Lluvia nocturna-
Los pasillos oscuros del cuartel general son testigos del sonido de las pisadas que se deslizan a través del suelo rugoso de concreto, las suelas de las botas negras cada vez más se acercan, mientras que ese individuo se detiene a mirar por el gran ventanal su reflejo, el cual se funde con las gotas que caen de la lluvia fría.
El sonido de cada gota es como una cuchilla a sus oídos recordándole constantemente la soledad en la cual quiere estar. El frio empieza a traspasar las gruesas paredes empezándole a calar, el grueso abrigo oscuro de exorcista no es lo suficiente para mantenerlo a salvo del aire helado.
Su oscura mirada se pierde entre la noche contando cada gota que choca al frente, las gruesas cortinas vino se remueven un poco por la corriente de aire que se cuela por la rendija del medio, su mano choca contra el vidrio frio haciéndolo temblar, amenazando con desquebrajarlo por el fuerte retumbar.
Se analiza de manera clisada. Sus ojos no dejan de ver la lluvia cruel.
¿La encontrare algún día?
Cierra su mano en un puño, estrujándose fuerte.
A lo lejos se escucha el resonar de pasos cortos y despreocupados, haciéndolo voltear.
-Moyashi- se escapa de su boca con tan solo verle.
La lluvia no deja de caer.
-Kanda- se escucha de una suave voz.
-Che.
-Un simple hola basta- dice con el seño fruncido.
-Ni de coña lo diría.
-Idiota.
Sonríe de lado pues sabe que lo es, pero jamás lo aceptaría mucho menos proviniendo de él.
-Imbécil.
-No más que tu idiota.
-Acaso quieres que te parta la cara.
-Ja, no creo que puedas Bakanda.
Como un fuerte rayo que desciende de los cielos y enciende una gran llamarada de ardiente fuego que consume todo a su paso incluyendo evaporar la escasa agua de su alrededor se mueve con rapidez sobre el suelo.
Toma a Allen de un hombro haciéndole estampar contra el ventanal.
-Dices de nuevo eso y te corto la lengua- amenaza de manera directa sin titubear un solo segundo presionando fuerte su mano sobre el pecho de Allen.
-Y crees que me dejare idiota- alza su mano empujando fuerte a Kanda logrando liberarse.
El constante resonar de las gruesas gotas no deja de sonar.
Las miradas chocan logrando traspasar algo que no se podía evitar, causando a sus cuerpos un escalofrió que ameritaban al frio.
-Che.
-No logro entender porque eres así.
-No tienes nada que entender.
-Es solo… que… nada olvídalo.
-No cabe duda que el idiota aquí eres tú-
Allen se voltea dando la espalda a Kanda, el cual no deja de mirar la blanca cabellera, que le ocasiona la curiosidad.
Menuda estupidez
La lluvia desciende constantemente combinándose con la noche, brillando como el cristal.
Los pensamientos de Kanda no dejan de pasar, encimándose unos con otros manteniendo a un solo protagonista detrás del principal. Sus ojos miran al cielo nocturno opacado por las grandes nubes de tormenta. Haciéndole recordar su deseo.
Sera que algún día mi deseo se concederá…