Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Angel's Tale por Kani_MissTakuya

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 

Fanfic Inspirado en la canción de Angel's Tale de HYDE ~

Créditos a su hermosa y maravillosa canción. (Recomendada)

Y también gracias a la película The City of Angels, que tiene una temática muy similar y que también fue de gran ayuda para algunas ideas. (Recomendada)

Iris de Goo Goo Dolls , esta hermosa canción también es una gran inspiración con respecto a los ángeles,

Notas del capitulo:

Este fanfic estaba planeado para ser un one-shot, pero probablemente sea un two-shot ya que quedaron muchas cosas inconclusas en éste caítulo, aún así, disfrútenlo. :3

 


Escuchaba el eco suave después de cada golpe de mis zapatos cafés en contra de la piedra que llevaba por suelo aquella ciudad. A oscuras. Me parecía hace tiempo no ver un sonreír del sol para nosotros. Los niños corrían en los jardines y yo escuchaba sus risas mientras contemplaba como se echaban unos encima de otros. Sus ojos brillaban con tal intensidad y pureza. Qué hermoso era ver unos ojos así. Sus madres los metieron por el gran portón de madera al ver mi insistente mirada en ellos, aunque yo jamás me atrevería a hacerles daño. ¿Por qué éste miedo en la gente? Esta sensación de ser frágiles cristales que se rompen, que se apagan, que se agotan de estar soñando por las noches. Pero aquí no hace falta la noche, ¿no es verdad? Las nubes grises cubren ese hermoso cielo.

 

Busco a mí alrededor alguna otra razón para seguir caminando en el pueblo. Los rostros de la gente a mí alrededor pasan, miran con frialdad, se alejan, todos me parecen iguales, parecen estar hablando acerca de mí. Soy el loco solitario de esta ciudad. Ni siquiera la gran fortuna que poseo alguna vez ha ayudado para que una dama volviera a acercarse a mí. Ellos creen que estoy loco. Ellos me observan fríamente de pies a cabeza y murmuran. Quieren que me vaya. Mi muerte no les satisface porque creen que jamás descansaré. Que siempre saldré a media noche, buscando aquello que se me ha perdido.

 

Caminé por aquel camino de piedra observando no más que mis zapatos. Me cansé de encontrarme con esas caras necias y acusadoras. Pero ellos no entienden ¿verdad? Es cierto que jamás han sentido esa paz tan peculiar al ver esos ojos. Cierro los míos, imaginándole, me parece haber muerto y estar sin alma en este duro mundo. Puedo contar el tiempo desde aquél noviembre en que vi a esa creatura por primera vez.

 

Llegué a la gran mansión que perteneció a mi familia por todas las pasadas generaciones, mi bisabuelo, mi abuelo, padre y finalmente a éste hombre solitario. Mis sirvientes me saludaron con aquella falsa hipocresía. Ni siquiera me deshice de la gabardina café ya que me dirigía a aquel lugar construido desde hace tres meses. Sentí de nuevo sus miradas sobre mí, como cada vez que iba. Quizá porque no esperé a media noche.

 

-      Disculpe, amo. ¿No cenará hoy? –se atrevió a cuestionar la más joven de mis sirvientas.

 

Mis pasos hacia la escalera se detuvieron secamente y con lentitud, giré mi rostro para mirar a todos los presentes. Tres sirvientas y dos hombres que atendían la casa. Se irguieron al verme y bajaron sus rostros.

 

-      Váyanse.

 

Fue todo lo que tenía que decirles. Aquellas personas se exaltaron y me vieron interrogantes, esperando quizá otras palabras, pero tan solo comencé a subir mi otro pie al siguiente escalón.

 

-      Pero… señor, ¿Qué quiere decir con eso? ¿Nos está despidiendo? –preguntó la señora de mediana edad, casi llorando.

-      ¡Que no es obvio! ¡Después de todo lo que le hemos servido a ésta familia!

-      En el cofre del estudio hay monedas de oro suficientes para cada sirviente en ésta casa. –ellos guardaron silencio. Sabría que la avaricia que poseían todas esas personas las callaría al instante- Repartan en partes iguales y no vuelvan por aquí.

Sentencié aquellas palabras y los sirvientes se miraron unos a otros, para correr después de unos segundos al estudio. Continué subiendo por aquel camino y sonreí imaginándolos discutiendo por la propiedad de esas monedas.

 

Comencé a subir ahora por la torre de piedra. Esa relativamente nueva que contenía pequeños escalones. Llevaba aquella libreta en mano como cada noche. Me senté al llegar a esa única y pequeña alcoba que se había construido para mí. Una cama, un par de muebles, algunas velas. Es todo. Y realmente, no necesitaba nada esa noche. Dejé el libro sobre la cama de blancas sábanas y contemplé la bellamente fría ciudad en la que había vivido todos estos vacíos años. Cuando pensaba que gastar el dinero en los lujos era lo mejor que podía hacer cualquier hombre. Pero a mis cuarenta años, apenas conocí la verdadera razón de mi existir. La dama de renombre que pensaba contraer nupcias conmigo, en mi segundo matrimonio, la dejé y ella se suicidó. Tal vez el horror de su familia al saber que no podría sacarlos de su ruina económica, o tal vez realmente me amaba que enloqueció al contarle aquella verdad. No importaba.

Inhalé el viento que cubrió mi rostro blanquecino y cerré los ojos, asomándome por el orificio de mi torre empedrada. ¿Desde cuándo me acostumbré a ese dolor profundo en mi pecho? Esa sensación de vacío que congelaba mi corazón. Llorar nunca fue una respuesta para la clase de hombre como yo. Sin embargo, cuando cerraba los ojos, las lágrimas caían libres y descaradas por mis mejillas, mientras mi rostro se empalidecía y los ojos se teñían de ese tono rosa tan molesto. No hice ningún ruido. O tal vez lo hice, pero mis oídos no querían escuchar nada. Sólo quería escuchar el mensaje del cielo. El mensaje de mi querido y frágil ángel.

 

¿Cuánto tiempo he esperado? Quizá desde que ordené construir la torre, o quizá antes, cuando descubrí la extraña costumbre de reflexionar por las noches.

 

No me di cuenta cuando pasó, pero la gran campana de la iglesia anunció con fuerza la media noche. Como diariamente, yo me encontraba asomándome al cielo en la construcción más alta de toda la ciudad, contemplando, rezando. Nunca fui tan devoto. Quizá en el fondo mentía y sólo rezaba por mis intereses. Estaba mal contener éstas esperanzas, pero lo deseaba con toda mi alma. Quería ver su dulce rostro una vez más. Sabía que me escuchaba y que me miraba justo como yo. Él sabía que estaba allí por él y eso dolía en su puro corazón. A pesar de que me rogara en sueños que fuese libre de su presencia, nunca pudo convencerme. Me aferré más a él. Si era necesario aislarme y convertirme en un ermitaño para escuchar su voz, estaba dispuesto a hacerlo. Quería escuchar ese suave y delicado timbre de nuevo.

 

¿Era que jamás podría ser correspondido? ¿Nunca volvería a verle? Como lo envidiaba. Daría mis días y mis noches, mis sentidos, para poder contemplarlo como a la luna. Como el consuelo de la oscuridad. Lo único que brilla en todo el negro del cielo cada noche, cuando parece que no habrá más que desdicha y miedo, la luz de la luna mata aquellos sentimientos, eso era él para mí. Lo estoy viendo ahora, cada vez que giro mi cabeza hacia el cielo. Quiero ver tus ojos, quiero traspasar las nubes. ¿Por qué no puedo tener alas?

 

Alcé mis manos temblando por el llanto pasado y las observé, sintiendo el viento helado enfriando las yemas de mis gruesos dedos. Los años me acabarían. Y yo, ¿continuaría esperándolo? La fuerza de éste hombre se había ido consigo…

 

-      ¿Por qué no vienes por mí? –susurré con gravedad y sentí como si todo se hubiese envuelto en un sepulcral silencio.

 

Entonces lo decidí. Caminé a paso lento hasta la libreta sobre esa cama y la tomé en mis manos. Sujeté una larga plumilla y la mojé con tinta para escribir unas palabras sobre ella. Dejé abierta esa página sobre la cama y acaricié con nostalgia a esa que había sido mi acompañante durante todos esos torturantes días. Me sentí agradecido, como si hubiese sido mi amiga y volví a aquella ventana de la torre. Subí mis brazos y me sujeté de esos pequeños pilares que adornaban los bordes de la ventana. Comencé por apoyar mis pies en el borde inferior y me giré para comenzar a escalar por fuera de mi torre. Era una corta distancia, pero quería llegar lo más alto que podía y ver el cielo sin ningún tipo de obstáculo. Ni muros, ni techos.

 

Llegué finalmente al techo de mi torre, apenas era un pequeño cuadrado, lo suficiente para sentarme y disfrutar de la sensación del viento. A medida de que la noche avanzaba, éste se hacía más frío. Me gustaba sentirlo ya que tú me enseñaste a disfrutar aquellos pequeños detalles de la vida que jamás noté.

Cerré los ojos y comencé a imaginar su pequeña y delgada silueta. Sus cabellos tan finos como hilos de seda. Sonreí. ¿Cómo no pude percatarme desde un principio de aquella verdad? Su mirada cálida que derramaba pureza. Él tan contrario a mí. El tan inexperto y frágil como un niño, pero tan sabio como un erudito. Me engañó. El conocía éste mundo perfectamente. Él me observaba todos los días y todas las noches. Lo hacía ahora, podía sentirlo.

 

Me levanté, dejando mi mente en blanco. Si no me descubriría. Mis pasos se escuchaban pero muy débiles por la altura en que me encontraba. Caminé justamente hasta la orilla de aquel techo. La ciudad se apreciaba demasiado pequeña a mis ojos, pero no lo suficiente para intimidarme. Me giré lentamente de espaldas.

 

-      Estoy aquí. –dije al aire, mirando hacia el cielo.

 Me quité los zapatos y mis pies retrocedieron, dejando la mitad de ellos al aire.

Mi cuerpo se mantuvo firme en aquella posición. Si él no podía venir conmigo, yo iría con él.

 

Y cerré los ojos empujándome hacia atrás.

 

Rápidamente, sentí la presión empujándome hacia abajo, pero yo cerré los ojos tranquilo. Había vivido lo suficiente.

-      ¡No! –escuché de pronto, como en un ventisca. Era su voz.

 

Y sentí una calidez envolviendo mi cuerpo, justo antes de caer en aquel camino de piedra de la ciudad. Me impacté, pero no con la fuerza para acabar con mi vida. ¿Cómo es que eso había sucedido? La vista comenzó a nublarse y oscurecerse, y antes de poder cerrar con paz mis ojos, un tibio líquido cayó sobre mis párpados. Como sus lágrimas.

 

 

 

Escuché voces a mí alrededor. Ecos fuertes pero no lograba encontrarles ningún sentido a sus palabras. Hasta que fui capaz de abrir mis ojos. El día había llegado y la gente al verme despierto se horrorizó. ¿Acaso estaba muerto? Me toqué la cabeza y apenas sentí un dolor leve y un raspón. Mi cuerpo adolorido y con heridas. Pero no estaba muerto…

Entonces recordé. Abrí mis ojos alterado y comencé a mirar a mí alrededor, buscando, buscando. La gente atemorizada comenzó a alejarse de mí.

-      ¡¿Dónde estás?! –pregunté en un grito que desgarró mi garganta- ¡¿Por qué?! ¡Déjame hacer esto!

 

Definitivamente las personas corrieron y murmuraron que Hideto Takarai se había vuelto loco. Que era peligroso. Y yo sólo lloraba con frustración.

-      Maldita sea, llévame contigo… -carraspee con la voz quebrada mientras me arrojaba en el suelo.

 

Mis sirvientes fueron los únicos que pudieron apiadarse de mi débil estado y me llevaron cargando de vuelta a casa. Las mujeres me curaron las heridas en el cuerpo con sumo detalle, como si creyeran que fuera de cristal. Pero yo estaba bien.

 

-      Llévenme a la torre. –dije con la respiración entrecortada y un dolor muy peculiar en el estómago al hablar.

Ellas se miraron con angustia.

-      No puede, amo. Debe descansar. Mire como está…

-      ¡Llévenme a la torre! –grité como pude y las asusté, pero se calmaron y me miraron con lástima al verme toser y derramar un poca de sangre.

 

La más joven le hizo una señal al único hombre de los sirvientes que se ofreció a ayudarme luego de esa tragedia y éste asintió con pesar. Me sujetó y comenzó a subir esos pequeños e interminables escalones.

-      ¿Por qué, amo? ¿Por qué hace esto? –preguntó con preocupación aquel hombre. Jamás escuché a nadie de la servidumbre hablándome en ese desconocido tono.

-      Jamás lo entenderías. –traté de finalizar esa dura conversación.

-      La gente en el pueblo… dice que está loco. Ahora, yo comienzo a pensarlo… -bajó el rostro el joven mientras subía los últimos escalones, llegando a la oscura habitación.

-      Puedes dejarme aquí. –dije fríamente y me soltó en la entrada.

 

Asintió y comenzó a salir de ahí con lentitud y apesadumbrado. Realmente no me importaba lo que ellos pensaran sobre mis actos.

Me acerqué a duras penas a la cama. Parpadee varias veces y mi corazón comenzó a latir con fuerza. La libreta forrada de café estaba cerrada con la pluma en medio de la página en que le había dejado. La tomé rápidamente y la abrí. Esa noche escribí:

 

“En mi corazón se encuentran grabados los recuerdos que perdurarán por siempre. Eternamente, Te amo.”

 

Precisamente debajo de esas palabras, estaba escrito con una suave y brillosa tinta plateada.

 

“Abandonaría todo por siempre tocarte. Tus lágrimas se secarán cuando cierres los ojos. Ahora, duerme, mi señor.”

 

 

Acaricié esas letras con mis dedos y la percibía como una página en blanco. Como si la tinta no existiera, pero las letras estaban allí. ¿Qué significaban aquellas palabras? ¿Debía descifrarlo? No… Te haría caso, mi bello ángel. Abracé contra mí y apreté con los dedos la libreta, cerrando los ojos y esperando…






 

Notas finales:

 

 

Listo ~

El primer cápitulo de dos. :3 Es corto, lo sé, pero es bueno!

Si les gustó RECOMIENDENLO

XDDD

haganme promocion, jajajaa.

 

Gracias por leer, y espero el segundo capitulo les guste de igual manera. Vendrá pronto nwn

 

Es muy importante saber sus opiniones, dejen reviews, si?

Muchas gracias <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).