mordió el labio, y dejó que su mano bajara por su pecho hasta el cinturón de los jeans y se tocó por encima de la ropa, más concentrado en Mike que en lo que hacía. Lo vio lamerse los labios y su nerviosismo se evaporó. Sonrió, llevando su mano debajo de la tela, acomodándose en la cama.

Mike, por su parte, tragó saliva. Vio la sonrisa de Gabriel mientras se tocaba, todavía por debajo de la ropa y lo escuchó suspirar antes de quitarse el cinturón con la mano que tenía libre y abrir sus jeans. Quiso desviar los ojos, avergonzado, pero no pudo hacerlo. No cuando él había perdido verlo. Abrió los labios sin notarlo, con los ojos clavados en el vaivén de la mano de Gabriel sobre su erección.

-Mike -gimió Gabriel-. Ven.

Mike se acercó. Se sentó a horcajadas sobre las piernas de Gabe, rozando su miembro con una mano.

-Me gusta más cuando tú lo haces -susurró Gabriel. Mike no respondió. Se inclinó mientras lo masturbaba y alcanzó sus labios.

-Te quiero -dijo, antes de besarlo. Gabriel sonrío, respondiendo al beso y gimiendo contra los labios de Mike. Le encantaba ver el sonrojo en el rostro y le gustaba más la manera vacilante en que sus manos tocaban su piel.

-Yo también -contestó.


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