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Halcones y Espadas, ¡juntos en la batalla! por RockVortexStyle

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Notas del fanfic:

Naruto = UKE -26 años en el fanfic-

Sasuke = SEME (Wanko-seme) -29 años en el fanfic-

CHARACTERS (c): Masashi Kishimoto

HISTORY FANFIC (c): RockVortexStyle

 


 

NUEVOS PERSONAJES:

Akira Takanashi = Femenino, 28 años en el fanfic. (Mi personaje, por así decirlo)

Haruka Takanashi = Masculino, muerto en el fanfic. (El padre de mi personaje)

Hikari Nikadawa = Masculino, 13 años en el fanfic. (Este también me lo inventé, alguien tiene que joder a Sasuke XD)

Y alguno suelto por ahí XD

Notas del capitulo:

Este es el primer fanfic que hago, y pues, espero que les agrade.

Bueno, no les molesto más.

 

1. El Nuevo Gobierno, primer mvimiento.

   Edad Edo, antiguo Tokio. Todo era tranquilo y siniestro a la vez. Una noche imperturbable. Una noche con todos los habitantes de Edo(1) poniendo el grito en el cielo. Miles de vidas en manos del equipo Halcón, liderado por la general Akira Takanashi y el subgeneral Sasuke Uchiha.

Costaba creer que hace ya cuatro años atrás, el señor Haruka Takanashi (antiguo general del equipo, que en aquella época se llamaba Serpiente y que en su honor, después de morir en una vil batalla, se sustituyera por el nombre de Halcón), dejara a su única hija el encargo de llevar el equipo. Y con razón, Haruka no tenía ningún macho en la familia como para entregarle la herencia del equipo de guerreros. No obstante, Akira se ofreció a llevar el peso de cargar con un grupo, en la época de Haruka como subgeneral, y ahora un puesto mayor, ¡y el único!

Sin duda alguna el peso que Akira tenía encima se iba intensificando con cada batalla contra el Nuevo Gobierno, que no se debilitaba ni una milésima.

Pero no hablemos del pasado, hablemos de ahora. Sí, ahora es cuando el equipo Halcón está en el palacio de los emperadores de Edo. Su deber es proteger a la princesa Sakura Haruno, futura heredera al trono.

No es que a la generala le gustase la idea pero no tenía elección. Con los mejores soldados rodeando el castillo y los mejores ninjas revisando que no hubiera enemigos por el terreno que rodeaba al castillo, todo estaría asegurado.

Akira había heredado la inteligencia de su padre y adquirido otra mediante sus propios medios. Era una gran espadachín y una genio en el arte ninja. Todos le tenían mucho respeto por su enorme talento. Sin lugar a dudas, la princesa podía estar segura junto a ella. Y así era, el problema era otra cosa: estaba celosa de la general.

Ésta tenía una larga cabellera hasta más de la cintura de un color rojo tirando a negro con finas y discontinuas mechas de una anaranjado muy pobre. Sus deslumbrantes ojos de un azul más claros que el cielo y mirada penetrante, eran la combinación perfecta para demostrar lo estricta que podía llegar a ser. Las facciones de su cara no eran lo que se dice de una nena de cinco años, pero ya a sus veintiocho las tenía muy delicadas y su pálida piel era el centro de atención de los jóvenes de su edad.

Definitivamente la belleza de la general era superior a la de Sakura, hasta Sasuke lo admitía, pero lo que más le llamaba la atención de su superior era que no se interesaba por él, y eso era un alivio, ya que todas las doncellas lo seguían por doquiera que fuese.

En ese momento la general y el moreno subgeneral se encontraban en los aposentos de la princesa junto con ella.

Ambos generales llevaban una capa negra con capucha que los cubrían hasta los tobillos. De zapatillas tenían unos calzados de ninja, ya que eran más cómodos.

Akira se paseaba de punta a punta la habitación de la princesa, mirando al suelo con el ceño fruncido. Al parecer estaba planeando algún tipo de estrategia.

Sakura, mucho más elegante con un kimono rosado y un peinado muy elaborado, miraba de hito a hito a la generala y al moreno que, en una de las paredes donde a veces se encontraban las miradas de ambos líderes, observaba a su superiora y preguntándose: ¿En qué demonios piensa?.

Sakura decidió romper aquel incómodo silencio (aunque sólo se escucharan los pasos de la pelirroja) con un muy exagerado ¡Ejem!.

Akira se paró cerca del moreno y dirigió su mirada a la princesa. Sasuke dejó de mirar ceñudo a su compañera e imitó el mismo gesto que ésta última.

Sakura se incorporó y fue directa al grano.

—Me preguntaba —su fina voz resonaba por toda la habitación— cuándo terminarán vuestros hombres en terminar con el "paseito".

—Más pronto de lo que usted piensa, alteza —respondió Akira con una gruesa voz, fría y calculadora.

No soportaba las muletillas de "alteza" o "majestad", pero no le quedaba otra. A decir verdad, detestaba a la gente rica.

Akira hizo una exagerada reverencia, a propósito, claro está, y se dirigió a la princesa sin que su tono de voz cambiase:

—Si me lo permite, debo ir a preocuparme de asuntos más importantes. Y ni falta hace —añadió al ver el gesto de perplejidad en Sakura— que le recuerde a usted y a su madre que el subgeneral Sasuke Uchiha es tan fuerte como yo. Por algo se le otorgó el primer cargo inferior al mío. Me retiro.

Y dicho ésto, se marchó.

Sasuke miró suplicante la puerta por donde salió Akira, pero una vocesita hizo que regresara a la realidad.

—Sasuke-kun... —dijo Sakura muy dulcemente (y muy a lo puta).

Sasuke sólo pensaba en una cosa:

¡¡OH MY GOOOOOOOOOD!! (N/A: XD así es como lo digo yo XD)

 


 

En otra sala se encontraba un jovencito de unos 13 años, que estaba muy entretenido en la lectura de un pequeño libro, no muy gordo.

Al cabo de unos segundos una puerta se abrió a sus espaldas. El chico giró bruscamente de cintura para arriba y se encontró con el inconfundible pelo y los brillantes ojos de Takanashi.

El niño, de pelo negro, corto y abultado, salió corriendo a su encuentro dejando el libro sobre la mesa.

Akira lo vio venir y abrió los brazos para luego apretujar lo contra su cuerpo.

A Hikari le gustaba estar cerca de ella, se sentía seguro y tranquilo. El estar con su “hermanota” de corazón era como estar en el séptimo cielo.

—Akira-neechan —dijo Hikari muy dulcemente. Ese sufijo y su forma de decirlo a Akira le llegaba al alma—, ¿cómo va todo?

Akira salió de su ensimismamiento cuando oyó eso.

—Bien —contestó sin darle importancia—, no hay nada nuevo.

Hikari notó una pequeña sonrisa de victoria en su rostro y por instinto, miró por donde vino Akira y por los alrededores. No había nadie más, y creía saber por qué.

—Dejaste a Sasuke solo con la princesa ¿no?

Hikari mostró una sonrisita malvada en su rostro que a Akira le causó mucha gracia.

—Adivinaste pillín —le dijo mientras con un puño le golpeaba, o rozaba más bien, el moflete del menor, en una señal de cariño.

Hikari no pido evitar ensanchar una risa de felicidad que abarcaba toda su cara: de oreja a oreja.

¡PUM! Ese ruido hizo que el morenito se callara.

Takanashi miró aterrada la puerta por la que minutos antes había entrado ella a la habitación.

Quiso que la tierra se la tragara al ver quien estaba en el marco de la puerta...: era Sasuke, que había dado esquinazo a la princesa Sakura, y por lo agitado que estaba, Akira dedujo que hasta tubo que escapar de alguna que otra sirvienta, o de todas.

Lanzó su mejor mirada asesina a Akira, pero ésta mantuvo la compostura. No parecía muy contento.

—Tú... —empezó a decir entrecortadamente— maldita desgraciada... Lo hiciste... a propósito...

Akira le sonrió y afirmó su teoría con mucho gusto.

—¡¡TE ODIO!! —gritó Sasuke fuera de sí— ¡No sabes lo que me costó librarme de “esa” y de las sirvientas que venían después!

Un gritito de mujer, y no alarmado, se hizo notar detrás de Sasuke.

—Pues yo diría que de ellas no te has salvado —contestó Akira con una sonrisa de suficiencia en el rostro.

Sasuke miró para atrás y, a juzgar por el portazo que dio después de entrar por completo a la habitación, Akira no se equivocaba.

En todo esto, Hikari se tapaba la boca para ahogar el sonido de sus carcajadas pero sin mucho éxito.

—¡¿Y tú de qué te ríes, enano?! —le espetó Sasuke.

Sin embargo, este llamado de atención no intimidó al niño, más bien al contrario, puesto que su carcajada se iba intensificando cada vez más. Sasuke lo dejó como estaba. No tenía fuerzas para discutir.

Entre tanto Akira seguía en su sitio mirando a ambos morenos, primero a uno y después a otro. Eran tal para cual, según su criterio.

 


 

—¡Hey, jefa, ya hemos terminado la ronda! No hay nadie por los alrededores —la voz de Suigetsu sonaba muy tonta, y más con esa sonrisa en la cara que parecía que no se la quitara ni Dios.

—Bien hecho muchachos —contestó Akira.

El moreno se dirigió hacia los emperadores:

—Todo está en orden, pueden estar tranquilos —dijo mientras hacía una reverencia.

Sakura se ruborizó.

—Os debemos mucho —contestó el emperador.

—Por favor, si necesitan de nuestra ayuda nuevamente, no tengan ninguna duda en llamarnos.

Y dicho esto volvió con los demás.

—¿Nos vamos? —preguntó Hikari.

—Sí, enano, nos vamos —respondió Sasuke en un tono cansino.

Y dicho esto, el escuadrón abandonó el palacio.

 

 


 

 

Caminaban despacio por las calles de la ciudad que, a pesar de estar en época de guerras y conflictos políticos, estaba muy transitado.

Suigetsu miraba las tiendas de alrededor muy entusiasmado. Jûgo, por su parte, charlaba animadamente con Hikari. El resto del equipo, una gran parte, se habían separado he ido a sus casas para descansar. Ya sólo quedaban Akira, Sasuke, Hikari, Suigetsu y Jûgo.

Todo marchaba bien hasta que Suigetsu...

—Deberíamos ir a algún lugar para divertirnos un rato.

—Cualquier sitio menos una “casa de placer” —lo regañó Akira.

—Tranquila —la apaciguó Suigetsu muy a la defensiva—, iremos a un bar, y, mientras tanto, molestaremos a cierta persona.

Al cabo de un rato se encontraron en un pequeño bar bastante lleno, pero que todavía tenía mesas libres.

Suigetsu se apresuró a entrar, y con la vista se paseaba todo el local hasta encontrar a la persona que estaba buscando.

—¡¡KARIN!! —gritó el peliblanco.

Nadie se alteró de aquel comportamiento ya que estaban acostumbrados.

Minutos después, una mujer de su misma edad de pelo rojo mil veces más claro que el de Akira y ojos rosados y con gafas, se acercó con una venita palpitando en su cien.

La mujer agarró a Suigetsu por el cuello de su chaqueta keikogi(2) y lo zarandeó bruscamente.

—¡¡MALDITO SUIGETSU!! ¡¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE DECIRTE QUE NO ME LLAMES AQUÍ?!

Akira miró los ojos de Karin y... ¿pero qué digo? Con lo furiosa que estaba Karin en esos instantes sus gafas se empeñaron por la luz, por lo que sus ojos quedaban ocultos y le daba un toque más agresivo a la mujer.

Karin sólo paró cuando vio a Sasuke. Ésta se ruborizó un poco, pero luego recobró la compostura y saludó muy educadamente, después siguió zarandeando a Suigetsu.

Ahora sí que no paró hasta que Akira intervino.

—Pero se lo merecía —reprochó Karin haciendo un pucherito.

—Nada de “peros” —contestó Akira en un tono cortante.

No me trates como una niña pequeña, pensó Karin.

Estuvieron un buen rato tomando se unas copitas de sake (en realidad sólo Suigetsu, ya que para Akira era muy fuerte y tomaba licor de vainilla y a sorbos muy pequeños, Sasuke no le gustaba el alcohol, Jûgo temía volverse violento y Hikari era menor).

Al rato, Suigetsu estaba tan bebido que no podía ni con su alma. Se había tomado toda la botella de sake y eso equivalía a dos copitas de licor que se tomó Akira que estaba cuerda.

—Esa zorra... hic... pagará por haberme.. hic... zarandeado de esa manera.

—Creo que lo mejor es que lo lleve al templo —propuso Sasuke.

—Yo diría que sí —contestó Akira—. Y ya que estás, ¿podrías llevarte a Hikari también? Se está quedando dormido.

—Ningún problema pero, ¿puedes caminar Hikari?

—Tengo sueño, pero sí.

Y dicho ésto se disponían a salir cuando el niño, curioso, preguntó:

—¿Ustedes dos no vienen? —le preguntó a Jûgo y Akira.

—No, tenemos que pasar por un lugar antes que nada. Aunque Jûgo podría ir con vosotros ¿no?

—No te preocupes, iré contigo.

Los otros tres se marcharon y Akira y Jûgo, después de pagar la cuenta, se encaminaron fuera del local.

Fueron por un camino distinto, este menos transitados y las luces de las calles se iban apagando.

Doblaron a una esquina y se encontraron con un callejón sin salida, pero tenía algo. Una pequeña tienda de campaña toda destartalada se encontraba en el fondo.

Ambos jóvenes se acercaron y llamaron con la voz ya que no había nada en donde tocar.

—Obaasan, tenemos que hablar con usted —le dijo Akira.

—¿Eres tú, querida? Pasa, pasa. ¿Con quién vienes?

—Con Jûgo.

—¡Aaaah! Mi querido Jûgo-chan. Venga chicos, pasad.

Pasaron sin decir nada más.

La tienda de campaña era pequeña pero bastante acogedora, si dejamos de lado algunas cosas extrañas y algunos gatos que estaban por los alrededores. Había recipientes con ojos, gusanos, arañas y todo tipo de insectos y órganos humanos, pero también habían plantas medicinales, medicinas y los instrumentos necesarios para preparar una.

Aunque pareciera extraño, con todas aquellas cosas la vieja hija de... perdón, la señora Gato podía hacer de todo con ella; podía hacer medicinas para extrañas enfermedades que no tenían cura.

Pero eso no era lo único que tenía en la tienda, también habían espadas, shurikens, alabardas, guadañas... en resumen, una colección completa de armamento.

Akira se acercó a la señora Gato que estaba sentada en un cojín con un caldero delante suyo y revolvía una sustancia verdosa con una cuchara de metal.

Akira pensó que era algún tipo de medicamento o veneno, pero un fuerte olor llegó a sus fosas nasales y sus cerebro reconoció aquel desagradable olor.

—¿Eso es té verde? —preguntó ésta un poco asqueada.

—Así es, querida —le contestó la señora Gato.

Acto seguido sacó la cuchara, que resultó ser un cucharón, y sorbió un poco del té. La vieja, complacida, agarró más té y la depositó en un vaso donde posteriormente tomaría la sustancia.

Y así fue. Tomó se todo el vaso de un sólo trago y sin respirar.

—Tengo dos cosas que decirle —dijo Akira sin importarle que la vieja estuviera tomando su té.

La señora Gato terminó su té y preguntó:

—¿Qué desea la joven?

—Necesito tres cápsulas del medicamento de Jûgo —contestó, directa al grano.

—Están donde siempre —respondió la vieja sirviendo se más té—. Ya sabes el precio: 1500 yenes.

Akira agarró tres cápsulas llenas de pastillas lilas y se las entregó a Jûgo. Después agarró dinero de su capa y se lo entregó.

—Lo segundo son nuestras espadas —terminó Akira después de pagar.

—Están en el almacén —dijo después de tomarse un sorbo, esta vez pequeño, de su té—. Son 5000 yenes.

—Esto es una estafa —se quejó Akira pero con una sonrisa en los labios. A continuación, se dirigió con Jûgo al almacén.

En efecto, tres espadas muy desiguales estaban encima de un escritorio.

La primera que vio era enorme y muy extraña. Esa era la espada de Suigetsu y que anteriormente había pertenecido a Zabuza Momochi. El filo de la espada y la textura habían cambiado.

La siguiente era una con el mango marrón y bastante gorda. Incitó a Jûgo a que la probara, puesto que era su espada. Lentamente desenvainó su espada y empezó a cortar el aire. Acto seguido, miró a Akira sonriente. Suficiente respuestas.

Las dos últimas eran la de Sasuke y la suya. La de Sasuke era curiosamente extraña: era rectangular hasta el mango y de un lila más vistoso. En cambio la de Takanashi era todo negro con pétalos de rosa rojos; ésta tenía un estilo más de la época.

Jûgo agarró su espada y la de Suigetsu y Akira la suya y la del Uchiha. Salieron del almacén y vieron que la vieja los miraba ceñuda.

—Se olvidan pagar.

Akira pagó los 5000 yenes correspondientes y se marcharon de la tienda de campaña.

No estuvieron mucho rato caminando cuando de pronto...

—¿Oyes eso? —le preguntó Jûgo a Takanashi, un poco preocupado.

Afinó el oído.

Era verdad. Se oían las voces de dos hombres amenazando a un tercero:

—¡Oye chaval —dijo uno de ellos— será mejor que vengas con nosotros y no opongas resistencia si no quieres que te lastimemos!

—¡Eso! —contestó el segundo.

—¿Qué hacemos? —preguntó Jûgo en un susurro.

—¡No me dan miedo, panda de matones! —contestó la voz del joven acosado, que le temblaba ligeramente.

—¡Venga ya, no seas nena! —le contestó el primero, burlando se de él.

—Vamos a ver lo que pasa —susurró Akira.

Se acercaron más a la escena y se quedaron de piedra. El inconfundible logotipo de una nube roja dibujado en la parte de atrás de las capas de los dos hombres lo decía todo.

Esos hombres... eran...

—Soldados del Nuevo Gobierno —dijo Akira muy bajito para que no los pillaran.

—Una última vez —replicó el segundo soldado perdiendo la paciencia—: entrégate sin más y no te lastimaremos.

—¡¡NUNCA!!

—Pues entonces, no nos dejas alternativa.

—No tan rápido.

Los dos hombres se dieron vuelta y vieron a Akira y a Jûgo enfrentándose cara a cara con ellos.

Akira pudo ver al muchacho acorralado: era un muchacho de su edad o un poco menos, de pelo corto y dorado, y tenía unos ojos azules más oscuros que los de la generala. En su rostro habían tres graciosas líneas en las mejillas y le daba un toque de gato. La ropa del chico no era harapienta por lo que dedujo que no era de la calle.

El rubio se quedó mirando a la pelirroja. Cualquiera diría que mata con la mirada.

—Je-jefe —dijo el segundo hombre—, es una Takanashi...

Su superior se enderezó e intentó fulminar con la mirada a ambos sujetos.

—Me importa muy poco que sea la líder de Halcón y que pertenezca a una prestigiosa familia —contestó el jefe de muy malas pulgas—. Mátala.

—Jûgo, no los mates, tal vez...

—Lo sé —contestó este sabiendo hacia donde quería llegar.

Los dos hombres se lanzaron a la desesperada para atacarlos. Jûgo derrumbó al segundo hombre sin usar espada en un abrir y cerrar de ojos.

Akira se encargó del jefe. De momento se disponía a esquivar ataques a con una agilidad impresionante. En un despiste del guerrero, se separó más de él y desenvainó su lujosa espada.

—No pensé que te utilizaría de nuevo tan pronto, Sodokan.

La espada, como respuesta, deslumbró.

El enemigo se le acercaba a toda pastilla y Akira muy concentrada en su contraataque, golpeó al hombre con la espada en el estómago, pero con la parte que no tiene filo, lo que le cortó la respiración. Akira aprovechó esa oportunidad para pegarle de lleno en una parte de la nuca y éste se desmayó.

El rubio no podía creerse lo que estaba viendo. Tan concentrado estaba en aclarar sus ideas que no se percató de que Akira estaba enfrente suyo hasta que habló.

—¿Te encuentras bien?

El chico levantó la mirada y se topó con una mirada tierna y dulce, muy diferente que la de hace un rato. La Luna se encoraba justo a la derecha de la joven, lo que daba más énfasis a la escena.

Y así se quedó mirando embobado la belleza de la muchacha hasta que se desmayó.

Lo siguiente que vio era la oscuridad de sus sueños.

 

CONTINUARÁ...

 

Notas finales:

(1)Edo =  Aparte del "Período Edo", la ciudad de Japón, conocida actualmente como Tokio, se llamaba en aquella época Edo. La historia se narra a finales de éste período ya que si lo hago a finales del período del "Imperio del Japón" llegaría con el fin de la Segunda Guerra Mundial, situación en la que no me quiero meter para no ponerme en contra de Estados Unidos (pese a que no me gustó lo de la bomba de Hiroshima), aparte de que la vestimenta es muy distinta.

(2)Keikogi = Es el atuendo reglamentario cuando se hace Karate, sólo que el de Suigetsu es distinto.

 


 

Espero que les haya gustado, de verdad que me esforcé haciéndolo.

Cuéntenme que tal está por favor.

Sayonara.


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