¿Qué piensas cuando ves una pequeña mariposa, repleta de colores, brillante, posándose sobre el pétalo de una rosa?
Es algo bonito.
Sí, es bonito, pero también es triste.
¿Triste…? ¿Por qué es triste?
Porque una mariposa es tan bella que hace daño mirarla. Sus colores y su brillo te hacen llorar si la miras fijamente, consumiéndote lentamente.
Jamás entendí aquellas palabras. Tampoco aquellas lágrimas que recorrían el rostro de mi madre. Su tristeza era invisible para mis inocentes ojos, pero aún así algo en mi interior me pedía a gritos que la abrazase, sin saber por qué, sin entender nada más, me limitaba a envolverla con mis cortos brazos, entonces ella sonreía por fin, pero jamás sin dejar de llorar.
-¡Espera!-
¿Mariposas?
-¿S…Sí?-
-Verás, es que te vi desde aquel café y no pude evitar pensar que eres realmente hermoso.-
Su suave y pícara sonrisa me hizo sentir una extraña calidez. Me limité a ladear el rostro, no era capaz de entender sobre qué hablaba.
-Dime, ¿cómo te llamas?-
-Masato…-
-¿Bromeas? Una princesa como tú no puede tener ese nombre, te llamaré Makko~-
-Makko...-
-Por cierto, yo soy Shin.-
Y sin quererlo me dejé llevar por su sonrisa, su carácter animado y esa calidez que me recorría el corazón cada vez que de sus labios salía esa palabra 'Makko'.
Shin. Un escritor no demasiado famoso. Viajaba por el mundo en busca de una gran idea. Decía que pronto tendría esa historia, la que lo llevaría a la cima. De carácter animado y atento. Nunca había sentido algo así.
Pero algo me asustaba. Cada vez brillaba más, como una mariposa.
-Oye Makko, siempre estás dibujando mariposas, ¿te gustan mucho?-
-Mi madre decía que una mariposa siempre estará sola, porque su hermosura no dejará que los demás se le acerquen.-
-Uhm... Pero entonces solo hace falta cerrar los ojos. ¿No?-
Sonreí.
El tiempo pasó. Las hojas que algún día escondían el suelo ahora eran tapadas por un blanco mar de nieve y las mariposas desaparecieron.
-Dime Makko, ¿qué crees que pasa cuando la nieve se derrite?-
-Agua…-
-Mek, llega la primavera.-
Era extraño. Su forma de pensar, de actuar… Pero era justamente eso lo que me atraía de él.
-Shin, te amo.-
Un suave sonrojo, una bella sonrisa y un beso cálido. Nunca necesité más que eso.
Con la llegada de la primavera creo que logré entender las palabras de mi madre por fin. Pero se equivocaba en algo. Si amas a alguien tanto que duele, si esa persona te deja derramar lágrimas de tristeza en su nombre, no eres realmente correspondido.
-¿Qué haces, Shin?-
Le digo, apoyado en el marco de la puerta.
-Escribo el gran libro que me llevará a la cima.-
Sonrío, el me devuelve el gesto y camina hacia mí para abrazarme.
Alas de muchos colores. Calidez. Hermosura. Brillo. Delicadeza. Besos. Caricias. Amor. Tú eres mi mariposa, la que me ciega, por la que mis ojos lloran, pero fuiste sincero y me dijiste tu punto débil. Solo debo cerrar mis ojos y dejarme guiar por tus manos.
Butterfly