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The Words of a Suicide por Yori

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Notas del capitulo:

A pesar de todo y mis dudas, decidí continuarlo!!!

Aquí se verá quien era el desconocido del primer capítulo y "comenzará" por así decirlo la historia.

Muchas gracias a las dos personas que me dejaron un review, me animaron a hacer este capítulo a pesar de mis dudas de escribirlo o no! Graciaaaas!!

Espero que os guste!!! A leeer!

Un Mes Antes…


 


Trabajo de Campo.


 


 


 


Como siempre el despertador de mi móvil sonó a las ocho de la mañana, despertándome en una dura cama que dejaba bastante que desear en cuanto a la comodidad de mi espalda. Me froté los ojos para desperezarme mientras que me sentaba sobre el borde de la cama, apoyando mis pies en el suelo de moqueta. Eché un vistazo al cuerpo desnudo durmiente a mi lado, era delicado con una piel cuidada y pálida. Me entraron ganas de despertarle y volver nuevamente al interior de la cama para seguir jugando durante toda la mañana, hasta que el cansancio detuviese a mis músculos.


Recordaba haberle conocido en un bar cuando salimos de marcha junto con el resto de mis amigos, solo había tenido que coquetear un poco con él, una proposición y más tarde una noche de sexo, otra noche de sexo. Ya que en eso se resumía prácticamente mi vida nocturna. Suspiré, en fin, si no podía tener más lo mejor sería marcharme de allí lo más rápido posible para ir a mi apartamento.


 


Me puse de nuevo la ropa del otro día y salí de allí sin hacer el menor ruido, lo último que deseaba es que el joven se despertase y me hiciese quedarme a desayunar o intentase entablar conversación para dar paso a la proposición de una cita de verdad.


Caminé por las concurridas calles de Tokio, era hora punta para los trabajadores, así que ni loco cogería el metro. Paré un taxi que me llevó a la entrada de mi domicilio, le pagué y bajé de allí, para subir rápidamente a mi casa.


Rebusqué en el armario hasta encontrar ropa limpia y me fui hacia la ducha, en menos de media hora estaba saliendo nuevamente de allí. Esta vez si que cogí el metro que me llevaba directamente a la ciudad universitaria, donde pasaba la mayor parte de mi vida diurna.


 


-        ¡Vaya horas son estas de llegar!- exclamó la voz conocida de Reita, quien me golpeó fuertemente la espalda haciendo que soltase un gemido de dolor. Culpa sin duda de la mierda de colchón de ese sujeto.


-        Ahg, Dios, Reita eres un bruto- me quejé, quitándole la mano.


-        ¿Te duele?- preguntó el rubio arrepentido, no sería un golpe lo suficientemente fuerte para doler si yo estuviese en un estado recomendable.


-        Claro que le duele, es lo que tiene estar tirándose a un tío diferente cada noche, sin duda cansa- recriminó Aoi.


-        Cierra la boca, yo hago lo que me da la gana- gruñí, estaba de mal humor, no había dormido ni lo suficiente, ni bien.


-        Uru-chan, tienes que dejar esa vida…- murmuró Die, quien me abrazó por los hombros, realmente me sorprendía que Die me defendiera.


-        ¡Pero si es de lo mejor!- exclamé. Mis amigos creía que tenía un problema, pero eso era totalmente mentira.


-        No es vida, mira la cara que traes- indicó Kai, quien levantó la vista de su libro de texto.


-        ¡Eso es porque me hicieron beber como un borracho!- exclamé.


-        Eso es cierto- dijeron todos, antes de echarse a reír.


-        Es la hora, será mejor que nos entremos en las clases- indicó Kai.


 


Es hora de presentar a mis cuatro mejores amigos: Reita, era un bruto y varonil chico de veintiún años. Estudiante de Psicología. Antes decidíamos divertirnos juntos, aunque hace un par de meses se había dado cuenta de que estaba enamorado de Die, pero había sido rechazado, sin duda no se puede juntar a dos machos alfa. Aún así, antes, me lo tiré (o más bien al revés).


Kai, el más listo de nosotros y se estaba preparando en la dificultosa carrera de medicina. Era tranquilo y siempre mantenía las cosas bajo control, como si nada se saliese de sus parámetros marcados. Misma edad a Reita. También me lo había tirado.


Die, bromista y a veces (la mayoría) insufrible, pero se le perdonaba por ser él. Estudiante de arte, le encantaba dibujar manga, sobre todo muy pervertidos. A pesar de ser mi mejor amigo, también tuve sexo con él.


Aoi, serio y muy, muy, varonil. Cuerpo atlético que sucumbía al pecado, había sido mi primer romance y fuimos novios por bastante tiempo. Como se pudo ver por el tono que trataba conmigo, odiaba que viese a otros hombres, ya que se podía decir que de alguna manera el era mi amante oficial. Algo similar a un novio, pero yo no deseaba esas ataduras… Estudia psicología, igual que yo. ¡Ah! Sin duda también tuve y tengo sexo regular con Aoi.


Sí, podéis pensar que era un puto o como mis amigos creía que tenía un grave problema de adicción al sexo, más conocido como ninfomanía, pero yo no lo creía así. Simplemente me gustaba disfrutar de mi juventud y cada uno lo hace de una forma distinta, es verdad que con el paso del tiempo había desarrollado la habilidad de ser un cabrón sin sentimientos incapaz de amar a nadie, pero no era algo que realmente me importase demasiado.


 


Nos despedimos y cada uno tomamos rumbo a nuestra facultad, menos Aoi, Reita y yo que estudiábamos lo mismo así que caminábamos juntos hasta allí.


 


-        ¿Con quién te fuiste? ¿Ese niñito?- inquirió, ligeramente cabreado. Suspiré, odiaba sus celos.


-        Sí, Aoi.


-        ¡Pero si era un niño, no más que un adolescente que a penas a descubierto su sexualidad!- me recriminó, mientras que nos sentábamos en nuestros pupitres.


-        Pues a mí me parecía que sabía lo que hacía- pensé en alto y el moreno puso una mueca de disgusto.- A veces me gusta ser yo quien domine Aoi, ¿sabes? También soy un hombre y tengo las mismas necesidades que tú.


-        Se supone que eres mi novio ¿no?- gruñó.


-        Por supuesto y te quiero- mentí, mentí con tal convicción que ni lo notó. Puso una sonrisita boba, mientras yo acercaba mis labios a su oído y susurraba- Me encantaría que alguna vez me dejaras ser yo quien te poseyese…- ronroneé, para morderle suavemente el lóbulo.


-        Ni loco, sabes que no me van esas cosas…- indicó, separándome de su cuerpo.


-        Bien, pues entonces no te quejes- me encogí de hombros y volví a mis apuntes de psicología.


-        Te juro que como una sola vez te vea con otro en la cama, te mato- dijo serio. Sabía que Aoi era fuerte y algo violento en ocasiones, pero sería incapaz de tocarme un solo pelo.


-        Mientras que no me veas…- sonreí.


 


Iba a contestar, pero en ese momento entró el profesor de psicología y comenzó con la explicación de hoy, algo sobre la personalidad múltiple en un sujeto. No necesitaba prestar demasiada atención, era el alumno más aventajado de toda la facultad de psicología, a pesar de estar tan solo en segundo de carrera, mi conocimiento era el de todo un experto. Tras unas horas de clase, el timbre sonó anunciando el descanso para la comida.


 


-        Por favor, alumnos, antes de que salgáis escuchadme una cosa- indicó el profesor, haciendo que todos tomásemos de nuevo asiento.- Ahora que ya estáis en segundo y tenéis el conocimiento suficientemente amplio, la universidad ha entablado una relación con un centro psiquiátrico y penitenciaría para que hagáis, por decirlo de alguna forma, “trabajo de campo”- rió ante su chiste malo.- En cuanto termine el almuerzo os dirigiréis en autocar al centro para comenzar con vuestro trabajo, ahora podéis ir a comer.


 


¿Trabajo de campo? Realmente eso sonaba algo extraño, pero supongo que sería como cualquier práctica universitaria. Comimos solo Aoi y yo, ya que los demás tenían una clase más y Kai estaba realizando un complicado examen.


Una vez terminamos en vez de regresar a nuestra aula caminamos hacia el autocar que se encontraba apostado en la entrada de la universidad.


 


El viaje hasta allí era de dos horas ya que se encontraba recluido en las afueras, aunque se me hizo corto ya que me dediqué a dormir sobre el pecho de Aoi, mientras que el hacía cariños con sus dedos sobre la piel de mi espalda.


 


-        Hey, hey, Uru. Ya hemos llegado- me decía Aoi, zarandeándome suavemente.


-        Uhg, quiero dormir más- gruñí, moviéndome para tomar de nuevo la cómoda posición.


-        Venga Uruha, que esto también cuenta para nota.


-        ¿Nota?- pregunté irguiéndome rápidamente y frotándome los ojos.


-        Sí- sonrió.- Mira, vamos allí- indicó señalando con el dedo al exterior.


 


A unos kilómetros de distancia se podía ver un gran edificio de cemento blanco y lo que parecían ser barrotes grises. Aquel edificio debía ser lo menos artístico que se debía haber hecho jamás, realmente solo de verlo te deprimías. Ahora entendía que lo pobres pacientes del lugar estuvieran locos.


El interior no fue muy distinto, paredes blancas desconchadas, asientos de tela gris raída y con el relleno sacado. Era realmente desolador y la suciedad estaba casi por cada pasillo lleno de polvo y mugre. Algunos pacientes descansaban sobre las escuálidas sillas, garabateando papeles como haría un niño de tres años. Era curioso lo que provocaba a la mente humana un problema psicológico, había tan abanico de dificultades que era realmente una ciencia poco exacta, pero realmente apasionante.


Una mujer de alrededor treinta años se presentó ante nosotros, era de aspecto firme y serio, tan rígido que parecía un palo. Su cabello se recogía en un tenso y perfecto moño y el traje de chaqueta y falda de tubo gris era impecable. Nuestro profesor se puso a su altura e intercambiaron unas palabras que no llegué a oír.


 


-        Buenas tarde chicos, quiero que los más cualificados se vengan conmigo, mientras que los de notas más bajas se irán con mi compañero- indicó a un joven de aspecto más amable y sin duda atractivo. ¿Qué podía decir? Me perdían los hombres, realmente lamenté tener que ir con aquella mujer.


-        Te veo luego ¿vale?- indicó Aoi, antes de darme un suave beso que no tardé en corresponder, aunque fue demasiado breve.


-        Vale, adiós- me despedí con la mano también de Reita.


 


Seguí el paso junto con la mujer, solo caminábamos con ella otra alumna, el profesor y yo. Nos dirigimos a por unas escaleras a lo que parecía ser un sótano, aquello era aún peor que el resto del lugar. El olor a humedad se te clavaba en la nariz y se podía oír el agua caer lentamente y el suelo de piedra estaba ligeramente cubierto por esta. La iluminación consistía en unas pobres lámparas que no cumplían del todo bien su función. Conforme más avanzabas se podían ver unas celdas con personas en un aspecto realmente desolador.


 


-        Como sabéis esto es un centro psiquiátrico, pero además es penitenciaría. Aquí están nuestros casos más conflictivos, aunque no todos son violentos- informó la mujer. Miré a un lado y observé a una paciente que literalmente se estaba arrancando el cabello a tirones. Creo que mi mente no estaba preparada para ver tales extremos.


-        ¿Quiere decir eso que los que están aquí son asesinos?- preguntó la chica, tan asustada como yo.


-        No tiene porqué, pero algunos si tienen conductas violentas- respondió firme.


-        ¡Ahg!- grité asustado, cuando pasé por al lado de una celda y un paciente se lanzó contra ella intentando atacarme.


-        Son como animales y hay que tratarlos como tales- inquirió la mujer, comenzando a pegar con una dura vara al paciente. Todos nos quedamos en shock ante tal desdén por la vida humana. Eran personas, no animales.


-        Eh…pare, no hay que tratarles de esa forma…- murmuré cohibido. Se volvió hacia mí violentamente, casi pensé en que me daría a mí también con aquel objeto.


-        Ya me dirá usted cuando trate con uno- sonrió malévolamente.- En fin, elegid uno.


-        ¿Qué?- pregunté sin creérmelo. Ni que fuese una perrera.


-        Lo que la señorita quiere decir, es que podéis tomar a uno de estos pacientes para que sea vuestra práctica y podáis curarle.


-        Elegid, no tengo todo el tiempo del mundo para tonterías- gruñó.


 


Comencé a pasearme por allí, examinando las celdas. Hacía un hombre hablando con la pared, una mujer acunando a su almohada como si fuera un bebé y otros simplemente se lanzaron contra los barrotes para: unos atacarme y otros suplicarme que los escogiera. Algunos presentaban un aspecto deplorable; delgados y sucios o incluso ensangrentados. Entre todos ellos me fijé en la figura de un rubio sentado en la esquina de su celda y me examinaba con la mirada siguiendo mis pasos, no parecía una persona demente, pero estaba llena de sangre en algunas zonas con heridas algo profundas.


 


-        ¿Quién es?- pregunté a la mujer, quien me miró con una sonrisa que no llegué a comprender, cuando vio a quien me refería.


-        Aquí le llamamos Kyo, pero no sé su nombre, tal vez ni lo tenga- rió burlescamente.


-        No parecer estar…


-        ¿Loco? Sí…- lo inspeccionó. Él seguía tranquilo, observándonos, como si en realidad los objetos de estudio fuésemos nosotros mismos.


-        ¿E-es…pe-peligroso?- pregunté, mirándolo una vez más.


-        Umm…tal vez…quien sabe- respondió encogiéndose de hombros.- ¿Pero tú le ves peligroso?- rió.


-        N-no…al-algo…- murmuré.


-        De todas formas, estos llevan un aparato de descargas implantado en el cuerpo, te entregaremos el control y si surge algún problema solo tendrás que pulsarlo ya verás que calmadito se queda- explicó con una sonrisa orgullosa en el rostro.


-        Bien- comencé realmente anonadado con la insensibilidad de esta mujer.- Entonces quiero tratar a Kyo…quiero intentar curarle…





Notas finales:

¿Que piensan del capítulo?

¿El problema de Uruha?

¿Kyo un loco peligroso?

Espero que os haya gustado como va la historia! En fin, me voy!

Byeee!!


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