La habitación quedó en completo silencio. Debía admitirlo, en ocasiones su pequeña alteza lo desconcertaba al grado de llegar a aterrarse, el niño tenía ideas extrañas (por no decir bizarras) que le hacían dudar si seguir con el contrato o mejor buscar un alma más cuerda y menos problemática. Por supuesto, Claude jamás externaría sus preocupaciones, pues ¿qué clase de mayordomo sería si no pudiese soportar con dignidad las ocurrencias de su insoportable amo de rostro angelical y mirada sicótica?
-¿Cómo dijo, joven amo?
Alois le lanzó una mirada cargada de reproche, ¿acaso sus órdenes no habían sido suficientemente claras? Suspiró, frustrado.
-Debes prestar atención a mis palabras, Claude. No me gusta decir las cosas dos veces, pero sólo porque eres tú, y yo, tu querido amo, te quiero tanto- dijo alargando la última palabra hasta adquirir un tono chillón- lo repetiré- y sonrió con aquella forma tan despreocupada propia de un niño-. Quiero que me traigas un vestido, el más bonito que encuentres y me lleves a pasear a Londres. Ah, y no se te olviden los accesorios.
-¿Llevarlo a pasear a Londres?
-¡Sí! Hoy serás mi caballero de compañía, fingirás ser mi prometido- explicó el chiquillo con emoción.
La habitación se llenó nuevamente con el silencio, la mascara imperturbable de Claude estuvo a punto de contraerse en un tic nervioso, y la loca idea de mudarse a Francia, cambiar de identidad e iniciar una nueva vida lucía tentadora en aquellos instantes.
-Joven amo, como heredero de los Trancy, si alguien se percata de su identidad usted podría…
-¡Nada! ¡No pongas pretextos, Claude, jamás lo has hecho!- enseguida, el jovencito le entregó un papel al mayordomo- ¿Estoy hablando con la pared? ¡Ve ahora!
-Sí, su alteza- el mayordomo hizo una reverencia y salió de la habitación. Afuera lo esperaban Hanna y los trillizos. La bella sirvienta se acercó al demonio, sus ojos reflejaban preocupación.
-¿Y ahora de qué se trata?
Claude, con toda la seriedad que lo caracterizaba en su trabajo, les informó:
-El amo necesita un vestido- y después sacó el papel que le había entregado Alois, en él estaban algunas indicaciones para la elección del guardarropa, se ajustó los lentes e inició la lectura- que sea “Un conjunto primaveral en tonos pasteles que realcen tanto el tono de mi piel como el color de mis ojos, junto con un sombrero, un par de guantes y una sombrilla que combinen con el atuendo. Por favor buscar unas lindas zapatillas con lazos, nada de botines ni colores sombríos. Debo lucir como una princesa”.
Hubo otro minuto de silencio en el corredor.
-Ya lo escucharon- dijo Claude con seriedad-. El joven amo quiere lucir como una princesa, vayan y encuentren ese vestido.
Los trillizos inmediatamente empezaron con la búsqueda. Hanna sólo miraba a Claude.
-¿Una princesa?- repitió la sirvienta sin creérselo.
El mayordomo asintió.
-¿Se puede saber qué planea?
-El joven amo quiere que…. vayamos juntos a Londres.
-Oh… y tú… ¿lo harás?
Claude, por respuesta, dio su lúgubre discurso.
- Día en noche, azúcar en sal, los vivos en muertos, azul oscuro en dorado, niños –se atragantó- en niñas. Ese es el mayordomo de los Trancy