—Míralo... es hermoso—
Eiri observaba fascinado la escena, su pareja se veía tan tranquilo sosteniendo a su hijo... si, su hijo, quien diría que su pareja podía quedar embarazado.
Shuichi apenas tenía 20 años, estaba comenzando su carrera y el expandía por el mundo la suya.
La llegada del pequeño fue totalmente inesperada.
Pero no habría cosa que lo hiciera más feliz, se permitió enamorarse de Shuichi con todo lo que conllevaba, aceptó las alegrías y desdichas de esa relación. Y una de esas era el no poder ser padre.
Aunque nadie lo supiese, el deseaba tener un pequeñuelo corriendo, que cuando llegase a casa lo recibiera diciendo “bienvenido a casa papa” y se lanzara a sus brazos.
Si... sería un sueño maravilloso.
Y ahora era real.
—Mira, el es tu papi Eiri—
Se sorprendió al oír su nombre y ver como salía de los labios de Shuichi. Supuso que deseaba dejar en claro cual era su nombre, sintió una extraña sensación en su pecho obligándolo a sonreír.
—Que hermoso cabello tienes, castaño jeje—
Y creyó que su hermosa realidad no era más que una cruel fantasía.
—¿Castaño? ¿Castaño de quien? Por que yo tengo el cabello rubio y tu de no se que color tan raro lo tendrás pero ninguno es castaño—
Shuichi jamás lo escuchó hablar tan rápido y alterado. Estaba totalmente asombrado.
Quien diría que Yuki no sabia como reaccionar ante tanta felicidad.
—Mika tiene el cabello castaño, Maiko igual ¿curioso, no?—Se permitió expresarse con sarcasmo entretenido por la expresión de fastidio del otro—predomina ese color y es normal que haya salido así nuestro hijo—
—¿Desde cuando sabes tantas cosas mocoso?—
—Jeje, desde que te has vuelto un paranoico con el temita—
Eiri sonrió, el cantante estaba en lo correcto.
Desde que se enteró del inesperado embarazo sus ojos no se alejaron de su pareja.
Lo acompañaba a cada control médico, compraron juntos todo objeto relacionado con el bebe, diseñaron y arreglaron lo que sería su habitación. Todo fue estrictamente planificado por el rubio.
—Eiri, ven—
El rubio se acercó y temeroso recibió entre sus brazos a su hijo.
Que bien sonaba.
Su pequeño se veía tan frágil, creía que con solo tomarlo se dañaría en sus brazos. Los pequeños bracitos reposaban en su abdomen que subía y bajaba lentamente por la relajada respiración.
Era simplemente maravilloso.
—Gracias—
—¿Ah?—Preguntó el cantante sin entender.
—Me has dado el mejor regalo del mundo Shuichi—
Y le dedicó una mirada que expresaba lo que las palabras no podían.
Un infinito amor.
Eiri se sentó sobre la cama y le pasó el bebe a su pareja.
—Nuestro hermoso Hikaru—Murmuró Shuichi.
—¿Hikaru?—
—Así es... es la brillante luz que ilumina nuestro camino hacia la felicidad, nuestras vidas—
—Me parece perfecto—Concordó besando su frente.
Ahora un nuevo miembro llegaba a la familia Uesugi-Shindou.
El pequeño Hikaru de cabello castaño y unos hermosos ojos color ámbar como los de su padre Eiri.
Un pequeño rayito de luz que con todo el amor y cuidado iría creciendo iluminando por completo la vida de quienes sean capaces de verlo.
Hikaru rió y miró a su familia.
Su feliz familia.