Parezco encontrarme en algún lugar oscuro del que no distingo más que un frío suelo. Parezco mirar alrededor con la mirada perdida como buscando algo que resaltara en aquella masa negra, pero no encuentro nada. Ando, pero al dar el paso para hacerlo, mi pie golpea un pequeño objeto de madera que parece quejarse levemente al ser golpeado. Parece gemir dolorido a mis pies y mis ojos parecen reconocerlo, lo cojo y lo giro mirandolo. Parece olvidado, cubierto de polvo desde hace tiempo.
Toco. Toco y las dejo fluir con seguridad en su vieja carcasa. Toco y las oigo resonar en este vaivén de movimiento e irregularidades. No espero que nadie las oiga, ni espero que les de la luz alguna vez, o que la alumbre algo más que no sean mis ojos. Toco, y parece saltar una cuerda de entre sus clavijas. Al hacerlo me golpea con fuerza y la noto cortar mi piel y llorar mi sangre. Toco.
A mi pequeña parece importarle más mi mano que su mutilación, pero esta no se queja ni parece inmutarse.
Toco, y una canción vieja resuena con facilidad de entre las cuerdas como si ya hubiera sido gravada a fuego en la vieja madera. Toco. Toco y a pesar de herida, esta no se queja.
Toco sin importar el tiempo sobre la tierra fría. Toco sin importar las cuerdas que tengan que saltar, hago lo imposible por terminar esa canción pero el tiempo se la lleva.
Toco. Que fácil parecía, embalados como niños. Que fácil parecía sentir el calor de unos focos. Sonreí y contemplé mi mano, hundida bajo sus propias cuerdas. Las cuerdas de mi pequeña, las cuerdas que le acompañaban. Toco. Salta otra cuerda que me golpea y la ignoro. El escarlata baja hasta su pequeña coraza. Toco, y me pierdo en la tierra mirando unos ojos. Toco. Toco y veo risas, gritos, jaleo. Toco. Toco y los veo aparecer. Ascender como el fuego con rápidez al quemar un tronco de madera. Toco. Oigo críticas y miradas intensivas. Roces, caricias. Toco. Esta vez parece materializarse en algo más. Si. Veo a aquel en mis pesadillas. Toco. Esta vez los veo descender. Toco. Chocan. Toco. Salta otra cuerda. Toco. Solo me quedan dos.
Toco. Apesar de ello no me detengo. Termino, si, voy a terminar. Parece que llegaré y al menos esto que estoy haciendo habrá tenido un sentido. Toco. Toco. Ambas saltan. Si. Noto mi mano temblar ante ese calambrazo amargo y las observo con ojos callados y apagados, parezco tener la boca sellada. Si, ambas saltan. Ambos saltaron. Callo. Quizás sea más que una predicción.
En estos tiempos, conseguir brillar bajo el cielo gris de la gran ciudad de Tokyo parecía imposible. A pesar de ello se oyeron acordes de canciones, algunos cargados de esperanzas, levantando un poco de luz en aquel cielo gris. Esta es la historia de dos bandas. Ambas muy distintas, contradictorias, que por alguna razón, chocaron entre si.
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