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West Lake por Hisue

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Notas del capitulo:

Hola!!

Ya sé que debía publicar la semana pasada, lo siento. La verdad es que pensé que tendría tiempo en los feriados, pero entre que mi casa se llenó de gente y entre que fui de viaje a la playa (yay!), pues no tuve nada de tiempo libre. Pero ya estoy aquí, con un terrible dolor de cabeza, pero no estoy desapareciendo otra vez.

Como siempre, gracias por el apoyo, por comentar, por seguir aguantado esto, etc, etc. Los valoro, aunque no lo parezca (?)

PD: Lean las notas al final. 

Capítulo 76

 

Gabriel se detuvo en el umbral de la puerta, ladeando el rostro. Su primera reacción al ver a Wade y Adriana bailando en medio del cuarto al ritmo de una canción que no conocía fue hacer una broma, pero Wade se reía de verdad, y parecía más relajado que cualquier día anterior. Cruzó los brazos, sonriendo, mientras ambos daban vueltas, entre risas.

-¡Gabe! -exclamó su amigo, al verlo-. ¡Ven, baila!

Gabriel negó con la cabeza. Estaba bien así, sólo mirando a ambos reír e improvisar pasos que no tenían nada que ver con la música que sonaba. Adriana se detuvo cuando la canción terminó, atándose el cabello con una cinta que tenía puesta en la muñeca, resoplando.

-Te traeré algo de beber, espérame -dijo Wade, saliendo del cuarto.

Adriana se rascó la muñeca, incómoda. Gabriel jamás se había mostrado amable con ella, en realidad, nunca le hablaba y la única vez que lo habían hecho sólo le dio la impresión de ser más gruñón de lo que aparentaba.

-Le puedes decir a Wade que fui a mi habitación -dijo, señalando a la puerta. No confiaba en ella para permanecer en silencio y no quería arriesgarse a su malhumor. Se sorprendió cuando Gabriel negó con la cabeza.

-Dijo que te traería una bebida, espéralo -replicó. Adriana asintió y se sentó en el borde de la cama, mirando sus manos. Odiaba el silencio y Gabe no lucía como una persona conversadora, al menos no con ella.

-Puedes apagar la música -dijo, notando que la laptop aún seguía reproduciendo una canción. Gabe se acercó al escritorio, bajó el volumen de la música y se apoyó en la mesa, mirando a Adriana.

-Entonces, ¿lo quieres? -preguntó. Adriana alzó la cabeza, luciendo confusa.

-¿A Wade? -preguntó, como si no fuera obvio. Gabriel asintió-. Claro, somos amigos.

Gabriel enarcó las cejas. Wade le había dicho que fue ella quien propuso su arreglo de “amigos con derechos”, pero nunca lo creyó del todo. Y ellos actuaban de forma muy diferente a “sólo amigos”.

-Sólo amigos -murmuró. Adriana movió la cabeza para asentir, aunque Gabriel no parecía feliz por lo que dijo. Supuso que creyó que eran algo más, algo que ya hacían sus compañeras de aula. Ellas solían mirarla con envidia y lástima porque todos sabían que Wade seguía buscando compañía fuera del colegio y Adriana nunca se molestó en corregir sus apreciaciones. Tampoco quería explicarse delante de Gabe, ni sentirse juzgada por él-. Supongo que pensé que... eres la primera chica con la que duerme más de dos veces y a la que conozco -dijo, a final. Esperaba una relación, a decir verdad. Y esperaba que Adriana no se sintiera ofendida.

-Lo siento por decepcionarte -contestó ella-. Mira, él es la persona más cercana a mí aquí. Y lo quiero, pero lo nuestro no es así.

Gabriel le dedicó una media sonrisa. Adriana examinó su rostro un momento. Parecía que esperaba algo de ella, pero era difícil saber el qué.

-¿Sabes? Cuando tenga una novia de verdad, ella no va a querer que la cuestiones sobre sus sentimientos y que la mires de esa forma tan escalofriante -señaló, haciendo una mueca.

-¿Por qué no? -preguntó Gabriel, bromeando a medias-. Él hace lo mismo.

-Oh, vaya -Adriana sonrió. Sonaba a Wade y a su manera casi enfermiza de preocuparse por Gabriel, que incluso ella había notado. Claro que había que ser ciego para no notarlo. Ladeó el rostro, observando a Gabriel. Nunca lo había pensando, pero si Gabriel era bisexual, como él mismo confirmó, no sería extraño que le gustara Wade. Y eso explicaría porqué tanto recelo hacia ella.

-En realidad, lo que te quería preguntar era qué estaban haciendo -dijo Gabriel, interrumpiendo sus pensamientos-. Conozco miles de cosas que Wade preferiría hacer antes de bailar.

-Noté que estaba un poco deprimido. Hay pocas cosas que no puedan superarse con música y baile.

Al menos, que Wade llegara le impidió a Gabriel contestar de manera sarcástica como pretendía. Lo agradeció, estar allí con su novia o amiga con derechos o lo que fuera era terriblemente incómodo.

-¿No me trajiste nada a mí? -preguntó, al ver la gaseosa de naranja que le tendía a Adriana.

-Gabe, ¿cuándo me he olvidado de ti? -Wade se volvió, con una sonrisa en el rostro. No le dio la botella de jugo hasta que estuvo a su lado, con un brazo sobre los hombros de Gabriel-. No necesitas estar celoso, ya lo sabes.

Gabriel rodó los ojos. Adriana se acercó a la puerta, sonriendo mientras los miraba y Wade la alcanzó antes que pudiera salir. Al menos, no se besaron, pensó Gabriel, mientras los veía hablar en voz baja.

-No te olvides de la crema, Wade, en serio -dijo ella, alzando la voz-. Gabriel, ¿podrías ver que la use, por favor?

-Vale, ya -le interrumpió Wade-. No te preocupes, ya vete.

-Qué amable -ironizó ella, sin sentirse ofendida en realidad.

-¿Qué crema? -preguntó Gabriel, mientras su amigo cerraba la puerta.

-Para esto -contestó Wade, señalando la cicatriz, todo rastro de su buen humor desaparecido-. Y sólo lo he olvidado un par de veces, yo también quiero que desaparezca.

Por un momento, Gabriel se preguntó si delante de Adriana, Wade también dejaba relucir toda su amargura o si lo reservaba para cuando estaban a solas.

-Y ahora no sé dónde demonios la perdí. La estaba buscando cuando llegó Adriana -Gabriel miró hacia el escritorio, en el que la crema descansaba, en medio de papeles, cuadernos y lapiceros. Suspiró y la cogió, sosteniéndola delante del rostro de Wade. Éste apretó los dientes, negando con la cabeza-. Te juro que busqué en el escritorio.

-Como sea, no te muevas -ordenó, abriendo la crema y echando un poco en sus dedos. Wade entrecerró los ojos, haciendo una mueca de disgusto cuando Gabe tocó la cicatriz. Esperaba que desapareciera pronto-. La dejaré en mi mesa de noche, cuando la uses, vuelve a ponerla allí. Y ya no lo olvides.

-¿Eres mi enfermera ahora? -Gabriel no contestó. Esa cicatriz era un constante recordatorio de lo cerca que había estado de perderlo, podría haber sido más grave, pudo ser peor, y odiaba la sensación que se instauraba en la boca de su estómago cada vez que se atrevía a pensarlo. Apoyó la frente en la de Wade, cerrando los ojos, la mandíbula apretada-. ¿Estás bien?

-Sólo necesitaba... -comenzó a decir Gabe. Se detuvo a la mitad de la frase, notando que aún estaban muy cerca. Wade y su expresión confusa, sus labios entreabiertos y él no debería estar pensando en besarlos. Se apartó, carraspeando-. Sólo cuídate.

-Lo olvidé, había algo que quería decirte -dijo, decidido a pasar por alto la preocupación de Gabe y buscando su celular en su desordenada cama-. Escucha esto -dijo, empezando a leer desde el celular-. “La empresaria Joanna Lorenz anunció su propósito de colaborar activamente con la búsqueda de mejores planes de seguridad ciudadana. Como se sabe, ella y su único hijo fueron víctimas de un asalto”... tonterías varias... “entre sus primeras acciones está la creación de una ONG que brinde ayuda a personas afectadas por la delincuencia, tanto física como psicológicamente. 'Entiendo que representa un gran trauma pasar por una experiencia así', declaró, 'lo he vivido en carne propia y me hubiera gustado no pasar por esto antes de poner mis esfuerzos en asegurarnos que la seguridad es un tema primordial. Lo que pasó en Inglaterra pasa todos los días en nuestro país, a personas que no tienen acceso a las mismas garantías que mi familia tiene. Desde aquí, me comprometo a apoyar en lo que sea posible las políticas que garanticen la seguridad de la ciudadanía'. En la víspera, Joanna Lorenz fue vista con el candidato Sinclair, quien se postula para senador y que promete tomar acciones agresivas ante el aumento de la delincuencia. Mientras tanto, uno de los asaltantes implicados en el asalto hacia Joanna y su hijo fue detenido en Londres...”. Sinclair es el padre de ese idiota, ¿verdad? Vaya noticias.

-Tu madre no pondría tu vida en peligro para apoyar a un candidato -dijo Gabriel, suponiendo que Wade estaba saltando a conclusiones apresuradas-. Ella no planeó el asalto.

-Ya sé, no creo que lo hiciera. Pero me encanta su manera de sacar partido de la situación.

Gabriel se acercó a su amigo, mirando el celular por encima de su hombro. Estiró una mano para señalar un video, que Wade reprodujo. No había nada interesante, más que un detective mal encarado que anunciaba la detención del asaltante.

-Me gusta -susurró.

-¿El policía? -preguntó, pasmado-. ¿Primero Harris y ahora un tipo de cuarenta que ni guapo es? ¿Qué demonios pasa contigo?

-No así, idiota -corrigió Gabe, golpeando la nuca de su amigo-. Es obvio que sigue un guión, “lo capturamos en tal sitio, lo estamos interrogando, la vida de los rehenes era primordial”, pero no se ve muy feliz.

-Mis padres y Henry les obligaron a apartarse y aceptar sus condiciones, no tienen que estar felices -opinó Wade-. Pero como la parte afectada, lo agradezco.

-¿Cómo van, por cierto? -Wade lo miró, luciendo confuso-. Las pesadillas -aclaró.

-Perfectamente -contestó, esbozando una falsa sonrisa.

-Perfectamente -repitió Gabriel. Sabía que estaba mintiendo.

-Lo único que no me gusta de todo esto es que me está dejando como un idiota -dijo, sin ganas de tener a Gabriel insistiendo en su salud mental-. Le preguntaron por mí y dijo que “me estaba tomando un descanso debido a la traumática experiencia”. Me está dejando como un cobarde, ¿sabes cómo afectara eso mi reputación con las chicas?

-¿Eso es lo que te preocupa? -Gabriel negó con la cabeza, incrédulo, pero Wade asintió, mostrando que hablaba en serio-. No sé porqué, tú me besaste y aún así conseguiste enredarte con una chica.

-Ella era un poco rara, le gustó vernos -murmuró Wade, haciendo una mueca-. De todas formas, no voy a permitir eso.

-¿Y qué vas a hacer? ¿Salir y declarar?

-Es una buena idea.

-Wade -Gabriel se paró en frente de su amigo, negando con la cabeza-. Al fin están parando de preguntar, ¿quieres empezar todo el circo de nuevo?

-De todas formas harán un circo -respondió. Marcó el número de su madre, ignorando la mirada reprobadora de Gabriel. Para consternación de Gabe, Joanna aceptó sin poner peros.

-No estoy de acuerdo.

-Por una vez, Gabe, no importa que lo estés -contestó Wade, levantándose de la cama. Empujó a Gabriel y salió del cuarto silbando entre dientes. En realidad, no le agradaba la idea de salir en público, al lado de su madre, pero era peor dejar que todos piensen que estaba afectado por lo que pasó. Estaba afectado, pero nadie tenía porqué saberlo.

Se dirigió al consejo porque no se le ocurrió otro lugar al que ir y se extrañó al encontrar a Ericka allí.

-Pensé que ya no participabas aquí.

-No lo hago, pero es más fácil venir a ayudar a Katherine aquí, dado que se está tomando en serio su puesto.

-Noto cierta incredulidad en tu tono -Ericka se encogió de hombros. Vestía unos shorts muy cortos y una camiseta, un look que no era habitual en ella.

-Me extraña -admitió-. Se metió en el consejo por ayudarme, pero ahora ya no tiene porqué hacerlo. Y sé que le aburre. Me preocupa que... -se interrumpió-. Cosas de chicas, no tienes que saberlo.

-Nunca pensé que te escucharía decir “cosas de chicas” -Wade se dejó caer en el sofá al lado de Ericka, estirando las piernas.

-Todo el mundo tiene cosas de las que no quiere hablar.

Le dio a Wade un vistazo, observando su sonrisa. Él siempre sonreía, eran pocas las veces en que dejaba de bromear, pero Ericka dudaba que su comportamiento fuera real, no esta vez. Nadie pasaba por eso y continuaba tan bien como Wade aparentaba estar.

-Sí, sé de eso -murmuró Wade-. ¿Qué piensas de lo que mi madre está haciendo?

-Es comprensible. Tiene una razón perfecta para apoyar a un candidato ahora, ¿verdad?

-Hace tiempo, mi tío apoyó al tío de Kristy. Él logró llegar al senado. Con Sinclair, tendrían dos senadores que les deberán favores y creo que sería mejor salir con mi madre también. Crearía más impacto. Pero Gabe no está de acuerdo.

-¿Por qué harías eso? ¿Es parte de tu nueva personalidad que apoya a tus padres?

-No, es porque no estoy traumatizado, ni nada por el estilo. ¿Qué harías tú?

-Lo mismo, supongo. Siempre causa más impacto si el más afectado sale a hacer una declaración de intenciones -contestó Ericka, mirando la hora en el reloj de pulsera que llevaba. Katherine se estaba tardando.

-Aunque es gracioso, si lo piensas. Ella y mi tío van a jugar a ser los defensores de la justicia, pero al menos de uno de ellos estamos seguros que es un criminal.

-No sabemos con seguridad que Henry sea...

-Vamos, Ericka, eres lista. Nadie desaparece a su esposa sin una buena razón. Una buena mala razón. E incluso así, dos de mis amigos están dispuestos a seguirlo. Lo encuentro un poco desconcertante.

-Nunca te he visto oponerte -replicó ella. 

-Bueno, el que te den una paliza hace que pongas las cosas en perspectiva -bromeó Wade.

-¿No están Gabriel o Susan o alguien del Consejo aquí? -dijo Kristy, abriendo la puerta. Negó con la cabeza, sin entrar-. Esto funcionaba mejor cuando tú estabas, Ericka.

-Susan llega siempre pasando las cuatro -informó Ericka-. Wade puede darle recado.

-¿Yo puedo? -preguntó éste. No pensaba quedarse allí, ni mucho menos hacerle favores a Kristy-. Tengo más cosas que hacer que sólo esperar aquí, ¿sabes?

-No esperaba nada de ti de todas formas, Lorenz -Kristy sonrió, suspirando y alejándose de la puerta para acercarse a ellos-, pero es nuestro último año y nuestra despedida debe ser épica. Creo que es tiempo de empezar a planear el viaje, la fiesta, además de los juegos...

-No olvidemos la prueba de valor -interrumpió Wade, esbozando una media sonrisa.

-Y no estamos haciendo nada -terminó ella, ignorando a Wade. Ericka hizo una mueca de descontento, no se suponía que este año se encargara de organizar nada, pero ni Susan ni Gabriel se estaban haciendo cargo de nada.

-Susan ha estado ocupada yendo a no sé dónde como para organizar nada -agregó Kristy-. Pero si le dices a Gabriel, entenderá que esto es importante.

-No lo creo -negó Wade-. Lo hará por compromiso, pero seguro preferiría pasar el día durmiendo.

Kristy dejó escapar un suspiro, rodando los ojos.

-No me importa porque lo haga, mientras haga algo.

-Está bien -aceptó Ericka, considerando que sería mejor zanjar pronto el asunto, antes que ambos empezaran a tirarse indirectas-. Se lo diré a Gabriel cuando lo vea, y si tú lo encuentras primero, hazlo también. Katherine se está tardando, voy a buscarla, ¿me acompañas, Kris? -preguntó. Kristy asintió. Se despidió de Wade con una sonrisa falsa que éste correspondió con una igual de falsa.

-Pensé que el que tú y Gabe terminaran acabaría con esa rivalidad suya -comentó Ericka, cuando salieron del aula-. ¿Por qué todavía lo detestas?

-No lo detesto -negó Kristy. Se pasó la mano por su corto cabello, extrañando los mechones largos que antes lucía-. Pero es difícil de olvidar que fue su culpa que Gabriel y yo...

-Nunca entendí porqué fue su culpa -comentó Ericka. Kristy bufó. Sólo lo había comentado con Susan, estaba tan enfadada cuando pasó, que necesitaba a alguien que se sintiera igual de ofendida, no el frío raciocinio que Ericka mostraba siempre. Pero, tanto tiempo después, aunque le molestaba ya no le dolía contarlo.

-Le pedía que escogiera entre él y yo -dijo, esbozando una sonrisa tensa-. Y obviamente, no me eligió a mí. 

-Gabriel siempre ha sido un poco idiota -contestó Ericka, sin saber qué más decir.

-Sí, pero ya no importa. Si tú estuvieras en el consejo, las cosas se harían más rápido, Ericka. ¿Por qué te uniste al club de natación?

Ericka sonrió. En el colegio, sus compañeros se extrañaban de su decisión, acostumbrados a verla siempre dirigiendo algo. En su casa, sus padres sólo le sonrieron y la animaron. Ellos eran felices dejando a su pequeña cumplir sus caprichos.

-Decidí relajarme un poco este año -contestó. Kristy enarcó una ceja, incrédula-. Pero no ha resultado como creía, es demasiado trabajo.

-Es sólo porque te obsesionas en trabajar. Hay muchas chicas que sólo se usen para viajar. No tanto desde que cambiaron las reglas, pero quedan algunas.

-Sí, pero ellas no ganan nada -replicó Ericka, cruzando los brazos sobre su pecho.

-Te pareces a Gabe y no lo digo como un cumplido. Necesitas relajarte un poco.

Ericka llevo una mano a su cabello, sin responder y Kristy sacudió la cabeza, antes de alejarse. Tal vez ella tuviera razón, pero no conocía otra manera de actuar. Y en realidad quería ganar. Desistió de buscar a Katherine y dirigió sus pasos hacia a piscina. Llevaba el bañador debajo de la ropa, de todas formas y en poco tiempo estaba en el agua, esforzándose en mejorar su tiempo. Se detuvo un largo rato después, apoyando las manos en el borde de la piscina y tomando aire. Alzó la cabeza, recordando a Bryan. Si él estuviera aún en el colegio, vendría a verla y al contrario que todos, no le cuestionaría, ni siquiera cuando la empujaba a relajarse. Ericka sacudió la cabeza, saliendo del agua. Bryan estaba en la universidad, lo más probable es que conociera a una chica de su edad, más parecida a él y que ella quedara como una anécdota. Tal vez sólo la quería por su figura y sólo lamentara el nunca haberse acostado con ella. Se envolvió en una toalla, suspirando. No importaba, pronto ella estaría también fuera del colegio, con nuevas personas y seguramente se olvidaría de Bryan también.

---

Julie observó a Mike de reojo. Llevaba más de cinco minutos buscando una camiseta en el ropero y él nunca se demoraba en buscar ropa. Tampoco es que tuviera mucho de dónde elegir. Sabía que iba a salir con Alan y ambos le habían dicho, por separado, que sólo era una salida amistosa, que no se preocupe y más cosas. Al menos una cosa era segura, no volvería a opinar. Que hicieran lo que quisieran.

-Vas a llegar tarde si sigues demorándote -dijo, pasando una página del libro de matemática. Sólo comprobaba los resultados de los ejercicios que ya había hecho, para asegurarse.

Mike cerró la puerta del armario, decidiéndose por la camiseta roja que ya tenía entre las manos. No debió elegir una película en horario matinée, era lo único de lo que estaba seguro ahora y no iba a cometer el error de pedirle opiniones a Julie, cuando ella declinó hacer comentarios sobre su... salida como amigos con Alan en pos de no gritarlos a ambos.

-Creo que ya voy tarde -murmuró, quitándose la camisa. Julie ni siquiera se inmutó, concentrada en el libro, lo que al menos le salvaba de sus comentarios sarcásticos. No se demoro mucho más en peinarse, pero cuando se miró al espejo, su figura no le convenció. Sabía que no era atractivo ni nada, pero lucía muy plano.

-Te demoras, Mike -repitió Julie. Mike rodó los ojos, alejando los pensamientos sobre su apariencia de su mente. No tenía porqué vestirse de ninguna manera especial para sólo ir a ver una película.

-Te veo en la tarde -se despidió.

-No sé si desearte buena suerte -murmuró Julie, volviendo el rostro hacia él y frunciendo el ceño-. Lo que sea, pásala bien. No quiero escuchar sus historias si terminan peleando, es todo.

-Julie, por favor -pidió-. Dame un poco de crédito.

-Está bien, lo siento -ella alzó las manos en un gesto conciliador-. Ve en paz.

Mike negó con la cabeza, antes de salir y correr hacia el estacionamiento. Cuando llegó, Alan todavía no estaba allí, lo que le hizo sentirse aliviado y decepcionado a la vez. Se apoyó contra el capó de un auto, desanimado. Les quedaba poco tiempo para irse o llegarían tarde. No notó que Gabriel se acercaba hasta que escuchó su voz cerca.

-Todavía no estoy de acuerdo con esto -le escuchó decir y alzó la cabeza para verlo. Wade, a su lado, lanzó un suspiro exagerado-. No tienes porqué hacer nada de esto.

-Tengo que, ya te lo explique -Mike observó a Wade negar con la cabeza mientras hablaba.

-¿Y tienes que ir solo?

-Tengo un chofer y guardaespaldas esperando, Gabe. ¿Te quieres calmar? Empiezas a sonar un poco paranoico.

Mike los observó, de reojo, mientras Wade enfrentaba a Gabriel. Supuso que si se iba de allí, luciría como si los estuviera evitando y no lo hacía, así que se quedó donde estaba, mirando al frente de cuando en cuando, y esperando que ninguno de los dos reparara en él. 

-Bien -aceptó Gabriel, a regañadientes. Posó las manos en los hombros de Wade-. Pero cuídate, ¿me oyes? No quiero pasar de nuevo...

-Vamos, nadie tiene tanta mala suerte para ser asaltado dos veces el mismo mes -contestó Wade, su tono ligero y despreocupado como siempre. A veces a Mike le parecía increíble lo poco afectado que lucía-. Estaré bien.

-Llámame cuando llegues -insistió Gabriel.

-Puedes implantarme un localizador, si te tranquiliza -ironizó Wade, soltando una risita y subiendo al carro-. No te preocupes, cariño. Te llamaré a cada hora.

-¿Por qué me preocupo por ti? -Gabe negó con la cabeza, al fin viendo a Mike. Volvió su atención de inmediato hacia Wade, que le sonreía, socarrón.

-Porque me amas -dijo, antes de arrancar el auto, entre risas y Gabriel se dirigió hacia Mike, mirándolo fijamente. Se veía bien. El que el profesor de física le obligara a hacer ejercicios le sentaba bien, aunque no estaba en la mejor forma física, al menos se bronceaba por las horas bajo el sol y había ganado algo de peso. Con los centímetros de más y la camiseta roja sobre la que llevaba una camisa de mangas largas azul, no se parecía mucho al chico escuálido que conoció hace dos años y que aún ahora, le hacía sentirse inquieto y necesitado. 

-Hola -saludó. Sería raro si no hablaba cuando llegaba un buen rato mirándolo.

-Hola. ¿Dónde va Wade? -preguntó Mike, antes de arrepentirse. Dudaba que Gabriel aceptara contarle algo ahora.

-A ver a su madre -contestó, sorprendiéndolo-. Está empezando una campaña contra la delincuencia. Él piensa que si se presenta tendrá más impacto.

-Es lógico -opinó Mike.

-Sí -Gabriel esbozó una amarga sonrisa-. Ponerlo sobre el foco, bastante lógico.

-Lo siento -dijo Mike, sin saber que más decir. Por alguna razón, Gabriel sonaba enfadado ahora.

-Perdón. No me pone del mejor humor el que lo presenten como una atracción de feria. Te veo luego.

Mike lo observó marchar, agradeciendo que Alan aún no llegara. Hablando de él, se estaba tardando demasiado. Mike se alejó del carro en el que se apoyaba, caminando fuera del estacionamiento. Alan caminaba hacia allí, al fin, pero no iba solo. Un chico de cabello negro caminaba a su lado y ambos se reían de alguna cosa. Mike nunca lo había visto antes, y esbozó una sonrisa que sintió forzada cuando ambos estuvieron a unos pasos de él. El chico, notó, miraba a Alan casi brillando.

-Tengo que irme. Te veo el lunes.

-Bien. Diviértete.

Mike lo saludó con un gesto de la mano, antes de acercarse a Alan, con las manos cruzadas en la espalda. Pensó que no debía extrañarse si el chico mirara a Alan con corazones bailando en los ojos, él era amable cuando quería y gracioso, a su irónica manera. Pero le molestaba. En algún momento, Alan dejaría de estar enamorado de él y se iría con alguien más y sería egoísta desear otra cosa, pero tenía que admitir que le gustaba saberse dueño de su atención. Mike apretó los puños, odiando ese lado egoísta que empezaba a crecer en él.

-Está en el club de arte conmigo -explicó Alan-. En realidad, nunca había hablado con él hasta hoy.

-Parece un buen chico -dijo Mike, esperando que la sonrisa que esbozaba no luciera falsa.

-Es de primer año. ¿Dónde está la limosina? -bromeó. Por alguna razón, el ambiente entre ambos estaba tenso.

-Sigo siendo una persona muy pobre, Alan -Mike suspiró, la tensión desapareciendo de su cuerpo mientras seguía la broma y Alan sonrió, deshaciendo los últimos pasos que le alejaban de Mike.

-El rojo te queda bien -comentó. Mike bajó la cabeza, tratando de ocultar su sonrisa y lo mucho que le complació escucharlo. Se suponía que esto no era nada romántico, después de todo.

-Tú luces bien -comentó. Alan no estaba vestido de ninguna manera especial, sólo una camiseta negra y una muñequera de cuadros plateados-. Ya llamé un taxi. Llegará en unos minutos.

-Creo que llegaremos apenas con tiempo -Alan consultó su reloj, haciendo una mueca.

-¿Quién se demoró? 

-No empecemos a discutir tan temprano -murmuró Alan, apoyando una mano en la cabeza de Mike, que se revolvió para alejarse, aunque sonreía.

---

-Es realmente una pena que a un rostro tan apuesto le pase esto -Wade sonrió, tratando de no apartar las manos del hombre de su rostro. Ya era desagradable dejar que un hombre lo tocara, pero éste pasaba los treinta, vestía con colores chillones y moderaba su voz para que hacerla más aguda de lo normal. Agradecía a todos los dioses que Gabe, incluso siendo gay, no fuera así. Sería muy difícil de soportar.

-No es nada que no pase con el tiempo -contestó, esbozando una sonrisa inocente.

-El maquillaje ayudará. Ven, siéntate -ordeno el hombre, dirigiéndole una melosa mirada comprensiva. Wade aguantó la risa mientras el hombre llamaba a una de sus asistentes. Se sentó, mirando su rostro en el espejo. Cuando la chica empezó a ponerle maquillaje sobre la cicatriz, tomó su mano, deteniéndola.

-Déjala como esta -ordenó. No tendría nada de impacto si aparecía con el rostro maquillado. Las cicatrices debían verse y exhibirse. Podía imaginar los titulares después.

-Lo siento, pero tengo órdenes... -empezó a decir la muchacha.

-¿De quién? -Joanna entró al camerino, con los brazos cruzados sobre el pecho-. Deja su rostro tal y como está.

La chica asintió, retiró el poco maquillaje que logró poner y sólo se concentró en poner los polvos necesarios para que el rostro no brille con la luz de las cámaras. Cuando se apartó, Wade se puso de pie, acercándose a su madre. Joanna apretó los dientes, llevando una mano al rostro de su hijo.

-Sería mucho más rápido si te operas -dijo, rozando con la yema de los dedos el borde de la cicatriz.

-No, gracias -Wade suspiró. Su madre se lo había comentado desde que vio la cicatriz, pero él no quería hacerlo-. Agradece que no lo haya hecho, o este pequeño show no tendría tanto impacto.

-Por el momento, está bien. Pero si está allí para cuando el colegio termine, te harás una cirugía, Wade. Y no te lo estoy diciendo como una opción, lo harás.

-No lo haré -replicó. Lo que menos quería es ir y meterse en un quirófano por algo que desaparecería de todas maneras-. Estoy haciendo lo que quieres y lo que te conviene, deja mi cara tal y como está. ¿O no tienes suficiente con manejar mi vida?

Por una vez, Joanna no discutió. Lo dejó marcharse, discutir sería contraproducente ahora, conocía a su hijo y sería capaz de decir cualquier cosa en televisión si se enfadaba lo suficiente.

Al menos, la conferencia fue bien. No había forma más fácil que causar empatía en el público que mostrar las heridas, pero Wade no lució asustado, ni débil. Afectado, pero dispuesto a hacer frente al problema. Cuando Joanna vio la grabación, se sorprendió al ver que su rostro mostraba orgullo. Era un sentimiento extraño cuando se trataba de su hijo.

---

-Pensé que él era muchas cosas, pero nunca pensé que sería esa clase de hipócrita -Julie se cruzó de brazos, enfadada. Estaba en el cuarto de Gabriel para ayudarle en sus tareas dado que no pudo hacerlo en el día acordado, pero él había interrumpido las clases para ver a Wade en la laptop. Al lado de su madre, Wade interpretaba muy bien su papel, dando total apoyo a Joanna en su decisión de combatir la delincuencia al lado del postulante a senador, comentando el asalto de forma concisa y sonriendo y bajando la mirada cuando era necesario. Todo eso estaba bien excepto porque nada era verdad. Ni Joanna y Wade se querían tanto como aparentaban, y a él no podía preocuparle menos la seguridad ciudadana en el país. Julie siempre creyó que Wade, al menos, no se prestaría por su propia voluntad a los juegos de sus padres.

-¿Hipócrita? -repitió Gabriel-. Después de lo que le hicieron, es lógico que quiera hacer algo útil.

-Por favor, Gabe -espetó Julie-, tú sabes tan bien como yo que esa tipa sólo aprovecha la coyuntura para su beneficio. Si quisiera hacer algo, no se presentaría con un aspirante al senado.

Gabe no respondió. Julie tenía razón, las razones de Wade para estar allí era incluso peores que sólo hacer lo que su madre dijera.

-No entiendo porqué te molesta -replicó-. Siempre dices que él no te importa.

-No me importa -confirmó Julie-. Sólo no pensé que apoyara tan fácilmente a las personas que detesta. ¿En serio está dispuesto a vivir como ellos le digan?

-Si tú hubieras aceptado tomar el apellido, tal vez no tendría porqué hacerlo -Gabriel soltó un suspiro cansado, arrepentido de haber interrumpido la clase.

-Vaya, ahora es mi culpa -Julie frunció el ceño, enfadada. Gabriel estaba mal de la cabeza si pensaba que podía hacerla sentir culpable por no dejarse manejar por el idiota de su padre.

-No es tan fácil escapar a nuestros nombres -murmuró Gabriel, hablando para sí mismo.

-¿Esa es tu excusa? -Julie bufó. La entrevista había terminado y Gabriel la miraba sin parpadear-. ¿Por eso dejaste a Mike? ¿Por tu nombre?

-No es tan simple, deberías saberlo.

-No, no lo sé -espetó, sin dejarse amedrentar por el ceño fruncido de Gabriel-. No lo entiendo, en realidad. No entiendo nada de lo que haces, pero supongo que dirás que no es mi problema. Odias  a tu padre, odias los negocios, ¿por qué haces esto?

-Lo siento, Julie, pero tienes razón en algo, no lo entiendes. Tú, aunque seas su hija, no llevas su apellido. No sabes nada acerca de las expectativas que ponen sobre nosotros, e incluso si te explicara, no lo entenderías.

-Nunca le daría tanta importancia a un apellido -replicó ella. Gabriel ladeó la cabeza, sin contestar-.  Y no dejaría a alguien que quiero por ese apellido. 

-Da igual, Julie -Gabriel apoyó su rostro en una mano, luciendo aburrido, pero Julie lo conocía bien o pensaba que lo hacía y sabía que estaba más interesado en la charla de lo que aparentaba-. Pero no estás aquí para charlar, ¿o sí? Te estoy pagando, Julie.

-Fuiste tú el que se puso a ver eso -refunfuñó Julie, a sabiendas que la charla había terminado.

Gabriel negó con la cabeza, cerrando la página de noticias que había abierto para ver a Wade. Empujó un libro hacia Julie, decidido a estudiar y a no discutir más en lo que quedaba del día. Se estaba cansando de tener discusiones por todos lados, discusiones que para colmo no le llevaban a ningún lado.

---

-No puedo creer que me hayas traído a ver una película de superhéroes -comentó Alan, mientras él y Mike bajaban las escaleras, rumbo al primero piso del centro comercial. Todavía sostenía el bote de palomitas y metió la mano sacando un puñado de ellas, antes de agregar-. Pensé que veías sólo dramas históricos y cosas así.

-Escuché hablar mucho de ella y me dio curiosidad -explicó Mike.

-¿Y la entendiste?

-Gloogeé un poco antes de venir -Mike esbozó una sonrisa, que Alan correspondió.

-¿Eso no es hacer trampa? Pensé que estabas en contra de hacer trampa, no lo pensaría de ti, Michael.

Mike soltó una breve risa, tomando un poco de palomitas. Hasta ahora, el día iba bien. Llegaron a tiempo, compraron palomitas y habían visto la película haciendo comentarios de vez en cuando, Alan burlándose un poco y él decidiendo que era fácil de entender a pesar de no haber visto la anterior. Bastante simple, pero entretenida, aunque no su estilo. Y aún tenía dinero para el almuerzo.

-¿Dónde quieres ir? -preguntó, mirando las tiendas. Alan lo llevó hasta un centro de juegos, deteniéndose delante del Guitar Hero. Mike observó primero el precio de las monedas, antes de rascarse la mejilla, preocupado. Él había prometido invitar todo, pero no le alcanzaría para el almuerzo si jugaban.

-¿Por qué la cara de pánico? -preguntó Alan, antes de alejarse y comprar unas cuantas monedas.

-Se supone que te estaba invitando -se quejó Mike. Alan sonrió. Le hacía sentirse ridículamente especial que Mike gastara el poco dinero que tenía en invitarle, pero prefería compartir gastos. Se sentiría culpable si no lo hacía.

-No te preocupes, esto va por mi cuenta. No creo que juegues, ¿o sí?

Mike negó. Pasó un rato viendo jugar a Alan, escuchando una de las canciones que podía reconocer por haberlas escuchado antes en su cuarto y riéndose cuando Alan perdía estrepitosamente.

-No soy tan bueno con la guitarra como lo soy dibujando -se quejó.

-¿Puedo probar? -pidió Mike. Alan le tendió la guitarra y le dio sus dos últimas monedas, eligiendo la canción con menor dificultad. Como ambos esperaban, Mike perdió incluso más estrepitosamente, incapaz de mirar la pantalla y tocar en el orden que correspondía a la vez.

Terminaron sentados en un banco de una plaza, comiendo un par de hamburguesas y papas fritas que Mike acompañaba con una botella de agua mineral y Alan con una gaseosa, al haberse gastado el dinero del almuerzo tratando de pasar algún nivel del juego. Permanecieron en silencio por un rato después de terminar de comer, aunque ninguno de los dos se sentía incómodo. Alan alzó el rostro, mirando hacia el nublado cielo, sonriendo. Estaba siendo un buen día y se mantuvo dentro de los límites amicales, a pesar que un par de veces quiso besar a Mike. Había extrañado esta clase de salidas. Mike, por su lado, miraba hacia los árboles, sintiéndose relajado y en paz por primera vez en varias semanas. Regresó a mirar a Alan, antes de ponerse de pie.

-Creo que es hora de irnos -murmuró. Alan se levantó de improviso, dejando apenas espacio entre ellos y Mike retrocedió sólo un paso, alzando la cabeza hacia él. Se congeló, observando los ojos de Alan, sus labios entreabiertos y cerró los ojos cuando éste comenzó a acercarse, sin atreverse a moverse. Alan estaba a punto de besarlo y eso iba en contra de su resolución de mantenerse como amigos, pero no podía encontrar una razón para alejarse. Sólo se mantuvo quieto, esperando sentir labios cubriendo su boca, un aliento cálido mezclándose con el suyo, pero nada pasó. Abrió los ojos, encontrando a Alan esbozando una sonrisa afectada.

-Tienes razón, tenemos que irnos -dijo, dándole la espalda. 

Mike parpadeó. Estaba seguro que lo besaría y darse cuenta que no iba a suceder lo dejó un poco inestable y tardó un momento en recuperarse y empezar a caminar. Alan, por otra parte actuaba como si nada hubiera pasado y se mantuvo así, haciendo bromas, durante todo el camino de regreso.

-Deberíamos hacer esto de nuevo -murmuró Alan, cuando bajaron del taxi. Sonrió al ver a Mike pagar, sintiéndose sólo un poco culpable-. Pensar que de nuevo tengo que estudiar me deprime.

-Estamos aquí para estudiar -replicó Mike.

-Vamos, Mike, sé que puedes ser una persona divertida si te lo propones -bromeó. Cruzó las manos detrás de la espalda mientras caminaban hacia su dormitorio. Comenzaba a arrepentirse de no haberlo besado y antes de hacer cualquier tontería, quería alejarse e irse a escuchar música a alguna parte. De todas formas, siguió a Mike hasta la puerta del cuarto, observando cómo arrugaba la nariz cuando él le insultaba en broma.

-¿Saldremos la próxima semana? -preguntó Mike, girándose con la mano aún apoyada en la perilla de la puerta, sin llegar a abrirla.

Por segunda vez en el día, se encontró con Alan demasiado cerca, aunque esta vez parecía haberlo tomado desprevenido, por la expresión de sorpresa que cruzó el rostro de Alan y que se desvaneció instantes después cuando bajó la mirada hacia los labios de Mike. Éste abrió los labios, ningún sonido escapando de ellos, sintiendo de nuevo la anticipación recorrerle, como un líquido caliente recorriéndole el cuerpo.

Alan alzó una mano para ponerla en la puerta, al lado de la cabeza de Mike. Trataba de pensar en una razón por la que besarlo era una mala idea y no podía encontrar una. Cerró los ojos y no notó la manera en que Mike lo imitó, expectante. Si lo besaba ahora, Mike nuevamente se alejaría diciendo que todavía sentía algo por Barnett, que no fue él quien lo inicio, que sólo buscaba consuelo. Apretó los dientes antes de bajar la mano hasta la perilla, rozando los dedos de Mike antes de abrir la puerta. Por segunda vez en el día, Mike se quedó perplejo, paralizado mientras Alan le empujaba para entrar al cuarto. No lograba escuchar nada más que su propio corazón latiendo en sus oídos y se pregunto porqué no había pasado nada.

-Alan -llamó Mike, entrando al fin al cuarto y notando que no tenía idea de lo que quería preguntar cuando Alan alzó los ojos hacía él. ¿Qué podía decir? ¿Por qué no me has besado? ¿Sin pensar en lo que significa que quisiera que Alan lo besara, o en las consecuencias o en su recién recuperada amistad?

-No así -contestó Alan, a su pregunta no formulada, rascándose la cabeza-. La próxima vez que te bese, quiero que no te arrepientas al segundo después -dijo, soltando una risa que sonó más como un bufido, como si no creyera eso posible.

Mike se acercó a él, todavía con el corazón latiendo de forma ensordecedora en su pecho, sus labios hormigueando por un roce que se les negaba.

-Pero quiero -murmuró, tomando su manga. Alan se giró, confuso-. Desde que te vi esta mañana.

Alan sonrió, incrédulo. Esto era demasiado fácil y nunca se había imaginado que Mike correspondería sus sentimientos. Ni siquiera sabía si estaba hablando de sentimientos o sólo tenía ganas y ya.

-Me refería a que me quisieras -espetó. Mike bajó la mirada.

Él quería a Alan, no de la forma en que quería a Gabriel, no tenía nada que ver con el anhelo que sintió por él cuando lo conoció, pero lo quería. Se preguntó si habían formas diferentes de amor, si tenía que sentir lo mismo que sintió por Gabe, si era suficiente, y cuando volvió a alzar la cabeza se encontró con la sonrisa dolida de Alan, como si estuviera confirmando algo terrible que ya se esperaba. No sabía si era amor, pero sabía que no quería ver esa expresión en su rostro, que no quería que sufriera y que se merecía mucho más, mucho más de lo que él mismo pensó alguna vez, de lo que podría darle. Tomó la camisa de Alan y se estiró para presionar un beso en sus labios cerrados, sólo un beso suave que a pesar de eso provocó que su corazón se saltara un par de latidos y sus mejillas se calentaran. Se sintió abandonado cuando Alan lo apartó, tomando una chaqueta antes de salir del cuarto.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Tengo un extra, estaba pensando dónde ponerlo (si en las notas o dónde, porque es muy corto). Lo pondré aquí, se ve feo si lo dejo junto con el cap...

 

 

Extra.

Joanna.

Mientras crecía, ella había escuchado muchas cosas sobre el amor maternal. Lo grandioso e importante que era, lo mucho que llenaba tu vida y te hacía cambiar. Llegó a creerlo, incluso, cuando vio a Henry e Isabelle con su primer hijo, pero nunca se cumplió para ella. Miraba al niño en la cuna y no podía sentir nada más que un pequeño y difuso sentimiento de ira. No hubo nadie más que una empleada con ella cuando nació. Todos los demás en la casa tenían el día libre, al niño le faltaban aún tres semanas, pero cuando empezó, todo fue una espiral de dolor. Se escuchó gritar, su orgullo roto por las lágrimas que resbalaron por su rostro al darse cuenta que estaba sola. Ni su esposo, ni sus amigas, no hubo nadie mientras la subían a la ambulancia y la enfermera le pedía que pujara. Nunca había sentido demasiado apego por el niño en su vientre, y en esos momentos sólo lo quería fuera de su cuerpo. No debió nacer. Quería divorciarse, pero cuando sus padres se enteraron de su embarazo, se negaron a dejarla hacer lo que quería. La otra mujer estaba embarazada también, ella lo sabía, pero un Lorenz no podía nacer siendo un bastardo. El orgullo de su familia y su propio orgullo la condenó. Y el niño nació. Más parecido a ella que a él, todos lo decían, con sus mismos ojos, su misma sonrisa. Pero nada más de ella. Era pusilánime, débil, lloraba a la pequeña cosa y le desesperaba su manía de refugiarse por horas en la biblioteca y aún así, tener notas que no pasaban de los aceptables. Mientras que la hija de la otra mujer pasaba las clases sin esfuerzo, siempre entre los mejores. La odiaba y detestaba al niño que llevaba su sangre pero no mostraba ser digno.

-Es como su padre -le dijo a Isabelle una vez, mientras ambas miraban a sus hijos jugar-. Un inútil.

-No digas eso -como siempre, la voz de Isabelle sonó conciliadora, dulce, pero firme-. Es un gran niño, sólo debes acercarte a él. Es tu hijo, Joanna.

Pero ella no lo sentía suyo, y lo sentía menos suyo cada vez que el niño se refugiaba detrás de Gabriel cuando la veía, usándolo de escudo. Tan débil.

Las cosas no cambiaron demasiado con los años. El niño cambió, con los años dejó de llorar y su balbuceo al verla se transformó en un hiriente sarcasmo, pero fuera de eso, era el mismo. Todavía corriendo con Gabriel, perdiendo horas leyendo libros que no le servían en las clases, pasando con ayuda. Y ella se preguntaba cómo sería la vida si no lo hubiera tenido, si no hubiera compartido su existencia con nadie y sólo se hubiera librado del asunto. Se habría divorciado, sería libre. Ahora mismo, dejar a Edward sería dejarle el camino libre a él, y eso no podía permitirlo. La fortuna de los Lorenz estaba en sus manos y, más que nada, quería a alguien quien pudiera seguir con su legado cuando ella dejara de existir. Su hijo no era el adecuado, pero era el único que tenía.

El único que tenía. El pensamiento se repitió en su cabeza, sentada allí al pie de la cama del hospital, mirando su rostro ya limpio de la sangre. Si cerraba los ojos, todavía podía ver los golpes, escuchar los sollozos ahogados de su hijo. En ese momento, no pudo tolerarlo. La impotencia, la rabia. Fue el primer momento en que sintió algo de ese amor maternal del que tanto le habían hablado, pero no fue amor exactamente, fue el saber que algo suyo estaba siendo lastimado. Algo que llevaba su nombre y que debería permanecer inmaculado. Si era eso amor, no lo sabía. Lo único que sabía era que alguien iba a pagar por esos golpes, tomara el tiempo que tomara.

Observó a su hijo con Gabriel. Dormían juntos, los brazos de Gabriel rodeando a su hijo como si quisiera protegerlo incluso allí. Era así como ella debería actuar, mostrar su preocupación en forma de roces, de abrazos, de esa intensa forma que tenía Gabriel de mirar a su hijo, como si quisiera asegurarse que estaba allí y estaba bien. ¿Ella? Ella no pudo contestar cuando Wade le agradeció, sincero por una vez, no pudo hacer nada más que asentir, sin saber cómo debía responder o qué debía sentir. 

 


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