¿Cuánto tiempo había pasado?... ¿Cuánto más iba a dejar pasar? Podía esperar eternamente... el tiempo no era cosa importante realmente. Era otra cosa lo que le perturbaba, eran sombríos recuerdos de un pasado que no sabía si quería seguir guardando. Como un secreto muy sagrado, algo que jamás pudiera entregar a nadie, con celosía y cautela, cuidaba sus palabras ante el resto para que nadie recordara lo que todo el mundo sabía.
¿Cómo pudo pasar?
Esta pregunta hacía años le robaba los suspiros y lamentaciones de las que era víctima y pecador. En un par de años había sido capaz de volcar todas sus más grandes y poderosas emociones en un solo ser, una sola presencia le había quitado la libertad de estar en paz en cualquier sitio. Se sentía perseguido y abrumado a cada momento. Ya no estaba seguro de cómo sucedieron las cosas. Pero hoy, hoy estaba dispuesto a cambiar.
-Nada puede durar para siempre, Emmille.
***
El piso de brillante madera exhibía a lo largo de la habitación una colección desparramada de hojas escritas con bella caligrafía y ornamentadas mayúsculas. La luz del sol entraba apenas por un pequeño recoveco entre las cortinas de seda dorado opaco que iban desde lo alto del techo y se arrugaban en el suelo como una cascada.
Con un dedo, removió el polvo en una línea recorriendo la cubierta de un libro sobre una mesa, en el rincón. Todo parecía antiguo y abandonado, como si no viviese nadie en esa casa. Las hojas escritas se levantaron, se movieron y luego de estar suspendidas unos segundos, cayeron suaves al piso acariciándolo. La ventana había sido abierta. El sol le iluminó el rostro y arrugó el ceño por un momento. La luz también alcanzó a caer celestialmente sobre su acompañante, quien permanecía en silencio y escribía las hojas de papel con fina letra. Sin embargo, parecía sentirse incomodidad en el aire.
-Puedo retirarme si molesto- le dejó saber con una aterciopelada voz que aún produjo un rasguño en los oídos de quien detuvo su escritura y rompía su concentración para observarle. Sus labios no se movieron, sólo sus ojos lo escrutaban, las cejas enmarcaban una mirada seria y pensativa de ojos verdes que habían perdido el brillo en el encuentro con los suyos tras la interrupción.
-Muy bien, me voy...
Emmille dispuso su andar fuera de la habitación mientras oía los pasos dentro que iban a la ventana, el ruido que hacía al cerrarla, el descorrer de cortinas y finalmente un suspiro que claramente era de molestia. Estaba molestándole.
Nunca supo porqué siempre estaba tan serio. Parecía tan absorto en su propio mundo que daba la impresión de que en algún momento iba a desaparecer. Todo lo externo parecía molestarle. En aquella casa enorme y prácticamente vacía, solo frecuentaba los lugares más oscuros y escribía tanto...
Algún día le preguntaría qué decían esos escritos.
Algún día se atrevería a preguntarle.
Algún día, él tendría que dejar de evadirle y responder.