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Algo a cambio por Draconifors

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Notas del capitulo:

Ni Durarara ni sus pjs me pertenecen, solo lo que mi fujoshi mente y mis fangirls relatos hacen con ellos.

Izaya Orihara se caracterizaba, entre otras cosas, por hacer todo por beneficio propio. Bueno, pero en eso era como los humanos —algo que él sabía mejor que nadie—, si bien lo que él pedía era diferente: información o entretenimiento. Por lo general, era lo segundo, ya que no había acontecimiento en Ikebukuro que llegara a sus oídos. Por supuesto, las enredadas tramas que entretejía no eran apreciadas por los humanos hasta que el tapiz estaba terminado. Y, para entonces, ya era demasiado tarde. Por eso, a veces, podía pasar incluso por altruista. Pero, no, ese no era su estilo. Y eso a Masaomi lo tenía un poco... como con la mosca detrás de la oreja. Ese tipo no era de fiar, y ya era bien extraño que le pusiera en bandeja de plata la información que necesitaba.

Y le puso al tanto de sus sospechas. Izaya rió. Muy astuto, le dijo; y amablemente le invitó a pasarse por su humilde oficina para charlar largo y tendido sobre el tema. Eso no le olía bien a Kida.

Y así comenzaron a sucederse las visitas. Casi a diario. Sus encuentros lo dejaban física y mentalmente hecho polvo. Ese hombre era... inhumano. Sí, esa era la palabra. Inhumano.

Kida apartó la mirada. Avergonzado, rabioso sin poder dar rienda suelta a su cólera, por sensatez o miedo, se sentía impotente. Lucía marcas de uñas ligeramente amoratadas en brazos y caderas, provocadas por el fuerte agarre del mayor sobre su carne. Chupetones que por suerte su pañuelo amarillo, causante de todo, taparía. El pelo rubio manchado de sangre que caía por su sien, a raíz de los golpes contra el cabecero de la cama en aquellas embestidas desmedidas e infinitamente dolorosas, lacerantes, fruto de las cuales las lágrimas ya secas habían corrido por sus mejillas, y por sus muslos una mezcla heterogénea de sangre y semen que dejaba en el colchón la prueba de que nuevamente había... sucedido. Y no importaba cuántas veces, porque todas y cada una de ellas eran insufribles... completamente insufribles.

Se quedó ahí, tirado. Dolorido, humillado, destrozado en definitiva. No tenía ganas siquiera de moverse. Los pasos de Izaya le habían indicado su marcha hacía un rato. Mejor. Así pudo ponerse boca arriba, haciendo una pequeña mueca de disgusto, más por el asco que le producía verse así que por el dolor en sí mismo. Observaba el interesantísimo techo, si bien su mente estaba bien lejos de allí. ¿Merecía la pena todo aquello? No tenía otro remedio.

Bastante rato después, decidió irse de ese pútrido y odioso lugar, y se puso en pie, con dificultad, sintiendo molestia en el recto, y más todavía al tener que agacharse para recoger sus ropas.

— Masaomi-kun, ¿vas a alguna parte?

Ese bastardo había vuelto.

— Me largo de aquí —anunció.

— Vaya, vaya... ese tono no es muy amable, ¿es que no te gusta que te haga el amor~? —canturreó con ese tono burlón que hacía que a Masaomi le dieran ganas de partirle la cara—. Esto solo ha sido el descanso.

Antes de decir esa última frase, ya lo sostenía sus muñecas en una sola mano, por encima de la rubia cabeza, luciendo una sonrisa lasciva.


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