Era una mañana triste, oscura. Un maldito día gris. Draco Malfoy iba con su madre por el callejón Diagon, procurando que nadie les siguiera.
Habían quedado con Bellatrix y los demás mortifagos para celebrar que Draco se unia a sus filas y también iban a darle su primera misión.
Los dos iban serios, tristes. Draco tenía ganas de llorar, él no quería. No quería ser como su padre ni servir a esa asquerosa serpiente. Su madre intentaba aparentar que todo iba bien, pero no podía soportar que su hijo estubiera en peligro.
Iban por calles estrechas y oscuras, en las que apenas había gente. Se respiraba tensión en el ambiente a cada paso que les acercaba a la tienda donde se iban a reunir.
Enseguida llegaron a la tienda y Narcissa llamó a la puerta y entró con su hijo detrás. Todos estaban de pie alrededor de un armario negro y grande. Sus miradas se dirigian a Draco.
- Draco, estarás orgulloso, ahora serás uno de los nuestros y tenemos una gran misión para ti de parte del señor oscuro. - dijo Bellatrix Lestrange, que se acercó a su sobrino y le abrazó.
Draco apenas la miró, su mirada se dirigia al armario y a los demás mortifagos, que le miraban con sonrisas maliciosas.
Sin previo aviso, Bellatrix le cogió el brazo derecho y levantó la manga de su jersey para poder hacer la marca tenebrosa.
- Estate quieto, sobrinito. Esto puede dolerte.
Y dolió. Dolió mucho. Draco sentía como si le estubieran quemando el brazo. Miró a su madre. Parecía apunto de llorar. Igual que él.
Unos horribles segundos después, Bellatrix se apartó y Draco miró su brazo. Ahí estaba, la marca que siempre quiso tener en el brazo desde pequeño y que ahora no deseaba para nada.
Bellatrix no paraba de saltar de emoción, orgullosa de su sobrino. Ahora le tocaba decir su misión. Pero antes de que dijera nada, entró Severus Snape en la tienda.
- Siento llegar tarde a la reunión. - dijo nada más entrar. Dirigió una mirada a Draco y después a Bellatrix - ¿Ya le has hecho la marca tenebrosa?
- Sí, Severus, lástima que te lo haigas perdido. - dijo Bellatrix con tono burlón.
Snape la miró con odio y agachó la cabeza. En verdad había llegado tarde aposta, no hubiera podido soportar ver como le hacían aquella marca a su ahijado.
- Bueno, ¿se lo dices tú o yo?
- Mejor se lo digo yo, Bella. Verás, Draco, el señor oscuro estaba buscando a alguien que pudiera colarse en el castillo y colarnos. Tú eres perfecto para esta misión, lo único que tienes que hacer es, cuando estés en el colegio, ve a la sala de menesteres y desea encontrar el armario evanescente gemelo del que esta en la tienda. El armario es para que podamos tranladarnos de la tienda a Hogwarts fácilmente. Luego está lo más dificil de tu misión, Draco... Tienes que...
- Matar a Dumbledore - acabó Bellatrix con una risa malevola.
Draco tragó saliva. ¿Matar a Dumbledore? Le entraban ganas de gritar y llorar como un niño pequeño. No era justo. ¿Por qué le encargaban una misión tan dificil a él, que solo tenía 16 años?
- Y si te resistes, pequeño mocoso, el señor tenebroso ha dicho que se encargara de matarte a ti y a toda tu familia. - dijo el hombre lobo Greyback, que llevaba todo el rato callado.
No tenía escapatoria. Con todas sus fuerzas, intentó poner voz dura, voz decidida.
- Esta bien, lo haré.
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1 de septiembre. Draco se levantó gritando. Otra vez esa maldita marca le quemaba el brazo derecho. Gimió de dolor. Cansado y triste, se levantó de la cama.
Su habitación era bastante grande, un color verde muy Slytherin. Estaba adornado con cuadros de paisajes bellos, heredados por sus padres. En la habitación se respiraba un toque a jazmín, uno de los olores favoritos del rubio.
Después de levantarse, fue al armario a decidir que se ponía hoy. Hoy empezaban las clases en Hogwarts y no tenía ganas de ir. Nada más entrar en el castillo tendría que empezar a hacer su asquerosa misión de mortífago.
Escogió una camiseta gris y unos pantalones ceñidos de color negro. Fue al cajón donde tenía guardados sus zapatos y escogió unos zapatos negros que eran algo formales.
Cogió su maleta y la jaula donde descansaba su lechuza y bajó las escaleras hacia la entrada, donde le esperaba su madre.
Su madre iba tan elegante como siempre. Su larga melena rubia estaba recogida en un moño bastante elegante y llevaba un vestido negro, que sin duda reflejaba su estado de ánimo triste.
- Draco, hijo mío, si no quieres hacer la misión hablaré con Severus, él convencerá al señor oscuro.
- No. Sabes que el seór oscuro lo hace para humillar a papa, porque sabe que yo no haré la misión con éxito. Tengo que hacerlo, quiera o no.
Sin decir nada más, salieron de su enorme mansión y en la entrada, Narcisa se desaparareció, cogida del brazo de Draco. Empezaba el curso más horrible de Draco Malfoy.
En un abrir y cerrar de ojos, llegaron a la estación, donde les esperaba el tren. Sin decir nada, su madre le abrazó.
- Cuidate mucho, porfavor.
Draco la abrazó con más fuerza y le besó en la mejilla.
- Lo haré, mamá, no te preocupes.
Ojala fuera tan fácil decirlo como hacerlo.