Hay lazos que no se pueden quebrar no importa lo que pase ni cuantas lágrimas o sangre se hayan derramado, ese es nuestro caso.
Cuántas veces te he lastimado?, cuántas de las cicatrices que tienes en tu cuerpo te las he hecho yo?, de cuántas de las mías eres el culpable?... después de tantas guerras declaradas y pequeñas peleas caseras ya he perdido la cuenta.
Aunque la herida que más tardo en sanar no fui yo el que la causo pero si ayude a que te la hicieran. Esa herida atravesó tu corazón, llego hasta tu alma y pasaron demasiados años para que al menos aceptaras que habías perdido, porque admítelo jamás lo superaras lo sé yo que te he acompañado (y provocado) cientos de borracheras, tantas como las ocasiones que llorabas por él.
Pero ahora todo es diferente… ahora no lloras (al menos no tanto) sino que sonríes como solo tú sabes haberlo: una pequeña sonrisa que se desliza por tus labios sin tu permiso, algo inconsciente, bastante dulce e inocente y llena de felicidad, porque no importa si te esta susurrando palabras dulces o declarando que tu comida es la mejor arma letal que pueda existir y la usará en la tercera guerra mundial para vencer a todos, es algo que no puedes evitar cuando estas ante su presencia. Y me enferma.
No puedo seguir con mis pensamientos puesto que me has golpeado haciéndome recordar que hoy tenemos una reunión solo los dos… solo los dos, como antes, como siempre debió ser.
Antes de salir de la sala de juntas tengo que observar como Amérique te confunde con una sus hamburguesas y parece engullirte sin ningún tipo de recato – un mocoso sin clase – es lo que pienso y sigo tu paso cuando al fin has podido sacártelo de encima no sin antes sentir su mirada encima de mío recordándome amablemente sus amenazas de no intentar nada contigo el día que se declaro tu pareja, aunque tu aún no sabías nada. Sigo mi camino sin importarme lo que piense, como siempre, y apuro mi paso para alcanzarte porque ya son pocas las ocasiones en la que puedo disfrutar de tu compañía sin un tercero, son pocas las veces en las cuales podemos compartir un mismo camino.
Hablas y hablas, puedo ver tus labios moverse, puedo escuchar tu voz peor por alguna razón no puedo comprender lo que dices. Tratados, acuerdos, comercio, importaciones, exportaciones, armas, etc., etc. Y solo puedo pensar mi querido Inglaterra que esto es demasiado serio y no nos sienta para nada.
Yo debería estar acosándote, insistiéndote en enseñarte les secrets de l'amour y tú golpeándome como el salvaje hooligan que eres pero nada eso pasa ni pasara, tal vez algo dentro de nuestra relación por fin se ha roto aunque no logro identificar qué pero si se quien lo causo. Al igual que antes me pregunto si podré separarte de él una vez más para que regresemos a lo que éramos antes aunque dudo mucho lograrlo los tiempos han cambiado igual que nosotros, aunque no parezca.
Noto que tu voz se detiene, me miras con el ceño fruncido seguro me has preguntado algo pero no puedo responderte. Suspiras, pareces cansado y estiras tu mano para beber un poco de té, la cual atrapo antes de que llegues siquiera cerca a la vajilla. Tus manos son tan suaves como siempre, ha pasado un tiempo desde que las he podido tocar de esta forma, porque sentirlas mientras me golpeas no cuenta.
Estas sorprendido, lo noto en tu cara pero no hacer nada excepto mirarme. Sujeto firmemente tu mano entre las mías diciéndote sin palabras que nunca quiero soltarla, las acaricio y una vez me grabo su forma y textura en mi mente para no olvidarla – quién sabe cuando vuelva a tener la oportunidad de tenerte así - Pienso tantas cosas, pienso en nuestro pasado, en todas nuestras aventuras, las tantas veces que has hundido una espada en mi cuerpo, y las otras tantas que me has disparado y con esas mismas manos vendaste mis heridas.
Beso tu mano con todo el amor que tengo contenido dentro - Je t'adore – susurro. Las palabras han salido y tú te quedas en silencio. Alzo la vista para poder ver tus hermosos verdes ojos y verme reflejado en ellos pero como siempre no estoy ahí… no puedo ver tu rostro por completo porque al parecer encontraste el misterio del universo en la alfombra y te quedas ahí quieto, en silencio.
- Anglet… - intente decir algo pero fui callado por unos de tus certeros golpes y no solo rompiste el hilo de mis pensamientos sino que la vajilla, la mesa.
Ahora te escucho decir algo sobre tomarme las cosas en serio, que no estás para bromas, que has perdido tu tiempo, que soy un maldito pervertido y la próxima vez no tendrás reparos en asesinarme. Me avientas los documentos en la cara y me adviertes que si no tengo una propuesta elaborada para la próxima reunión me acusaras ante mi jefe.
Tomas tu abrigo, te diriges hacia la puerta – Angleterre – por fin logro articular, volteas y por fin me puedo verme en tu mirada - ¿Por qué? – es lo único que puedo preguntar pero no dices nada solo abres la puerta y te vas no sin antes decir lo de siempre – You know the answer Francis.
Me quedo sentado en el piso, volviendo a pensar nuevamente en lo que eso significa y son tantas cosas que me empieza a doler la cabeza.
Me levanto y se sirvo una copa de vino. Pienso un poco más.
- Como envido a Alfred - le confieso a la rosa que adorna uno mis jarrones – a él solo le basto ser criado por Angleterre para conseguir su amor, le basto su guerra de la Independencia para hacerse notar, intervenir a la última hora en la segunda guerra mundial para ser visto como igual y una confesión nada romántica para ser tomado en serio – observo la rosa, dejo la copa a un lado, aspiro su aroma y tomo mi abrigo.
- Arthur… - es mi último pensamiento que tengo antes de dirigirme a la calle.
En estos momentos lo mejor que se puede hacer es disfrutar la vida como si fuera el último día así que tomo mi celular y llamo por la a compañía adecuada para estas situaciones.
Parce que je suis France, la terre de l'amour, y no puedo privar al mundo de mi hermosa presencia solo por un mal de amor.