Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Pero no me dejes nunca... por Kiharu

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Espero que les guste :)

Notas del capitulo:

Leean :)

01.-Pero no me dejes nunca.

Donde estés hoy siempre
yo te quiero conmigo
necesito cuidado,
necesito de ti.

–No siempre vamos a estar aquí, ¿lo sabes?

–Claro.

 Era un esplendido invierno, donde sabes que encontrarás el amor de tu vida, o al menos algo demasiado interesante para contar de regreso de vacaciones. Había viajado en mi propia ciudad a un hotel; de esos que te ofrecen de más de mil diversiones. Se alquilaban usualmente dos semanas por un precio bastante razonable y te divertías mucho.

 Yo hice más que divertirme. Había encontrado a Suzuki.

 Akira, había sido mi amor de educación media superior; él se había ido al extranjero para ser médico, y ahora lo era. Impresionante era la palabra con la que diría el hecho. Viví esas dos semanas con mi amor.

–Pero es lindo que aun estés aquí.  – dije antes de sentir sus labios sobre los míos.

–También es lindo encontrarte aquí, Takashima.

–Akira… hagámoslo. – le dije aferrándome a su cuello.

–Shima, te expliqué que no podía hacerlo contigo… – su mirada siempre se ponía triste cuando hablábamos de “eso”. – así que por favor no insistas más… nos vamos mañana, ¿Por qué no disfrutamos con algo más este último día?

–Quiero hacerlo… por favor, es probable que no nos veamos más… tú no vives en esta ciudad…

–Pero… hay muchas consecuencias en tener sexo, demasiadas. Además, volveré en verano a la ciudad… tal vez para ese entonces…

– ¿Me estás diciendo que quieres esperar más de seis meses para tener sexo conmigo? ¿Qué hay de malo en hacerlo ahora?

–Nada… pero…

– ¿Pero qué? ¡Todo el tiempo me pusiste excusas! – me sentía frustrado por las negativas de Akira; yo lo amaba ¿Qué había de malo? No podría soportar más tiempo, quería hacerlo. Tal vez sonaría bastante posesivo, pero en verdad quería. O… acaso… ¿él ya tenía a alguien? Mis ojos estaban esperando un pequeño detonante para echarme a llorar. – no es justo… yo te conté todo sobre mí… ¿Por qué me evitas? ¿Eh?

–Shima… no es eso. Tampoco es como si tuviera otra pareja… pero yo no…

–Entonces, házmelo. – declaré tan decidido que si fuera un presidente, hubiera intimidado a mis trabajadores. Lo besé con frenesí. La idea de que mañana los dos partiríamos a una nueva etapa de trabajo, me dejaba helado. Quería disfrutar hasta lo más pequeño de él. Quería que nuestras últimas horas fueran especiales. Sentía sus manos en mi pecho. Él quería parar. Pero yo no lo haría.

Si me voy, a donde vaya
yo te llevo conmigo
no me dejes ir solo
necesito de ti.

 Lo despojé de su playera. Se había opuesto al principio, pero luego dejo de hacer contra mi pecho, y comenzó a caminar hacia la cama de nuestra habitación. Todo el tiempo pensaba en este tipo de cosas, incluso llegué a sentirme como un acosador, pues moría por tocarlo, por besar la piel que solía exponer cuando se duchaba.

 Quería permanecer por siempre a su lado. Por lo menos deseaba que por ese día me permitiera tener un recuerdo nítido sobre lo que había sido mi amor.  Le temía rotundamente a sus palabras; temía cuando él decía “nos volveremos a ver” no fuera verdad.

 Desabrochó mi suéter con delicadeza. Me encontraba sentado en la cama con él en medio de mis piernas. Lo había excitado. Sentía un creciente bulto chocar contra el mío. Me gustaba la sensación. Apoyé mis manos a un lado de mis caderas, mirándolo profundamente a los ojos.

– ¿Estás seguro de esto, Shima? – lucía preocupado. – ¿Tienes condones?

–Muy seguro y sí. – mentí.

 Pasó a quitar mi playera. Levanté mis brazos facilitando el trabajo. Paso sus manos con mucho cuidado desde mi clavícula, pasando por mis brazos, recorriendo mi pecho, hasta mi abdomen. Sus yemas estaban frías, eso erizaba mi piel. Cerré mis ojos y eche mi cabeza para atrás. Suspiraba levemente.

–Te amo.

–Yo también.

 Colocó sus dos manos en mis hombros y me dio un empujón dejándome extendido en la cama. Me deslicé por la misma para que mis piernas no colgaran en el filamento. Él, trepo hacia mí, quedándonos completamente sobre la cama; él en cuatro sobre mí. Me miró y sonrió. Besó mis labios con suavidad. A pesar de que las caricias eran muy lentas y suaves, ambos estábamos excitados. Estiré mis labios y el volvió a besarme, acaricié sus cabellos y lamí sus labios, para que después el me besara con desespero, mezclando su lengua con la mía.

 La sensación de calidez que invadía mi corazón, no puede ser comparada con nada.

  Compartíamos saliva. Nuestras lenguas se movían fuera de la boca de alguno de los dos. Acariciaba mis costados, yo, simplemente mantenía mis manos sujetas a sus brazos. Tocó mi pezón izquierdo y gemí. Corté el beso y gemí. Cerré mis ojos y el pellizco mis pezones, luego sopló sobre ellos, haciendo que arquera mi espalda mientras el reía.

– ¿Qué… Ahh… es tan gracioso?

–Lo sensible que te pusiste.

 Abrí mis ojos y su encantadora mirada atrapó a la mía. Bajé hasta que mi cara llegó a su pecho, para lamer los suyos. Él también gimió satisfactoriamente. Lamí su pecho. Su piel era suave, muy suave. Era blanca, y se ponía roja muy rápido.

–Déjame hacerte sentir bien a ti, no hagas nada… por favor.

–No es justo… quiero tocar también…

–Toca, pero yo seré el que haga sentir bien.

 Me volví a acostar mientras que él rápidamente metió su lengua a mi ombligo. Sus manos seguían en mi pecho. Abrí mis piernas –que hasta el momento habían estado juntas desde que nos acostamos– y se acomodó mejor. Sus manos bajaron sensualmente hasta mis pantalones, y con mucho trabajo me  lo desabrochó.

Tú me sabes bien cuidar.
Tú me sabes bien guiar.

 Regresó a mis labios y me besó con violencia. Mientras me distrajo con eso, bajo mis pantalones, mis calcetines, y mi ropa interior.

–Hace frío.

–Se te quitará. –rió. – me quitaré esto también.

 Sus movimientos me hipnotizaban. La mirada lujuriosa que tenía me encantaba. Su voz me hacía sentir escalofríos. Lo miré acosado y relamí mis labios. Sonrió dulcemente ante mi intento por ser erótico.

–No hagas eso, no te reconozco.

–Eres muy… tú…

 Se terminó de quitar la ropa y miré sus piernas blanquecinas, y su pene tan erecto como él mío.

 Estaba tan loco de amor por él, que juraría que  olvidaría los cinco años que pasaron desde que salimos del instituto y que estuve totalmente solo, con una melancolía superior a la que podía soportar yo mismo. Tomó mi miembro y comenzó a subir de arriba-abajo su mano. Fría pero cálida. Tan placentero que mi cuerpo sufría espasmos.

Todo lo haces muy bien tú,
ser muy bueno es tu virtud.

–Ahh… Ah… Akira…

  Metió mi pene en su boca y simuló embestidas. Sus rubios cabellos se movían en un candente vaivén con mis caderas.

 Era mi placer tan grande que con mi mano hice más rápido el maravilloso sexo oral que me practicaba. No me tarde mucho, y terminé en su boca. Se levanto dejándome ver su sonrisa traviesa y sus labios rojos e hinchados por la rapidez que yo mismo había impuesto.

–Que sexy eres…

–Tú me dejaste así.

Sonreímos. Mi corazón latía fuertemente.

Como te puedo pagar
todo lo que haces por mí…

–Ahora… pásame los condones. – pidió un poco sonrojado. – Y si quieres también lubricante… – esta vez me sonrojé yo.

–El lubricante en mi mochila… – esperaba que no se preguntara porque tenía lubricante en mi equipaje, aunque ni yo lo sabía. Se levantó y yo abrí más mis piernas. No tenía condones. ¿Para que los quería si yo lo amaba solo a él? No tenía planeado hacerlo con alguien más.

–No veo los condones Shima… – me levanté de estar cómodamente acostado. – ¿Dónde están?

–No… no están.

–Entonces, mejor me masturbaré.

– ¿Quieres decir que te doy asco? – mis ojos amenazaban con llorar. Me odiaba por ser tan llorón en cualquier situación y tal vez chantajista, pero no era mi culpa, decía lo primero que entraba por mi mente. No quería parar, todo se había sentido muy bien.

–Shima… no empieces, eres hermoso, pero sin eso no podemos…

– ¡No me importa!

Me levanté y lo lancé contra la cama. Me miró sorprendido, e intento levantarse, pero me subí sobre él, impidiéndoselo.

–Por favor Akira, por favor. Tú me hiciste sentir bien, te amo, y quiero terminar con esto…

Comencé a llorar sobre su pecho. Me abrazó protectoramente. Se movió dejándome nuevamente a mí debajo de su cuerpo.

–Cumpliré tus caprichos, solo porque mi corazón es tan tuyo, que siente lo mismo que estás sintiendo ahora… solamente recuerda que me enamoré de ti, por quien eres, no por tu físico, o solo por tener este momento contigo.

–Me pasa lo mismo.

–Ya no llores, mi niño.

Me besó. Abrió la botellita de lubricante; la vertió sobre su pene y sus dedos. Sus manos fueron a parar nuevamente a mis pezones, mientras que su miembro se internaba por mi entrada.

Todo lo feliz que soy
todo este inmenso amor
solamente con mi vida
pues ten mi vida, te la doy.

 Lloré. Sonreí. Gemí. Mis emociones y sensaciones se mezclaban. Estaba tan enamorado y emocionado, que no dolía como tal. Dolía mi corazón. Dolían todas mis emociones de la felicidad que me abordaban. Dolía que el sonriera tan placenteramente al entrar y salir de mi cuerpo. Me sentía feliz. Muy feliz, solo a su lado.

–Te amo mucho, Shima… – entró, salió.

–Yo también… ah…

 Mi cuerpo chocaba con el de él. Gemía demasiado, en cambio, él era más discreto. Tomó mis piernas y las puso en sobre sus hombros. Cerré mis ojos. Escuchaba el chocar de su ingle contra mi trasero y lo pegajoso que se había puesto por el lubricante.

–Me voy… a… Ah… – me corrí y a tan pocos segundos que lo hice, él también terminó.

 Salió de mi entrada y bajé mis piernas. Depositó un pequeño beso en mis labios. Se recostó a un lado de mí, y susurró un “te amo”. Lo abracé y me quedé dormido.

No importaba si eran las siete de la noche, dormiría junto a él todo lo que me fuera posible antes del día que seguía.

Porque entonces, sería nuestra última mañana juntos, y luego tendría que esperar por mucho tiempo.

Pero no me dejes nunca,
nunca, nunca...
te lo pido por favor.

Me levanté con pereza, el sol ya chocaba con mis ojos. Mi cabeza no reposaba sobre su pecho, como lo hizo en la noche anterior. Ahora estaba sobre una almohada. Tanteé la cama, pero no había nadie más que yo. Nadie. Estaba solo en el cuarto de hotel que en algunos minutos u horas tendría que desalojar,  para dejar que se llevara a cabo otro romance.

Tú me sabes bien guiar.
Tú me sabes bien cuidar.
Todo la haces muy bien tú,
ser muy bueno es tu virtud.

 La tristeza me aprisionó. Creí que nos despediríamos de una forma romántica; tal vez nos miraríamos al despertar, y me daría los buenos días con un beso; o quizá nos besaríamos con ropa abrigada afuera del hotel, sin importar las miradas curiosas. Y tan solo había una pequeña probabilidad de que volviéramos a hacer el amor. Pero tenía mis ilusiones, y ahora no pasaría nada, porque estaba solo yo.

 Esa mañana me levanté con lágrimas en los ojos. No quería irme. Quería preservar su recuerdo. Su olor corporal y esa mirada que mataría a cualquiera. A duras penas, recogí la habitación. No es que fuera necesario hacerlo, lo hice más bien, para poder estar más tiempo ahí dentro, con una excusa que me retuviera. 

 Tomé mis cosas, y abrí la puerta.

 Ahí, afuera, había un pequeño cofre. Era rojo, con decoraciones doradas, una pequeña llave se extendía frente el cofre.

Como te puedo pagar
todo lo haces por mí
todo lo feliz que soy
todo este inmenso amor

Cubrí con mis manos mis labios. Me agaché y tomé el cofre en mis manos; sin más, salí del hotel.

Llegando directo a casa, me senté en la mesa del comedor frente el sobre. Había tenido la certeza que era para mí, al leer en una preciosa letra cursiva “Shima”. Abrí el cofre.

Una nota, solo eso.

“Me odio hasta donde no tienes idea. Voy a morir, y tú también. Tenemos SIDA. Aunque… si no te contagie, has corrido con una maravillosa suerte. A pesar de saber eso, sigo amándote. No sé si después de leer, también lo hagas. Este verano, ve a el lago que había a un lado del instituto ¿te acuerdas?”

Solamente con mi vida
pues ten mi vida, te la doy

¿Qué haría para dejar de llorar?

Sí, tenía el virus.

Sí, había sido necio.

Condené a Akira a sentirse miserable el resto de su existencia… si es que le quedaba mucho.

Me odié, ¡oh, lo hice con tanta febrilidad!, que quizá en tan solo seis meses pude olvidar como amar.

Pero no me dejes nunca, nunca...
te lo pido por favor.

Lo esperaba con ansias.

 Me sentía estúpido. Pero lo seguía amando. Más, habiendo esa conexión entre nosotros. Condenados por mis deseos, condenados por él.

 Llegó tarde, y con una sonrisa tan triste que sentí quebrarme.

 El sol se ocultaba. Y el brillo del pequeño lago se apagaba. Las espesas nubes amenazaban con dejar la lluvia caer. Mis piernas estaban aferradas a mi pecho, había estado llorando, pero, en aquél momento, me levanté y sonreí. Para él, para su pálida piel. Para mi vida.

–Te amo más que mi vida, Akira. – dije tan fuerte como pude.

Pero no me dejes nunca,
nunca, nunca...
te lo pido por favor.

–Te sigo amando, nunca dejé de hacerlo. – verlo llorar frente a mí, me destrozaba; más aún, porque yo era la causa de su llanto. – No me arrepiento de haber hecho el amor contigo. Me alegra tener el mismo destino que tú, así, me sentiré más cercano a ti.

–No seas tan comprensivo… me lastimas.

–Mala suerte, porque esa no es mi intención. Lo comprendí. Mi destino eras tú, aunque quizá para ti no sea así, para mi… lo es. – mi voz comenzaba a ceder. Ya me había permitido demasiado desde el momento en que no me derrame a llorar con él. – ¿Qué dices? Una nueva aventura, solo tú y yo… ¿Te parece?

– ¿Seguro?

–Sigo respondiente lo mismo, – se acercó a mí a paso lento. Lo alcancé, y lo tomé por el cuello para abrazarlo. Cerca de su oído, donde solo él me escuchara. – Seguro.

Pero no me dejes nunca,
nunca, nunca...

–Más seguro que nunca.

 La lluvia nos mojó. Pero no me separe de sus brazos. Sostuvimos nuestro apoyo mientras que ambos lloramos. Moriríamos, pero… lo haríamos los dos juntos.

Te lo pido por favor…

Notas finales:

Nos leemons :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).