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Under the moonlight, a kiss of blood por Sereitei Yamamoto Gokudera

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Notas del fanfic:

Este fic, está dedicado con todo mi corazón, para cada fan de la 8059.

Notas del capitulo:

 Antes de comenzar quería aclarar que soy la misma autora de Hard/Love-Boy, Querido diario, Evergreen y Punto de Partida que están en la cuenta de UnknownOrchestra, pero que por problemas [perdidas de contraseñas] me vi obligada a sacar otra cuenta para poder publicar este ff, luego de que encima el otro lugar donde público... me pusiera trabas xD

Como sea, espero que sea de su agrado >///<

 

Under the moonlight, a kiss of blood


Capítulo 1: Corazón colapsado




Diciembre


Tokyo, Japón


Que hermosos ojos. Eso pensé cuando lo vi. Sus ojos eran de un precioso granita, como sangre fresca fulgurando bajo la luz de la luna, aunque dentro de mi departamento, con la ventana y sus correspondientes persianas cerradas, era imposible que la luna se infiltrara. Aun así sus ojos resplandecían de ese modo. Quizás eran ladrones del brillo lunar, o simplemente hijos criados bajo el manto de la noche durante demasiado tiempo como para dejar de lado el toque materno. No importa. Solo importa el que eran unos ojos hermosos como ningunos que hubiera visto en mi vida, y que me hicieron temblar de pies a cabeza.


-¿Quién eres?


-¿Quieres la verdad?


Asentí.


Preocupado, nervioso, molesto, temeroso. No. Pese a que tenía el mundo de justificantes para ponerme a gritarle que se largara, arrojándole cuanto estuviera a mi alcance, no hice nada. Me quedé parado frente suyo, con el portafolio en la mano izquierda, respirando lo necesario.


-Soy un vampiro.


Fruncí el ceño. "Soy un vampiro", tocó, sutil, una fibra de mi lógica, soltando en mi torrente sanguíneo una oleada de químicos de miedo, incredulidad y enojo que ignoró el adormecimiento del que era presa, en el que dormitaba inexplicablemente mi conciencia y racionalidad tras encontrarme con su mirada carmín.


Los vampiros no existen.


Sé que soy un friki de lo sobrenatural, y en especial de los vampiros, pero hasta yo se que son solo parte del folclore japonés y europeo.


¿Este imbécil cree que puede allanar mi departamento, burlarse de mí y salirse con la suya sin una reconstrucción facial?


Lejos, brotaban los pensamientos que debía tener, aquellos que eran normales y que desembocarían en el inevitable final de una golpiza para ese imbécil de ojos hermosos, demasiado alto, con un par de hoyuelos que revelaban que la mayor parte del tiempo sonreía –aunque ahora se mostrara serio-, cabellos negros a picos desvariados, que decía ser un vampiro.


Apreté los puños. Intenté tranquilizarme para evitar creerle y alenté a la razón a imperar.


-"¡Los vampiros n…!"


-"¿no existen?" –Enarcó triste los ojos.- Es antinatural. No deberíamos, no tenemos derecho alguno a hacerlo, y sin embargo, heme aquí.


Tomó la manga de su camisa y la arremangó arriba del codo, dejando desnuda una buena parte de la piel de su brazo, que distendía hacía mi. Sacó de un bolsillo una navaja, la abrió y con la punta, de abajo a arriba, trazó una la línea rojiza sin penetrar la piel.


-Observa.


Sabía que no tenía que creer en sus palabras. La lógica me impedía creer algo que a gritos, mi instinto, mi intuición, decía que era verdad. ¿Las pruebas? No puedo explicarlo. Es como si su presencia fuera la prueba que necesitaba. El derroche de seducción que sin un movimiento me envolvía. Sus ojos. Su voz profunda que violaba el cerrojo de mi cuerpo y se adentraba hasta estremecer mi alma. Él era la prueba, él era la duda… él era un vampiro.


La navaja se adentró lentamente en la piel, atravesando la dermis, la epidermis, abriendo de abajo a arriba un surco de 5 centímetros que chorreaba una gruesa línea de sangre que siguió la curvatura de su brazo, hasta ser víctima de la gravedad y caer en 2 gotas, que antes de llegar al suelo y esparcirse con un "plof" mudo, regresaron a su brazo junto con el resto de la sangre. La herida era un hoyo oscuro que engullía lo que se escapó y reconstruía lo destruido, cerrándose ante mis ojos. En pocos segundos, la piel morena volvió a ser lisa. La navaja, la sangre, la herida, el dolor que nunca existió en el semblante del vampiro, todo fue lanzado a un pasado que no pareció constar al tiempo, solo a nosotros dos.


-¿Qué quieres de mi? –Aparté la mirada de su brazo regresándola a sus ojos.


Él sonrió, con una inocencia inaudita para un vampiro. Y esa curvatura en sus labios, me enchinó la piel más que si se me hubiera abalanzado, con sus colmillos apuntando a mí yugular.


-¿No sería mejor que empezaras por preguntar el nombre de quien se metió en tu casa sin pedir permiso? –Guardó la navaja en el bolsillo.


Me atreveré a decir que es probable que él tuviera más miedo del que supuestamente debí haber tenido yo. Si lo pienso detenidamente, es probable que los vampiros nos tengan más miedo a nosotros, que nosotros a ellos, porque eventualmente su existencia nos es un peligro, y la reacción que tenemos hacia ellos no es precisamente la más civilizada. Además, somos millones, ellos solo son cientos -¿cientos? ¿decenas? tal vez menos-. Nosotros podemos sobrevivir a la luz del día y las sombras de la noche… ellos no. Y ese miedo tatuado en su mirada, aunado al hechizo que emitía, me controlaban, me orillaron a hacer la pregunta como si la hubiera incrustado en mi cabeza, jalado por mi tráquea y extraído de mis labios con un hilo invisible.


-¿Cómo te llamas?


-Yamamoto Takeshi.


Yamamoto… Takeshi…


Él…




**10 años atrás**


Namimori


-¡Eh! ¡Cabeza de pulpo! ¡Espera!


-¡No es mi culpa que seas una tortuga, Cabeza de Césped!


Dos adolescentes corriendo por las calles de Namimori. Vidas despreocupadas. Una amistad, aunque difícil de entender por sus constantes reyertas e insultos, brutamente sincera.


-¡No soy lento! ¡Tú eres un tramposo por no esperarme y echar a correr!


-¡Te quedaste como lelo cuando el profesor Xanxus se giró! ¡Si querías que supiera que te gusta, hubiera sido ligeramente más obvio si se lo escribías en la pelota de futbol, antes de patearla hacia él! ¡Chance y de ese modo le hubiéramos dado una razón para que realmente pensara que fue a propósito! ¡Ahora nuestro cuello pende de un hilo en matemáticas!


-¡¿Qué dijiste, señorito "me gusta la Historia"?


-¡Que no me gusta!


-Si. Ya. Claro.


A los 15 años el mundo es un lienzo sin escribir. Un mar de posibilidades. Un horizonte inexplorado de deseos, de anhelos, de sueños. Uno de los puntos decisivos del rumbo de nuestras vidas, al tiempo que un parque de recreo donde todo es despreocupado e inocentón. Vitalidad en plena flor.


Cada que recordaba esos días en la secundaria, inevitablemente sonreía. Tenía buenos amigos, y pasé increíbles momentos. Sin embargo, pese a los gratos recuerdos que aun guardo de esos días antes de que el Cabeza de Césped se mudara con quien fuera nuestro profesor, y comenzara una extraña y peligrosa relación que siempre lo ha hecho feliz, también hay una franja oscura de memorias olvidadas. Un sitio frio que devora la poca dicha que tengo si me acerco demasiado, y me deja seco, a oscuras, sumergido en la desgracia de no saber que ocurrió en ese tiempo que he olvidado.


No puedo preguntar a alguien por esos días, porque no son recuerdos que desaparecieran de un día para otro. Son fragmentos que el tiempo inhumó en lo más profundo, probablemente para mantenerme a salvo de los secretos que en ellos residían. Cuando intento acercarme y resistir al tortuoso despojo de luz, un susurro suplicante desde mi corazón emerge. Fantasmas de palabras y sentimientos, que instan a seguir, a continuar, a no dejarlos. Cadenas más fuertes que el diamante, más transparentes que el viento, que me sujetan y acorralan el corazón, amenazándolo con un brillo tentador que en un ayer inundó mi existencia.


Y ahora, 10 años después… finalmente encontré la vía a ese tramo de pasado que me rogaba lo encontrara, y que me alejara.


La razón por la que olvidé gran parte de esos años, fue porque era doloroso recordarlos y vivir con su sombra presente.


Hace 10 años, me enamoré de un profesor. Un idiota que amaba pasar las tardes observando el cielo, despejado o nublado, recostado en el mismo claro, en lo más alto de una de las colinas de Namimori, que encontré por error una semana antes de que él se mudara a la ciudad, y se convirtiera en mi profesor de historia. Ese idiota era muy bueno dando clases. De inmediato se ganó a los alumnos con su personalidad alegre y relajada, excepto a mí. Desde que lo vi entrar, me cayó como una patada en los bajos esa sonrisa de estúpido que lucía, su incansable cara de tonto y ese "ja, ja, ja" que hacía que las chicas y algunos chicos se derritieran por él. No fue sino que hasta el destino me jugó la mala pasada de coincidir con él en el claro de la colina, que empecé a darme cuenta que era mucho más que solo un idiota feliz. Tenía un lado sensible, maduro, fuerte, recio, que imponía cuando hablábamos de algunos temas, y podía alternarse con las sonrisas de bobo que mostraba a todo el mundo. De modo que poco a poco, entre habituales encuentros, algo nació. Ese lugar pasó de ser el punto de encuentro de un alumno rebelde y un profesor idiota, al punto de encuentro de dos amantes que esperaban a que el instituto terminara.


Afortunadamente, la espera concluyó; desgraciadamente, sin el final esperado.


Me gradué del instituto, pero una semana antes, el glorioso futuro que había planeado al lado de mi idiota profesor, un futuro que incluía mudarme a su departamento y en dos años más viajar con él a Tokyo, se destruyó. El idiota… murió de una extraña y devastadora enfermedad. Los muros de felicidad que construí se vinieron abajo, sepultándome en vida, enterrándome en la piel las afiladas puntas de los escombros, y en el corazón la gélida estaca de un amor asesinado.


Cada paso que di al futuro, fue una pala de tierra sobre cada recuerdo del idiota. Las sonrisas se borraron permanentemente de mi rostro. Me hice profesor de historia. Me mudé a Tokyo. Adquirí un ir y venir de una vida monótona, sin deseos de volverme arriesgar a amar, irónicamente en una persecución constante la sombra de la que huía.


Olvidé.




-Hayato. –Apreté los parpados.


El impulso del llanto afloró desde mi pecho, ascendiendo con un nudo en la garganta, una metálica sensación en la nariz, y lágrimas encarceladas entre mis parpados.


-Hayato. –Detestó dormir. Cuando uno duerme las defensas bajan. Se queda vulnerable a los ataques de los monstruos del pasado, que asechan en los sueños y los metamorfosean en arrogantes y homicidas pesadillas que nos hacen saltar de la cama y mostrarnos tal cual somos: débiles.- Hayato.


Soy débil. Lo sé. Porque no importa cuánto luché por enterrar su recuerdo, el vaho de esos días permaneció intacto en mi infantilmente terco corazón, que pedía, que rogaba, aun sin recuerdos, que regresara para sostenerme en sus brazos, para decirme que me amaba, que todo estaba bien ¡que nunca se apartaría de mi lado!


-Hayato.-Su voz. Aun siendo una efigie de mi imaginación, es nítida, fresca, cariñosa. Sus palabras franquean toda defensa, llegan a mi lastimado corazón y lo acarician delicada y tortuosamente.


Dime, Takeshi ¿Por qué tuviste que morir y abandonarme?


-Hayato…


Perro desgraciado. Me embelesaste por completo, me esclavizaste a ti… y luego, me abandonaste en la calle con el collar bien sujeto al cuello, para que nunca me lo quitara y todo cuanto me viera, supiera que ya tenía dueño, un dueño que no me esperaba de regreso en casa, y al que por más que esperara, no volvería a ver cruzar el marco de la puerta con su estúpida sonrisa, porque no regresaría nunca.


-Hayato…


-Ta… ke… Takeshi. –Una lágrima resbaló por mi mejilla. Solitaria lagrima que se perdería en la funda de la almohada, a falta de una cálida mano que la detuviera y salvara de un abismo sin fin.


-Ha… -Un susurro. La lagrima que es rescatada con una caricia. Me sobresalto al sentir esa mano, y al abrir los ojos e incorporarme de golpe… él está ahí…


¿Cuántas veces imagine que algo así ocurriría al despertar luego de días y días de noches eternas? ¿Cuántas veces me dije que era un imbécil por esperar que regresara? ¿Por qué… solo puedo llorar?


-Takeshi… -Las lágrimas corren libremente por mi rostro, se pierden en la piel, la tela, y sus manos que sostienen mi rostro. Unas manos grandes, pero frías.


Él sonríe. Y solo quiero que diga mi nombre miles de veces para que cuando mi sueño acabe, pueda conservar fresco al menos el fantasmal sentimiento de su voz formando letra a letra mi espíritu, mi ser.


Su pulgar acaricia mis labios resecos. Cierro los ojos. Takeshi lo entiende y se acerca despacio consumiendo cada año que ha pasado. Mis labios reconocen a los suyos de inmediato –me doy cuenta que no es un sueño, aunque me aferro a ello para evitar caer en caso de lo que creo que es el suelo, solo sea una nube pasajera-, no hay necesidad de hablar. Sus manos pierden la timidez inicial con la que alejó el llanto, y se desplazan por mi cuerpo. Es él, es él, el mismo imbécil que cuando tenía que dejar de verme por unos días cuando iba a algún encuentro de profesores, al regresar se abalanzaba sobre mí como una bestia hambrienta, y me devoraba con una ternura y lujuria, indómitas. A pesar de que sus ojos ya no sean del mismo corriente café que adoraba, que las marcas de mis uñas enterrándose en su piel mientras entra en mí y me marca como suyo, a sabiendas de que no lo he hecho con nadie más -que siempre he sido, y seré suy-o, desaparecen casi al instante, es el mismo Yamamoto Takeshi que amo tanto que duele, que sana, que me hace vivir y morir.


Es el mismo, siempre lo será… sea humano… sea vampiro.

Notas finales:

Notas de la autora:

Damos comienzo con el primer capítulo de este nuevo fic, completamente 8059… bueno… y con algo de D18 y 6927, pero mayoritariamente 8059, y dejando de lado mi obsesión por meter a la Tuna como piedrita en el camino.

Como ya lo había comentado antes, este ff se podría decir que ya está terminado, así que no creo tardarme mucho al momento de publicar los capítulos. Alrededor de una semana, en lo que hago correcciones y todo eso.

Y pues bueno, espero que el capítulo sea de su agrado, que no me asesinen mucho porque lo que viene es una historia de drama, nada de comedia, pero como les dije con Hard/Love-Boy, aunque parezca el final de las cosas, recuerden que la 8059 es amor, y también esperanza. Y si… amo a esta pareja.

Nos vemos en el siguiente capítulo, y de antemano, agradezco sus rewius, que son el motorcito de mi yaoista imaginación.


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