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Recién Casados por NanaMii

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Acta de matrimonio…

 

Takanori Matsumoto y Takashima Kouyou… son ante la ley… esposos….

 

 

—    No, ¡no puede ser! ¿Esto es una broma, verdad?  Anda Miya-chan sal de ahí…— Exclamó mientras una risa cantarina salía de su garganta. — ¡Que buen bromista eres!—comenzó a decir Takanori casi lunáticamente.

 

 

 Se dirigió al baño, lo inspeccionó centímetro a centímetro, hasta abrió la puerta del botiquín como si su larguirucho amigo fuese a caber ahí. Después fue su recamara, revisó el amplio closet, hurgó debajo de la cama y al no encontrar nada dirigió sus pasos hacia la cocina  donde abrió de golpe todas las puertezuelas de la cocina integral. Y así hizo con cada uno de los rincones, bajo de los muebles, bajo los cojines de su sillón, como si en cualquier momento su amigo fuera aparecer cargado de una cámara, diciéndole su típica frasecita “¡Caíste, imbécil!” pero Como no encontró indicios de una broma, comenzó a caminar por la sala de un lado a otro tironeando mechones de su propio cabello, todo aquello ante la atenta mirada del otro.

 

 

—     Estoy soñando…- dijo, mientras se pellizcaba un brazo…— ¡Me dolió!

 

 

 

—    Claro… yo soy una ilusión, creada por el hado de los sueños…- Por fin susurró Shima con sarcasmo, estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina, sosteniendo el trinche con el que había estado preparando el desayuno.

 

 

 

—    ¡Tú!…— gritó Takanori completamente histérico, apuntando con su dedo índice al castaño, con su mirada fiera se acercaba peligrosamente a él. — ¡Tú me drogaste, me hiciste firmar a la fuerza!

 

 

 

— Me llamas ilusión, puta y ahora ¿soy un psicópata narcotraficante?—preguntó el más alto entrecerrando los ojos— Si tú me rogaste para que me casara contigo, hasta te arrodillaste y casi besas mis zapatos.

 

 

—    ¡Ja! Yo, Takanori Matsumoto ¡Nunca haría algo como eso!— respondió el pequeño, con su ovalado rostro completamente rojo de coraje.

 

 

—    Si no me crees,  puedes hablarle a tu amigo travestido, él fue quién consiguió al ministro, fue tu padrino y saco miles de fotos de ese momento.

 

 

—    ¿Miyavi?

 

 

—    Sí, ese.

 

 

 

El menor se sentó en el sillón mientras Shima se metía en la cocina a seguir con su labor de cocinero; el gran “semental” sintió que el mundo  caía sobre él. Si, hipotéticamente, aquello era verdad y no una mala, pero muy mala broma,  ya no podría seguir contratacando los hechos… “Nunca en mi puta vida volveré a beber ¡Nunca!” pensaba mientras masajeaba sus sienes, en un intento idiota de  que el insoportable dolor de cabeza se le quitara y quizá su cerebro se aclarara. Después de unos minutos de pensar las cosas, encontró una “razonable” forma de arreglar las cosas.

 

 

—    ¡Oye, Tú! ¿puedes venir un momento a la sala? por favor— pidió con fingida amabilidad, intentando serenarse y parecer apacible.

 

 

—    ¿Qué es lo que quieres?—Cuestionó Shima mientras salía de la cocina con un cuchillo en la mano, se sentó en el sillón, a lado de su “esposo”.

 

 

—     Bueno intentaré ser franco… eres muy hermoso, pero creo que es muy rápido. Digo ni si quiera nos conocemos….y no creo que quieras seguir casado conmigo…— comenzó con el discurso que había preparado, pero inmediatamente notó como la mirada de Shima se tornaba brillosa.

 

 

—    ¿Qué pretendes? ¿Qué nos divorciemos?— preguntó con la voz algo quebrada, mientras cruzaba los brazos y miraba a dirección contraria de la cara de Takanori.

 

 

—    Pues…sí.

 

 

 

—    ¡Ja! Y luego ¿Qué?—Masculló con amargura, mientras saladas lágrimas caían de sus ojos— ¿Tengo que decirles a mis amigos y familia, que solo fui tu maldita aventura de una noche, un error de cantina?

 

 

—    Yo…no, pero es que entiende que no podemos estar juntos así.

 

 

—    O.k si eso quieres…—respondió el más alto mientras se ponía de pie, y se sentaba a horcajadas en las piernas del más chico, este abrió los ojos enormemente, y se quedó helado al ver como Shima comenzaba a jugar cerca de su cara con el chuchillo.

 

 

—    Oye no, no te pongas as-así… no hay por qué hacer esto.

 

 

—    ¿No?... a mí me parece que si…—susurró con voz sensual, mientras se acercaba peligrosamente al rostro de Takanori, dejando solo unos cuantos centímetros de separación,  para después tomar el cuchillo y encajarlo ferozmente en el sillón, solo a unos cuantos milímetros de la oreja del menor, el cual solo tragó saliva.— ¿Qué.. qué haces?

 

 

—     ¿Yo? tomando lo que me pertenece. — respondió Shima con el mismo tono lascivo de antes, mientras desgarraba el carísimo sillón con el cuchillo— Pero ¿sabes, amor? en tu habitación hay cosas más interesantes ¿No lo crees— dijo, mientras se ponía de pie y se apresuraba a llegar a la habitación de principal.

 

 

Al más bajo le costó un poco reaccionar después de tremendo susto, aun sentía su corazón palpitar velozmente. Cuando hubo salido de su sopor, corrió tanto como le permitieron sus cortas piernas, abrió la puerta y la imagen que encontró lo aterrorizo más que leer aquella acta de matrimonio: Shima estaba sentado en el suelo, con las puertas de su closet abiertas y con cientos de gafas de sol a su alrededor que alegremente partía por la mitad.

 

 

 

— ¡Q-qué te su-ce-de! ¿Estas enfermo?— cuestionó mientras veía completamente aterrado como Shima seguía rompiendo sus gafas, sintiendo como si le estuvieran rompiendo los huesos.

 

 

—    Ya te dije, tomo lo que me pertenece. —Sonrió de lado— Recuerda mi Vidita, estamos casados y la mitad de todo esto me pertenece…—Ensanchó su sonrisa, besó la punta de dos de sus dedos y le mando un beso coqueto a su pequeño marido, mientras tomaba unas hermosas y carísimas gafas de armazón color negro.

 

 

—    ¡No! Esas ¡Esas no! haré lo que quieras, pero esas ¡No! —La voz de Takanori se levó, seguro sus gritos se escuchaban hasta fuera. Se dejó caer de rodillas, podría quemar si quería el departamento, cortarlo a pedazos pero esas gafas no.

 

 

—    ¿Lo que yo quiera?— preguntó con voz inocente Shima.

 

 

—    Sí, pero déjalas en el piso. No les hagas ni un solo rasguño.

 

 

 —       O.k, ahí las tienes…—Shima le aventó las gafas al menor, el cual apenas y fue capaz de atraparlas en su regazo.

 

 

—    Y… ¿qué es lo que quieres?...—Se atrevió a preguntar, pese a que su voz se encontraba estrangulada de miedo.

 

 

—     Fácil…estaremos casados por… ammm digamos 2 meses, después nos divorciamos y diremos ante la sociedad que tú no me complacías lo suficiente ¿te aparece?- respondió Shima sonriendo exageradamente.

 

 

—    ¿Éstas demente? dime ¿de cuál te fumas? Yo, el gran y sexi Matsumoto no puede decirle al mundo que es impotente. ¿Sabes lo que pasaría como reputación?

 

 

—    Pues mira, a mí tu rePUTACIÓN no me importa en lo más mínimo, yo no voy a humillarme ante el mundo, amorcito. — Dijo molesto. — Yo…yo te creí cuando me dijiste que el amor a primera vista existí-tía y que…que esta-estaríamos ju-juntos por, por sie-siempre…—respondió con la voz quebrada, mientras se limpiaba con el dorso de la mano las lágrimas.

 

 

—    Haz lo que quieras, ¡Me largo a trabajar!— dijo el menor mientras salía del departamento dando un portazo.

 

 

 

 

**

 

 

—    ¡¿Cómo fuiste capaz de dejarme hacer semejante estupidez?!— decía un alterado pelirojo, a su gran amigo Miyavi, quién lo miraba con miedo y con burla a la vez.

 

 

Trabajaban en la misma empresa, Miyavi era gerente ejecutivo; así que después de que Takanori arreglara un par de pendientes, no dudo en sacar a su amigo de su oficina para molerlo a palos; sin embargo, Miyavi que temía por su vida, se dio a la tarea de convencerlo para que hablaran las cosas calmadamente, razón por la cual habían ido a comer aun lujoso restaurante, de sobra sabía que a Takanori se le aplacaba con una buena comida.

 

 

— Taka, pero tú me lo imploraste…— el menor lo miró escéptico— Sabía de sobra que esto pasaría así que grabe con mi celular— dijo el más alto de manera triunfal, mientras sacaba su teléfono celular, apretó un par de teclas  y le dio el teléfono a su amigo.

 

 

 

“Shaa te dije que el esh el amorrrs de mi vidaaa… trae el malditosshh ash como she shama?...ashi juesh pada que nossh cashee” se escuchaba una voz de un Matsumoto totalmente ebrio.

 

“Pero Taka-chan… ¿estás seguro?...que tal y mañana te arrepientes y se te ocurre la gran idea de hacer Miyavi a la leña?..” se escuchaba la voz de Miyavi, un tanto asustada, intentando hacer entrar a suy amigo en razón…

 

“O me traish al jueshh o te deshpido… y quemo tushh armario”…

 

“¡Juez! ¡Necesitamos un juez! ”…

 

 

 

 

— ¿Me crees ahora?—preguntó el más alto, a la par guardaba en su bolso su teléfono celular.

 

 

—     Yo… ¿y las fotos?

 

 

—    Aquí están…— respondió mientras le entregaba un sobre, el cual rápidamente abrió.

 

 

Comenzó a verlas: en una Takashima estaba sentado a horcajadas encima de él “pero que piernas”… pensó, pero inmediatamente saco esa idea de su cabeza. Había otras, de ellos bebiendo, besándose, toqueteándose sin pudor, unas en donde se encontraban en la barra tomados de la mano y frente a ellos un señor canoso, que debía de ser el juez. Y la que más le aterro fue una donde aparecían firmando la dichosa acta; una más que le dio justo en el orgullo, el arrodillado tomando la suave mano de Takashima. Con coraje tomó las fotos y las comenzó a hacer bolita… no podía ser posible… en verdad estaba casado.

 

 

—    Ya las tengo en la computadora, por si después las quieres…

 

 

—    ¡Cállate pendejo!

 

 

**

 

 

Eran más de las tres de la mañana, estaba muriendo de sueño e irónicamente se encontraba recostado en la mullida cama. Para que mentir, lo había estado esperando toda la noche pero ni si quiera una señal del pequeño cuerpecito de su ahora esposo había. Se escuchó un fuerte ruido en la calle, como si un claxon lo dejaran apretado durante mucho rato, “viene ebrio” conjuntó y rápidamente se paró de la cama. Sabía que esto pasaría y ya tenía todo preparado, corrió hacia la puerta y cuando la abrieron apareció su esposo colgado del cuello de un hermoso moreno, bastante alto y la sensualidad salía de cada uno de sus poros.

 


 

 

Notas finales:

(:


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