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Sonidos de Amor por NezxNek

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Los días eran tristes en el pueblo de Prado Verde. Una depresión inmensa reinaba todo. Las aves parecían que habían enmudecido y el viento emigrado a otros prados. En este lugar parecía que las sonrisas habían fallecido.

 

En una pequeña casa, al centro del pueblo, vivía una linda chica, una chica que aun guardaba en su corazón chispazos de alegría. Ella era alta, esbelta, su cabello, de color castaño caía como seda por su espalda. Su mayor pasión, eran los dibujos, los cuales realizaba con un simple trozo de carbón. Pero sus sueños eran ahogados por las tiranías del mundo en que vivía, más aun ahora, cuando la hija del Rey, la princesa Suzu, había sido violentamente secuestrada y jamás pudo ser recuperada. Luna era el nombre de esta muchacha que trabajaba muy duro para salir adelante.

 

Un día, en donde el sol se moraba resplandeciente en el cielo, llegó al pueblo un extraño personaje, cubierto con una capa se instaló en la fuente que se encontraba al centro del pueblo. Allí se quedó, observando la amargura de la gente. Tomó su bolso y sacó un extraño instrumento, algo que no se veía muy a menudo por estos lugares. También, sacó una tela y la colocó en el piso.

La gente que pasaba lo miraba de manera recelosa, pero el continuó. Tomó el instrumento y para sorpresa de todos comenzó a tocar una melodía relajante la cual atrapaba a todo aquel que estaba cerca.

Los niños fueron los primeros en caer ante su encanto.

- ¡Mira mamá! ¿Qué es eso? -preguntaban ansiosos.

-Es un violín -contestaban ellas y vieron con sorpresa como en el rostro de sus hijos la alegría volvía a aparecer.

En menos de quince minutos la música tenía hechizada a la mitad de los niños de Prado Verde y así mismo, poco a poco los adultos también cayeron ante la melodía.

La música siguió sonando de manera relajante sacando la depresión del pueblo, pero aun faltaba alguien.

 

Mientras lavaba enérgicamente la ropa, Luna comenzó a escuchar una hermosa melodía. Al principio creyó que había sido producto del cansancio, pero al notar como cada vez se hacia más real dejó la ropa a un lado y se dirigió hacia donde provenía el sonido. Tal fue su sorpresa al ver a medio Prado Verde reunidos en la fuente que dio un pequeño grito de asombro. La música continuaba, una relajante melodía la poseía de manera suave. Ella se acercó a la multitud y se abrió paso entre ella, vio a la extraña persona la cual ocultaba su rostro con una capucha. Tenía un violín en sus manos del cual provenía el sonido.

 

El misterioso músico echó un pequeño vistazo a su público, miró a los niños que se habían sentado en filita y lo observaban maravillados. Observó a la gente, vio como en sus ojos había un brillo especial. Pero fue hasta que se topó con los ojos marrones de Luna que detuvo su recorrido visual. Tal como ella había quedado hechizada por la música, el quedó embobado ante su belleza.

El ritmo de la música cambio. Eso sorprendió a Luna, que se había percatado de la mirada del músico, pero sus ojos eran distintos, no era una mirada dura, masculina, sino que era suave y delicada.

El ambiente se llenó de una suave melodía. Sentía como los ojos del violinista se clavaban en los de ella, haciéndole entender que esta pieza era para si.

Su corazón comenzó a llenarse de emoción ante la belleza de la música, y poco a poco sus ojos se llenaron de lágrimas, al igual como los de todos los demás. Pero su emoción tenía un significado especial. La mirada del músico volvió a clavarse en ella y Luna vio como este sonreía levemente.

Sin previo aviso, la música volvió a cambiar pero esta vez en un sonido más alegre y rítmico.

Se oyeron las exclamaciones de asombro de la gente. El corazón de Luna también se asombró.

Los niños reía y algunos bailaban al compás de la música, los adultos seguían el ritmo con las palmas, todos reían. Luna se sentía alegre, el músico volvió a mirarla, pero esta vez su rostro se notaba  a la perfección, no era un "el" sino que un "ella". Una violinista tenía cautivado a medio Prado Verde.

Nadie se dio cuenta cuando el cielo se nubló hasta que una lluvia torrencial cayó sobre el pueblo. La gente dio exclamaciones de desagrado y se disperso.

La violinista se quedo allí, se quitó la capucha, dejando al descubierto todo su esplendor, tenia el cabello rojizo y los ojos azules. Ella miro al cielo como diciendo "me has quitado a mi público" pero luego sonrió, tomó el trozo de tela el cual tenía unas cuantas piezas de dinero y lo guardó. Pero no se marchó del lugar, tomó una vez más el violín y tocó una nueva sonata, esta era muy especial, puesto que estada dedicada a la lluvia. La canción se adecuaba con el caer del agua.

Al terminar ella sonrió y se dispuso a guardar el violín. Fue cuando vio que aun tenía espectadores. Una chica que la miraba llena de emoción. La violinista guardó su instrumento y se acercó a ella. Cortésmente le ofreció un pañuelo el cual aceptó, secó sus lágrimas y la miró.

-Soy Luna -dijo-. ¿Cómo te llamas?

-Miah -respondió con una suave voz.

-Me ha encantado tu música, ¿De donde eres?

-De todos lados -respondió sonriendo.

- ¿Tienes donde quedarte esta noche? -Luna la miraba detenidamente.

-La verdad, ni siquiera había pensado en eso -volvió a sonreír.

-Ven -le tomó la mano -estas empapada -ellas se dirigieron a la casa de Luna.

 Esta era pequeña pero acogedora.

-Si deseas, puedes dormir aquí es noche -ofreció Luna.

-Muchas gracias, pero no quisiera incomodarte -la voz de Miah era como susurros.

-No me incomodas -se miraban a los ojos-. Puedes... ¿tocar otra melodía más? -pidió.

Miah sonrió y tomó el violín. Tocó una calmada y hermosa canción. A los poco minutos Luna cayó dormida.

 

Despertó al día siguiente, preguntándose que había ocurrido. Cuando recordó buscó a Miah por todas partes pero no la halló.

- ¿Habrá sido un sueño? -se preguntó pero esa idea se borró de su mente, la mitad pueblo la había visto.

La buscó en la calle pero tampoco la encontró allí. Volvió a su casa resignada y continua con su vida cotidiana. La música seguía dándole vueltas en su cabeza al igual que la imagen de los ojos de Miah.

Al medio día la música volvió a sonar en las calles. Allí, en la fuente, estaba nuevamente.

Luna salió corriendo de su casa. Miah esta vez estaba sin la capa, al ver a Luna sonrió y tocó una maravillosa canción.

La semana transcurrió de esta manera. Miah tocando su música en la tarde y luego iba a dormir donde Luna a cambió de tocar una ultima canción para ella.

 

Un día, Miah no apareció de costumbre, eso extrañó a Luna, el día pasó y la noche comenzó a caer. Luna se sentía preocupada, no sabia donde estaba Miah, quería verla, oírla, sentirla cerca.

El ambiente fue llenado de improviso por una romántica canción. Luna reacciono de inmediato, miro hacia la fuente pero ella no estaba allí. Volvió a su casa, la música continuaba pero ella no se hallaba allí entro. Finalmente se le ocurrió acercarse a la ventana que daba a un pequeño callejón. Saco su cabeza hacia fuera y la música ceso. De pronto, se topo de frente con el rostro de Miah y recibió un fugaz pero dulce beso.

Vio como esta se alejaba dando saltos alegres y tocando una canción muy alegre, la cual la llenaba de gozo.

Luna se quedo inmóvil, sonrojada y con el corazón acelerado. Salio corriendo de casa. La noche ya estaba en todo su esplendor. Siguió el sonido lejano de la música, hasta que finalmente la encontró sentada bajo un árbol tocando una canción apacible pero llena de sentimiento.

Se acerco sigilosamente a ella. Miah tenía los ojos cerrados, hipnotizada por lo que tocaba, al terminar la canción abrió lentamente los ojos y se encontró con los de Luna que la miraba fijo. Miah sonrió nerviosa.

-¿Te gustaría recorrer el mundo a mi lado?- pregunto en un murmullo.

Luna se inclino frente a ella, sin bajar su mirada.

-Solo su vuelves a besarme -respondió.

Por fin comprendía cuanto se había enamorado de la violinista.

Esta se le acerco, la tomo entre sus brazos y la beso.

 

El pueblo entero se lleno de una melodía mística. Todos oyeron como el violín con su música contaba la historia de amor de aquellas dos chicas. 

 


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