Cap. 01: Familia
_ Entonces, nos vamos. –sonrió la castaña.
_ Tengan cuidado, si? Los esperaré con la cena.
_ Quiero sashimi. –fue lo único que dijo el moreno.
_ ¡Si, si! ¡Ya vete! ¡Y más te vale cuidar de Kohane-chan! –le regañó el ojiazul.
Ambos partieron en silencio, caminando por las calles semidesiertas. Kohane sonreía. Unos minutos después, se volteó para comentarle a Doumeki.
_ Kimihiro-kun… parece cada vez más una esposa, nee?
Doumeki asintió con una especie de gruñido. Kohane amplió la sonrisa.
_ Me pregunto si le molestaría que lo llamara "mamá".
El moreno sonrió de medio lado.
_ Probablemente se quejaría como siempre.
_Eso creo.
Caminaron un poco más en silencio, hasta que Kohane agregó.
_ Pero estoy segura de que a ti te agradaría mucho. ¿Ne, Shizuka oto-san?
Doumeki sólo sonrió.
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Cap. 2: Nombre
Era curioso. Doumeki se había preocupado por ello más de una vez en los más de diez años que llevaba junto a Watanuki. Como todo lo que solía preocuparle, podía parecer insignificante, pero para él, acostumbrado ya a descubrir las razones ocultas detrás de cada gesto del ojiazul, seguía siendo un problema.
Aunque había descubierto que le estaba importando cada vez menos. De hecho, ya pasaba un tiempo desde la última vez que realmente se sintió molesto por ello.
Porque cuando la voz agitada y suplicante de Watanuki susurraba "Doumeki…" entre jadeos, hasta a él mismo, entonces, su apellido le parecía lo más hermoso del mundo.
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Cap 3: "Noches"
_ Bien, ya es tarde. ¡Maru, Moro, a dormir! – llamó Watanuki, alejándose hacia la habitación principal.
Volvió veinte minutos después, dispuesto a irse a la cama también.
_ Ya son más de las doce… -comentó, recibiendo un gruñido como respuesta. Se alejó en dirección al baño, en donde demoró bastante, apareciendo nuevamente sólo con un ligero yukata encima. Doumeki seguía exactamente donde lo había dejado, completamente concentrado.
_ Me voy a dormir. –informó el menor, expectante.
_ Ve. No demoraré mucho. –fue la respuesta.
Algo molesto, se alejó hacia el dormitorio, dejando la puerta abierta.
Media hora más tarde, volvió a aparecer en la sala, con el cabello algo revuelto y sin anteojos.
_ Ya son más de la una. –dijo, algo somnoliento, pero con el ceño ligeramente fruncido.
_ Sólo un poco más. –le aseguró el moreno, con la vista fija en la computadora, tecleando veloz.
Watanuki volvió a marcharse, regresando quince minutos después.
_ ¿Ya? –en su voz se notaba la impaciencia.
_ Un poco más…
Veinte minutos y volvía. Y Doumeki aún estaba donde mismo.
_ Ya es suficiente por hoy. – le reclamó, ahora claramente molesto.
_ Debo terminarlo. –se excusó el moreno, levantando por fin la vista para fijarla en los enfadados ojos bicolores.
_ Puedes terminarlo mañana. –fue la cortante respuesta, mientras la estilizada figura de Watanuki le daba la espalda. – No voy a esperar más.
_ Está bien. Enseguida voy.
Quince minutos más y Watanuki seguía mirando el techo de madera desde el futón. Ya había perdido la paciencia. Doumeki tenía la irritante capacidad de echar por la borda en un segundo los más de diez años que había tardado en aprender a controlar su carácter. Se sentó, furioso, y le gritó.
_ ¡Doumeki!
No hubo respuesta, más que el sonido de las teclas parando por un instante, y luego continuando.
_ ¡Ey!
Nada. El moreno ni siquiera se dignaba a contestar. Watanuki se sintió arder de rabia.
_ ¡Doumeki Shizuka, ven aquí en este instante!
Escuchó claramente al sonido de la computadora al cerrarse, y luego los pasos del moreno sobre el tatami, acercándose a la habitación. Molesto, se volvió a acostar, mirando hacia la pared, y cubriéndose hasta más arriba del cuello. Poco después sintió la puerta cerrarse, y el cuerpo de Doumeki recostándose junto al suyo, rodeándole la cintura con un brazo para acercarse a él.
_ La próxima vez te vas a dormir al sofá, ¿Me oíste? –le reclamó, sonrojado de rabia y vergüenza.
Doumeki sonrió, exhalando el aire sobre su nuca, mientras terminaba de acomodarse. ¿Cuántas veces había oído eso?
Un poco después, su mano encontró la de Watanuki en la oscuridad, enredando suavemente sus dedos, y cerró los ojos para dormir.
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