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West Lake por Hisue

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Notas del capitulo:

Hola otra vez.

Este ha sido un capítulo muy difícil de escribir, entre cosas y cosas que tenía que hacer y que me puse a jugar para relajarme y que, en general, estos capítulos no están teniendo mucho... romance o lo que sea. Difícil. Antes escribía de paporreta (reconozco que fue un error, por cierto). Ahora como que... me toma mucho dejar un capítulo listo xDDD

Pero bueno... la próxima semana si hay capítulo!

Capítulo 73

 

Henry entró al vestíbulo del hotel, colgando el celular mientras lo hacía. No necesitó caminar mucho para encontrar a Joanna, sentada frente a una mesa al fondo del lugar, el cabello rubio peinado en una trenza que caía sobre su hombro izquierdo. Los últimos días, ella sólo salía del hotel para ir al hospital, siempre en las mañanas y regresaba muy tarde en la noche. Cinco días después, los periodistas aún trataban de obtener una declaración, que Joanna se negó a dar. No hizo el intento de inclinarse para besarle la mejilla, la conocía lo suficiente como para no molestarla cuando ya estaba furiosa.

-¿Cómo está Wade? -preguntó.

-Recuperándose -contestó Joanna. Alzó los ojos, dando vueltas a su taza de café-. ¿Dice algo nuevo la policía?

-Ayudemos a que los dejen escapar. El capitán a cargo no está muy feliz.

Joanna negó ligeramente con la cabeza, repasando los hechos de ese día. Habían cosas que le eran extrañas, los asaltantes pudieron escapar en vez de demorarse cuando una de las empleadas el banco llamó a la policía. Pero se quedaron, y fueron directo hacia ella... lo cual era comprensible, considerando el dinero que ella podía ofrecerles. Aún así, sentía que algo estaba mal. Y había pasado muchos años rodeada de escoria como para aprender a confiar en sus instintos y no podía dejar de sospechar.

-Quiero ver a los que le hicieron eso a mi hijo en una cárcel, Barnett, no importa lo que tome. Puedes ir y decírselo a mi querido esposo.

-Edward hace lo que puede. No importa que no crea en Wade como su hijo, no significa que quiera verlo herido. Y sabes que no ha ido al hospital porque tú se lo has prohibido.

Joanna asintió, sin negarlo ni brindar una explicación. Miró a Henry unos momentos, tratando de adivinar qué estaba pensando. Nunca era una tarea fácil saber qué planeaba detrás de su máscara de honradez, de esos ojos verdes en apariencia tan amables.

-¿Cuándo llega Gabriel?

-En unas horas. No ha dejado de molestarme con eso.

Joanna suspiró. Se había negado a hablar con él por celular, pero ella tenía el celular de su hijo y había visto las múltiples llamadas que Gabriel había hecho, como si esperara una respuesta. Era ilógico, una conducta innecesaria. Nadie sabía que ella tenía el celular, por supuesto y aún no entendía porqué los asaltantes no se lo llevaron. Los vio arrancando un reloj de oro de la mano de un funcionario.

-Es su hermano el que está herido -replicó, bebiendo un breve sorbo de café. Henry esbozó una sonrisa que Joanna no supo si era de resignación o triunfo.

-Lo que pasó fue...

-¿Inesperado? -interrumpió Joanna.

-Terrible -Henry suspiró-. ¿Por qué estás tan enfadada?

-¿Has visto a mi hijo? Tiene un corte en la cabeza -se señaló la frente, recorriendo con un dedo desde su sien hasta la altura de la oreja-. Vi cómo lo golpearon y la sangre. Al menos, los otros golpes no fueron tan graves. Les bastaba amenazarme a mí para salir de allí libres, pero se ensañaron con mi hijo, estaba escuchando mientras esos tipos lo golpeaban. Si esperas que no esté molesta, Barnett, no me conoces. Con tu hijo llegue, mándalo a la clínica. Y no le hagas ninguna reserva, se quedará conmigo y regresará cuando a Wade le den el alta.

Se levantó y se alejó de la mesa. Henry la miró marcharse. No le gustaba dejar a otra persona tener la última palabra, pero tampoco esperaba que Joanna se quedara en shock, como el primer día, dejando a él manejarlo todo. Ella no era tan débil. Lo único bueno en dejar que Gabe se quede con ella, es que su hijo habría insistido en ello de todas formas.

---

Gabriel entró al hospital, con los guardaespaldas de su padre todavía detrás de él. Habían tenido que esquivar un grupo de periodistas, que alcanzaron a tomarle un par de fotos, pero ya estaba allí, en el ascensor rumbo al octavo piso. Wade estaba en un cuarto privado, o ese le dijo Joanna cuando al fin le contestó el teléfono. Aguantó las ganas de correr cuando el ascensor se detuvo y caminó lentamente, el corazón latiendo de forma apresurada en su pecho, mientras apretaba las manos en puños.

Vio a Joanna de pie en un pasillo y esta vez sí corrió hacia ella. Su tía estaba perfecta, como siempre, el cabello en una trenza cuyo desorden era sólo por estética, en un vestido hasta los tobillos que la hacía parecer mucho más joven de lo que era. Al parecer a ella no la habían tocado.

-Está durmiendo -dijo ella, antes que él pudiera formular una palabra.

-¿Puedo verlo?

Joanna asintió, señalando la puerta. Se alejó rumbo a un sofá, pensando que Gabriel era tal vez la única persona en quien confiaba para ver a su hijo ahora. No Henry, ni Edward, ni ninguna de sus amigas que serían felices con tomarle fotos a su hijo y rumorear sobre él en sus fiestas de té. Sólo Gabriel. E Isabelle si ella estuviera allí, pero Joanna dudaba que Isabelle, donde sea que estuviera, tuviera acceso a las noticias.

Mientras tanto, Gabriel entró al cuarto, cuidándose de cerrar la puerta lentamente para no hacer ruido. Wade estaba sobre la cama, dormido y Gabriel se quedó de pie mirando a su amigo, observando su pecho subir y bajar con cada respiración. Había un hematoma morado en su mejilla izquierda y una herida ya cosida que partía desde su sien derecha hasta el comienzo de la oreja. Gabe sintió que su estómago se revolvía. Las mayores heridas que había visto en Wade fueron la palma de la mano abierta y sangrando cuando eran niños, una herida que él compartía, y los dientes de Max en su pierna. Nunca había visto su rostro así. Jaló una silla, sentándose cerca de la cama, estirando una mano para acariciarle el cabello, sus dedos rozando la línea de la herida. Wade gimió en sueños, su rostro contrayéndose en dolor y Gabe se preguntó cómo lucirían sus otras heridas. Cerró los ojos ante el ramalazo de rabia que le abatió. Habían herido a su mejor amigo, y si lo hubieran hecho un poco más, si no se hubieran detenido...

-No puedo perderte -susurró, antes de apoyar la cabeza en la cama, apretando los dientes.

Wade llevó una mano a su rostro, gimiendo ante el dolor que sentía en su costado. Permaneció un momento allí, con el brazo sobre su rostro, sintiendo las punzadas a un lado de su cabeza, el ardor en el brazo y el dolor que se extendía por sus costillas. No quería recordar y eso fue lo que lo llevó a abrir los ojos, parpadeando ante la luz del cuarto. Desvió el rostro para encontrar a Gabriel mirándolo, el rostro apoyado en la cama, a la altura de su abdomen. Gabriel sonrió, y Wade no pudo evitar sentirse satisfecho, había pasado mucho tiempo sin ver una sonrisa real en el rostro de su amigo.

Gabriel se incorporó para sentarse correctamente, a la vez que Wade trataba de sentarse en la cama, mordiéndose los labios para aguantar el dolor.

-¿Es grave? -preguntó, sosteniendo el hombro derecho de su amigo cuando éste apoyó la espalda en la cabecera de la cama.

-Es doloroso -contestó Wade-. Mi mamá quería que me examinaran de cada pequeña cosa y me han tenido aquí. Pero es... es sólo el dolor.

-Las noticias no han sido muy claras, y tu madre no ha declarado -dijo Gabriel-. ¿Qué te hicieron?

-Me golpearon -contestó, después de unos momentos en silencio. Gabriel apretó los puños al ver el dolor en sus ojos, la forma en que tembló su sonrisa-. Sólo me golpearon.

Gabriel se levantó, apoyando una rodilla sobre la cama para poder acercarse. Esperó a que Wade dijera algo más, pero cuando pasaron los minutos sin que hablara posó una mano en su rostro y  dejó un beso sobre su frente, el alivio que sentía al verlo mucho más grande que las ganas que tenía de saber exactamente qué pasó.

-No sabes lo mucho que me asusté cuando vi las noticias -susurró, sin alejarse-. A pesar que mi viejo me aseguró lo contrario no podía dejar de pensar en lo peor, en que podría perderte y yo... no puedo, Wade -se apartó un poco para verlo a los ojos, ambas manos en su rostro-. Y fue mi culpa, te mande aquí, si yo no... si te pasaba algo, algo peor, si tú... yo... prométeme que no... prométeme que no volverá a pasar.

Wade observó a su amigo, la angustia en su rostro, la forma en que estaba casi balbuceando. E incluso aunque no podía asegurar nada, asintió lentamente. Lo próximo que sintió fue los labios de su amigo sobre los suyos, presionando suavemente, todavía murmurando algunas cosas en voz baja. Su primer instinto fue apartarlo, elevó un brazo para hacerlo, pero se detuvo a medio camino. Conocía a Gabriel, y si estaba haciendo esto tal vez era sólo porque lo necesitaba. Lo dejó hacer unos segundos hasta que Gabe se separó, luciendo más tranquilo.

-Mi padre prometió que haría lo que estuviera en sus manos para atrapar a los que te hirieron -murmuró Gabriel, volviendo a la silla. Wade se encogió de hombros, decidiendo ignorar el tema.

-Sólo quiero salir de aquí y regresar a casa -murmuró, volviendo a acostarse.

-Hablaré con tu madre, si no hay nada más que hacer en el hospital, lo mejor es que regreses. No tiene que ser divertido estar encerrado aquí.

-Tráeme algo de comer también -pidió Wade, esbozando una sonrisa, mientras volvía a acostarse aunque no pudo evitar gemir de dolor, otra vez-. Y pastillas.

Gabriel le acarició el cabello, antes de salir. Se apoyó en la puerta cuando la cerró tras él, llevando una mano a sus labios. ¿Qué demonios había hecho? Había pasado la semana preocupado, asustado y casi sin dormir y en lo que menos había pensado era en esas extrañas fantasías con Wade. Ni siquiera sabía de dónde había salido ese bese. Sacudió la cabeza, buscando a Joanna. No significaba nada. Sólo él estando demasiado estresado y asustado por la posibilidad de perderlo.

---

-¡Tengo noticias! -Katherine entró al cuarto de Julie, en el que ella descansaba sobre el piso, con Mike acomodado a su lado-. Gabriel llamó a Ericka hace un rato, le dieron de alta a Wade y está bien, o al menos está lo mejor que puede estar.

-Esas son buenas noticias -sonrió Mike, volviéndose hacia Julie. Ella lucía interesada, aunque trató de disimularlo.

-Eso es bueno -asintió ella-, ¿vuelven para acá?

-Según Ericka, Gabe no tiene intenciones de regresar al colegio solo. Tal vez pasen una temporada en una de sus casas... no sé... -Katherine suspiró, mirando a Mike primero con pena y luego, curiosa-. ¿Por qué estás aquí? -preguntó, casi acusadora.

-Es el cuarto de mi mejor amiga -contestó Mike, sin entender su tono ofensivo.

-Nunca estás aquí a esta hora los sábados -argumentó Katherine.

Julie ahogó una risa que disimuló con una tos y Mike no contestó. No solía estar en el colegio los sábados porque Alan y él solían salir a hacer cualquier cosa juntos. Esta semana no, por supuesto, porque ellos se estaban dando espacio, y Mike pensaba en eso como “darse espacio”, porque no le gustaba pensar en “evitarse”, ni mucho menos en “alejarse”. Esperaba que las cosas entre Alan y él volvieran a ser normales cuanto antes.

-Sólo tenía mucha tarea -contestó.

-Podemos salir la próxima semana, si no estás ocupado -dijo Katherine, retrocediendo hacia la puerta-. Tengo que ir a darle las noticias a Adriana. Ericka sabe que ella está preocupada, pero nunca irá a decirle nada.

-Los celos no sientan bien -dijo Julie, esbozando una sonrisa torcida, que hizo que Katherine se cruzara de brazos.

-Ella no está celosa -replicó. Estaba a punto de decir que Ericka había tenido un novio, pero nadie sabía de eso, y era mejor que las cosas siguieran así-. Sólo no le gusta socializar demasiado.

-Eso no fue amable -Mike observó a su amiga, acusador, pero Julie se limitó a encogerse de hombros.

-No pude evitarlo. Lo siento.

-¿No estás ni un poco preocupada por Wade?

Julie fijó la vista en sus manos. Estaba preocupada, y eso era parte de lo que la tenía tan molesta. Muchas veces, lo único que quería era no sentir nada por Wade, ni furia, ni rabia, ninguna desilusión, nada... pero era su hermano, y aunque odiaba la idea, no podía simplemente borrar esa información.

-Es un poco más complicado que sólo preocuparme -dijo, echando la cabeza hacia atrás-. Podría apostar que lo menos le interesa o piensa es en mí y en mi preocupación. ¿Cómo van las cosas con Alan? -preguntó, antes que Mike pudiera decir algo. Ella no quería hablar acerca de Wade, o sus sentimientos sobre él. En absoluto.

-Ya debes haberlo notado. Nos estamos... dando espacio -dijo, sonriendo antes que Julie pudiera notar lo inconforme que sonaba-. Creo que es lo mejor. He estado actuando como un idiota egoísta y no es bueno para ninguno -explicó, enroscando sus dedos unos con otros. Julie lo miró, sintiéndose sólo un poco culpable. Pero ella aún tenía que pensar en Alan, y en la manera en que ambos serían afectados si seguían con sus besos y sus salidas sin hablar de eso.

-Estarán bien -Julie le acarició el brazo, tratando de animarlo. Mike asintió, todavía sonriendo. Quería creer que ellos estarían bien, pero no podía dejar de pensar que tal vez Alan se había cansado de él y su inseguridad.

Cuando Julie se quedó dormida sobre el piso, él se alejó, sentándose en el escritorio y revisando sus tareas, por hacer algo, pero fue incapaz de concentrarse. Extrañaba a Alan, para estos momentos, ellos dos estarían terminando de ver una película, perdiendo tiempo mientras la comentaban y bromeaban y buscaban algo de comer. Era divertido, fácil. Tocó sus labios sin pensarlo, un recuerdo de los labios de Alan sobre los suyos haciéndolo levantar la cabeza y sacudirla. En la otra mano, estaba Gabriel. Si sólo pensara en Alan, sería fácil aceptar salir con él, probar si podía enamorarse. Pero Gabriel todavía seguía en su mente y mientras pensaba en los labios de Alan, rugosos contra los suyos, pensó también en la mirada herida de Gabriel, en sus ojos llenos de rabia... y en la forma en que no le había importado su presencia cuando trató de consolarlo hace días. Y él sólo trataba de ser amable, sabiendo lo mucho que Wade le importaba.

-¿Por qué me haces esto? -susurró, volviendo a apoyar el rostro sobre la mesa. No debería pensar en ninguno de ellos, debería estudiar, preocuparse por mantener sus notas y entonces intentar obtener una beca y estudiar lo que él quería. Hacer que su madre y su tía puedan estar orgullosas. Mike suspiró. Cuando tenía tareas era fácil concentrarse en ellas, pero ahora no y a pesar de sus esfuerzos, su mente siguió atascada en Gabriel, y seguía pensando en él... y para su desespero, en Alan al mismo tiempo... cuando cayó dormido.

Despertó a medias al sentir a alguien detrás, sacudiendo sus hombros.

-Hey, Mike. Michael -la voz de Alan era suave, amable y Mike sonrió, sin moverse. Le gustaba su voz. Y sólo quería dormir un poco más-. Vamos, Julie tiene una compañera, ¿sabías? -respiró cerca de su oído y Mike dejó escapar un sonido de disgusto-. Levántate, Michael.

Mike abrió los ojos, incorporándose mientras Alan daba unos pasos hacia atrás. Nadie le llamaba “Michael” en el colegio, no desde los primeros meses aquí.

-Nadie me llama Michael -dijo, estirando los brazos.

-Es tarde, tienes un cuarto -dijo Alan, ignorándolo. Mike notó que Julie no estaba allí y se puso de pie, siguiendo a Alan fuera del cuarto. Las luces del pasillo ya estaban encendidas y Mike miró su celular, sorprendido al ver que había dormido casi cuatro horas. Eran más de las siete.

-¿Vas a dormir aquí hoy? -preguntó Mike, al entrar al cuarto. Alan bufó.

-Este es todavía mi cuarto.

-No me refería a eso -suspiró Mike. Alan no pudo evitar acercarse y revolverle el cabello.

-Lo sé, no necesitas poner esa cara.

Mike decidió leer un poco, no tenía sueño después de dormir parte de la tarde y además, de esa forma se mantenía en silencio y ayudaba a no acercarse a Alan, como él quería. Subió a su cama, acomodando almohadas en la cabecera, antes de apoyarse en ellas, con un libro de Shakespeare en sus manos.

-¿No vas a cenar, Michael? -preguntó Alan, con una mano en la puerta.

-Lo haré después -contestó Mike-. Y nadie me llama Michael -repitió.

-Tal vez quiero ser el primero -murmuró Alan-. Me gusta tu nombre.

Mike se contuvo de decir que le gustaba cómo sonaba su nombre en su voz. No quería confundir más las cosas, no mientras su gustar no fuera el mismo de Alan. Escuchó la puerta cerrarse y suspiró. Si hubiera sabido que las relaciones eran tan complicados, no habría intentado acercarse a Gabe en primer lugar.

---

Wade despertó en mitad de la noche, el cuerpo bañado en sudor y la respiración áspera. Si sólo fuera una pesadilla, podría volver a dormir, pero había heridas en su cuerpo que aún dolían cuando se movía que le recordaban que todo lo que vio en sueños fue real. Permaneció acostado, un brazo sobre el rostro, recordándose que ya no estaba en el hospital, estaba en el hotel, Gabriel dormía a pocos metros y más importante, estaba seguro. Pero no pudo detener los recuerdos y en un determinado momento, sólo los dejó fluir. Recordaba estar aburrido mientras su madre y el gerente del banco conversaban, en una sala del segundo piso. Recordaba seguirla al ascensor, entrar al primer piso en el que unos cuantos clientes permanecían, esperando ser atendidos. Y recordaba el ruido que empezó de repente, cuando alguien sacó un arma, y amenazó a una cajera, al mismo tiempo que las puertas se cerraban. No había sabido qué pensar, vio a su madre palidecer y tomarle la mano, tirando de él para que se ubicara detrás de ella, en un gesto de protección que no hubiera creído posible y que no era necesario. Él era más alto que ella, después de todo. Fueron varios, eso lo recordaba.

Dispararon a la cajera que activó la alarma, aunque nadie hablaba de ella en las noticias, todos concentrados en él y su madre. Recordaba ver a su madre caer al piso, a pesar del miedo sus facciones todavía calmadas. Y él permaneció allí, mirando el desastre, su corazón latiendo tan fuerte que podía sentirlo en los oídos mientras los gritos y las sirenas se dejaban oír. Ése fue el momento en el que se acercaron a ellos, en el que uno de ellos reconoció a su madre y gritó a todos que tenía una idea para salir de allí. Joanna se levantó cuando se lo ordenaron, y él escuchó la charla, su madre calmada a pesar de todo mientras les ofrecía una salida libre y más dinero. La única vez que su fachada cayó fue cuando repararon en él y le obligaron a levantarse. Recordaba las palabras. Necesitaban que ella no hiciera trampas. Una falla en la negociación con la policía y su hijo moría. Si se atrevían a seguirlos, su hijo moría. Si la policía intentaba entrar... Y sólo por el estímulo, lo golpearon. No todavía no sabía porqué no se lo llevaron con ellos, como era su intención. Para el momento en que el dinero les fue entregado, él estaba en el piso, aturdido, la sangre resbalando por su rostro, mezclándose con las lágrimas. Lo único que supo es que, en vez de él, se llevaron a uno de los ejecutivos del banco.

Wade dejó escapar una maldición entre dientes. No pudo hacer nada, jamás se había sentido tan inútil. Sólo trató de responder al primer golpe, antes que su madre ordenara que se quedara quieto y empezara a hablar por teléfono con la policía. Y en cada objeción el obtenía un golpe. La bala. La bala sólo fue un juego de uno de ellos, tratando de asustar a su madre. La herida de su rostro...

-¿Estás despierto? -escuchó la voz de Gabriel, pero no contestó. Mantuvo la mano en su rostro incluso cuando sintió a su amigo subir a la cama-. ¿Quieres hablar?

-Quiero dormir -contestó, en un murmullo.

-Debí haber traído algunas de esas hierbas que me diste a tomar -bromeó Gabe, metiéndose debajo de las sábanas. Esperó por una respuesta, pero todo lo que obtuvo fue un largo suspiro escapando de los labios de Wade, su brazo aún sobre su rostro. Gabriel lo pensó un momento, antes de tomar el brazo de Wade y tirar de él, haciendo que la cabeza de su amigo descansara sobre su pecho. No era extraño, lo hacían todo el tiempo, se dijo a sí mismo, tratando de no pensar en el beso que le había dado esa mañana.

-Es incómodo -murmuró Wade. Agradecía la distracción de todas maneras. Se separó un poco, volviendo a poner la cabeza en su almohada, aunque estiró una mano para evitar que Gabriel se fuera. Justo ahora, la idea de volver a estar solo y volver a pensar en ellos, no le agradaba.

Apenas notó cuando se durmió y sólo despertó cuando sintió la luz del sol en su rostro. Parpadeó, incorporándose. Su madre estaba allí, observándolos. Wade bajó de la cama, dándole una mirada a Gabriel que aún seguía durmiendo.

-Creo que tiene jet lag -murmuró. Su madre alzó una mano y tocó los hematomas en su rostro. Ya no le cubrían toda la cara, al menos y sólo estaba hinchada la piel debajo de su ojo izquierdo. La herida que le recorría el lado derecho, en cambio, se demoraría más en desaparecer.

-Vamos a regresar hoy mismo a casa. Los espero en mi habitación en media hora, comeremos allí.

-Gracias, madre -dijo Wade. Por una vez, no había sarcasmo en su voz, quería decirlo. Joanna asintió, antes de salir. A Wade no le extrañaba su comportamiento tampoco, a estas alturas, no esperaba de ella grandes muestras de cariño. Los golpes que tenía los tenía por llevar su nombre, pero sin ella allí serían peor. Tocó el lado derecho de su rostro, sintiendo los puntos sobre su piel. De todas las heridas, ésa era la que más recordaba, porque dolió más, cuando uno de los asaltantes estrelló su rostro contra una mesa de vidrio. Fueron los bordes de la mesa los que le causaron los cortes. Maldijo en voz baja. Esperaba regresar al colegio pronto, necesitaba olvidar.

---

-¿Cuándo regresas? -preguntó Ericka, desde el celular-. Tu perro está más inquieto que de costumbre, Gabriel.

-Ya estamos en casa de Wade. Así que será en un par de días, si Joanna lo aprueba.

Ericka suspiró. Gabriel podía regresar primero, pero claro que no lo haría. Miró a Max, que mordisqueaba una almohada en el piso. Ella apenas era capaz de controlarlo y el perro pasaba mucho tiempo en el bosque, aunque solía rodear la entrada del colegio y el cuarto cerrado de Gabriel. Le daba un poco de pena, tenía que admitir.

-Tu perro no deja de dar vueltas alrededor de tu cuarto. Está sufriendo, Gabe -agregó, sabiendo que sería más fácil que Gabe hiciera cosas por su perro que por nadie más.

-Regresaré con Wade -contestó Gabriel-. Cuida de Max mientras tanto, Ericka, lo apreciaría.

Ericka cortó la llamada, dándole una mirada amenazante al celular. Katherine la observó, ambas sentadas en la sala del Consejo.

-¿Aún no viene? -preguntó su amiga.

-Aún no. Regresaron el domingo y estamos martes. Al menos él debería aparecer y no dejar sus responsabilidades tiradas.

-Wade es su mejor amigo -comentó Katherine. La puerta se abrió y ambas giraron el rostro, la expresión de Kathy volviéndose inexpresiva, o al menos tratando de serlo, al ver a Luke allí.

-¿No está alguien del Consejo aquí? -Ericka señaló con la carpeta que sostenía hacia Katherine, y Luke le dio un vistazo, antes de bufar-. ¿Alguien con quién pueda hablar y no una secretaria?

Ericka contuvo las ganas de contestarle. Miró hacia Katherine, esperando que respondiera.

-Estoy aquí, puedes hablar conmigo -dijo ella. Se las arregló para que su voz no temblara, aunque Luke tenía razón. Ella ayudaba a Gabe, pero no hacía mucho más que seguir lo que él y Susan, quien reemplazaba a Ericka, dijeran.

-Como sea -Luke se acercó a ella y le tendió una carpeta-. Desde que las reglas cambiaron el año pasado gracias a alguien -dijo, girándose hacia Ericka, que se limitó a sonreírle-, todos los miembros del club tienen que pasar por esta mierda cada año. Allí están las notas de todos los nuevos jugadores y el cronograma. Espero una respuesta con el presupuesto en una semana, Katherine, tenemos nuestro primer juego dentro de poco.

-Lo tendrás -contestó Katherine.

-Siempre pensé que el equipo de futbol era una broma para golpearse entre ustedes -dijo Ericka, sin poder contenerse.

-Y el equipo de natación es una excusa para verlas en traje de baño -Luke le sonrió, socarrón-. Por si no te has enterado, es mi equipo el que ha tenido más ganancias el año pasado. No natación, ni el ajedrez de Susan. Yo gano en esto, Ericka.

Luke se marchó, y Ericka bufó. Odiaba no poder contradecirle.

-Nunca entenderé qué demonios veías en él.

-Era amable -contestó Kathy, incómoda.

-Se nota a kilómetros -ironizó Ericka, negando con la cabeza. Katherine se sonrojó visiblemente.

-Basta, Ericka. Yo no te molesto con Bryan.

Ericka alzó la mano, en un gesto de paz.

-Tengo que ir a entrenar de todas formas. Y no sabía que Luke hacía presupuestos.

-Él está en el equipo desde antes de entrar al colegio, Ericka. Y los dirige desde que entró. ¡Y no lo estoy defendiendo!

-No dije nada -suspiró Ericka, saliendo del cuarto. Cuando ella se fue, Katherine dejó caer la carpeta sobre la mesa, enfadada. Sabía que no tenía habilidad para dirigir nada, podía organizar una cena, armar una fiesta y ser muy amable, pero nada más. Susan no se había presentado hoy a la reunión del consejo, ella había sido la única de tercero escuchando a los representantes de las aulas y no había podido hacer nada. Sólo quería dormir. Y que Gabe regresara, si eso era posible.

---

-¿Dónde está Gabriel? -preguntó Wade, entrando a la cocina. La empleada que lavaba los platos, levantó la cabeza, brindándole una sonrisa.

-El joven Barnett salió hace unas horas con su padre.

-Y no se molestó en avisar -murmuró-. ¿Mi madre?

-En su estudio. El señor Lorenz está con ella. Ella pidió que no se le molestara, señor.

-Claro -contestó Wade. Tomó una botella de agua, antes de salir de la cocina y dirigirse al estudio. Para su extrañeza, la puerta estaba abierta y entró, sin darle más de una mirada a los sofás y los cuadros decorando las paredes. Había pasado mucho tiempo allí para conocerlo de memoria y para saber que cuando su madre quería privacidad cerraba la puerta. Dentro del estudio había una pequeña sala privada y Wade supuso que sus padres estaban allí. Se sentó en uno de los sofás, preguntándose cuánto tardarían en empezar a gritarse lo suficientemente alto como para que él pudiera escuchar.

Dentro de la sala, Joanna se detuvo y fijó los ojos en su todavía esposo, una mano apoyada en su cintura.

-¿Quieres explicarme por qué ha pasado más de una semana y aún no se sabe nada de las personas que golpearon a mi hijo? -exigió.

-Tú negociaste su libertad, Joanna -contestó Edward, los brazos cruzados sobre el pecho-. Debiste pensar en eso primero.

Joanna esbozó una sonrisa.

-Estaban golpeando a nuestro hijo, si es que todavía recuerdas que es tu hijo. ¿No has visto su rostro?

-No me has dejado verlo.

-¿Y de quién es la culpa?

Edward hizo el amago de salir de la sala, pero Joanna lo detuvo, cogiendo su muñeca.

-Escucha, Edward. Podemos estar gritándonos por horas, o ir al grano. Y seré muy clara, quiero a esos bastardos tras las rejas, y lo harás, no importa lo que te tome. No voy a permitir que esto quede sin resolver.

-No puedo controlar a la policía, Joanna. Ya nos detestan por meternos y garantizar que esos bastardos salieran ilesos. Hablas como si no estuviera preocupado...

-No finjas conmigo, él no te importa.

-Aún es mi hijo. No quería que le pasara esto.

Wade les sonrió cuando la puerta se abrió, dándole un sorbo a la botella de agua. Los ojos de Edward se fijaron un momento en su rostro herido y tanto él como Joanna captaron el leve rastro de culpabilidad que cubrió su rostro y la manera en que desvió la mirada.

-¿Me veo tan mal que no puedes mirarme? -preguntó Wade-. Te entiendo, no puedo mirarme yo mismo al espejo.

-¿Qué haces despierto, Wade?

-No soy un inválido, madre.

-Tu padre ya se iba -dijo Joanna, ignorándolo. Miró a Edward, hasta que éste salió de la sala, dejándolos a ambos solos.

-¿Cuándo podré ir al colegio?

-¿No quieres recuperarte antes? -preguntó Joanna, sirviéndose una copa de whisky.

-Prefiero recuperarme en el colegio -Joanna consideró discutir por un momento, pero sabía muy bien que Wade no consideraba esa casa como su hogar. Lo mejor sería dejarlo ir.

-Entonces esperaremos que Gabriel regrese. No te preocupes, no tendrás que verme más que un par de días más.

Wade se levantó, caminando hacia la puerta. Se detuvo y se volvió, sin saber cómo decir lo que iba a decir.

-Joanna -empezó. Ella alzó el rostro, eran muy pocas las veces en que Wade la llamaba por su nombre-. ¿Crees que eso fue un asalto?

-¿Por qué no lo creería?

-Porque sé que ellos no me robaron -contestó Wade, dándole voz a las sospechas que empezaba a tener-. Tú tienes mi billetera y mi teléfono, lo vi. Y has cancelado mi tarjeta, reportándola como robada, ¿por qué harías eso?

-Tengo sospechas y nada más, Wade -dijo, después de unos momentos en que permaneció en silencio, dando vuelta a su copa-. Sólo sospechas.

-¿De mi padre? -preguntó. El rostro de su madre se endureció.

-No lo sé.

-¿Sabías que Isabelle estaba viva? -preguntó, antes de poder detenerse. Joanna alzó la vista y soltó una breve risa, que fue respuesta más que suficiente para Wade. 

-Debí suponer que Gabriel no te lo ocultaría -sonrió-. ¿Asumo que sabes de su plan a largo plazo?

-¿Lo sabías y no hiciste nada? -preguntó Wade. El plan a largo plazo de Gabe era recuperar a Isabelle, a ojos de Henry. No sabía si su madre sabía exactamente lo que Gabriel pensaba.

-No seas idiota, hijo. Si Henry Barnett cae, nosotros caemos. Dadas las circunstancias, hizo lo que pudo. 

-Isabelle era tu amiga -murmuró, indignado.

-Y era la esposa de Henry, Wade. No tuve nada que ver en su desaparición, si es lo que quieres saber. Sé que Gabriel quiere recuperarla, es un niño que acaba de enterarse que su madre vive, es comprensible que esté desesperado por verla otra vez. Pero dudo que sea fácil. Hay cosas más allí que yo no conozco.

-Debiste detenerlo -contestó Wade-. ¿Sabías que Isabelle quería que se alejara de mi tío?

-Sería propio de ella -contestó Joanna. Algún día, él y Gabriel tendrían que enfrentarse con todo lo que sus familias tenían detrás y se preguntaba si estarían preparados-. Lo siento, Wade. A ti y Gabriel no les va a ser fácil deshacerse de los apellidos que llevan, y de a carga que traen consigo. 

-Vaya educativa charla, madre -Wade salió de la sala, enfadado. No esperaba ninguna respuesta, pero odiaba sentirse atado por una familia que nunca pidió.

---

Gabriel metió las manos a los bolsillos, ahogando un suspiro. No entendía porqué su padre lo había sacado de casa de Wade, para traerlo aquí, a un edificio que aún no se inauguraba y en el que no parecía haber nadie importante al que conocer. Melanie estaba allí, pero desde que se dedicó a esparcir rumores sobre su supuesta relación con Katherine se le hacía difícil mantenerse amable con ella. La gente que iba y venía por el edificio, entrando muebles y charlando con su padre lo saludaba cada vez, con toda la deferencia de la que eran capaces y a él empezaba a molestarle.

-Vamos, Gabriel -llamó su padre. Gabe fue a su lado, suspirando cuando dos guardaespaldas les siguieron.

-¿Necesitamos guardaespaldas dentro del edificio? -preguntó, cansado de tenerlos siguiendo sus pasos. Los dos hombres, de todas formas, no parecieron afectados por sus palabras.

-Después de lo que pasó, creo que cualquier precaución es necesaria.

Gabriel bufó, observando los números brillando en el panel del ascensor. El edificio sería uno de los más grandes pertenecientes a su familia y Gabriel sabía que los últimos pisos estaban destinados a viviendas de cualquiera que podía pagarlos. En los primeros pisos se ubicaría el hotel, además de un club, una discoteca. Gabriel había visto los planos, el edificio estaba en medio de la ciudad, pero el terreno que lo rodeaba había sido cubierto de plantas, lo que le hacía lucir más agradable. Gabe sabía también que su padre trataba de implementar jardines artificiales para los que lo solicitaran. Los departamentos ya habían sido puestos a la venta y él no dudaba del éxito

-Llegamos -Henry salió del ascensor, detenido en el último piso, que se abrió a un vestíbulo en el que las paredes estaban todavía sin pintar. No había muebles, ni una sola mesa en toda el área.

-Falta meses para la inauguración, ¿por qué esto no está listo? -preguntó Gabe, siguiendo a su padre. Henry se detuvo al llegar a los amplios ventanales del balcón.

-En el momento de la inauguración, retiraremos el plástico de las ventanas y encenderemos las luces, pero este piso seguirá así hasta un par de años más. Hasta que tú quieras usarlo.

-¿Qué? -preguntó Gabriel.

-Es para ti -contestó su padre, girándose-. Viste los planos, sólo hay dos formas de acceder aquí, por el ascensor que hemos subido y uno de carga. Ninguno de ellos se abrirá sin esto -dijo, mostrando una tarjeta de acceso-. Cuando lo quieras, lo arreglarás cómo se te antoje.

-¿Todo el piso? -Gabriel se giró. Allí había suficiente espacio como para que una familia viviera.

-Creo que disfrutarás la vista -Henry se acercó a una de las ventanas y apartó el plástico. Curioso, Gabe lo siguió. Detrás del ventanal se encontraba el balcón, y no tendría nada de raro de no ser por el curioso mosaico que formaba el piso en el que algunas partes estaban hechas de vidrio transparente. Gabe trató de imaginarse cómo sería pararse allí y le dio vértigo.

-¿Por qué...?

-Porque eres mi hijo -interrumpió Henry-. Cuando cumplas veintiuno, esto será tuyo. Pero puedes ir planeando su remodelación desde ahora. Te he enviado los planos a tu email, creo que hay programa en 3D en el que puedes diseñar, es una ingeniosa manera de hacer pruebas.

-Señor Barnett, solicitan su presencia abajo -uno de los guardaespaldas habló detrás de ellos.

-Puedes quedarte y admirarlo. Vendré a verte dentro de poco -Henry se dirigió al ascensor y Gabriel volvió a mirar hacia el balcón. Ahora que lo notaba, había un par de hombres en el piso, uno de ellos ocupado en colgar una lámpara en la pared. Gabriel lo observó por un momento y lo siguió, sin nada más que hacer.

-¿Qué es eso? -preguntó, señalando a una pequeña puerta de madera.

-Es la entrada a la azotea, señor Barnett -contestó el hombro. Se cubrirá dentro de poco, hay otra entrada para ella, de todas formas.

-No lo hagan -Gabriel se acercó a la puerta.

-Disculpe, señor...

-Esto es mío, no cubra la puerta. Déjela como está. ¿Puede abrirme esto?

El hombre lo miró, reluctante, pero terminó sacando una llave y abriendo. Detrás de la puerta sólo había una escalera y Gabriel se trepó a ella, ignorando al hombre que le pedía no hacer nada arriesgado. Necesitaba salir de allí y bajar no era una opción. Cuando salió a la azotea, una ráfaga de aire frío lo hizo tiritar y sintió que su respiración se volvía pesada al empezar a caminar. Incluso el piso de la azotea estaba hecho, su padre no había querido desafiar ningún título a lo más alto y no había agregado observatorios ni torres. En la azotea había una caseta de metal, Gabe supuso que contenía cables y cajas de electricidad. Gabriel se acercó al borde, a la valla que le llegaba hasta la cintura y miró hacia abajo. Quiso apoyar las manos en la valla, pero no lo hizo. Las mantuvo en los bolsillos de su chaqueta, los ojos fijos en los puntos que veía hacia abajo, antes de mirar los otros edificios que lo rodeaban. Se sentía inestable, pero no pudo evitar sonreír cuando una ráfaga de viento lo hizo tambalear. Pensó en la forma en que todos lo miraban, la manera en que lo trataban y se preguntó si era así como se sentía su padre. Parado a cientos de metros del piso, mirando a todos ellos debajo, eufórico, pero al mismo tiempo cauteloso. Ese poder no era suyo, ni el respeto, ni este edificio, ni la planta que le habían dado.

-Señor Barnett -Gabe dio un respingo. Se volvió hacia el guardaespaldas, suspirando.

-Llámame Gabriel -dijo, sin notar que su tono fue de orden y no una petición.

-Señor Gabriel, su padre pregunta por usted -corrigió.

-¿Cuánto tiempo ha pasado?

-Como media hora, señor -el guardaespaldas lo siguió y Gabriel se abrazó, notando el frío que tenía. No había notado el tiempo, distraído en sentir el viento, en mirar y concentrarse en la inestabilidad que todavía podía sentir.

Su padre esperaba por él con las manos en la espalda.

-¿Me habrías dado esto de estar Liam aquí? -preguntó Gabriel-. Este era su lugar.

-Eres un Barnett, Gabriel. Este lugar sería tuyo con Liam aquí o no. Pero tengo que admitir, hijo, que esperaba que él y tu madre estuvieran a mi lado cuando ustedes crecieran y tomaran el lugar que les corresponde.

-Ambos podrían estar aquí ahora, de no ser por ti -Henry se detuvo. Hizo una seña al guardaespaldas, que se alejó, dándoles privacidad, antes de volverse a su hijo-. Si la amabas, debiste encontrar una manera para no tener que alejarla.

-No sabes qué fue lo que pasó, Gabriel. Hice lo necesario para que Isabelle siguiera con vida. Para tener la oportunidad de recuperarla.

Gabriel negó con la cabeza. No terminaba de entender la historia y no había nada que quisiera más que entenderlo.

-Dime porqué. Si la amabas, debiste protegerla, no alejarla de ti. Debiste hacer algo.

Henry suspiró. Si estuviera en sus manos, esta charla no tendría lugar en ese momento, no con Gabriel tan joven, pero las cosas se salieron de control e incluso aunque fingía no verlo, sabía que su hijo estaba a sólo un paso de seguir el ejemplo de Liam.

-Mira este lugar, Gabriel -le dijo-. Mira lo que he construido. Tu madre cometió un error, algo que no pude detener, algo que no sólo me involucraba a mí. Habría hecho lo que fuera por ella, pero la única opción que tuve fue apartarla. Y he tenido que vivir con las consecuencias de mi decisión, pero es mi poder, es esto -Henry esbozó una sonrisa, haciendo un ademán con una mano, señalando el espacio que los rodeaba- lo que mantiene con vida a tu madre y a Liam protegido en el lugar en el que escogió vivir. Él cree que no sé dónde se encuentra, pero sigue siendo un Barnett. En cualquier momento, podría haber sido él y no Wade al que debieras ver en un hospital. Yo puedo protegerlos, pero no será así por siempre. Los años no pasan en vano, hijo, y cuando no tenga la fuerza suficiente, me echarán a un lado -suspiró, antes de seguir hablando-. Es como los negocios funcionan. Necesito un heredero, alguien de mi sangre para seguir cuidando de mi familia, a despecho de sus errores. Alguien que pueda reunirla otra vez. Y Liam decidió no serlo. Y tú puedes decidirlo también. Puedes irte.

Gabriel parpadeó. Ella no estaba aquí gracias a él, no tenía que olvidarlo. Y si tenía que confiar en Liam, su padre era un criminal.

-Lo que pasó con Wade, ¿es por tus negocios? -preguntó. Joanna no había necesitado decirle que lo sospechaba, lo adivinó sólo viendo la manera en que se negaba a recibir a Edward y en que había reforzado la seguridad de la casa. Y esta pequeña charla de su padre acrecentaba sus sospechas.

Henry suspiró, negando con la cabeza.

-No tengo nada que ver con eso. Sé que consideras a Wade un hermano, y no quiero que pierdas otro hermano. Si hubiera estado en mis manos, Gabriel, nada de esto habría sucedido.

-¿Me contarás algún día que pasó realmente con mi madre?

-Lo haré. ¿Seguirás a mi lado cuando decida hacerlo?

Gabriel apretó los dientes. Pensó en Mike, en ese beso que lo vio compartiendo con Alan, en la madre que llevaba años sin ver y en Liam, que debió estar allí en su lugar y con el que podía irse, renunciando a todo. Tal vez, si Liam estuviera allí, él no tendría que pasar por nada de esto. Liam sería el heredero, él siempre lo deseó más de todas formas, y su padre no tendría que molestarlo. 

-¿Qué pasaría si no lo estoy?

-Entonces no habría necesidad de contar esa historia, ¿no lo crees?

Henry subió al ascensor. El guardaespaldas lo siguió y Gabriel hizo lo mismo, con los ojos fijos en la espalda de su padre. Aún tenía muchas preguntas que quería hacer y que quería que fueran respondidas de manera apropiada. Pero sabía que su padre estaba acostumbrado a hacer las cosas cuando él las creía conveniente, y tampoco estaba seguro de obtener la verdad si sólo lo escuchaba a él. Necesitaba saber toda la historia, con todas sus aristas. Henry no le dirigió la palabra hasta que estuvieron fuera del edificio. Se detuvo delante de la fachada, apoyando una mano en el hombro de Gabriel.

-Dime algo, hijo -murmuró-. ¿No tienes el menor interés en todo esto?

Gabriel consideró su respuesta. Lo había visto, mientras acompañaba a su padre, el poder, la forma en que las personas se reunían alrededor de su padre, a sabiendas que podía definir sus vidas. Habían pocas personas que lo trataban como un igual y muchas menos que se atrevían a desafiarlo. Sería mentirse a sí mismo si dijera que no le gustaba, si negaba que le gustaría saber qué se sentía ser el receptor de esas atenciones, tener tanto en la palma de sus manos. Claro que cualquiera podía decir que él ya lo tenía, pero era diferente, lo único que tenía era un apellido que le daba poder. Su padre era al revés. Henry era quién le daba poder al apellido. Viéndolo así, querer destruir todo aquello que Henry amaba era bastante ridículo.

-Nada de esto me pertenece -dijo, en vez de contestar.

-Si sientes que nada te pertenece, entonces gánatelo, Gabriel -contestó.

Gabriel asintió, sin notar que lo hacía. Había algunas cosas con las que él soportaba vivir y no saber era una de ellas. Incluso si se iba, no podría vivir sin saber la verdad. No sólo de lo que pasó a su madre, sino del imperio de su familia. Quería saber qué estaba detrás, cuánto tomó construirlo y cuál fue el precio.

 

 

 

Notas finales:

Me encanta escribir sobre Henry, es un bastardo y lo amo. Nos vemos la próxima semana :)


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