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Estragos de Luna Llena. por Isil

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Notas del fanfic:

Me entristecen los fics de esta pareja, que tonta... xD.

Aquella mañana Remus Lupin estaba completamente distraído, bastaba la más minima distracción para perder toda concentración y centrar su mente en lo más trivial, como una mosca sobrevolando el aula. Casi podía sentir el batir de esas diminutas alas, surcando toda la estancia, mientras la seguía atentamente con la mirada. No podía evitarlo. Aquella noche había luna llena, y por ende no era él completamente, no podía remediar que la cabeza se le fuera.

Se sentía más fuerte que de costumbre, e incluso más salvaje. Eran unos de los efectos que la licantropía dejaban en él, muy al contrario del día después a la transformación, que estaba más cansado y enfermizo que otra cosa, y le costaba hacer cualquier movimiento. Pero ahora no, se sentía más vivo y hasta eufórico, cosa que a ratos le inspiraba cierto temor. Realmente era un proceso extraño, era como si un instinto superior se apoderada de él, de su mente y su cuerpo. Pero era algo controlable, lo malo era el momento de la transformación, cuando ya perdía por completo el control de si mismo, perdiendo toda conciencia.

La voz de la profesora McGonagal le sacó de sus pensamientos, y con una de sus adorables sonrisa se disculpó y volvió toda su aparente atención a la explicación, a lo que la profesora no objetó más, a fin de cuentas sabía del problema de Lupin, así que sabía que no debía tener del todo en cuenta de aquellos momentos del muchacho.

Al finalizar la clase… por fin terminó el día escolar y junto a sus inseparables amigos James, Sirius y Peter volvieron a la sala común. Juntos comenzaron a planear la escapada de aquella noche, aunque realmente era el mismo plan de siempre durante la luna llena, pero a ellos siempre les hacía ilusión hablarlo y planearlo como si acaso fuera la primera vez, o como si cada noche fuera una gran aventura. Y es que lo era. Ellos hacían hecho que tan horrible experiencia se convirtiera en algo grande, algo lindo que poder compartir con ellos. Era algo que jamás hubiera creído posible.

Recordó como al principio había luchado contra ello, como había tratado de que absolutamente nadie se diera cuenta. Y menos ellos, sus primeros grandes amigos, no deseaba perderlos. Se inventaba todo tipo de excusas parra excusar sus desapariciones misteriosas. Pero a la larga, durante su segundo curso en Hogwarts estos comenzaron a atar cabos, Sirius y James descubrieron su verdad, eran demasiado inteligentes. Y al contrario de sus pensamientos no solo no los perdió, sino que aquella revelación les unió mucho más de lo que ya estaban, decidiendo estos hacerse animagos para poder estar a su lado durante las horribles y solitarias noches de luna llena.

Jamás sería capaz de expresar toda la gratitud y felicidad que ese sacrificio de sus amigos significaba para él, era demasiado especial, no creía que nadie más fuera capaz de algo semejante por él. Lo aceptaban y lo compartían a su lado. Y además… la idea fue de Sirius. Sonrió tontamente de camino a los dormitorios, recordando aquello… que eran tan sumamente especial por el hecho de amar a ese chico. Sirius, el don Juan del colegio, el eterno conquistador, que había conquistado a ese pobre hombre lobo. Nunca sería suyo, lo sabía, sería una espina clavada en su corazón, pero igualmente era feliz de que fueran tan buenos amigos.

Las horas pasaron entre risas, hablando y planeando tonterías en el dormitorio, eran unos chiquillos a fin de cuentas. Llegó la hora indicada y se puso en pie, estaba nervioso, era inevitable, siempre lo estaba en aquellos momentos, sabía que nunca se acostumbraría a ello, a ser un hombre lobo, a transformarse cada noche de luna llena, a dejar de ser el mismo, a que la bestia dominara al hombre, a despertar a la mañana siguiente con heridas por todo su cuerpo. No, era completamente imposible, no para alguien como Remus, alguien de naturaleza bondadosa, honrada y compasiva, no aguantaba comportarse en una bestia agresiva y salvaje. Y a fin de cuentas, cuando aquel hombre lobo mordió comenzó la decadencia de su familia.

Acudió solo, como cada noche de luna llena, hasta la casa de los gritos. De vez en cuando el mismo Dumbledore le acompañaba hasta allí, pero normalmente él mismo acudía solo sin ningún problema. Al llegar sintió un escalofrío, como siempre que sus pies pisaban ese lugar, viendo las paredes y el suelo llenos de grandes arañazos hechas por fuertes pesuñas, incluso habían rastros de sangre por algunos lugares. Suspiró y se sentó, no tuvo que esperar mucho hasta oír unos pasos, se volvió con una sonrisa y vio aparecer bajo la capa de invisibilidad de James a sus amigos.

Una vez más, los cuatro juntos, pasando por esa terrible experiencia para Remus, una terrible experiencia que desde que estos eran animagos se hacía más llevadero. Era demasiado especial tener ese tipo de compañía en momentos como aquel, tan duros y difíciles. Siendo algo por lo que fue abandonado incluso por su propio padre, algo que de algún modo arruinó a su familia… algo que sumió a su misma madre en la desesperación. Y ellos le comprendían, le apoyaban, le acompañaban en ese proceso. Y jamás conseguiría agradecerles todo aquello, sería totalmente imposible.
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-¿Estás bien, Lunático?- preguntó Sirius, sacándole de sus pensamientos, mirándole con el ceño muy ligeramente fruncido, esbozando luego una sonrisa. -Pareces inquieto.- eso hizo que James levantara la vista y mirara al licántropo a través de aquellas gafas que no lograban ocultar una mirada decidida y segura.
-Canuto tiene razón, se te ve nervioso, relájate tío, ya has pasado muchas veces por eso.- se acercó y le dio unas palmadas en la espalda, a lo que el chico asintió con la cabeza. Peter por su parte les miraba alternativamente, parecía nervioso, pero el solía ponerse nervioso en esas situaciones. Remus no le culpaba, su transformación no era tan potente como podía ser la de James y Sirius, una rata era algo más indefenso, y lo importante era que a pesar de aquello también permaneciera a su lado.
-Tranquilos, estoy bien, chicos.- dijo con una de sus sonrisas tranquilizadoras, aunque la verdad es que realmente si que se sentía más inquieto que normalmente, era una sensación un poco rara, algo no iba como normalmente, pero tampoco era que se sintiera desagradable. Solo eran como cierto nerviosismo.
-Ya mismo llegará el momento, Remus.- murmuró Peter por lo bajo, mirando a través de la ventana al inmenso cielo, la noche llegaba, la luna llena pronto saldría, el momento de la transformación se avecinaba.

Con la ayuda de la capa de invisibilidad juntos salieron de la casa de los gritos y se encaminaron al bosque prohibido, para hacer de las suyas durante el “cambio”. Al llegar, con cierta pereza el hombre lobo se comenzó a desprender de sus ropas, pues siempre que el momento llegaba como llevara la ropa puesta esta acaba echa trizas, por lo que siempre debía quitarse todo. No es que tuviera demasiado dinero como para ir comprándose ropa nueva. Se quitó la ropa y suspiró…

Entonces lo notó. No necesitaba mirar al cielo para darse cuenta de que el momento estaba a punto de llegar, podía notarlo, sentirlo Su cuerpo se tensó ante el recordar de lo que se avecinaba. La transformación a hombre lobo era dolorosa, mucho. Todo su cuerpo cambiaba, sus huesos, sus músculos, todo, y aunque no fuera un proceso largo, y aunque luego perdiera totalmente la conciencia de si mismo el recuerdo de ese momento de dolor perduraba en su memoria. Así como aquella horrible sensación de perderse a si mismo, el momento en el que la bestia dominaba al hombre.

Sus amigos se transformaron en cuanto el cambio comenzó a dar lugar, era lo más seguro. James y Sirius a la retaguardia, y Peter un poco más atrás, expectantes y vigilantes, observando aquel momento a lo que realmente nunca podrían acostumbrarse del todo. No era algo a lo que pudiera nadie habituarse fácilmente, ver como cada luna llena su mejor amigo se transformaba en una bestia salvaje. Y su cometido era acompañarlo y controlarlo.

Pero había un problema, desde el primer momento se percataron de que la situación era diferente que en otras ocasiones. Remus estaba actuando diferente a otras veces en las que se transformaba en aquel temible lobo. La bestia parecía algo exaltada, intranquila, y en un momento dado su mirada carente de humanidad y de raciocinio se centró en el enorme perro en la que se había transformado Sirius.

Sin casi pensarlo James, transformado en ciervo, se intentó interponer en el camino del lobo, el cual había comenzado a andar hacia su amigo, intuyendo algo que realmente se salía de lo normal y cotidiano, pero el licántropo fue más rápido y de un salto se abalanzó contra el desprevenido y enorme perro. Oyéndose un especie de grito proferido por los pequeños pulmones de rata de Peter, el cual contempló consternado la escena.

Ambos rodearon un poco por el suelo, Sirius intentó alejarse de éste, pero sintió un agudo dolor en el cuello. Remus le estaba mordiendo, aunque no estaba clavando sus afilados colmillos en su piel, por suerte no estaba usando la fuerza necesaria como para acabar con su vida, y le daba cierto miedo revolverse demasiado por si el mordisco se hacía más profundo.

Unos consternados James y Peter corrieron con rapidez hacia estos, eludiendo el peligro, pues ahora lo importante era separar al hombre lobo de Sirius. En aquellos momentos era más impensable que nunca que esa bestia se tratara del tranquilo Remus, del mismo que era tan estudioso y educado siempre. El bueno de Remus que ahora se encontraba mordiendo ferozmente a Canuto. Era totalmente imposible apartarlos, estaba como aferrado al perro, gruñendo y revolviéndose contra los inútiles intentos del ciervo y la rata de apartarlo.

Y cuando parecía que aquello no podía pasar a peor pasó. Sirius sintió un dolor fuerte y desgarrador, el lobo acababa de embestirle. Le embestía, le montaba… no podía ser verdad. La bestia volvió a embestir de forma violenta y descontrolada, tomando aquella criatura que era tan parecida a si misma, saciando sus más bajos y primarios instintos animales.

Jamás hubieran podido imaginar algo así, un Remus transformado, en época de celo y motando a un Sirius que ladraba, se revolvía e intentaba atacar al otro. James y Peter no cesaban en su empeño de apartar al lobo del perro, pero era como si a cada embestida se le agarrara más, siendo más difícil aun la tarea. No pueden hacer nada, la impotencia se apodera de todos, oyendo los ladridos lastimosos y desesperados de Sirius, sin no poder separarlos ni tampoco detener aquellos movimientos con las que éste era montado.

No pueden, no pueden hacer nada. Y el silencio de la noche solo era roto por ladridos, aullidos, gritos y quejidos…

Los rayos de sol se colaron por entre las rendijas de los tablones que torpemente tapaban la ventana de la sala. Un suave gemido salió de los labios de un chico que despertaba poco a poco, encontrándose tapado por su propia túnica, que ocultaba la desnudez de su cuerpo. Se incorporó lentamente, dolorido, soltando quejidos. Aquello era sin duda una de las partes más duras de aquello junto a la transformación. Notaba todo su cuerpo dolorido, se sentía cansado, muy cansado, le pesaba todo su cuerpo y se presentaba pálido y ojeroso. Suspiró y miró alrededor, buscando con la mirada a sus amigos, pero para su sorpresa solo Peter se encontraba a su lado. Se extrañó, estaba esperando ver la amplia sonrisa de Sirius con la que siempre se topaba al despertar luego de la luna llena. Pero en lugar de eso… solo se encontró con la mirada asustadiza de Colagusano.

-¿Peter?- murmuró confuso, notando una repentina y desagradable sensación en el pecho. Había algo distinto en la mirada de Peter, parecía triste y dubitativo, mirándole con los ojos muy abiertos, como si no supiera que decirle, o como si buscara las palabras adecuadas, sin éxito. -¿Qué…? ¿Dónde están Sirius y James?- preguntó acercándosele, ignorando el dolor que punzaba todo su cuerpo, notaba su corazón acelerarse, sintió miedo, un miedo que se incrementó cuando al mirar alrededor descubrió sangre reciente derramada en el suelo. Se miró su propio cuerpo, viendo arañazos profundos, golpes y mordiscos. Volvió a mirar a Peter. -¿Qué ha pasado?- instó nervioso.
-S-Sirius está en la enfermería.- fue la respuesta de Peter, el cual no deseaba tener que darle aquella información a su amigo, pero era lo que le había tocado, ya que él no habría podido cargar con el joven Black, y únicamente había podido traerlo a la casa de los gritos esperando a que se calmase. -James se lo llevó en cuanto tuvo ocasión.
Los ojos dorados de Remus se abrieron de par en par ante aquella información. “Sirius está en la enfermería. Sirius está en la enfermería”, aquellas palabras resonaron una y otra vez en su mente, notando un profundo temblor recorrer todo su cuerpo. Un miedo inexplicable le comenzó a consumir. Sirius.
-¡¿Qué es lo que pasó?!- exclamó tomando de los hombros de su menudo amigo. -¡Dímelo, Peter!- el chico le miró asustado, pero tragó saliva.
-Le atacaste, l-le mordiste, y luego…- se frenó, no sabía como explicarlo, no sabía como comunicarle aquello. -L-le… le montaste, R-Remus, tu…- pensaba que debía explicárselo mejor, que estaba siendo torpe. Pero su amigo lo había entendido perfectamente, y aquella horrible revelación le estaba matando. Había atacado a Sirius, y no solo eso, le había mancillado de la peor manera… A Sirius, no solo su mejor amigo, sino la persona a quien más amaba… ¿Había sido por eso acaso? ¿Por eso había acabado haciendo algo tan horrible?
-¿C-Cómo está? ¿Está muy herido? ¿Está grave? - preguntó de forma atropellada, cogiendo sus ropas y colocándoselas con prisas, sobreponiéndose a su propio dolor y debilidad. Peter corrió a ayudarle, pues sabía que el estado de su amigo en aquellas ocasiones era ciertamente delicada.
-E-el… no sé… estaba herido, pero…- le miró intentando ayudarle. -Seguro que no es nada. La señora Pomfrey le curara y quedará c-como nuevo, ya verás, Sirius es muy fuerte..

Pero Remus apenas le oía… no servía de mucho en esos momentos después de haber hecho algo semejante. Tambaleándose se puso en pie, pero se quedó quieto, ¿qué iba a hacer ahora? ¿Cómo podía presentarse ahora a la enfermería? ¿Cómo iba a mirarle a la cara a Sirius después de lo que le había hecho? Al final solo había podido hacerle daño, como el monstruo que era. Y no podía perdonarse a si mismo, ¿cómo podría él perdonarle? Seguramente ahora le odiaba, le despreciaba, seguro que a la última persona que quería ver era a él. Se sentía tan sucio, tan miserable. No, no podría, no iría… no podría soportar ese rechazo, y sobre todo el ver lo que le había hecho. Era lo más imperdonable.

En ese momento la puerta se abrió y se sobresaltó levantando la vista, era James. Pensaba que le miraría con asco y desprecio, pero le miró y sonrió de forma suave, viéndose bastante cansado.
-Vamos, ahora debes ir tu a la enfermería.- dijo acercándose al licántropo, el cual retrocedió y cayó de rodillas al suelo.
-No… no voy… no quiero…- musitó. -James, yo…
-Si, si, si.- su amigo hizo un gesto con la mano. -Sirius me mandó, dijo que seguramente serías tan tonto como para no querer ir a la enfermería estando en este estado.- se acercó y le tomó firmemente por la cintura, levantándolo. -Venga, tienes que revisarte esas heridas, y debes descansar.
El chico le miró atentamente después de oír sus palabras. ¿Acaso Sirius seguía preocupándose por él después de lo sucedido? Y… no entendía como James podía sonreírle así después de aquella experiencia por la que debían haber pasado todos, porque a diferencia de Remus todos recordaban perfectamente lo sucedido.
-James no… yo… yo… Soy horrible… soy…- iba a decir que era un monstruo, pero no pudo seguir porque su amigo le interrumpió.
-Él está bien… ¿vale? Y esta preocupado, y yo lo estoy… Y Peter lo está, ¿verdad Peter?- miró al susodicho con una mirada ligeramente intimidante, el cual asintió con la cabeza con ímpetu murmurando una y otras vez -si, si, claro- en voz baja. -Así que andando, señor prefecto.

No tuvo más remedio que dejarse llevar, pues James era muy fuerte y él en ese estado no había mucho que pudiera hacer, en ese estado tan debilitado incluso una chica de tercero le podría.
-James… Peter ha dicho que le mordí…- comenzó a hablar rumbo a la enfermería. Aquello era casi lo que más pánico le causaba del asunto, el hecho de haberle mordido, ¿eso quería decir que…?
-Tranquilo, no le clavaste los colmillos, supongo que fue solo para… eh, retenerle.- al decir eso pareció sentirse incómodo, y no le extrañaba, el hecho de que hubiera montado a Sirius transformado en hombre lobo debía ser chocante para cualquiera. Peter los seguía de cerca, cabizbajo. -No se convertirá.- murmuró y le revolvió el cabello, entrando ya a la enfermería. -La versión que hemos dado fue… que Sirius salió a los alrededores del castillo y algo le atacó…- susurró en voz baja, ya que nadie debía saber que ellos salían con el chico en las noches de luna llena, porque se destaparían muchas cosas, como que eran animagos, y eso les metería en un gran lío. -Por suerte la señora Promfrey no hace demasiadas preguntas.- añadió dirigiendo a su amigo a unas de las camas, donde le depositó con cuidado.

En ese momento un biombo que había al lado de la cama desapareció, mostrando a un Sirius acostado en la cama que les miraba con una ligera sonrisa. Y a Remus se le partió algo al verlo así. Estaba herido, con una venda alrededor de su cuello, y por tu cuerpo, y estaba algo pálido. Sonrió un poco más al mirar al licántropo. Y éste no habría sabido decir en que momento James y Peter abandonaron el lugar dejándolos solos.
-Menuda nochecita, ¿no Lunático?
El susodicho apartó la vista, le temblaba el labio inferior, pero no quería llorar, no era de los que manifestaban su dolor frente a otros, él siempre se lo guardaba. Pero es que… ver así a la persona que más significaba para él en el mundo, por su culpa, era demasiado de lo que era capaz de soportar. Tenía miedo, porque podría haber sido peor, y miedo ante la opción de perderle. Ellos eran su familia, de las -pocas cosas auténticas que tenía, los que le hacían sonreír.
-Tranquilo, ¿vale? Todo está bien, no te preocupes.- la voz de Sirius le llegó más serio, y el hombre lobo alzó unos ojos vidriosos hasta el otro. Levantándose y acercándose a la cama del pelinegro, sintiéndose más débil que de costumbre.
-Lo siento… lo siento mucho…- susurró, aunque éste le había mostrado ya su perdón necesitaba pedírselo él mismo, debía disculparse, porque seguramente él nunca se perdonaría por lo sucedido.
-Prefectos, siempre preocupándose por todo.- el animago alzó una mano y le limpió las lágrimas a éste con una sonrisa. Había sido una noche dura, pero… -Tu no has hecho nada, ese no era tu, ¿vale? Olvídalo. Mi Remus no es así.
Un sonrojo surcó las mejillas de Lupin ante aquella última frase por parte de su amigo, pero tragó saliva y asintió con la cabeza, intentando no interpretar de manera extraña sus palabras. No podía evitarlo, sus amigos siempre le sorprenderían, lograban aceptarlo cuando nadie mal lo haría, le perdonaban cuando ni el mismo lo hacía. Eran demasiado, ver como le querían pese a todo, pese a la bestia que llevaba dentro.
Iba a decirle algo, no sabía que, pero deseaba decirle cualquier cosa que expresará al menos un poco de lo que estaba sintiendo en ese momento, pero una voz le sacó de sus pensamientos y la enfermera de Hogwarts entró a la enfermería y se acercó rápidamente a Remus, tomándole del brazo y llevándole a la cama riñéndole por no haberla avisado nada más llegar allí y tendiéndole un poción mientras se quejaba para si.
Miró a su lado y vio a Sirius, con una sonrisa mientras James y Peter volvían y se sentían aliviados al ver una sonrisa en los rostro de éstos.

De nuevo las cosas parecían tranquilos. Los merodeadores siempre se mantendrían unidos pasara lo que pasara. O al menos eso creían ellos.


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