A Takanori no le gustaba viajar en tren. Pero era el único medio para llegar a su casa. El chico de un poco más de metro medio se coloco los audífonos de su reproductor de música y se ubico en los últimos asientos, del último vagón. A esa hora, la congestión del metro en Tokio era difícil de ignorar, la gente salía de sus trabajos, apresurados de poder llegar a sus hogares antes de anochecer, muchos con tantas obligaciones que Takanori seria incapaz de contar. Pero él no salía del trabajo, oficio que de por si no tenia, el regresaba de su instituto educativo. Otro simple día, para él, alumno que tenia todas las calificaciones en su boletín con verde y una nota de felicitación por parte de sus profesores decorando la parte inferior izquierda del papel de cartón. Si, Takanori la tenía fácil en la vida.
La tenia tan fácil en su vida que el único problema del que estaba seguro de preocuparse era de la tintura rubia de su cabello. Pero no todas las personas en la ciudad tenían esa facilidad, ¿verdad?, claro que no. En la siguiente parada, las puertas del tren se abrieron una vez mas, gente descendió, gente subió pero lo que Akira Suzuki, oficinista en una empresa en quiebra nunca se espero a las 7:00 P.M. era, encontrar un asiento libre al lado de un inadaptado social. Claro que Akira tenia sus motivos bien fundamentados para llamar a la criatura de esa manera, para empezar tuvo un mal día en el trabajo y no estaba en vistas de mejorar. Como cualquier ser caminante que sale de su oficio a las tantas de la tarde, Akira lo menos que esperaba era encontrar un asiento en donde descansar su exhausto ser, también como lo pensaron todas las personas que con el subieron en la parada.
También como lo pensó ese señor que lo empujo para poder tomar ese asiento antes que el, antes que la mujer a su izquierda, antes que cualquiera y Akira no lo permitiría, no permitiría que un idiota se apoderara de aquella incomoda silla de plástico. — ¡Córrete! — le dijo en un tono de voz que consiguió llamar la atención de las personas a su alrededor, el hombre lo ignoro, de hecho no fue una mala idea pero Akira, no estaba en su eje y eso acabo con su paciencia. — Te dije que te corras — le dijo al hombre que ahora lo miraba vagamente, — No me corro nada — respondió casi con miedo, no es algo de todos los días enfrentarse con un tipo notablemente alterado en el subte y claramente no lo fue cuando Akira tomo al hombre por el cuello de su chaqueta, — Gracias — dijo curvando la comisura de sus labios en lo que pudo ser una sonrisa antes de que el tres frenara el la próxima parada.
Tambaleándose a causa de la repentina detenida del tren, Akira no pudo sino empujar al hombre que término en el piso metálico del tren. Takanori que había mirado todo a través del vidrio sucio de la ventanilla a su lado, estaba más que al borde de su paciencia, claramente esta que detestaba a las personas como Akira, personas que como único medio de “razón” usan la violencia antes que las palabras incluso, que la prudencia. Y por irónico que parezca, fue justamente a su lado donde Akira se sentó evitando todo tipo de contacto con cualquier otra persona en el tren. Pasaban ahora por un barrio bajo de Tokio, edificios y torres bloqueaban al sol y lo único que se escuchaba era la radio encendida en los parlantes, reproduciendo alguna estación de música repetitiva. Los próximos minutos pasaron tan rápido que Takanori apenas se dio cuenta de que estaban en su parada, olvidando el incidente pasado viro su cabeza hacia el hombre a su lado, extraña fue su sorpresa al ver como Akira se ponía de pie listo para bajar del tren.
Paso por paso atrás del rubio más alto, Takanori hubiera querido nunca tener que tener contacto con tal espécimen en vía rápida de reproducción pero por frustrante que parezca, piso los cordones de sus zapatillas tropezando contra el rubio delante de él. Takanori se pudo jurar ver su rostro en ruinas en una fracción de segundo, pero lo que vio fue la mueca de disgusto del hombre al golpearse contra las todavía puertas cerradas del tren. — ¡Ten mas cuidado niño! — dijo girándose hacia Takanori que estaba de rodillas, en la parada, las puertas se abrieron y Akira por fin podía verse en la comodidad de su comprimido apartamento en uno de los tantos edificios, pero Takanroi no pudo mas consigo mismo y sin pensarlo grito — ¡te crees mucho idiota! — y se arrepintió, se arrepintió como nunca en sus diecisiete años. Akira miro por sobre sus hombros dirigiéndole una de las peores miradas que pudo.
Dándose cuenta de su terrible error, Takanori apretó en su puño la soga de tela de su bolso con miedo. Ahora, Akira paso por paso se acerco hasta el joven hasta tenerlo a nada mas que centímetros de distancia, — ¿qué me dijiste mocoso? — dijo frunciendo sus labios notablemente molesto. En ese momento, Takanori pensó que lo mejor que podía hacer era, darse media vuelta y marcharse sin decir ni una palabra, después de todo, no había ningún policía cerca. Y fue lo que hizo, y hubiera tenido éxito de no ser porque el rubio lo tomo del brazo deteniéndolo, — te pregunte, ¿qué me dijiste, mocoso? — repitió bajando el tono de su voz hasta convertirlo en nada mas que un susurro que consiguió helar la sangre de Takanori. Girándose hasta quedar cara a cara con el rubio dijo, — Nada, ¿podrías soltarme? no querrás terminar tu día en la comisaría — el hombre lo miro con odio antes de apretar fuertemente su brazo, — Pendejo — murmuro soltándolo.