Cuando estoy estresado
Por Sofía Cuevas
El pelinegro se entretenía lamiendo la parte más sensitiva de su compañero mientras éste lo tomaba de la frente e intentaba alejarlo.
—¡Espera, Sai!
La voz ronca solo incitaba al mayor a continuar, sabía que más tarde terminaría golpeado, pero esa era su prioridad en ese instante.
Abrió su boca y engulló el miembro que se ponía más duro a cada instante, se mantuvo así unos minutos solo repasándolo con la lengua y después succionando la punta.
—¡Ah!
Pero... no era suficiente.
—¡Imbécil!
Sai se había levantado y volteado para que el pelirrojo quedara recargado en el escritorio que tantas veces habían usado, se había bajado los pantalones y entrado sin siquiera haberlo preparado.
—¡Idiota!
Ya no escuchaba sus regaños, ahora solo se movía hacía atrás y entraba con fuerza lo más rápido posible.
—Gaa-Gaara —un gemido acompañó su nombre y el pelirrojo ahora solo se dedicaba a empujar para que el moreno entrara con más fuerza—. Oye, ábrete...
Gaara gimió, pero no de placer, ya llevaba más de cinco minutos aguantando y ¡todavía se le ocurría decirle que se abriera!.
—Vamos, coopera, después de todo tu fuiste quien me llamó...
El tono del pelinegro no era de regaño, al contrario, amaba que el pelirrojo le mandara un mensaje al celular que dijera: «Estoy libre, ven y sírvete» o al menos sería de esa forma en sus sueños más locos ya que lo único que decían era: «Estoy estresado, ven en dos minutos, imbécil» o cosas por el estilo.
—¡Ah! Espera, ¡Sai!
Pero fue demasiado tarde, con una sonrisa (quizá la más sincera de toda su vida) Sai había besado a Gaara y, aprovechando su distracción, se había corrido dentro de él...
—¡Estúpido!
Claro que no se había salvado de un golpe en la cabeza.
—Oye, deberías ser más cariñoso... —Sai continuaba sonriendo y, con tono de broma, le reprochaba a Sabaku su falta de interés—. Si gimieras más...
Y nuevamente había recibido un golpe.
—Ya es hora de que vayas a tu clase, Sai.
El chico sonrío una vez más y antes de salir corriendo besó a Gaara succionando sus labios dejándolos levemente rojos.
Entonces puso una mano sobre la puerta, giró levemente la cabeza y dijo:
—No me molesta ayudarte con tu estrés, pero al menos llámame siempre a la misma hora.
Después salió y se dirigió al salón de al lado donde Ino (su novia) lo esperaba para irse a la clase de inglés. Cuando llegó con la rubia le dio un beso y ésta se sonrojó pero luego se colgó de su cuello y continuó besándolo. Ambos mostraban su afecto y no se daban cuenta de que, tras la puerta de al lado, Gaara los observó.
Suspiró, cerró los ojos, tomó su mochila y por último, sin mirar atrás, salió del lugar.
—Estúpido... —el pelirrojo sacó su celular, escribió algo y lo metió a la mochila luego de un largo suspiro—. Si no te vieras con chicas a diario, quizás...
—Sai, tu celular está sondando...
—Ven a mi casa en una hora, imbécil.