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West Lake por Hisue

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Notas del capitulo:

Hola a todos, nuevo capítulo. Es odioso de decir, pero seguiré con capi cada quince días TwT.

Estas dos semanas he estado con gripe, sin voz por casi tres días... y he escrito poco :( ¡pero ya estoy bien! Al fin.

Capítulo 49


 


Mike entró en su cuarto, empujando la puerta con uno de los hombros, decidido a no hacer nada más que dormir. La última clase del viernes había terminado, y no quería arriesgarse a ver a Gabriel y pelear otra vez. En el piso de la habitación, Julie vociferaba una canción mientras Alan, sentado en el escritorio, se tapaba los oídos.


-¡Para, por amor de Dios! Hay un par de personas a dos pasillos de aquí que están rezando por ser sordas ahora mismo.


Julie dejó escapar una carcajada salvaje, echando la cabeza hacia atrás. Su cabello desordenado y los lentes no le daban una apariencia tan buena, pero la sonrisa exultante que lucía lo compensaba. Mike sonrió al verla, dejando la mochila en la cama.


-¿Se divierten? -preguntó.


-No -contestó Alan-. Si consideras divertido sacrificar tus oídos, podemos cambiar de lugar.


En respuesta, Julie le hizo un nada amable gesto con el dedo y volvió a cantar una canción que Mike no reconoció.


-Suena como casi todo lo que tú escuchas.


Alan le señaló con un lapicero, frunciendo el ceño.


-Retráctate. Metallica no suena como este insulto a la música.


-Te dije que no podía cantar -intervino Julie.


-Lo entendí. Nunca iré a un karaoke contigo.


Julie se volvió hacia Mike, pensando si era buena idea preguntar sobre su relación con Gabe estando Alan presente. Ambos parecían llevarse mejor, pero no sabía qué tanto. En vez de eso, se levantó del piso.


-Entonces, me encantaría verlos mañana, pero le prometí a un par de chicos que los ayudaría con las clases.


-Dirás, que te han pagado de más -murmuró Alan, sin mala intención. Mike soltó una risa, antes de llevar una mano a su nuca, confundido.


-Espera, ¿mañana? -preguntó. Julie asintió, las manos puestas en los bolsillos y luciendo satisfecha de sí misma. Mike asumió que estaba cobrando más de lo habitual-. Pensé que vendrías con nosotros.


Julie se encogió de hombros.


-¿Ir a dónde?


-¿Al cine? -preguntó Mike. La verdad no había considerado que irían sólo él y Alan, considerando que todos sus planes llevaban a Julie incluida. No pensó que Alan querría salir sólo con él. Al parecer, se equivocó. Julie se llevó una mano a la barbilla y Mike negó con la cabeza al adivinar que se preparaba a hacer un chiste-. Es sólo una clase de apuesta -cortó. Julie asintió.


-Está bien, no estoy diciendo nada. Diviértanse.


Cuando se fue, Mike se volvió a Alan, esperando una explicación.


-Julie me comentó que daría clases, así que no la invité -dijo éste-. Además, se trata de probar que eres un miedoso, no que esté alguien allí animándote.


-Muy amable de tu parte -ironizó. Se metió al baño antes que Alan pudiera contestar y se dio una ducha rápida, antes de cambiarse y volver a salir. No quería más que tirarse a la cama, pero tenía un poco de hambre. Decidió comprar algo antes de regresar y esta vez, dormir en serio.


Entró al comedor, esperando no encontrar a nadie, pero Gabriel estaba allí, dormitando en una de las mesas. Mike consideró marcharse un momento, pero desistió. No tenía que agrandar más el problema. Compró un paquete de galletas y un jugo, y observó a Gabe un momento, preguntándose si debía despertarlo. Sacudió la cabeza y caminó hacia la puerta.


-Mike -llamó Gabe antes que éste lograra salir. Mike se giró, y Gabe se restregó los ojos, levantándose para alcanzarlo-. Tenemos que hablar.


Mike asintió, aunque de repente no tenía muchas ganas de hacerlo. No, si volvían a gritarse y empeoraban las cosas. 


-Pero no aquí -atinó a decir.


Gabriel abrió la puerta para él, preguntándose si su cuarto sería un buen lugar. En vez de eso, terminaron en la azotea. Gabriel se apoyó en las rejas, mirando hacia el horizonte, tratando de encontrar palabras que no los llevaran a una nueva discusión.


-Lo siento -dijo, girándose. Posó las manos en las rejas, buscando un apoyo y trató de encontrar algo en la mirada de Mike que le indicara que podían seguir como antes. Mike bajó la cabeza, con las manos en la espalda.


-¿Entiendes porqué te reclamé? -preguntó, tratando de hablar en voz baja, como si subir la voz rompiera la calma en la azotea. Gabriel desvió la mirada, miró la cima de los árboles a la distancia y esbozó una sonrisa tensa. Lo entendía. Había tenido tiempo para pensarlo, y aunque su primer instinto luego que Mike se fuera del cuarto fue golpear algo, y después seguir a Mike, Wade lo calmó lo suficiente para pensar. Tal vez todos tenían razón en que se le dificultaba ponerse en el lugar de los demás, pero lo había intentado. Entender a Mike, y lo que le angustiaba, y sabía que se sentía desplazado, ignorado, a pesar que él seguía sin ver porqué. Mike sabía que no decidía dejar de pasar tiempo con él por gusto. Si no estaba en el Consejo, tenía clases, y si no, tenía que ir con su padre. Después de un largo rato en silencio, asintió y se giró para ver si Mike seguía allí.


-Lo entiendo -murmuró-. Pero no sé qué hacer para que no te sientas así.


Trató que no suene a un reclamo, y sí a que en realidad no sabe. Con Kristy las cosas eran más fáciles, no tenía miedo a que nadie le juzgara y le prohibiera nada. Pero a Kristy no la quería tanto, tenía que reconocer. Miró a Mike, que aún mantenía la cabeza gacha y se lamía los labios, al parecer también escogiendo las palabras.


-A veces aún no creo que estés conmigo -susurró. Gabriel frunció el ceño, confuso-


-¿Qué?


-Eso -contestó Mike-. Yo... no sé... creo que podrías estar con cualquiera. Y yo...


-Pero estoy contigo -a su pesar, la voz de Gabriel sonó un poco más dura de lo que pretendía. 


-Y lo sé. Pero... no puedo evitar pensar en todo eso. Y a veces en serio me muero por tocarte cuando alguien más te mira. Tú no lo sabes porque nadie me mira a mí. Pero a ti... siempre hay alguien detrás de ti, y yo soy sólo el tipo que te enseña cursos, que es tu amigo por alguna extraña razón. Para ellos. Y no puedo ni... no sé. A veces quisiera besarte cuando yo quisiera, o tomar tu mano.


Mike se cubrió la boca con la mano, consciente que había hablado de más. No quería sonar como una quinceañera enamorada, aunque era así como se sentía.


-No pensé que te molestara -Gabriel se movió, incómodo. Se imaginó cómo sería. Sentarse junto a él en clases y en los almuerzos y poder acariciar su rostro o su cabello o besarlo antes de entrar al salón. Se preguntó qué tan mal era desear olvidar toda esa discusión y besarlo allí mismo, convencerlo de perdonarlo a besos. Se volvió a mover, esta vez para distraerse del repentino pulso en su entrepierna-. Sólo dime qué puedo hacer.


Mike se permitió mirarlo a los ojos, odiando ver la tristeza reflejada en ellos. Sus ojos eran su debilidad. Se sintió culpable instantáneamente. Gabriel no podía aceptar en público que eran novios, lo sabía. Y las cosas no podían cambiar, apenas que él quisiera tener una charla con su padre, arriesgarse a obtener su aprobación. Cuando Mike había aceptado ser gay, su madre aceptó luciendo más resignada que feliz, aplacada por su tía. No conocía a Henry Barnett, pero no parecía del tipo de personas que se resignaban. Aún así, por un momento quiso que Gabriel quisiera enfrentarse a su padre, por él.


-Sólo quiero que me entiendas -dijo, al final-. Y que no reacciones como antes cuando te lo comente.


Gabriel se permitió soltar una breve risa, que aligeró un poco la tensión del ambiente.


-Creo que puedo hacer eso.


Mike esbozó una sonrisa. Gabriel aún estaba tenso, podía notarlo y él tampoco se sentía bien. Supuso que esa sensación de incomodidad desaparecía con los días y no se negó cuando Gabriel se inclinó hacia él y presionó los labios contra los su boca. Cedió, abriendo los labios, dejándose besar, su cuerpo reaccionando de la manera habitual, ardiendo en los lugares que Gabe tocaba, su corazón palpitando de manera alocada. Gabriel dejó sus labios, pero no se alejó y Mike admiró sus labios húmedos, sus pupilas dilatadas, de un profundo verde. Algunas veces el atractivo de Gabe aún lo golpeaba, como si lo viera por primera vez.


-Me encantaría seguir así -susurró, sin alejarse. Pero era viernes en la tarde y, de nuevo, tenía que salir corriendo.


-¿No puedes? -preguntó Mike. Se cogió a su camiseta, sintiéndose débil de repente.


-Tengo que irme.


No le gustaría tener que irse. Quería convencer a Mike que le importaba, que no se fijaba en la gente que le miraba, y si alguna vez lo notaba, no llegaban a importarlE. Por un momento, Gabriel se imaginó faltando a la cita con su padre, despertando al día siguiente con Mike entre sus brazos, y luego, una imagen de la mirada de su padre, fría y reprobadora, lo congela en el sitio. Puede escucharlo, incluso, y trata de acallar esa voz inclinándose más cerca, besando desde la barbilla hasta el cuello, dejando caer la cabeza en su hombro, suspirando. Cuando nota la mano de Mike en su cabello, sonríe.


-En serio tengo que irme -dijo, separándose lentamente, renuente-. Pero el domingo la pasarás conmigo, apenas llegue. Botaré a Wade del cuarto, o algo. Para conversar o lo que quieras.


-Estaré esperando -Mike sonrió. Apoyó las manos en la pared, mirándolo alejarse. Gabriel volteó al notar que no hacía amago de seguirlo.


-¿No vienes?


-No. Quiero quedarme aquí un rato.


Por un momento, Gabriel pareció a punto de decir algo, pero sólo asintió con la cabeza y desapareció escaleras abajo. En soledad, Mike se permitió exhalar un suspiro y se deslizó hacia el piso. Le hubiera encantado que Gabe se quedara, pero recordó de pronto que había quedado con Alan y casi agradeció que se marchara. Estaba seguro que si le decía que ya tenía planes, causaría una nueva discusión.


---


Las carcajadas de Alan llenaron el aire, mientras se apoyaba en la pared. De no haber estado molesto, Mike podría haber notado que era la primera vez que lo veía reír así, pero trataba de contener su furia.


-Sabía que debía apostar algo -dijo Alan, tratando de aguantar la risa-. Pensé que no te asustaban las películas de terror. Sin sentido o algo así.


-No tenía miedo -negó Mike, cruzando los brazos sobre el pecho.


-Claro, ese grito que diste fue una muestra de valentía -se burló Alan-. Perdón por no notarlo.


-¡Sólo me sobresalté! -exclamó. Lo cierto es que le había dado un poco de miedo. Pero sólo un poco y sólo una vez. No era una escena que se esperara, se sorprendió. Y tenía que gritar. Le dirigió a Alan una mirada envenenada, que éste no tuvo problemas en ignorar.


-No es tan difícil reconocer que tenías miedo.


Frunciendo el ceño, Mike se puso la chaqueta y empezó a caminar. Habían dejado el auto en una cochera pública y habían llegado caminando al cine. Mike podía hacer el camino de regreso sin perderse. Alan lo siguió, aunque se detuvo y compró un par de helados en el camino.


-Mi mamá solía darme dulces cuando me asustaba -dijo, mientras le pasaba uno a Mike. Mike se sintió tentando a dejar caer el helado, pero estaba educado para no botar las cosas, menos la comida. 


-Si sigues diciendo como ésas, voy a pensar que eso del matón es una fachada -comento, burlándose, tratando de no pensar mucho en la nueva pieza de información que Alan dejaba caer. 


-¿Tanto como tu afirmación de no tener miedo de las películas?


-¡Hey! ¡Mírame! -Mike se señaló a sí mismo y Alan le dio un lametazo al helado a la vez que le daba una rápida mirada-. Soy delgado y escuálido y un nerd. No tengo ninguna fachada. A diferencia de ti.


-Me gusta este Mike -contestó Alan, concentrado en el helado. No vio la expresión pasmada de Mike.


-¿Qué?


-El Mike que sabe cómo regresar un insulto -explicó, mirándolo de reojo-. No lo había notado, pero eres un cínico.


-¡No lo soy! -exclamó, escandalizado. A pesar de eso, se tuvo que morder la mejilla para ocultar la sonrisa complacida que querían dibujar sus labios, al reconocer el cumplido-. Me estoy defendiendo de tus ataques.


-¿Qué harías si fueras un fantasma? -preguntó, descolocando a Mike.


-¿Un fantasma? -preguntó. El cambio de tema le sorprendió, pero decidió seguir el ritmo.


-Sí -Alan asintió-. ¿Te has fijado en esas películas? Todos esos muertos se quedan en el mismo lugar en que murieron, poseen gente y empiezan a asustar y hacen todo el espectáculo para matar a unos cuántos. Es un poco tonto.


-Pensé que ese era el trabajo de los fantasmas -Alan rodó los ojos-. ¿Harías algo diferente?


-Por supuesto -asintió. Mike enarcó una ceja-. Se supone que puedes poseer a quien quieras, ¿por qué iba a quedarme en un sólo lugar por la eternidad? ¡Podría hacer miles de cosas! Ir a dónde quisiera, hacer lo que quisiera. Y si me canso, sólo salgo de un cuerpo y paso a otro.


-Pero el punto de ser un fantasma es que te quedes atado al lugar en donde mueres -intentó explicar, mirando a Alan extrañado-. No puedes romper las reglas.


-Vamos, ser un fantasma ya es romper las reglas -argumentó-. Y lo mismo para los demonios. Hacen todo ese show, para nada al final. Al menos podrían disfrutar un poco la vida. Si me convirtiera en un fantasma, viajaría por el mundo.


-Si quieres te puedo matar ahora mismo para probar tu teoría -ofreció Mike, esbozando una sonrisa. No notó que se habían detenido en una esquina, distraídos por la charla.


-Te morirías del susto por ver la sangre primero -la sonrisa de burla resplandeció en el rostro de Alan, y se miraron un rato, un desafío entre la mirada enojada de Mike y la divertida de Alan, hasta que éste esbozó una leve sonrisa y Mike sacudió la cabeza, dándose por vencido.


-Mira, venden hamburguesas -dijo Mike, notando las luces brillantes del local. La estaba pasando bien, de una manera que no creyó posible. Hablar con Alan era fácil, y era más fácil responder a sus bromas ahora que ya no podía esa expresión amenazadora de antes cada vez que hablaba. Cuando llegó al local, pidió una hamburguesa con queso y se volvió a Alan, esperando que pidiera algo. Éste pidió una con chorizo.


-Pensé que te estaba invitando -murmuró Alan, cuando Mike pagó ambas hamburguesas. Mike se encogió de hombros.


-Ya pagaste el cine y los helados -contestó. Le extrañaba, sin embargo, que pudieran llevarse bien sin Julie alrededor.


Alan lo miró mientras salían. Las cosas con Mike eran fáciles, el muchacho le hacía sentir cómodo y aunque él no estaba de acuerdo con esa actitud suya de olvidar los ofensas, estaba comenzando a valorar su amabilidad y ese leve rastro de cinismo detrás. Le gustaba ver que había más cosas en él que una bondad tópica. Se mordió la lengua al darse cuenta del rumbo que tomaban sus pensamientos y trató de encontrar algo que decir, pero Mike parecía inmerso en sus pensamientos mientras comía. Su expresión, al menos, era tranquila. Alan sabía, gracias a Julie, que Mike discutió con Gabriel, y era más que notorio dado la expresión ausente en su rostro los últimos días. Quiso preguntar, pero se suponía que a él no le interesaba su relación. En vez de eso, se acercó y le golpeó suavemente con el puño en un brazo para hacerle reaccionar.


-Mejor nos apuramos. Empieza a anochecer.


Mike asintió. Cuando estuvo sentado en el auto, se concedió sacar el celular y contestó el mensaje que Gabe le había mandado y que llevaba allí casi media hora. Sólo decía que se aburría y que esperaba que él estuviera haciendo algo divertido. Mike miró a Alan de reojo, que empezaba a conducir, y contestó con algo igual de escueto. Sabía que cuando Gabriel estaba de mal humor o se quejaba lo mejor era escribir nada empalagoso.


---


Wade se deslizó en el sofá, recostando la cabeza sobre el respaldo. Observó a los chicos allí, y buscó a Gabriel con la mirada. Le parecía extraño que le estuvieran permitiendo acompañarlo, después de las últimas expresas órdenes de que se mantuviera alejado. Tal vez se debía al ambiente festivo, la música, y el que el cuarto estuviera lleno de adolescente. Se sentiría mal de no ser considerado para las ocasiones serias, pero no le importaban lo suficiente. Localizó a Gabriel apoyado en una columna, con una botella de gaseosa en la mano y una expresión de total aburrimiento. Negó con la cabeza, mientras se levantaba.


-Creo que eres el único que puede tener esa expresión en un momento como éste -dijo, llevando una mano hasta la frente de Gabriel-. ¿Dónde estabas?


-Hablando con el padre de Katherine -contestó Gabe. No hizo el intento de apartar la mano que Wade mantenía en su frente, al parecer tratando de desaparecer su ceño fruncido-. Aclarando las cosas... ¿dejas de tocarme?


Wade llevó una mano a su pecho, cerrando los ojos como si sufriera.


-¿Acaso no me quieres más? Eres tan cruel.


Se echó a reír al ver que Gabriel apretaba los dientes y su expresión cambió al notar que una chica vestida en un simple vestido floreado se acercaba a ellos. Se colocó al lado de Gabriel y saludó con una inclinación de cabeza cuando ella se acercó. De cerca, pudo notar las pecas en su piel y el suave color castaño de su cabello. Se le hacía familiar, aunque no pudo recordar porqué. 


-Buenas noches -dijo. Gabriel detectó el acento extranjero en su voz, pero no le prestó más atención de la necesaria. Incluso aunque era bonita y tenía una buena vista de sus piernas, no estaba de humor para admirar a nadie. Ella siguió hablando, como si no notara su molestia. Le dio una mirada a ambos antes de seguir hablando-. Estoy de visita aquí, y mis padres dejaron que viniera a esta... fiesta. Pero me temo que no conozco a nadie.


Su voz era ligeramente rugosa y nuevamente habló, antes que alguno de los dos contestara, esta vez mirando a Gabriel. Éste notó que sus ojos eran de un verde muy claro y le mantuvo la mirada.


-En realidad, te conozco a ti. Gabriel Barnett. Tu padre es un gran amigo de los míos, y siempre habla de ti -se volvió a Wade, ladeando el rostro-. Y tú eres Wade Lorenz. Me dijeron que eres muy bueno en el piano.


-Lamento decir que no es una información del todo correcta -contestó él, esbozando una sonrisa, bajando levemente la mirada, como si estuviera avergonzado-. No soy muy bueno en el piano. Si tengo que confesar, no creo que pueda recordar cómo tocarlo.


Ella bajó la cabeza, escondiendo una sonrisa y por una vez, Gabriel se preguntó qué veían las chicas en su amigo y porqué cosas como ésa le funcionaban. Rodó los ojos.


-¿Con quién tengo el placer?


-Oh, lo siento. Siempre olvido presentarme. Sophie Martel.


Ella elevó la mano y Wade la tomó entre la suya, acariciando lentamente la palma con el pulgar.


-Martel. Conozco a tu madre. Mi madre es muy aficcionada a sus productos -miró a Gabriel, que dio un largo sorbo a su botella, como esperando que ellos se marcharan-. Y por favor, disculpa a Gabriel. Él sólo está un poco fuera de sí.


-Lo siento mucho -dijo ella, dejando que su mano resbalara de la mano de Wade. Se llevó esa misma mano a la altura de sus labios, luciendo consternada-. Perdón si interrumpí algo.


Gabriel lo miró, extrañado.


-No interrumpías nada -dijo, tratando de no sonar demasiado brusco.


-Aún así, ustedes estaban en algo. Y yo sólo vine aquí, a meterme en su charla. Me retiraré.


Gabriel sacudió la cabeza, negando. Wade decidió hablar, antes que su amigo despidiera a la chica con algo incluso más brusco.


-Permíteme acompañarte. Me sentiría mal si sé que he dejado a una dama sola, sabiendo que no tiene nadie con quién charlar -al ver que ella miraba a Gabriel, luciendo culpable, negó con la cabeza-. No te preocupes. Estará bien solo.


Ella se colgó de su brazo y antes de alejarse, regresó a mirar a Gabriel. Sus ojos se encontraron. Sophie le dirigió un leve asentimiento con la cabeza que Gabe no supo de qué manera tomar. No pensó en eso mucho tiempo. Se acercó a la mesa, y se sirvió ponche, mirando el reloj. No tenía pensando estar allí más de dos horas, prefería regresar al hotel, dormir un poco o llamar a Mike. Estar con él sería mejor que estar allí, rodeado de niños idiotas con demasiado dinero y poco cerebro. Dejó la gaseosa y se sirvió un poco de ponche, a sabiendas que contenía alcohol, en un intento de distraerse. Si estaba allí era porque su padre le había ordenado socializar un poco, pero, órdenes o no, no sentía ni las mínimas ganas de hablar con alguien. 


----


Bryan observó a Ericka mientras caminaba, detrás de ella, en un parque en el que no había casi nadie. Ventajas de estar allí casi a las nueve de la noche, aunque se preguntó si no se metería en problemas llegando tarde al colegio. Tal vez no, todos los chicos salían los sábados. Observó el suave ondular de su cabello, al ritmo de sus pasos y del viento, y no pudo evitar bajar la vista, admirar su cuerpo. No se habían vuelto a besar desde aquella vez en la piscina; seguía sin saber si tendría que esperar hasta que ella decidiera, o si ahora podría besarla sin pedir permiso, aunque no parecía correcto. Ericka se giró, apartándose un mechón de cabello, y él no pudo evitar quedar atrapado en la curva de su cuello, el elegante movimiento de su mano mientras llevaba el mechón hacia atrás.


-¿Qué estamos haciendo aquí, exactamente? -Bryan sonrió. Esa era otra cosa que le gustaba de ella, esa combinación de elegancia y fragilidad, unida a la manera dura de expresarse.


-¿Admirar el paisaje? -aventuró. Ericka entrecerró los ojos, para expresar su desaprobación-. Hey, fuiste tú quién llamó y pidió relajarse. Árboles, y nada de gente suena relajante para mí.


-En realidad, pensaba en un spa, un masaje, música.


-Linda imagen. Lástima que no conozco spas.


Ericka sonrió y siguió caminando. Le encantaría saber cuándo dejaría de sentirse insegura acerca de Bryan y lo que estaba haciendo, y le gustaría mucho más dejar de escuchar las palabras de Gabriel en su cabeza. Sacudió la cabeza, mientras fijaba la mirada en un columpio en medio de los árboles del parque. Sus padres nunca la dejaron jugar en uno, preocupados en su educación, en convertirla en la perfecta señorita. No juegos bruscos, no ejercicios muy fuertes, nada de videojuegos. Ericka se acercó y posó la mano en la barra de metal.


-Me gustan los columpios -dijo. Bryan la alcanzó, ubicándose frente a ella. 


-No es algo que relacione contigo.


-Tal vez porque nunca he subido a uno -aclaró.


-Dicen que nunca es tarde para empezar -Bryan sonrió, posando también una mano en el metal, conteniendo las ganas de estirar el brazo y tocarla. Por un momento vio algo en ella mucho más vulnerable y accesible, pero desapareció cuando Ericka alzó la mirada y asintió, encogiéndose de hombros, como quitándole importancia.


Ericka se sentó, agradecida de llevar jeans. Sintió un poco de miedo, al principio, las alturas la ponían un poco nerviosa y le daban vértigo. Cerró los dedos en puños sobre las cuerdas y se impulsó sólo un poco, lo suficiente para levantarse del piso.


-Primero, flexiona las piernas -indicó Bryan, que se había alejado unos pasos-. Y luego las estiras cuando vas subiendo. Es fácil.


Ericka se mordió los labios, para no reconocer que le daba un poco de miedo.


-Podrías tirarme -sugirió. Sería mucho más fácil así, pensó, perder el control un poco y dejar que alguien más tirara de ella. Era eso lo que hacía estando con él, después de todo. Bryan asintió y posó las manos en la cuerda, arriba del lugar en el que Ericka se sostenía. Empujó suavemente y Ericka, esta vez, disfrutó de la sensación, del aire en su rostro y de tener las piernas apoyadas en la nada. Se impulsó sola la siguiente vez, sintiendo una risa que le burbujeaba en el pecho y que intentó reprimir. Para su mala suerte, la última vez que lo hizo, calculo mal la fuerza y su mano se soltó, perdiendo el equilibrio. Bryan lo notó a tiempo para correr, tratando de alcanzarla mientras ella caía. Logró hacerlo, pero tropezaron ambos y terminaron en el piso, Bryan de espaldas y Ericka sobre él, sintiendo un leve dolor en la muñeca. Se preguntó, antes que nada, si se la había roto o le afectaría en la competencia.


-Lo siento, demonios -farfulló.


-No te disculpes -comentó Bryan, sonando divertido-. Lo estaba disfrutando.


Ericka alzó la cabeza, para verlo, y se encontró con una sonrisa libertina que le recordó, sin quererlo, a Wade. Se levantó apresuradamente, cogiendo su muñeca y dando un par de pasos atrás.


-No lo decía con esa intención -se disculpó Bryan. Ericka parpadeó. Bryan no era Wade, de eso estaba segura, y lo que menos quería era pensar en Wade cuando estaba con él.


-No es por ti. Pensé que me hice más daño en la muñeca. Tengo que nadar -se explicó. Bryan se acercó a ella y le cogió la mano, palpando.


-No es grave. He tenido un montón de lesiones patinando y las he visto -vio las marcas de la cuerda en la palma de Ericka y las recorrió con un dedo, antes de volver a palpar su muñeca-. Te estabas sosteniendo muy fuerte, por eso cuando resbalaste dolió. Pero no tienes nada roto.


Alzó la cabeza, sonriendo, mientras Ericka asentía. Se preguntó si podría besarla en ese momento, aunque lucía algo angustiada. Le acarició las mejillas, y ella suspiró, sin atreverse a levantar la cabeza, preguntándose si la besaría ahora, si esperaba algo o si ella quería que lo hiciera. Bryan le besó la mejilla, dejando apenas un roce suave y bajó hasta la comisura de sus labios, respirando sobre su piel, antes de bajar un poco más y dejar un beso igual sobre la curva de su cuello. Cuando volvió a alzar los ojos, la mirada le ardía, y ella vio deseo, anhelo, casi desesperación. Esa mirada la hacía sentir líquida, extraña. Cuando, al fin, llegó a sus labios, cedió. Abrió la boca, dejó que la lengua de Bryan entrara en ella, y trató de no sentirse culpable por no saber si lo quería y a pesar de eso disfrutar de su toque, de su obvia atracción por ella.


---


Wade salió del comedor, preguntándose dónde estaría Adriana. Habían regresado al colegio hace casi una hora y después de recibir la amable invitación de Gabe a abandonar el cuarto, apenas pudo darse un baño y cambiarse de ropa antes de salir a comer. En vista que su propio cuarto le estaba prohibido por hoy, sólo quedaba encontrar a Adriana. Sonrió, empezando a caminar, dirigiéndose hasta el tercer piso, a las aulas vacías que ella solía usar para practicar sus pasos de baile. No se equivocó. La encontró en un aula desierta, las pocas sillas apiladas en un rincón y ella allí, moviéndose al ritmo de una canción que no reconoció. Se habían acostado, al fin, sólo unos días atras y verla moverse le estaba trayendo recuerdos demasiado agradables. Tocó la puerta con los nudillos, para hacer notar su presencia.


Adriana se giró. Su sonrisa se amplió al ver a Wade. Ella había creído que después de dormir juntos, todo el interés de Wade desaparecía, pero seguían actuando como amigos. Era agradable. Observó la manera nada sutil en que se lamía los labios y negó con la cabeza.


-No sé con qué ideas has venido, pero estoy ocupada -dijo, aguantando una sonrisa.


-No he venido con ninguna idea. Excepto disfrutar la vista -la vio acercarse a los parlantes que tenía conectados, antes de agregar-. Está bien, lo admito. No tengo nada que hacer hoy y me han botado de mi propio cuarto.


Se acercó a ella, para tomar un mechón de cabello entre sus dedos.


-Pensé que podía encontrar una buena samaritana que me prestara algún pequeño lugar en el que dormir.


Adriana alzó la vista hacia él, acostumbrada a sus coqueteos, y más divertida que otra cosa.


-Hay un problema -susurró-. Esta buena samaritana no está acostumbrada a dar caridad.


-Podría encontrar algo con lo que pagar -Wade llevó su pulgar hasta el labio inferior de Adriana, acariciándolo. Ella, por toda respuesta, soltó una risita.


-No eres tan bueno como para considerarlo -bromeó. La expresión de Wade pasó de indignada a determinada en instantes.


-¿No tan bueno? -preguntó. Sus manos se posaron en la cintura de Adriana y desde allí, se aseguró de bajarlas rozando sólo con la yema de los dedos la piel cubierta por el jean, delineando la forma de sus piernas-. Creo que tengo que rebatir esa opinión.


Adriana no tuvo tiempo de contestar antes que él la besara y la alzara en vilo, sosteniéndola de las piernas, retrocediendo hasta que su espalda chocó contra la pared. El movimiento fue un poco brusco y Adriana dejó escapar un gemido cuando Wade abandonó sus labios, dejando un camino de besos hasta su cuello.


-Sigo sin ver dónde está lo especial -dijo, cuando encontró la voz. No lo decía en serio, claro, pero era divertido molestarlo y que Wade contestara embistiendo, moviendo las caderas, haciendo que notara su miembro duro contra ella, era mucho más divertido. Para Adriana, todo eso no era más que una travesura, desde que descubrió el sexo. Con Wade no era diferente, sólo era mejor. Tenía más experiencia que los chicos de su edad, y mucha más paciencia aunque no lo pareciera.


-Eres una chica bastante exigente, ¿te lo habían dicho? -le soltó las piernas, dejando que se pusiera de pie, sólo para tener las manos libres y meterlas debajo de su camiseta. Adriana se lamió los labios, lamentando tener que detenerlo al notar que sus besos se dirigían más abajo cada vez y recordar que estaban en un aula. No estaba lo suficientemente loca para hacerlo allí.


-Espera -murmuró. Wade seguía moviendo las caderas contra ella, besándola debajo de la garganta, con una mano sobre su abdomen y la otra en su cintura, reteniéndola contra la pared-. Era en serio cuando dije que estaba ocupada, pero te has ganado el cuarto.


Wade se apartó, chasqueando la lengua.


-Sólo estabas bailando -se quejó. Adriana buscó las llaves de su cuarto y se las tendió.


-Eso era practicar. Si no lo hago, me oxidaré -bromeó a medias. Wade cogió la llave, no del todo complacido. Pero todavía necesitaba dormir y en una cama, de ser posible, así que aceptó las llaves.


-Me pagarás esto -dijo, mientras caminaba hacia la puerta.


-Lo estaré esperando -murmuró Adriana. Wade regresó sobre sus pasos, le cogió el rostro y la besó, obligándole a abrir los labios, mordiéndole los labios antes de retirarse.


-Ahora estamos casi en paz -salió del aula y Adriana se acomodó el cabello, algo confundida. Había sido muy amable cuando lo hicieron. Sin embargo, esta agresividad era divertida, también.


---


-La próxima vez, también quiero ir -se quejó Julie, caminando por los pasillos junto a Mike-. Según lo que parece, se divirtieron.


-No tanto -negó Mike-. Hubiera sido mejor contigo allí.


Sonrió, aunque mentía un poco. Sí se había divertido, a pesar de las burlas de Alan y de la película que habían visto.


-El próximo sábado, veremos una de comedia -decidió Julie-. Eso, si Gabe sigue ocupado.


Mike hizo una mueca de disgusto. No podía acostumbrarse al poco tiempo que pasaba con Gabriel, razones aceptables o no. Lo quería cerca, lo extrañaba. Se detuvo al llegar al cuarto de su novio y Julie le dio un par de palmaditas en la espalda.


-Por cierto, ¿resolvieron su problema?


Mike se encogió de hombros.


-Algo así, supongo -dijo. Julie enarcó una ceja. Mike no parecía muy feliz. Decidió que era mejor no hacérselo notar y se despidió, alzando una mano. Mike no tuvo que tocar la puerta, estaba abierta, y se encontró con un Gabe semidesnudo, recién salido del baño y con una toalla sobre sus hombros. Cerró la puerta detrás de él, haciendo el ruido suficiente para que Gabriel notara su presencia. Éste se giró, le dio una mirada y se puso una camiseta, antes de acercarse.


Gabriel era consciente que habían pasado de puntillas por el problema, y se preguntaba si podía actuar normalmente. Vio que Mike parecía tener el mismo problema que él, al parecer incapaz de decidir entre avanzar o quedarse donde estaba, con la espalda pegada a la puerta.


-¿Qué tal tu fin de semana? -preguntó Mike. Se acercó un par de pasos, con las manos en la espalda.


-Aburrido -contestó Gabriel. Llevó una mano a su cabello aún mojado, en un gesto nervioso. Caminó hacia Mike, deteniéndose antes de poder tocarlo, aguardando-. Hablé con el papá de Kathy, esas cosas... aunque estaba pensando que tal vez podía mejorar un poco. La semana aún no termina.


Mike estiró una mano, tocando el rostro de Gabe, abriendo los labios pero sin llegar a formar ninguna palabra. Gabriel se inclinó hacia él, rozando su boca.


-Te extrañé -susurró, contra sus labios. Mike suspiró, dejando caer su cabeza en uno de los hombros de Gabriel.


-También yo -dijo, alzando la cabeza, en espera de un beso. Gabriel no le hizo esperar demasiado. Junto sus labios, haciéndolo retroceder hacia la cama, y ahogó una maldición cuando la puerta del cuarto sonó. Se apartó de Mike, decidido a botar a patadas a quien sea que estuviera allí, pero cuando abrió la puerta, se encontró a Ericka allí. Ella miró hacia la cama, vio a Mike y enarcó una ceja.


-Disculpa, es sólo que el padre de Katherine ha venido. Está en el despacho del director. Kathy está allí, y quiere verte.


Gabriel se volvió hacia Mike, suspirando.


-Hablé con él ayer. No sé qué quiere.


Mike se levantó, arreglando los botones de la camisa que Gabe había soltado, tratando de no lucir tan decepcionado.


-Ve a ver qué quiere. Tal vez sólo quiera que le confirmes lo que pasó -dijo, esbozando una sonrisa-. Me llamas cuando estés libre.


Mike salió del cuarto y Gabriel buscó una camiseta que ponerse, mirando a Ericka.


-¿Sabes qué quiere? -preguntó.


-Básicamente, lo que dijo Mike. No le gusta que su hija esté metida en ese tipo de habladurías. Y supongo que no te creyó del todo. Kathy no dirá nada en contra tuya, lo sabes. Pero parece que tampoco quiere hablar mal de Luke, no sé porqué. Sólo ve a verla. Y deja de poner esa cara, Mike no va ir a ningún lado.


Gabriel asintió, abandonando el cuarto y mascullando en voz baja. A este ritmo, se acabaría el año sin tener tiempo para estar a solas con Mike.


 


 

Notas finales:

Si llegaron hasta aquí y aún quieren seguir leyendo, muchas gracias. Sophie es uno de mis personajes favoritos, pero aquí no va a salir mucho, no se preocupen xD. Tengo casi listo el próxima cap, pero tengo que arreglarlo, editarlo y eso. No esperen cap la siguente semana TwT. Nos vemos en dos semanas, como ya es costumbre :)


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