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Un mundo loco. por hijo de las sombras

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Verdaderamente que eso era algo más que extraño, nadie se lo decía directamente; pero el podía fácilmente intuir cada una de las miradas que iban dirigidas hacia su persona. Por donde pasara, no había alumno ni profesor que no siguiera su rastro; como si fuera un verdadero extraño. Tal vez, si hubieran existido los veelas masculinos y él fuera uno de ellos, lo verían con menos descaro y repugnancia. 

Porque aún cuando el cuerpo docente trataba de evitar esa mueca tan despreciable en sus rostros, la verdad, es que no podía esta dejar de ser impresa en sus labios. 
Más, algo para él no cuadraba enteramente. Aún no entendía mucho acerca del mundo mágico, y es que en verdad; no se le podía culpar, apenas una semana atrás se había levantado de la cama como un… 

- ¿Cómo les llaman a las personas “normales” en este extraño mundo de cambiantes escaleras?...- se preguntaba a sí mismo tratando de que su memoria o su imaginación no le fallaran- cierto, muggles.- dijo lanzando un fuerte resoplido de satisfacción que hizo que uno de los cuadros lo viera de mala cara.

En fin, hace una semana el era un muggle y ahora según parecía, sería entrenado para hacer aparecer cosas de un simple trozo de madera. En verdad, debería contárselos a sus amigos “normales”, pues esto estaba fuera de toda lógica entendida.

Pero, así como esa idea había llegado a su cabeza, terminó por esfumarse al recordar la cara de repudio que su padre le envió cuando le dijeron que su hijo no era otra cosa más que un mago. Al principio, todo parecía una broma extraña, más, cuando sus padres observaron bien al conjunto que había ido hasta a su casa para llevarse a su hijo a un “colegio de magia y hechicería”; pensaron que si era una broma, al menos estaban contratados grandes actores para el puesto. Pero no… no era broma; es más parecía tan, extraño, si esa era la palabra.

Al final, después de varios comentarios algo hirientes de parte de sus padres; al pequeño Racus Nip no le quedó de otra más que seguir a aquellas extrañas personas que destrozaron su calma habitual. Y aún con el rencor comiendo sus extrañas, tuvo que bajar la cabeza, pues sabía que ahora, esas personas que decían ser magos, serían las únicas que estarían con él.

En verdad, ninguno de sus sueños se asemejaba en nada a aquellos extraños parajes que se le presentaban ahora tan reales. No es que dudara de ellos y por eso fuera escéptico, no… solo, lo abrumaban demasiado saber que tantas cosas que sus padres atribuían a su edad, eran tan solo desconocidas para todos aquellos que no sean poseedores de un “gen mágico”.

De pronto, un imponente y lúgubre castillo se irguió frente a él, todos excepto él parecían tan tranquilos, como si aquello tan solo fuera una arquitectura más… un poco monumental pero nada de lo que admirarse. Pero vaya, para él, todo eso era simplemente irreal. Y cuando se vio delante de un sombrero parlante… casi cae desmayado, provocando algunas risas y algunos comentarios que no entendió, pero supuso que eran hirientes o al menos se burlaban de su proceder.

- Típico de los sangres sucias… nunca entienden nada de esto- espetó un muchacho que estaba detrás suyo. 
- Bien muchacho, siéntate…- le refirió una señora de aspecto maduro (por no decir senil) y porte decidido. 
- Oh, vaya… mucho tiempo hace que no me encontraba con algo tan peculiar como esto; si… podrías ser; pero… que difícil decisión- terminó diciendo el sombrero seleccionador.- bueno, espero que no me equivoque… ¡Slytherin!- gritó con todas sus fuerzas, haciendo enmudecer a todo el mundo.
- ¿Estás seguro que es bueno enviarlo a Slytherin?- por primera vez en muchos años (si no es que la primera desde siempre) el hombre más anciano de todos y el que parecía ser quien llevaba la voz cantante en ese grupo interrogó al sombrero.
- Si, lo estoy, sabes que nunca me he equivocado Dumbledore.
- Bien, así sea… ve a sentarte con los de tu casa muchacho.- tras esto, señaló una larga mesa donde todos ostentaban orgullosamente los colores verde y plata.

A cada paso que Racus daba, parecíale que trataban de aniquilarle con la mirada… de pronto esa idea se le hizo algo posible en ese mundo y trató de no observar a ninguno de ellos. No fuera a ser que cuando sus ojos hicieran contacto con otros, cayera lívido en medio del lugar.

Al fin, llegó y aún cuando nadie parecía dar crédito a lo que veían, en presencia del director más valía tratar bien a ese maldito sangre sucia. Por tanto, todos los alumnos de grados mayores, instaron a los de nuevo ingreso, que por el momento, tan solo se alejaran de aquel que de ahora en adelante, sería un estigma y una vergüenza para la esplendorosa casa Slytherin. 

Llegó el momento de dejar el comedor y que todos los alumnos se fueran a sus respectivos dormitorios, como siempre, los prefectos les conducirían al lugar y les dirían la contraseña.

- Sangre pura- dijo uno de los que al parecer eran prefectos en su casa. 

De pronto, como si fuera aquella palabra que de niños tanto nos emociona y que según la leyenda abre las cavernas. La pared empieza a moverse dejando ver una gran sala, decorada con los colores verde y plata. Demasiado ostentosa, tranquila y lúgubre. 

Racus sintió un sudor frío que recorría su espalda. Nunca antes hubiera podido creer en eso que ahora sus ojos presenciaban tan claramente. Poco a poco, tos y cada uno de los integrantes de aquella casa fueron entrando en el lugar. Y justo cuando el joven Racus estaba por entrar, la puerta inmediatamente se cierra no dejándole el paso libre.

- ¿Qué demonios pasa aquí?, sangre pura... sangre pura.

Nada, o la mentada pared tenía una falla o algo realmente serio estaba pasando en esos momentos. 

Notas finales:

Espero les vaya gustando esta historia vale.

M. H. Olvera (hijo de las sombras)


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