Al abrir sus ojos, un fuerte dolor palpitante envolvió toda su cabeza. Se sentía mareada y con nauseas, intentaba recordar lo ocurrido. Poco a poco a su memoria llegaron los gritos de las personas, las explosiones, el caos, el miedo.
- ¿Cómo te sientes? -preguntó desde algún lugar de la habitación la voz de Kairo. Antonia intentó sentarse en la cama pero un fuerte mareo se lo impidió-. Quédate quieta -Kairo se sentó suavemente en la cama para que esta lo pudiese ver.
-¿Qué ocurrió anoche?- era la tercera vez que lo preguntaba y esperaba esta vez obtener respuesta.
-No estamos seguros; pero al parecer fuimos atacados por un extraño ejército -respondió de manera seria-. No sabemos los motivos; pero esta es una clara declaración de guerra.
- ¿Cómo es eso de "declaración de guerra"? -pregunto de inmediato ya nerviosa.
-Nuestro pueblo no ha sido el único atacado estos días, muy pronto las tropas comenzaran a reunirse para hacer la resistencia -la expresión de Kairo se hacia más dura con cada palabra que decía.
-Entonces, eso quiere decir que... -lentamente Antonia iba comprendiendo lo que su hermano deseaba llegar-. ¡No! ¡Tú no puedes partir! ¿Y si te ocurre algo?
-Es inevitable; además, mi deber es proteger a la familia -el miraba a la chica distante, algo muy extraño en el.
-Pero, puedes protegerla estando aquí, en casa -la idea de que su hermano se iba a luchar en una guerra que aun no comprendía la estaba angustiando.
-No, Anto -Kairo se puso de pie-. Mira, te cuento esto porque tu después de yo eres la mayor; además, confió en ti y que cuidaras a los chicos. Cuando seas mayor, comprenderás como es todo esto -y sin más salió de la habitación.
La muchacha quedó allí, muda y sin movimiento intentando analizar todo lo que ocurría.
Guerra, eso había dicho; el pueblo, más bien, todos los pueblos de la región habían entrado en una guerra contra otro pueblo, desconocido para ella y para cualquier habitante de la zona.; pero, más que la idea de la guerra declarada, lo que le angustiaba era el hecho que, tarde o temprano, iba a perder a su ser más querido, su hermano.
Kairo, el mayor de todos, era el que siempre andaba buscando el peligro. A sus veintisiete años ya era reconocido en todo el pueblo como el más fuerte y temerario. Además de ser uno de los mejores trabajadores, junto con su padre. -Tu deberías ser un rey, no un simple trabajador -comentaba Antonia cuando observaba a su hermano trabajar en los campos, -Yo nací para trabajar y para cuidar a la familia, y sobre todo a ti, que siempre te metes en líos -contestaba siempre esté y tenia mucha razón con lo que decía.
Antonia recuerda muy bien cuando un día, jugando con sus amigos se alejó un poco de la aldea y entre los matorrales apareció un gran lobo, de pelo negro y patas fuertes.
Este se le acerco de manera amenazadora hasta que por fin Antonia reaccionó y echó a correr. Gritando pedía auxilio. Para mala suerte suya, tropezó y cayó al piso; el lobo se abalanzó sobre ella, fue ahí cuando la figura de un joven se lanzó sobre el lobo y con la estocada de un cuchillo le dio muerte al feroz animal.
-No vuelvas a alejarte de casa -dijo la esbelta figura de su hermano. Antonia por la conmoción solo se echó a llorar.
Desde ese día ella sentía un lazo especial hacia su hermano. Ambos eran inseparables, se querías y protegían mutuamente.