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West Lake por Hisue

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Notas del capitulo:

Capítulo nuevo. Qué raro que actualice sin retrasos, ¿no? XD

En realidad, quería hablar de algo, pero estoy de buen humor. Así que hablaré, pero de distinta manera a como pensaba hacer. Si leen los reviews, seguro habrán notado uno que no es tan amable que digamos. Si fuera una crítica, lo aceptaría sin problemas, pero como se me acusa de andar poniendo pretextos, sigamos con eso (xDDD). Here is my life, and my excuses.

-Básicamente de lunes a viernes trabajo todo el día (tengo una hora de almuerzo, casi ni la uso).

-El lunes, después de trabajar, voy a casa. Y escribo. Un poco, también veo pelis o series o leo manga o cómics. O duermo, si estoy muy cansada. También hago eso los martes y miércoles. O hacía, porque ahora los martes me voy a cazar pokemones.

-El jueves, voy al cine. Habitualmente, regreso tarde y luego duermo.

-El viernes, o regreso a casa o me voy por allí a beber.

-El sábado publico, escribo y ahora, voy a cazar pokemones. Lo mismo el domingo. Entre medias, hago vida social, voy al banco, juego Otogi, hago las compras (??)

La cosa es, y aunque parece que a algunas (bueno, sólo una, eso espero) personas no entienden es que los fics no son un beneficio. No me dan prestigio, ni dinero, ni absolutamente nada más que sus comentarios y mi propia satisfacción. Si me pagaran, entonces podrían exigirme actualizaciones, podrían decirme quién se queda con quién y yo lo haría por el dinero. Porque necesito el dinero, soy pobre. Pero no. No quiere decir que no puedan molestarme para que actualice, sólo no asuman que esto es todo en mi vida, no lo hagan como si no tuviera nada más que hacer.

Btw, te envidio, persona del review que al parecer tiene una vida tan fácil que puede sentarse a diario a escribir y escribir y escribir. Te envidio.

Fuera de bromas (a medias). Nuevo capítulo. Espero que les guste, que sigan leyendo, que no se sientan ofendidos por lo de arriba. Me agrada leerlos, lo saben, y nos vemos la próxima!

Capítulo 77

 

Gabriel miró el reloj en su muñeca. Era la hora de la cena y Wade aún no se aparecía, a pesar de haberle asegurado hace dos horas que estaba en camino al colegio.

-¿Puedes parar? -preguntó Ericka, harta del tamborileo de los dedos de Gabe sobre la mesa. No había probado su cena desde que la ordenó-. Me desesperas, ¿qué te pasa?

-Wade aún no llega -respondió, apoyando el rostro en una mano-. Ya debería estar aquí.

-¿No te estás preocupando demasiado? Siempre llega tarde -contestó, quitándole importancia. Gabriel frunció el ceño. Era normal, sí, pero preferiría tenerlo allí y saber dónde estaba y si estaba bien. A cada momento estaba más seguro que debió acompañarlo.

-No me contesta el celular -murmuró Gabriel. Ericka suspiró. Entendía que Gabe estuviera preocupado, pero su madre no mandaría a Wade sin seguridad después de lo que pasó. Sus intentos de agregar algo fueron interrumpidos por el tono de celular de Gabe, que lo tomó, impaciente-. Wade, ¿dónde demonios estás?

-¿Eres Gabriel?

Gabriel se apartó el celular del oído para ver bien el nombre. Llamaban desde el celular de Wade, pero era una voz femenina y adulta quién habló.

-¿Quién eres tú? -preguntó Gabriel. No se molestó en sonar amable, tenía una idea de quién podía ser, si era capaz de tomar el celular de Wade y conocía quién era él-. Eres esa mujer -agregó. Ericka le dirigió una mirada curiosa y Gabe se levantó, dejando su comida intacta.

-Mi nombre es Teresa -respondió la mujer. Gabriel sólo la había visto de lejos, apenas recordaba la figura de la mujer que fue el primer amor de su amigo.

-¿Está Wade contigo?

-No te hubiera llamado si no fuera así -Teresa hizo una pausa, exhalando un suspiro y Gabe sintió su corazón acelerarse, la preocupación embargándole nuevamente. Algo malo debía estar pasando para que ella lo llamara-. Él no quiere regresar al colegio.

-¿Qué?

-No está muy bien -susurró Teresa. Hizo una pausa y su voz sonó firme cuando volvió a hablar-. Sé que él no confiaría en nadie más, por eso te llamé, si hay alguien que puede convencerlo de irse eres tú, pero tienes que venir a verlo.

-¿Dónde está? -preguntó, aguantando las ganas de maldecir y de preguntar más. Sabía que debió ir con él, sin importar lo que dijera, sin importar lo mucho que aparentara no estaba bien. Teresa le dio la dirección y Gabriel colgó, llevando su mano convertida en un puño hacia su boca. Se suponía que Joanna mandó guardaespaldas con él, no debió ir a ningún otro lugar que no fuera el colegio. Dudaba que pudiera regresar a tiempo a las clases, pero no le importó, y aunque supuso que a Wade le enojaría, habló con su madre para que le separe un vuelo.

Cuando llegó a la dirección que Teresa le había dado, eran cerca de las diez de la noche. Al menos, la calle en la que estaba de pie no era un tugurio. Entró a un edificio y preguntó por Teresa y el portero le dirigió una mirada sospechosa antes de hablar por un intercomunicador y anunciarlo. Teresa vivía en un quinto piso y Gabe no sabía qué esperaba ver mientras esperaba que ella abriera la puerta, pero no era a una mujer vestida de forma sencilla, con un par de jeans negros, zapatos cerrados y una blusa azul desteñida por las muchas lavadas. La imagen que tenía de ella era muy diferente. 

-Gracias por venir -dijo ella. Gabriel asintió, mirando por encima de su hombro.

-¿Dónde está Wade? -preguntó-. ¿Y qué querías decir con que está mal?

Teresa suspiró. No esperaba amabilidad de parte de Gabriel, pero tampoco que ni siquiera la saludara mientras la apartaba y entraba a la habitación.

-En mi cuarto -contestó, suponiendo que no merecía ningún tipo de amabilidad y señalando con un ademán de la mano el camino. Wade llegó a su casa en la tarde, con la misma expresión divertida de siempre, pero pronto ella notó que no estaba bien. No habían dormido juntos hoy, Wade parecía querer un lugar en el que descansar y ella estaba preocupada por el asalto así que lo dejó quedarse. Hasta que él no mostró intenciones de moverse. -. Él no sabe que estás aquí.

Gabriel miró la puerta que Teresa señalaba y luego a ella. Nunca se imaginó hablar con ella o estar tan cerca. Ella le regresó la mirada, parecía comprender lo que quería decir.

-Nunca pensé que te conocería -dijo Gabriel, considerando que Wade podía esperar un momento más-. Lo que hiciste fue un crimen.

-Lo sé. Podría decir muchas cosas para justificarme, pero no serviría de nada, ¿cierto? Pero él te necesita ahora.

Gabriel frunció el ceño, antes de dirigirse al cuarto. Empujó la puerta y dio un par de pasos dentro, sosteniendo la perilla con una mano. Wade estaba allí, sentado en el piso y con la espalda apoyada en la cama, los dedos entrelazados y los ojos cerrados.

-Te dije que me dejaras en paz -dijo, cuando escuchó los pasos de Gabriel.

-Creo que no lo hiciste -contestó éste. Wade alzó el rostro, confuso.

-¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó. Lo último que esperaba era verlo allí-. ¿Ella te llamó?

-Eso debería preguntarlo yo -Gabriel se acercó, mirando el cuarto y a su amigo alternativamente-. ¿Qué haces aquí? Ya deberías estar en el colegio, se suponía que ibas para allá.

Wade hizo una mueca. Había angustia en sus ojos y Gabriel notó que una de sus manos temblaba cuando éste la levantó para restregarse los ojos con ella. No entendía porqué, si se sentía mal, no regresó con él en vez de venir a ver a esa mujer, pero tal vez era porque él no sabía qué hacer o decir. Se limitó a mirarlo, esperando una respuesta.

-No puedo hacerlo -dijo, cortante. Gabriel se sentó delante de él.

-¿Qué no puedes hacer? -preguntó, suponiendo que hacerlo hablar era lo mejor. Wade desvió la vista, apretando sus manos entrelazadas-. Wade, háblame -pidió.

Wade no contestó. Permaneció en la misma posición, apretando los dientes, negándose a mirarlo. Gabriel estiró una mano, sin llegar a tocarlo. Se suponía que podían contarse todo, se habían peleado por guardarse secretos y aquí estaba él, negándose a hablar.

-Wade, por favor -movió el rostro, tratando de encontrar su mirada-. Escucha, soy yo. Soy yo, puedes decirme lo que sea.

Al fin, Wade lo miró. Gabriel no recordaba haberlo visto así, lloroso y angustiado, desde que eran niños.

-No puedo salir -dijo, esbozando una sonrisa tirante. Sonaba casi avergonzado y volvió a desviar los ojos, sus dedos moviéndose de forma nerviosa sobre una de sus rodillas-. Pensé que podría, esquivé a los gorilas de mi madre y estaba bien, y vine aquí. Pensé que estaba bien, te lo juro que estaba bien, pero no puedo salir. No puedo -se interrumpió, negando con la cabeza, y cubriendo el rostro con sus manos.  Sabía que si no podía hablar con Gabriel, no hablaría con nadie, pero no quería admitir que tenía tanto miedo que se quedó paralizado cuando trató de salir de la casa, el corazón latiendo en sus oídos, sintiendo nada más que pánico. Exhaló un suspiró, apretando sus dedos para que dejaran de temblar-. Tengo miedo -admitió, bajando la voz.

-No sólo es miedo -susurró, quitando las manos de su rostro, pero bajando la mirada para evitar ver a su amigo. Gabriel tragó saliva, estirando una mano para tocarle el hombro, sintiendo el temblor de Wade ante su toque-. ¿Sabes? Cuando estaba allí, no pensé que me pasaría algo. Incluso cuando los ladrones cerraron el banco y cuando nos amenazaron. Estaba asustado, pero pensé que todo saldría bien porque somos nosotros. No hay cosas que no podamos obtener -su sonrisa se volvió irónica-. Cuando ellos... nunca me había sentido tan inútil en mi vida.

Inútil. Incapaz, impotente. Wade cerró los ojos, odiaba recordarlo, odiaba que le afectara. Pero tenía miedo, miedo de que volviera a pasar, miedo de su propia impotencia. Miedo al dolor. Escondió la cara entre las manos y Gabriel se las apartó, posando una de sus manos en su mejilla.

-No es tu culpa, nada de lo que pasó.

-Lo sé -contestó-. No me culpo. Es sólo que no quiero sentirme así. No quiero que vuelva a pasar.

-Y no volverá a pasar -aseguró Gabriel.

-No puedes saberlo -contestó Wade, sus ojos grises empañados con lágrimas que se esforzaba en no derramar-. No puedes controlarlo todo, Gabe.

-Puedo tratar -murmuró Gabriel. Wade dejó escapar una risa entrecortada, antes de dejarse caer hacia adelante, escondiendo el rostro en el pecho de su amigo, mientras sus risas se transformaban en sollozos. Habían pasado años desde que lo escuchaba llorar y Gabriel se quedó quieto un momento, demasiado abrumado. Lo rodeó con un brazo y le acarició el cabello, preguntándose qué podía hacer. Tal vez lo mejor sería hablar con Joanna, ella quiso que viera a un psicólogo desde el principio, pero Wade la detestaba y odiaba obedecerle. Gabriel sabía que odiaría que ella se enterara de lo que estaba pasando. Pero ahora lo primordial era sacarlo de allí.

-Me quedaré contigo -susurró, cuando los sollozos de Wade se detuvieron, a sabiendas que éste solía ponerlo en primer lugar. Si tenía que jugar esa carta para que aceptara volver al colegio lo haría. Como esperaba, su amigo levantó el rostro como un resorte, mirándolo con una expresión confusa-. Me quedaré hasta que puedas regresar. No voy a dejarte solo aquí.

-No puedes perder clases -murmuró, su voz un poco ronca por el esfuerzo de no echarse a sollozar nuevamente-. Deberías irte ahora, llegarías de madrugada, pero a tiempo. Teresa está aquí, se me pasará y te alcanzaré.

-No seas estúpido -amonestó Gabriel-. No me iré sin ti. Y si quieres quedarte aquí, bien, me quedaré contigo.

-No seas idiota, tu padre no va a permitir que pierdas clases -replicó, levantando un poco la voz. Al menos, pensó Gabriel, la irritación le hacía lucir menos desamparado-. Y esto no tiene nada que ver contigo.

-Claro que tiene que ver conmigo -contestó. Wade negó con la cabeza. Gabriel lo miraba con una expresión determinada que había visto antes y que sabía que sería imposible de cambiar. Tenía miedo, no quería ponerse de pie, no quería salir, no quería recordar. Podría quedarse en casa de Teresa jugando videojuegos y fingiendo que nada pasó, pero no si Gabe estaba allí con él, arriesgando sus estudios y a la ira de su padre-. Lo que es estúpido es que consideres que no tiene que ver conmigo.

-¿Y si algo te pasa a ti? -preguntó, sabiendo que estaba siendo un poco irracional, pero sin poder  evitarlo. La idea de ver a Gabriel en peligro era descorazonadora.

-Nada nos pasará. E incluso si fuera así, no podemos encerrarnos, Wade. No es así como tú eres.

-Nunca pasé por nada como esto antes -murmuró.

-No voy a irme hasta que tú vengas conmigo -repitió. Wade lo miró un rato, sabiendo que no habría forma de hacerlo cambiar de opinión-, no tenemos que salir ahora, esperaremos a la mañana, llamaré un taxi, tengo mis propios guardaespaldas, si les aviso estarán aquí a primera hora mañana.

Wade asintió, restregando de nuevo sus ojos para limpiarlos. Miró hacia la puerta, esperando que Teresa no los hubiera escuchado. Dudaba que le importara, pero no quería que lo viera así. Gabriel tal vez, pero nadie más. Cuando salieron del cuarto, ella les esperaba con la cena lista y Gabriel hizo una mueca de disgusto antes de sentarse a comer, en silencio.

El cuarto que ella les brindó era bastante pequeño, con una sola cama muy pequeña también y Gabriel bufó, quitándose la chaqueta.

-Creo que dormiré en el piso –comentó.

-¿Seguro? -preguntó Wade, detrás de él. Parecía mejor, aunque el tono tan suave y bajo de su voz contrariaba a Gabe. Estaba acostumbrado a su mejor amigo siendo malicioso, cínico y escandaloso, no a esta pálida sombra de ojos grises asustados. Asintió, acomodándose en el piso y cruzando las manos en la nuca, observando a Wade acostarse boca abajo en la cama, cuidando de cubrirse con las sábanas primero.

Cuando Gabriel despertó, le dolía el cuello y la espalda. Dejó escapar un quejido, abriendo los ojos. Una de las manos de Wade colgaba fuera de la cama, sus dedos rozando las sábanas que cubrían a Gabriel. Éste se preguntó qué era lo que debía hacer ahora, si era lo mejor hablar con Joanna o confiar en que Wade se recuperaría. Sabía que se negaría a ir a un psicólogo, pero si seguía así, no quedaría más opción. Se levantó, observando la casa con verdadera atención por primera vez, bostezando mientras caminaba hacia la cocina, en dónde encontró a Teresa, preparando café.

-Buenos días -saludó ella. Gabriel frunció el ceño.

-Esperaba no tener que conocerte, ¿sabes? -dijo, casi repitiendo sus palabras de la noche anterior. Teresa asintió. Podía sentir el odio de Gabe hacia ella y lo comprendía. Ella también se odiaba a veces-. ¿Por qué lo hiciste? Él era un niño y tú no tenías ningún derecho a tocarlo.

-Sé que estuvo mal -contestó. No quería decir nada que sonora a una excusa, sabía que cualquier cosa que diría no compensaba lo que hizo.

Gabriel esbozó una sonrisa irónica. Él había sido testigo, a medias, de la forma en que Wade la seguía, pero no se enteró de su affaire hasta un tiempo después. Wade estuvo destrozado al principio, no había forma en que ella lo quisiera, entusiasmado después por el sexo, pero estaba seguro que no sería ni la mitad de cínico que era ahora si esta mujer no se habría encargado de destrozar su primer enamoramiento, convenciéndolo que el amor no valía la pena.

-Te lo dije anoche, no voy a justificarme. No es que pueda hacerlo. Sé que debía alejarme, nunca tocarlo. Pero no lo hice. Lo siento.

-¿Y por qué no lo dejaste, entonces? Debiste desaparecer de su vida.

Teresa bebió un sorbo de café, para evitar que cualquier emoción se colara a su rostro. El saberse merecedora de toda esa aversión, no hacía que le gustara recibirla. Y se había planteado dejarlo, después de acostarse con él por primera vez y sentirse más sucia que en toda su vida. Estaba utilizando a un niño, por Dios, para lograr sentirse apreciada, para lo que fuera de patética excusa que se dio en ese momento. Debió dejarlo allí, pero cuando volvió a verlo, Wade tenía los ojos más tristes, la sonrisa más amarga a pesar de lo fácilmente que lo disimulaba. Rechazado por sus dos padres, no tuvo la fuerza suficiente para convertirse en otra persona que lo dejara a su suerte.

No contestó. Incluso con todas las razones del mundo, ella todavía estuvo mal. Seguía estando mal.

-Ah, aquí estás -Wade entró a la cocina, bostezando. Gabriel lo examinó, tratando de encontrar un rastro de la tristeza del día anterior y al notar su escrutinio, éste esbozó una sonrisa-. No te preocupes, estoy bien. ¿Nos vamos?

-Date un baño primero, voy a pedir un taxi. Comeremos en el camino -ordenó, saliendo de la cocina. Wade lo observó marchar, negando con la cabeza.

-Fue desagradable contigo, ¿cierto? -le preguntó a Teresa. Ayer estaba tan conmocionado que no se dio cuenta de lo que significaba que Gabe estuviera allí. Él la odiaba, aunque no la conocía más que de vista y siempre hablaba de ella como “esa mujer”.

-Nada que no me merezca -contestó ella-. Él tiene una razón en una cosa, ya no deberías venir a verme.

Wade se encogió de hombros. Venía con ella porque no debía ser agradable, ni fingir. Ella lo conocía. Gabriel diría que era responsable de su cinismo, pero él no lo creía así. Y confiaba en ella, a pesar de todo. Por primera vez en mucho tiempo, no la besó al despedirse, recordando el miedo que lo embargó el día anterior y que aún no se había desvanecido. Pero siguió a Gabe fuera de la casa de todas formas, diciéndose que no había razón para estar asustado. No se calmó hasta que estuvieron en el avión y se preguntó si esa clase de pensamientos desaparecería en algún momento. Mirar a Gabriel y adivinar porqué lucía molesto era más fácil, tanto como saberlo.

-Y esa es la razón por la que nunca te hablé demasiado de ella -dijo, apoyando el rostro en una mano. Desde su asiento, Gabriel le dirigió una sonrisa exenta de alegría-. No tenías porqué ser grosero con ella, ¿sabías?

-Entiendo que la defiendas -murmuró Gabe, agradecido al ver que Wade dejaba de parecer tan angustiado-. Pero ella era el adulto de los dos, nunca debió hacerte nada.

-Yo quería que me tocara -replicó Wade, sonriendo. Gabriel negó con la cabeza. Incluso así, su amigo era un niño cuando se metió con esa tipa y ella le destrozó el corazón.

-Da igual -refunfuñó.

-Escucha, Gabe, ella no es tan mala como piensas.

-Da igual -repitió Gabriel. No quería escuchar a Wade justificándola-. ¿Cómo estás tú? Y no intentes actuar como si no hubieras dicho nada anoche, Wade.

Wade sonrió. Contaba con poder hacer exactamente eso, actuar como si nada hubiera pasado. Sentía una mezcla de vergüenza e incomodidad al pensar en las cosas que había dicho, admitir su debilidad y su miedo.

-Estoy bien. Mejor -contestó. Gabriel enarcó una ceja, antes de levantarse y sentarse a su lado, llevando una mano a su rostro para obligarle a mirarlo. Todavía le molestaba que Wade no hubiera sido sincero con él hasta el último momento, y que hubiera ido con esa tipa en vez de regresar con él.

-Sabes que no tienes porqué fingir conmigo.

-Lo sé -dijo, apartando la mano de su rostro-. Sólo no me sentía... no es fácil aceptar que eres un inútil.

-Cualquier persona habría sido inútil en una situación como la que pasaste -insistió Gabriel-. Sólo recuerda que estoy aquí, ¿vale?

Wade regresó a mirarlo, esbozando una sonrisa. No se resistió cuando Gabe lo atrajo hacia él y apoyó su cabeza en su hombro, suspirando y permitiéndose dejar de fingir, dejar de pretender que nada le afectaba, sólo buscar apoyo y consuelo.

---

Julie negó con la cabeza, llevando una tostada a su boca. Se había quedado dormida y apenas llegó al comedor para ordenar un café que tomó apresuradamente y las tostadas que pensaba comer camino al aula, pero se quedó un momento de pie, mirando a Alan y a Mike y volviendo a sacudir la cabeza. Le encantaría que sus amigos se decidieran con respecto a su relación porque ella no sabía qué pensar. El domingo ambos se habían mantenido alejados, aunque el humor de Alan mejoró drásticamente y Mike lucía más distraído que de costumbre. Y hoy estaban comiendo juntos otra vez, aunque sin hablar. Ella no tenía tiempo para eso, para el momento en que ambos se levantaban de la mesa, ya había cruzado la puerta, rumbo al aula, en la que sólo estaba Ericka, leyendo un libro con su estoica expresión de siempre. Levantó la cabeza y miró expectante hacia la puerta cuando Julie hizo ruido al entrar, como si esperara a alguien. Julie se habría sentido ofendida al ver el gesto de decepción en su rostro, pero estaba acostumbrada.

-Si sabría que todos iban a llegar tarde, habría comido un poco más -dijo, en voz alta. Ericka la miró por encima de su libro, recorriendo su cuerpo con la vista. En su opinión, a Julie le vendría bien bajar un poco de peso, pero nunca se lo diría. Ellas no eran amigas y su opinión no sería bienvenida.

-La profesora estará aquí dentro de poco, esté quién esté -contestó. Miró la puerta, negando con la cabeza. Gabriel no regresaba desde ayer, no tenía noticias de él ni de Wade y ninguno de los dos se había molestado en mandarle al menos un mensaje de texto. Ni siquiera debía preocuparse, pero lo hacía. Gabe no se había ido luciendo muy bien.

Julie se dejó caer en el asiento, sonriendo al ver que Ericka negaba al verla. Ese día ni siquiera se había molestado en ponerse el uniforme, llevaba unos jeans y un suéter beige, que era cómodo, lo más importante.

-¿Dónde está Gabriel? Perdí parte de mi sábado dándole tutorías para la clase de física de hoy.

Ericka cerró los ojos, antes de suspirar y negar con la cabeza.

-No tengo la menor idea -contestó. Estaba molesta por eso, en realidad. No esperaba que Gabe le comunique de cada cosa que hacía, pero si salía corriendo a algún lado que al parecer tenía que ver con Wade, quería saber. Al menos, dejaría de estar preocupada. 

Julie notó su mal humor y no preguntó nada más, esperando en silencio hasta que el aula se llenó de alumnos y la maestra entró, varios minutos después. De haber sabido que la maestra llegaría tarde, habría comido algo más.

-Como si no tuviera suficientes cosas que hacer -gruñó Alan, al término de la clase, mirando la lista de libros que tenían que leer.

-Sólo tienes que escoger uno -señaló Mike, caminando detrás de él.

-¿Cuál es el más fácil? ¿Qué es 1984?

-A veces creo que no puedes sorprenderme más con tu ignorancia, pero siempre lograr superar mis expectativas -contestó Julie, cansinamente.

-No todos leen todo lo que tienen a mano -murmuró Alan. Sí Julie estaba de mal humor, él no quería provocarla más.

-Voy a comprar algo de comer, no tuve tiempo de comprar un buen desayuno hoy -rezongó, saliendo del aula.

Mike se concentró en el celular, fingiendo leer algo importante. Desde el sábado, tenía problemas para mirar a Alan a la cara, o se sonrojaba o se arrepentía de lo que había hecho o tenía ganas de besarlo otra vez. No sabía qué era peor. En realidad, sí lo sabía. Lo peor era que, a diferencia de veces anteriores, Alan no le besó de regreso, no lo buscó al día siguiente y parecía tan normal que casi le hacía sentirse ofendido. Como si no le hubiera afectado en nada el que casi se besaran dos veces y el que él admitiría que quería besarlo. Mucho peor que eso era la sonrisa burlona que captaba a veces en sus labios, un recuerdo del antiguo Alan que solía intimidarlo, pero que ahora provocaba saltos en su corazón. Para distraerse, recorrió el salón de la mirada, fijando los ojos en el asiento vacío de Gabriel. Tal vez había ido a una de esas reuniones con su padre de las que nunca hablaba, pensó, malhumorado al considerar la cantidad de cosas de las que Gabe nunca hablaba y que no consideró antes. Al volver a mirar a Alan lo encontró con el ceño fruncido, como si supiera exactamente en quién estaba pensando y un extraño sentimiento de culpabilidad lo embargó.

-Sólo me preguntaba porqué no había venido -murmuró, bajando la vista.

-No te estoy preguntando nada -contestó Alan, malhumorado. Jodido Barnett, se las arreglaba para molestarlo aunque no estuviera presente. Mike  se giró, clavando la vista en sus cuadernos, logrando que Alan se arrepintiera al instante-. Oye, yo no... -empezó, sin saber cómo completar la frase-. Bueno, estoy molesto, pero no te culpo por quererlo o lo que sea. En realidad, ¿cómo puede querer alguien a ese tipo tan jodidamente arrogante? -murmuró, casi para sí mismo.

-Gabriel no es así -replicó, la costumbre de defenderlo demasiado arraigada como para detenerse-. Y ya no lo quiero -agregó, de inmediato.

-¿No? -Alan trató de lucir aburrido, pero esa frase había hecho que su malhumor se evaporara, aunque sabía bien que Mike podría estar sólo tratando de convencerse a sí mismo. No pudieron continuar hablando, Julie regresó al aula y casi al instante, el profesor entró, dejando a Alan con la duda y las ganas de exigir más respuestas.

---

Gabriel miró su celular por enésima vez. Wade caminaba delante de él, por los pasillos vacíos del colegio y él se planteaba una vez más llamar a Joanna. Quería que su amigo se recuperara de alguna manera, y si esta manera era avisar a su madre y obligarle a ver un psicólogo, lo haría. Lo único que lo detenía era que sabía que perdería su confianza.

-¿Dónde estaban ustedes dos? -Harris salió de un aula, con un tubo de ensayo en la mano y una bata blanca sobre el uniforme-. ¿Se fueron de luna de miel y no me invitaron?

-No te preocupes, Harris, dejé un poco de Gabriel para ti -contestó Wade empujando a su amigo hacia adelante. Gabriel guardó el celular, dirigiéndole una mirada amenazadora-. ¿Por qué me miras así? Estoy feliz por ustedes dos, tú dejas de ser un amargado y él deja de perseguirme. Todos ganamos.

-En realidad, no planeaba dejar de perseguirte -corrigió Clay, sonriendo. Debía llevar los tubos de ensayo al laboratorio de química, pero se divertía demasiado viendo sus reacciones-. Planeábamos compartirte a ti.

-Gabe -Wade se volvió hacia su amigo, fingiendo un gesto de desconsuelo-. Pensé que te importaba más que esto. Haz destrozado mi corazón.

Harris soltó una risa, acercándose a Wade y tomándole de la muñeca.

-Lo digo en serio -susurró, inclinándose para hablarle al oído-. No me importaría compartirte o lo que fuera.

No alcanzó a decir más, Gabriel lo tomó del cuello y lo apartó de Wade, rodando los ojos. Harris sonrió y sólo porque no le gustaba perder, se inclinó y le dio un beso suave en los labios, antes de alejarse, esbozando una sonrisa.

-Debes ser un amante terrible si todavía va detrás de mí -comentó Wade, haciendo una mueca de asco-. Y pensé que lo suyo era cosa de una vez.

-Y lo fue -contestó Gabriel, pasando una mano por sus labios, como si quisiera limpiarlos-. Él sólo está mal de la cabeza.

-Al menos tienes que reconocer que es divertido. Por eso es que le dejo molestarme, siempre te puede sacar del aburrimiento.

-Eso es estúpido -contestó Gabe, negando con la cabeza-. Pero mientras no le dejes meterse en tu cama...

-¿Por qué? -Wade esbozó una sonrisa traviesa-. ¿Te pondrías celoso?

Gabriel lo miró, sin decir nada. Nunca se había imaginado a Wade con un hombre, no creía que fuera posible. Harris podía seguir intentándolo y fastidiándolo a él en el proceso, pero no pasaría. A Wade no le gustaban los chicos, y él no tenía motivos para sentir celos por su mejor amigo.

-No tendría por qué, a ti no te gustan los hombres.

-Es en serio, Gabe -contestó. Sería divertido descubrir que a su amigo le gustaba Harris-, ¿qué harías si de repente me enredo con Clay?

-A ti no te gustan los hombres -repitió, empezando a cansarse del asunto. 

-Hipotéticamente -replicó Wade. Gabriel consideró el asunto un momento. Wade no podía serle fiel a una chica, o enamorarse. Incluso si le gustaban los hombros, dudaba que cambiar su comportamiento. Sólo podía imaginar un cúmulo de problemas. O tenía detrás suyo a un montón de chicos como Mike, con el corazón roto, o tendría a otro montón de copias de Clay, tratando de conseguir algo de sexo fácil. 

-Si fuera el caso, te tendría que poner guardaespaldas, porque alguien terminaría muy enojado contigo y tratando de matarte. Harris incluido. Están bien las cosas como están.

-Estoy de acuerdo -dijo Wade, colgándose de su hombro, algo desilusionado al no obtener ninguna clase de reacción que indicara que Gabriel empezara a sentir algo por alguien que no fuera Mike-. Además, ya te robo suficientes chicas, no sería justo para ti que también te robe chicos. Bueno, ya lo hago sin ser gay, si lo fuera, te apuesto que Mike hubiera estado conmigo.

Gabriel lo apartó de un empujón.

-Eso jamás pasaría -espetó-. Mike es mi... -se interrumpió, desviando la vista. Mike ya no era nada suyo-. ¿Por qué demonios tenías que mencionarlo?

-Lo siento, mi culpa. ¿Vamos a la última clase?

-Ya no -contestó, pasando una mano por su cabello. Lo que menos necesitaba era perder clases, al menos esperaba salir bien y no ganarse una reprimenda de parte de su padre-. Y, por cierto, ¿qué piensas hacer sobre tu... problema?

-¿Esperar a que pase?

-¿Y un psicólogo? -sugirió. Como supuso, Wade negó con la cabeza.

-No, gracias. Eso terminaría con él o ella tratando de hacerme hablar de mis traumas infantiles. No es algo que tenga ganas de hacer. Por el momento solo... -Wade se mordió los labios, agradeciendo estar cerca de los cuartos, vacíos a esta hora del día-. Solo mantente cerca -pidió, rascándose el cuello. Odiaba pedirlo, pero se sentía mucho mejor con Gabe a su lado

-Claro -contestó, abrazándolo sin pensar-. Siempre.

Wade suspiró, pensando en apartarlo en un primer momento, pero luego enterró el rostro en su cuello, respirando lentamente y sosteniéndose de sus hombros. Se sentía tan débil y tan inútil como la vez en el asalto, el miedo regresando, pero a la vez sintiéndose bien por dejar libre sus sentimientos, por permitirse ser débil. Era así cuando eran niños, antes que Isabelle muriera. Era él quién lloraba y Gabe quien siempre estaba allí, aunque nunca supiera cómo consolarlo más que mirándolo fijamente y tratando de distraerlo. Apretó los dedos en los hombros de Gabe, repitiéndose que estaba allí, todo había pasado y que no era malo no haber podido hacer nada, relajándose poco a poco y sintiendo los dedos de Gabriel en su cabello, apretando demasiado fuerte.

-Eso duele -susurró, contra su piel. Gabe aflojó su agarre, pasando a acariciar su espalda-. Lo siento por esto.

-Está bien. Harías lo mismo por mí.

-Probablemente me burlaría.

-Eso también -Gabriel lo soltó, dejando escapar una risita, y Wade se apoyó en la puerta. Una parte de él quería volver a abrazarlo y sentirse seguro, la clase de bienestar que suponía sentían otras personas con sus padres, pero que él sólo había podido encontrar en Isabelle y Gabe. Gabriel se alejó, decidiendo que lo mejor era ir a comer.

-Oye, Gabe -se giró, expectante. Wade esbozó una sonrisa, ladeando el rostro-. No te preocupes por Mike, encontrarás a alguien. Te apoyaría, incluso aunque sea Harris. Ya sabes, muy pocas personas se quedan con su primer amor.

Gabriel asintió, sin responder. No se lo esperaba, llevaba sin sentir las ganas de besarlo días y le tomaron por sorpresa esta vez. La idea de acercarse y besarlo contra la puerta, abrir los labios que ahora le sonreían con su lengua... Gabe sacudió la cabeza, tratando de apartar esos pensamientos de su cabeza. Wade era guapo y él llevaba mucho tiempo sin acostarse sin nadie que le importara, sin siquiera tocarse, sin más alivio que esa noche con Harris. Sus fantasías con Wade eran culpa de sus hormonas adolescentes y nada más. Se sentía como si hubiera perdido el balance desde hace mucho y sólo ahora lo notara, como si Mike hubiera sido una nota de equilibrio, y al perderlo, todo en su interior se volviera un caos.

---

-¿Pasa algo? -preguntó Katherine, al entrar al cuarto. Ericka estaba sentada en el escritorio, con la boleta de notas de los últimos exámenes en la mano y el ceño fruncido.

-Tal vez fue una mala idea meterme en el equipo de natación -murmuró ella, en respuesta.

-¿Qué? -Katherine avanzó y le quitó la boleta de las manos, esperando encontrar unas notas catastróficas. No era así, pero el primer puesto que Ericka compartía con Julie y con Mike desde primer año se había convertido en un tercer puesto. No era grave, ella estaría feliz de tener sus notas, pero conocía lo exagerada que era su amiga con estas cosas-. No es gran cosa, Ericka.

-Pensé que sería fácil seguir con las mismas notas sin esforzarme demasiado, pero no es tan fácil. Y no es como si me fuera a mantener nadando.

-Estás exagerando -Katherine le devolvió la boleta, ignorando el ceño fruncido de su amiga-. Te diré lo que vamos a hacer. Vamos a salir de aquí, ir a la piscina, y vas a nadar hasta que se quite de tu cabeza esa idea de abandonar el equipo. Dijiste que lo hacías para relajarte antes de empezar a trabajar en serio, ¡cúmplelo!

Ericka desvió la mirada. Se lo había comentado a Bryan antes y él le había mandado la misma respuesta, se preocupaba demasiado. A él, por otro lado, le iba regular, dudaba graduarse con honores, pero al menos sería uno de los pocos de su familia que fue a la universidad. Ellos no hablaban acerca de su relación, a Ericka le incomodaba pensar en él viendo a otra mujer, aunque supuso que eso pasaría tarde o temprano. Igual que ella, seguramente encontraría alguien a quién querría, eventualmente. Miró a Katherine, que se había movido al armario y cogía un traje de baño. La piscina ya estaba ocupada cuando ellas llegaron por un grupo de ruidosas chicas de primero que Ericka miró con desdén. Estaba a punto de preguntarse qué hacían allí cuando vio a Gabriel, vestido con sólo unos shorts, sentado en el borde de la piscina con los pies metidos en el agua. Clay estaba a su lado y tan raro como parecía, no estaban discutiendo.

-Hola, chicos -saludó Katherine, quitándose la camiseta y los shorts y metiéndose al agua-. ¿Han venido a relajarse de la ardua labor estudiantil, como nosotras?

Gabriel miró a Ericka al escucharla, dudaba que ella considerara la labor estudiantil como ardua, pero asintió a Katherine.

-Era esto o las tareas, y decidimos por unanimidad la piscina -contestó Clay, sonriendo.

-¿Desde cuándo son amigos ustedes dos? -Ericka miró a Gabriel, extrañada. Que ella supiera, Gabe lo detestaba.

-Noticias nuevas, Ericka. Somos realmente cercanos -contestó Clay, rodeando los hombros de Gabe con un brazo. Gabriel lo apartó, enfadado.

-No somos amigos -contestó. Ericka se sentó a su lado, encogiéndose de hombros, lo que provocó que las chicas de primero la miraran con mala cara.

-¿Ellas no saben que te gustan los chicos o qué? -preguntó, en voz alta. Gabriel se limitó a suspirar.

-Me gustan ambos -aclaró, mirando al grupo de chicas.

Si fuera como Wade, ya estaría pensando en cómo llevárselas a la cama, pero él se conformaba con mirar y obtener unas cuantas sonrisas de cuando en cuando. Y además, era mejor mirarlas a ellas que a Wade. Él estaba allí, claro, flotando de espaldas y riendo de vez en cuando de las bromas de Harris. Y no entendía cómo nunca se había fijado en su cuerpo, notarlo de verdad. Con cualquier otra persona, las chicas, Ericka, el mismo Harris, mirarlos no le hacía sentir incómodo, apreciaba su figura y nada más. Con Wade era diferente, era su mejor amigo y no se suponía que uno apreciara la figura de su mejor amigo, ¿o sí?

-¿Puedo hacerte una pregunta? -dijo a Ericka cuando Clay se unió a Wade y las chicas en la piscina. Ericka asintió y Gabriel dejó escapar un suspiro. En una situación normal, sería Wade con quién hablara, pero ahora no le quedaba de otra que hablar con Ericka y exponerse a su sarcasmo-. ¿Alguna vez has tenido fantasías con alguien que no te gusta?

Ericka lo miró, sin comprender. Gabriel era la última persona de la que quería hablar acerca de sus fantasías. Además, ¿no había una especia de regla no escrita que impedía a los chicos hacerle esa clase de preguntas a las chicas?

-No creo que eso te importe -espetó.

-No lo pregunto por... -se interrumpió, buscando una forma de hacer la pregunta sin ponerse en evidencia-. Sólo busco una segunda opinión.

-¿No es lógico que tiene que gustarte alguien para poder tener fantasías? -contestó Ericka, incómoda.

-No me refiero exactamente a eso... o sea, puedes fijarte sólo en el físico, ¿no? No tiene que significar nada más. No tiene que significar nada en absoluto.

-¿Te gusta alguien? Vaya, te has demorado, pensé que pasarías el año llorando por Mike,

-No me gusta nadie -negó-. ¿Podemos hablar en otro lado?

Ericka suspiró, antes de asentir. Gabriel se levantó rápidamente, mirando hacia el frente, tratando de evitar que sus ojos se fijaran en el cuerpo semidesnudo de su mejor amigo, metros adelante. Pero mientras Ericka se ponía algo encima del traje de baño, no pudo evitar mirar el cuerpo de Wade. Lo había visto antes, pero esta era la primera vez que prestaba atención a su forma, los músculos en su abdomen, la suave línea de vello que se perdía dentro de los shorts y el cabello ya demasiado largo. Wade alzó la vista y le sonrió y por acto reflejo, él correspondió la sonrisa, sus pensamientos consumidos por la preocupación que le causaba. Aún no sabía qué hacer para acabar con el miedo que sabía Wade seguía sintiendo, cómo ayudar. Era confuso sentir aquello cuando al mismo tiempo quería eliminar la distancia entre ellos y sentir la piel de su amigo bajo sus manos.

-¿Nos vamos? -Ericka le golpeó el hombro, distrayéndolo, y él la siguió hasta el cuarto de ella-. Espero que lo que sea que tengas que decirme valga la pena, Gabe.

Gabriel miró a los lados. No quería tener que hablar con ella, pero era la persona más cercana a él, después de Wade.

-No puedo creer que vaya a contarte esto -murmuró. Ericka rodó los ojos, aburrida. 

-Al grano, no tengo todo el tiempo del mundo.

-Creo que me gusta Wade -soltó. Esperó alguna reacción, pero Ericka no lucía conmocionada, sólo un poco sorprendida. No se puso a gritar ni exigir explicaciones.

-¿Sólo eso? -dijo, negando con la cabeza-. Pensé que sería algo peor, me asustaste.

-¿Sólo eso? -repitió, incrédulo-. No es “sólo eso”. Es extraño, no debería pasar, no debería... y no es que me guste -se corrigió, enfadado-. Mira, él te gustaba también, sabes que es atractivo. Y sólo es eso. Nunca le presté atención antes y es sólo eso.

Ericka parpadeó. A sus oídos sonaba como si Gabriel tratara de auto convencerse que no sentía algo por Wade. Sabía los cercanos que eran y que se consideraban hermanos, pero no veía el punto a tanta agitación. Y sí, Wade le gustaba antes de saber que no tenía oportunidad alguna y de convencerse que era estúpido mantener esperanzas con alguien que no podía comprometerse con nadie.

-¿Cuál es el problema si estás seguro que no lo quieres? -preguntó-. Si es cuestión de atractivo, incluso Harris lo es, puedo reconocerlo sin que me afecte.

-Porque es extraño, él es mi hermano, no se supone que lo vea así, ni que piense...

-Por favor, si tienes fantasías, no entres en detalles -pidió Ericka, cubriendo su rostro con una mano-. Ustedes dos siempre han sido demasiado cercanos, a nadie le extrañaría si empezaran a salir.

Gabriel hizo una mueca de dolor al escucharla.

-No quiero salir con él -contestó-. Sólo quiero saber si esto es normal. Porque nunca me había fijado en él. O sea, sabía que era guapo, pero no me había fijado de verdad.

-No lo sé -Ericka desvió la vista, confundida. Hace unos días esperaba contar con la confianza de Gabe, pero no que le hable sobre sus gustos o no gustos-. Mira, si es sólo físico, no creo que debas preocuparte, se te pasará. Pero tal vez sea otra cosa, o de otro modo no estarías tan preocupado.

-No es otra cosa -negó Gabriel-. Él no me gusta, no me imagino teniendo una cita, mirando una película o lo que sea. No es como Kristy o Mike -él sólo imaginaba cómo sería besarlo, no citas, ni romance. Él sólo se había pasado el rato en la piscina tratando de no mirar demasiado el cuerpo semidesnudo de su mejor amigo y preguntándose porqué no podía volver unos meses atrás, cuando no le inquietaba verlo así.

-Tal vez sea por conveniencia -opinó Ericka-. Confías en Wade, tal vez sólo crees que te gusta porque es más fácil que te guste él, a quién no vas a perder, a que te guste alguien más a quien de todas formas mentirías.

Gabriel no tuvo ocasión de contestar, Katherine entró a la habitación, sonriente y él se fue sin despedirse, dándole vueltas a lo que Ericka había dicho. Detestaba considerarlo, pero podría tener algo de lógica. Después de todo, no había nadie en quién confiara más que en Wade, era la única persona a la que le creía cuando aseguraba que nunca le dejaría. Pero sería muy egoísta que sólo le gustara por eso, como si quisiera reemplazar a Mike por alguien que sería más fácil querer y mantener a su lado.

-¿Qué te pasa? -preguntó Wade. Gabriel había regresado al cuarto hace media hora y no había hecho más que tirarse en la cama con la laptop, mirando en su dirección de cuando en cuando-. Si es por las pesadillas y eso, están mejorando, lo juro. No necesitas vigilarme ni nada.

Gabriel suspiró, negando con la cabeza.

-Te creo. No te siento revolverte en la cama todas las noches, ni nada- ironizó. No le podía decir que si se quedaba mirándolo era porque trataba de saber si Ericka tenía razón o si lo que empezaba a sentir era algo más. No podía negar que le atraía, físicamente. De allí a quererlo había una gran diferencia.

-No le digas a mi madre nada, Gabe -Wade se acercó, cerrando la laptop-. Promételo. Ni una palabra.

Gabriel asintió, después de pensarlo un momento. Joanna había insistido en saber qué pasaba desde que le pidió que le separara el vuelo, días atrás, pero se las había arreglado para no contarle nada, de momento. Si notaba que Wade no se recuperaba, se lo diría, y si tenía que obligarle a ver un psicólogo, lo haría. Se molestaría, pero lo perdonaría eventualmente. Y tal vez eso era a lo que Ericka se refería. Wade nunca lo hubiera dejado, como Mike, permanecería allí sin importar lo que hiciera o en quién se convirtiera. Y tal vez él si era tan egoísta como para fijarse en alguien sólo porque le resultaba más conveniente.

 

 

Notas finales:

Creo que necesitaba explicar un poco de lo Teresa y Wade. No es bonito que pase eso en la vida real, ¿ok?

Nos vemos la próxima semana!


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