Como era habitual el pequeño jovencito de dieciséis años, salía de su encierre y del lugar que le había dado una nueva oportunidad sin siquiera desearlo. Aun había cosas que le habían quedado inconclusas, perdiendo cualquier tipo de identidad, de alguna huella de su pasado; Lo único que perduraba en su memoria eran las palabras de su madre mientras acariciaba una de las mejillas del pequeño, con tan solo cinco años de edad.
“Pase lo que pase, nunca dejes de sonreír Taka-chan… Siempre sonríe”
Solo ese difuminado recuerdo; Días después seria abandonado en un orfanato, quitándole el derecho de crecer como un niño normal junto a sus padres, Solo fue dejado como un pequeño muñeco fuera de las puertas del lugar con un papel blanco entre sus pequeñas manos.
Takanori
Era lo que decía en ese pequeño trozo de papel. Las mujeres del lugar supusieron de inmediato que esa pequeña referencia era su nombre. El pequeño no emitía sonido alguno de su boca, Por más que lo intentaran nunca lograron sacarle alguna palabra, hasta llegaron a pensar que el pequeño era mudo, que carecía del privilegio del habla, No fue hasta que un Psicólogo del lugar logro sacarle un seco y casi inaudible “No”, Al preguntarle si tenía confianza en sí mismo, o si confiaba en las personas.
Takanori siempre estaba sumido en su silencio, siempre tranquilo, sin mayor interés de salir al jardín del lugar para jugar con sus otros compañeros. Takanori si no, Prefería un pequeño lugar donde podía mirar las nubes y hacer sus más extrañas creaciones solo observándolas, No necesitaba más… Solo quería que su imaginación se encargara de hacer su día a día nuevo para él.
Inquieto por liberar esa imaginación desbordante, tomo unas cuantas hojas blancas de la sala de artes y un simple crayón negro. El mas que nadie sabía que tenía un don es sus manos, que podría hacer hermosas creaciones con sus pequeñas e inexpertas manos. Ese día el cielo le regalaba uno de los más hermosos atardeceres de otoño, Se encontraba en su lugar preferido. Dibujando el precioso amanecer que se exponía frente a sus curiosos y marrones ojos. Sus manos se detuvieron al sentir los lentos pasos de alguien que se acercaba.
— Que precioso dibujo Taka…
El menor asustado se voltea abrazando las hojas de papel, tan fuerte que el papel se arrugo entre sus brazos, Pero a Takanori poco lo importo, seguía abrazando con la misma fuerza las hojas mirando asustado a quien era su maestro.
— Lo siento, No quería asustarte Taka…
Dijo su maestro mientras se agachaba junto al jovencito apoyándose en su bastón, Takanori no hizo más que fruncir el entre cejo.
— Sabes… Ese dibujo merece un regalo, Además hoy cumples 5 años aquí con nosotros.
El pequeño jovencito levanto sorprendido su rostro encontrándose con la dulce mirada de un hombre que frisaba los ochenta años.
— Cinco años se pasan tan rápido para un viejo como yo… Vamos Taka-chan ya es hora de entrar.
El hombre con algo de dificultad se puso de pie afirmándose de su bastón extendiendo su otra mano cerca del rostro de Takanori. El jovencito con una pequeña sonrisa tomo la mano del hombre caminando junto a él.
—Gracias Abuelo…
Dijo muy bajo el pequeño en un murmullo que solo aquel hombre pudo escuchar. Las escases palabras que emitía Takanori solo eran dirigidas al hombre el cual llamaba “Abuelo”, El pequeño tenía al menos una idea de lo que era alguien como tu familia, Aquel hombre veía a Takanori como el nieto que lo enorgullecía. El que le había regalo a Takanori uno de sus más preciados tesoros, una gran croquera donde al fin cómodamente podría liberar esa imaginación que mezclaba con paisajes.
Volviendo a sus dieciséis años, Takanori perdió a la persona más importante después del escaso recuerdo de su madre, Había fallecido su “Abuelo” su pequeño estereotipo de familia había dejado a Takanori, junto a unos lindos recuerdos el cual no podría olvidar, Mas que un abuelo y un orientador había sido como el padre que lo había dejado atrás. Hace mas de diez meses que a Takanori se le daba la autorización para salir del orfanato a un parque de allí cerca, donde dibujaba mirando algo que captaba su atención, Ese día vestía diferente, Bastante formal y de negro, ya que había sido el funeral de su “Abuelo”.
Sentado en una de las bancas del lugar junto a un enorme árbol que emitía un relajante ruido debido al movimiento que provocaba la brisa en sus hojas. Takanori con unas lágrimas recorriendo sus tristes ojos, tomo su crayón negro intentando dibujar aun así con los ojos casi “Inundados” en lágrimas. Nuevamente se sentía solo y ya no sentiría esas ganas de hablar, ya se había marchado la persona que logro escuchar la voz de Takanori, quien tenía muchas cosas que decir, pero sin ganas de expresarse con cualquier persona.
De un momento una pelota llego cerca de sus pies, Los ojos del jovencito se desviaron de inmediato hacia ella, y luego a un chico gritando para que se la lanzara, Takanori levanto sus rostro mirando a un grupo de jovencitos al parecer casi de la misma edad que él, esperando por que Takanori se pusiera de pie a lanzarles la pelota. El pequeño se quedo inmóvil con la croquera en sus manos asustado, no eran los niños del orfanato, no sabía cómo reaccionar. Hasta que uno de ellos comenzó a caminar hacia Takanori, el jovencito de inmediato comenzó a examinarlos con sus ojos curiosos, se preguntaba porque, Porque él llevaba una larga tela alrededor de su rostro cubriendo su nariz, su cabello era rubio, y sonreía traviesamente.
— Disculpa si te molestamos en algo…
Dijo acercándose a tomar la pelota, pero los ojos del rubio se dirigieron mirando a los vidriosos ojos del jovencito, no pasando por alto las lagrimas que estaban derramadas en sus mejillas. El cuerpo del rubio perdió rapidez al notar la triste mirada de Takanori, quedándose de pie frente a él mirándolo detenidamente.
— ¿Por qué lloras?... –Dijo muy despacio el rubio-
Takanori nervioso desvió su mirada y sus mejillas adquirieron un color carmesí, Sus piernas temblando apenas lo dejaron ponerse de pie y alejarse rápidamente del rubio, hasta que escucho que su grupo de amigos lo llamaba, “Akira”, fue lo que consiguió obtener como nombre del rubio.
El jovencito corrió lo más rápido que le permitieron sus piernas, hasta el orfanato volviendo a su lugar de inicio, jamás había tenido la oportunidad de acercarse así de un niño que no fuera del orfanato, pero en particular el rubio había hecho un click entre sus pensamientos, dejándolo completamente confuso, Pensando “ Yo siempre tengo que estar solo…”