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Crónicas de una vida vacía (Two-shot) por hanachan

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Notas del fanfic:

No hay mucho que decir, solo que todo es mío... ah y que si hay fallas perdonen mi descuido ya que lo hice en la noche porque la idea me vino de golpe! La historia tendrá dos capítulos y si alguien quiere un tercero, pero no más que eso.

Espero y lo disfruten tanto como yo escribiendo... solo dire que descargué mi frustración. Y a quienes leen mis fics les pido disculpas por los retrasos, pero entren aquí y verán con las pocas palabras que tienen los primeros párrafos que mi depresión no me permitió sacar algo decente que necesitaba de mi efusividad.

Para quienes no conocen mis fics, son solo tres:

 

  1. Atado a ti (JR) http://amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=61792
  2. Pasión por el juego. Friend or foe: Las primeras impreciones no siempre son acertadas (Originales) http://amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=65292
  3. Banana Ice Cream (Vocaloid) http://amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=63466

Y sí, gente, esto es autopublicidad... solo es para que sepan si quieren o no leerlos es desición de ustedes. LOS QUIERO!! GRACIAS POR LEER!

 

 

Notas del capitulo:

No hay mucho que decir, salvo que cuando la conversación tiene (>) ese signo es porque es el mismo interlocutor, solo que la oración requiere un punto aparte.

Alguna duda, crítica, aporte o comentario se acepta en reviews aunque por favor que sean con respeto.

Besos!

 

Crónicas de una vida vacía Capítulo 1 Una pequeña luz de esperanza

 

Crónicas de una vida vacía Capítulo 1 Una pequeña luz de esperanza

 

Gris... Todo lo que veo es gris...

Desde los pasillos hasta las paredes de éste frío hospital donde el cariño y la esperanza se perdieron. Mis suspiros y quejidos se los lleva el viento a un lugar donde se pierden y probablemente nunca sean oídos.

Mi vida, ésta patética existencia que fue creada por un dios poco condescendiente, perdió su propósito cuando me confinaron a una muerte segura que no sería presenciada por nadie...

Me gustaría poder decir que algo de bueno hubo en ella, poder decir que a pesar del destino que me impusieron mi pasado lo redime. Pero no es así.

A quien lea esto debo de disculparme por mi falta de cortesía, pero en mis últimos respiros que me quedan creo que poco importa quien o que me odie. Supongo que me resigné al hecho de encontrar persona alguna que vea mi rostro y se alegre o simplemente tenga el mero afecto que una amistad pueda conllevar.

Para que entiendan mi situación les resumiré las cosas y les ahorraré los pesares solo diciendo que sufro de una enfermedad. Para ser más claros es una deficiencia renal, por lo que mi vida está ligada a una máquina de diálisis. No recuerdo cuando fue la última vez que logré respirar el puro aire del exterior o cuando vislumbré por mi mismo la magnificencia del cielo despejado... Tampoco logro recordar claramente el sentir de la lluvia en mi piel o el viento contra mi rostro...

Se que me queda poco tiempo de vida y que tal como llegué a éste lugar, moriré.

Solo, ya que mi familia sumida en la depresión y la angustia de tanto llorar por mi, se ahorraron el disgusto y pretenden que mi muerte es un hecho pasado y que mi alma se perdió en algún lado. Y mi rostro, y todo lo que queda de mi perderá color y se volverá frío, como todo lo que hay aquí.

Lo único que puedo oír a estas alturas es el ir y venir de los enfermeros, y la llegada de visitantes al hospital. Que suerte han de tener las demás personas de aquí. Pocos son los "olvidados" como yo, y si bien hay varios que tampoco tienen esperanza de vida, la mayoría tiene alguien que los acompaña o pueden decir su vida ya realizada...

Yo, por otro lado sigo lozano con tan solo quince años (a los cuales llegué por pura fortuna), mi cabello se ve enmarañado y es de un tono chocolate cremoso. Mi piel es blanca y pálida, ya que no puedo exponerme al sol por mucho tiempo, y últimamente me es algo imposible. Mi demacrada y frágil estructura corporal, la cual es casi esquelética, no supera el metro setenta y algo más, y debo de estar pesando a lo mucho cincuenta y cinco kilogramos.

Hoy llegó un nuevo paciente a la camilla que está al lado de la mía. Solo lo observo casi aburrido, ya que con el pasar del tiempo esto se ha vuelto costumbre. No puedo evitar preguntarme cuanto durará ésta vez... ¿una semana? ¿Un mes? ¿Un año? El tiempo para mi es relativo... me despierto y me duermo cuando quiero o puedo, y más que nada vivo por el simple hecho de hacerlo. Sin propósito alguno... Vivo para ver más y más personas ir y venir de ésta misma habitación, pero nunca quedándose.

Es realmente frustrante conocer a alguien nuevo cada vez que alguien deja éste lugar. Ya acepté el estar solo... aunque en un principio era de lo más doloroso. Llegaba a encariñarme con alguien, quien prometía volver y saludarme tras su recuperación, y quizás lo hacían en un principio, pero no tardaban en dejarme en el olvido.

También me tocó presenciar la muerte de algunos cuyas enfermedades los mantenían como a mí, atados a una camilla de hospital por el resto de sus días... Y solo puedo pensar que mi muerte será como las de ellos... unos documentos, unas firmas y nada más.

Pero no me malentiendan, no tengo miedo ni nada de eso, pero ya estoy impaciente de que ésta monótona existencia acabe de una vez... Espero que entiendan mi punto, pues verán que no hay color ni felicidad alguna en mí, y probablemente nunca conozca aquello; pero si no pueden entenderme... bien, no les exigiré nada... porque eventualmente ese momento llegará.

Ya terminaron de acomodar al nuevo paciente. Es un chico, y a pesar de verse consumido, debe tener mi edad. Está inconciente, y según mis suposiciones por las intravenosas que le pusieron con algunos corticoides y antibióticos anabólicos, no logrará despertarse hasta dentro de un día y medio.

El médico se encuentra fuera, junto con lo que yo supongo será la familia afectada, tratando de consolar a la madre del chico...

Que extraño... a pesar de los cables y demás puedo ver que su piel aún es de tono crema, y no el pálido enfermizo que poseo yo... es, ¿como decirlo? Es apuesto... Sí, esa sería la palabra.

El dolor vuelve, como punzadas en el vientre, o mejor dicho a ambos costados de éste, y empieza a incomodarme... conozco los síntomas... lo mejor sería llamar a una enfermera o alguien para que lo atienda pronto.

Siento la puerta abrirse, y tras ella a una mujer que ya conozco más de lo que alguna vez conocí a otra persona. Es fiable e incluso podría decirse que es lo más cercano a una amiga que pueda conocer... claro, si obviamos la tremenda diferencia de edad, pero no seré exigente, suficiente me es con que pueda hablar con alguien así sea solo cuando me hacen las intervenciones diarias.

Siento el pinchazo y se que solo quedan segundos antes de que caiga en la inconciencia. Las imágenes comienzan a verse difusas y no logro distinguir más que el gris de las paredes y la pobre iluminación que atraviesa la ventana fundiéndose en uno. Y de éste modo todo pierde color y mi mente viaja a un lugar lejano donde no hay más que oscuridad... una pesada oscuridad que me impide moverme. Siento la impotencia y al poco tiempo ya no hay más movimiento... solo el negro de la nada... Y lo último que pasa por mi mente es aquello que tanto me cuestiono... ¿así será morir?

 

Lentamente me despierto del aturdimiento, con la cabeza dándome vueltas, pero ya estoy acostumbrado a ésta extrañes al abrir los ojos, casi semejante a lo que sería levantarse luego de una noche de copas, totalmente confuso y mareado por los calmantes. Sigo respirando calmadamente, como si cada respiro me quitara tiempo de vida… ¿Por qué sigo vivo? ¿Por qué no pude simplemente seguir durmiendo…?

Al parecer no estoy solo, ya que el joven que ingresaron ¿ayer? Sí, ayer. Me disculpo por no tener certeza del tiempo, ya que no me es necesario en ningún sentido, y con los anabólicos podría dormir dos días y no darme cuenta de esto…

En fin, el chico sigue allí, y junto a él se encuentra otro muchacho sosteniendo firmemente su mano, quien al parecer no nota que los observo. Es muy parecido al que está internado, por lo que asumo serán familia o algo así.

El sopor comienza a alejarse y con el paso de los minutos logro recobrar la lucidez, intentando moverme, aunque es doloroso. En un rápido movimiento el joven mira hacia mi posición, alertado por el sonido, aunque luego se relaja. Solo logro hacer un asentimiento con la cabeza como saludo, ya que mi voz probablemente no salga o se escuche muy débil, y no me esforzaré solo por un extraño…

-Hola, disculpa por la intromisión- al parecer me veré forzado a saludar apropiadamente- mi nombre es Nahuel, y él es mi hermano- sonríe amargamente, y dirijo mi mirada a quien me indica- Nehuén. ¿Y tú como te llamas?- veo por sus ojos la compasión que siente al notar mi enfermizo color, el cual a la mañana se ve incluso peor a causa de la falta de comida. Eso creo que es una de las cosas que más odio… “La compasión”. No necesito que sientan lástima por mí, ya que yo ya asumí mi destino… solo quisiera que el final se apresurara y no me retuviera tanto…

-Yo soy Alexandre… Que extraños nombres, ¿de dónde son?- Conversar no le hace daño a nadie, supongo; bueno, mi voz sueña quebradiza y sale con esfuerzo, pero estoy aburrido y ya qué más da.

-Sí, son mapuches, cosa de nuestra madre- ríe, pero es claro que no tiene ganas de bromear- El mío significa tigre, y el de él significa fuerza- puntualiza aquello último con ironía. El sufrimiento a través de sus ojos es perceptible.

-¿Cómo se encuentra él…?

-…- Sus ojos comienzan a verse vidriosos, como si intentara contener lágrimas, por más que a leguas se le note que es algo que lleva haciendo por un largo tiempo- Le queda poco… no se cuanto…- logra soltar finalmente. Se acerca más a mi persona, supongo que por consideración al notar que me cuesta hablarle.

Supongo que mi crueldad es grande, o tal vez viví demasiados suplicios hasta alcanzar la resignación, pero no puedo evitar pensar que de algún modo ese chico tiene suerte. Me quedo callado y aprecio los contornos de ambos hermanos. Guardan un gran parecido, aunque Nahuel se ve mucho más fornido y bronceado. Sus ojos son de un tono miel que puede confundirse con un verde extraño, y sus cabellos varían entre el tono dorado y el castaño. Asumo ha de tener dieciocho o diecisiete años, pero no más de eso. Al igual que su hermano es muy apuesto, y sin duda ha de ser muy dulce o por los menos con su hermano… o tal vez solo sea aprecio, no importa… desvío mi mirada hacia la ventana y trato de vislumbrar parte de la ciudad a través de ella. Cómo me gustaría poder salir de aquí, y volar lejos…

-¿Y tú cómo te encuentras?- la voz un poco ronca y grave de Nahuel me trae de vuelta a la Tierra.

-Mmm… por ahora bien, pero no se mañana ni pasado… quién sabe- mi voz suena perdida, y sigo mirando perdido entre los edificios que me tapan el cielo. Malditos edificios- Tu hermano tiene suerte…- Suelto sin pensar, ni medir mis palabras.

-¡¿Qué?!- suena exaltado, pero conteniendo su voz e ira, por dos razones: no golpear a un enfermo y no despertar a su hermano. No tarda en calmarse y me mira con cinismo, aunque realmente no me molesta en lo más mínimo, después de todo es mi culpa, ya que lo que solté por más que no fue a propósito fue desmedido y egoísta- Dime que clase de maldita suerte es esa porque yo no la conozco.

-Verás… Es algo que tu no entenderías…- tras largo tiempo de divagar entre los diferentes edificios y sin encontrar nada interesante me concentro en el rostro de Nahuel, que exigía una explicación urgida- Yo quisiera poder tener la suerte de simplemente desaparecer de una vez, pero no… yo no tengo esa suerte.

Al parecer no está conforme con mi explicación, pero detallarle mi vida a un extraño no es uno de mis pasatiempos favoritos…

La enfermera irrumpe en el tenso ambiente que se había creado en poco tiempo, dejando la bandeja con mi desayuno y partiendo nuevamente, no sin antes preguntarme si quería algún libro, cosa que siempre aceptaba.

Nahuel sigue mirándome, con reproche y confusión, pero ya no con ira.

-No te entiendo, ¿Por qué quisieras estar en su lugar?- trata de ver a través de mis ojos algo que explique mis palabras, y me pregunto que habrá hallado. Señalo con un gesto a su hermano y en un hilo de voz comienzo mi monólogo.

-Yo llevo años hospitalizado, y luego de mucho tiempo de estar en ésta camilla aprendí que nada es para siempre. Ni siquiera la familia, y los amigos aún menos. Para mi familia es como si hubiese muerto hace algún tiempo, solo pagan al hospital para que me mantengan aquí, porque vivir en casa es imposible y necesito cuidados diarios. Vinieron por un par de años y luego se evaporaron en el aire…
>Y luego los amigos… te abandonan y te olvidan… ¿Tienes la más remota idea de lo que es conocer constantemente gente nueva que será tu “compañero de habitación” por lo mucho un par de meses? Luego viene lo inevitable… la cura o la muerte… y no importa cual de las dos sean nunca vuelves a ver a aquellas personas. El tiempo pasa y tú sigues, como si la vida fuese una cruel jugarreta… Yo ya se que moriré, pero realmente si todo será así siempre ¡desearía que viniese de una buena vez!

>Él, tu hermano… él no se preocupará por ello nunca… ya disfrutó parte de su vida, y si ahora muere recordará por siempre lo bueno de éste mundo, a su hermano que le sostenía la mano en el hospital y a sus padres llorando por él, porque lo aman. Yo no podré decir lo mismo… yo moriré y será solo un día más, porque para el resto del mundo es como si yo ya hubiese muerto… Entonces solo puedo preguntarme… ¡¿Por qué dios no se apiada de mí y me deja morir?! ¡¿Por qué tengo que vivir esta monotonía día tras día?! Ya estoy harto de esto… conocer gente... extrañarlos y luego olvidarlos también. Preguntarme estúpidamente si alguna vez podré salir a la calle y reencontrarme con alguien, sabiendo que mi vida siempre estará confinada a esta puta camilla y a esa puta máquina.

Tomo aire y comienzo a calmar mis nervios… soltar todo aquello me dejó exhausto, aunque lo más probable es que sea sin sentido. La verdad hace mucho que no descargo mis frustraciones con alguien… se siente realmente relajante. No se que pensará el rubio de todo lo que dije, pero poco me importa, por lo que en el abrumador silencio que se formó comienzo a tomar mi desayuno.

-Wow… eso es…- al parecer estaba simplemente buscando palabras con las que dirigirse a mi- es… triste. Pero… ¿Realmente nunca fuiste feliz…? ¿Nunca experimentaste la felicidad?- se ve… ¿preocupado? Ja, no importa, pronto se irá y no lo volveré a ver, así que si me sirve para descargarme tal vez deba aprovechar el momento… no muchos se prestan de oído por lo que… que más da

-No realmente… solo fueron momentos fugaces de los cuales ni siquiera me acuerdo. La pude haber pasado bien algunas veces, pero respecto a felicidad… eso es algo que no puedo decir que conozco…

-¿Nunca te enamoraste? ¿Nunca besaste a nadie?- veo que no escuchó que vivo en éste lugar desde hace años… suelto un suspiro largo y cansado. Tal vez solo esté gastando saliva, pero hace tanto que no hablo… de éste modo. Es carismático, más allá de la agonía que muestran sus ojos, los cuales están enfocados en su hermano, y cada tanto en mí; puedo decir que por lo poco que dice o pregunta es alguien amable.

-La verdad, no. Nunca dí mi primer beso, ya que siempre estoy en ésta cosa, y la última vez que estuve al aire libre fue…- ¿hace cuánto? Diablos, no lo recuerdo…- no sé…- Soy patético y enfermizo- lo olvidé, pero hace demasiado.

-Oh…- de vuelta al silencio sepulcral. Las paredes en realidad no son grises sino blancas… pero creo que a estas alturas ya comienzo a confundirlos o a ver el blanco más opaco… o tal vez sea solo el ambiente el que me hace creer que no es blanco…- Por mucho que  digas que quieres la muerte no creo que sea así. Es solo que no viviste lo suficiente para apreciar la vida… pero morir no es…

-Ya se que no viví exactamente a pleno, pero no es como si tuviese la oportunidad de hacerlo. Para mí persona, la muerte es un consuelo y no un castigo- se acerca más a mí y se queda a pocos centímetros de mí, mientras yo sigo tomando mi desayuno muy perdido como para razonar ni discutir. Miro el reloj de la pared, pronto será la hora de mi diálisis matutina y le diré adiós al rubio. Quien sabe si alguna vez lo veré… todo depende de cuanto dure su hermano… o de cuanto dure yo. Es una lástima, ya que por más que no haya dicho nada, no me disgustó conversar con él. Tal vez deba buscar más plática antes de despedirme de él hasta quien sabe cuando- ¿Y tu te enamoraste? ¿Conoces la felicidad?

-Yo tampoco me enamoré, aunque…- su cara lo dice todo, y tampoco necesito explicaciones para entender que debajo de aquella fachada hay un play-boy que gusta de divertirse, y el da por hecho que entiendo lo que quiere decir, para no decirlo el mismo en voz alta- Y respecto a la felicidad… bueno, no se si la conozco o la conocí… es algo muy abstracto, pero si tuviese que elegir entre vivir o morir, supongo que me aferraría con garras y dientes a la vida. Supongo que no soy lo suficientemente valiente como para encarar la muerte…- la amargura y la tristeza vuelven a aflorar su rostro, mientras gira su cabeza para observar al durmiente. Sonríe de lado y con pesar agrega- se ve tan pacífico allí recostado. Perdón pero no importa qué, realmente no quiero que él muera. No importa cuanto lo digas, yo no puedo coincidir en que morir sea lo mejor -Agarro su mano con debilidad, pero me mira nuevamente, unas gotitas surcan sus mejillas, perturbando ligeramente su muy varonil rostro. A pesar de las lágrimas sus facciones son muy masculinas, por no decir agraciadas, y un poco toscas, pero al fin y al cabo una buena combinación.

-Dije que para él es lo mejor. Jamás hablé de los demás, porque, aunque para él todo sea más simple para los demás no lo es. Y así se muera hoy o dentro de cincuenta años lo llorarán de igual modo. No importa cuando, pero quienes sufren no es quien muere, sino los que siguen viviendo… Aunque mi caso es diferente, ya que a mi ya me lloraron. Ahora solo quedo yo… y mi vida conlleva la tristeza de por medio, y la soledad…

Veo un ligero atisbo de sonrisa surcar sus facciones, y presiona mi mano amablemente.

-Hablamos mucho y terminé llorando- ríe con sarcasmo y pesadez- ¿Qué clase de hombre soy? Que vergüenza.

-¿Por qué? A un hombre no le deben dar miedo las lágrimas. Si quieres llorar, llora, yo no te juzgaré por ello…- asintió y se sentó en la silla de antes, solo que ahora se encontraba a mi lado y no al de su hermano, como tratando de acompañarme y borrar las palabras que antes había dicho respecto a la soledad.

No importa qué ni quién, no debo encariñarme con ésta persona. Sé que se irá en, a juzgar por el declive que tuvo el muchacho en la noche solamente, aproximadamente una semana. Tan solo una semana, y en ésta mísera hora que conversé con él siento que cuando se vaya lloraré… y él… él me olvidará, tal como todos los demás…

Supongo que nací destinado a esto. A morir solo.

Acaricio sus cabellos, ya que el apoya la cabeza en la camilla, la que no es nada cómoda, pero puedo notar que estuvo en vela toda la noche, y quizás mañana no lo vea, ya que los familiares generalmente se turnan para vigilar a los enfermos. Soy realmente un idiota que no aprende la lección. Maldita sea ¿Por qué siempre me pasa lo mismo? ¿Por qué cada vez que hablo con alguien tengo el deseo de que esa persona esté aquí y se quede por mí? ¿Por qué conservo a pesar de todo la mínima esperanza de que alguien se acuerde de mí? ¿Por qué deseo tanto por una vez que alguien me ame…? ¿Por qué no puede mi sistema fallar y dejarme desaparecer de éste mundo con el recuerdo de alguien en mi regazo?

Suspiro, y como siempre aquellas preguntas que me repito siempre vuelven a aparecer. El doctor llega y le hago una seña, indicando que el rubio está dormido, pero al parecer deberé despertarlo, ya que es hora de las revisiones.

Lentamente espabila y vuelve donde su hermano, sin hacer comentario alguno cuando el doctor me despoja de mis ropas para poder continuar con los exámenes fisiológicos y demás. Yo no tengo vergüenza, después de todo es un chico, aunque quizás mi delgadez no sea muy atractiva, poco me interesa, solo trato de olvidar todo. Ésta parte siempre es horrible por lo que cierro los ojos y dejo mi imaginación volar lejos, a mi imaginación… a aquellos lugares donde puedo ser libre, donde puedo caminar, correr y tener una vida normal… donde puedo conocer el mundo con mis propios ojos y no a través de una pantalla… donde estoy bien y puedo conocer gente y seguir una vida típica…

Pronto el doctor me advierte que ha terminado y yo vuelvo a la cruel realidad.

-¿Tienen que hacerte eso todos los días?- pregunta alguien y yo me exalto, reenfoco en el interlocutor, y no es nada más y nada menos que Nahuel, quien me mira con una sonrisa. Las ojeras de sus ojos se ven más pronunciadas, y no importa qué, el sigue viéndose bien.

-Creí que ya te habrías ido para cuando terminara…- dije en un susurro, casi sin fuerzas. Luego de esos exámenes y demás apenas tengo energía suficiente, pero no me gusta desaprovechar el tiempo que tengo con gente que me caiga bien.

-No puedo dejar a mi hermano solo. Mamá vendrá más tarde para suplirme a mí, aunque pienso volver luego de dormir un poco…- se acerca a mí, ya que ésta vez en serio que la voz no me sale, y con un ademán me indica que mantenga silencio- No es necesario que hables, puedo hacerlo yo… Aunque si quieres que me calle solo dilo.

-No, está bien, me gusta oírte- sonrío a duras penas. ¡Dios, soy deplorable!

-Mmm… bien, aunque no se de que… Te contaré sobre mi hermanito… ya que es lo que me tiene aquí. Al parecer tiene deficiencia cardíaca, y necesita un corazón nuevo con urgencia, aunque es poco probable que un donante aparezca. Los médicos dijeron que si no tiene un transplante no pasará de la semana… - al parecer mi diagnóstico no es tan errado, aunque me es fácil darme cuanta por la experiencia- Dicen que lo mejor es inducirlo en un coma, para no forzar a su corazón… de ese modo podría esperar un mes por el corazón, pero si lo hacen… y si consiguen el corazón, cuando despierte cabe la posibilidad de que haya daño cerebral por la falta de irrigación sanguínea. Todo es muy arriesgado… y yo me siento tan impotente… No lo entiendo… El siempre fue sano, pero de un día para el otro surgió esto. Yo no se que hacer, y mis padres no saben que decidir respecto al coma…- apoyó nuevamente su cabeza en mi regazo, como hacía un rato, solo que como me dolía se alejó más del muslo. Por algún motivo verlo de éste modo me destrozaba el corazón, aunque como habrán visto puedo ser cínico, éste chico me llega a la conciencia con sus palabras. Me gustaría poder hacer algo por él… Con las pocas fuerzas que tengo acaricio sus cabellos con suavidad, como si fuese porcelana; es realmente suave- tienes las manos frías- dice de la nada, y cierra los ojos- ¿Puedo dormir así?

-Sí- la voz se me quiebra y la garganta me duele por el esfuerzo- Solo diré que lo del coma es para ganar tiempo y nada más. Si quieren hacerlo lo mejor sería hacerlo ahora, que tendría más posibilidades de sobrevivir que esperar más tiempo, sino lo hacen ahora, por más que lo sometan al coma su tiempo se reducirá y no pasará de una semana más de la que tiene. No soy médico, pero vi persona tras persona en situaciones muy similares…

-Vaya, eres muy inteligente…- soltó y me miró a los ojos con una intensidad desconocida para mí- Tienes cara de chica- soltó de la nada, y no supe si reírme o enfadarme. En realidad no era así, pero verme tan pálido y frágil tal vez daba la sensación que el pensaba- Bueno, no, pero eres lindo.

-¿Quieres herir mi orgullo o que buscas?

-Hey, es un cumplido, no te enojes. Es solo que… te ves como si te fueses a romper en algún momento…- desvié mi mirada a la ventana que día a día observaba inútilmente, esperando que algún edificio se disolviese y me permitiera ver más allá- ¿Nunca besaste a una chica?

-¿Ves alguna chica aquí? Es complicado si toda tu vida estás en una camilla… Además, ¿no ibas a dormirte?- aquellas preguntas me empezaban a incomodar, no por el hecho de que mi falta de experiencia fuese evidente, sino la comparación con su claro “exceso de experiencia” en esa área. Soltó una risilla y me miró, como buscando más y más respuestas a preguntas insonoras a través de mis pupilas celestes.

-Perdón, pero repentinamente surgió mi curiosidad- se paró y estiró su cuerpo- entonces supongo que tampoco lo hiciste- dijo, dando una seña a mi zona baja. Me ruboricé. ¿Qué clase de pregunta era aquella? Si nunca besé a nadie, ¿no es más que obvio que tampoco me acosté con nadie?- Vaya, finalmente veo color en tu rostro- sus cálidos dedos tocaron mis pómulos- Entonces eso es un no, ¿verdad?

-No seas idiota… ¿no es clara la respuesta?- no es necesario restregarme en la cara lo que nunca podré vivir, me enfada que lo haga, y no solo eso, me da tristeza… pensar que nunca podré besar a una chica, y el sexo está aún más que descartado, es decir ¡apenas y tengo fuerzas suficientes para hablar!

-Ngg….- ¿ehh? Oh, al parecer Nehuén ya despertó. No tardó ni medio segundo en que la figura frente a mi se apresuró donde el rubio menor para asistirlo- Oh, Nahuel, hola… ¿Qué diablos…?

-Shh, cállate y descansa- al parecer hay cierto alivio en su voz- Por algún motivo no puedo evitar sentir celos de ese chico. No solo tiene una salida fácil de éste hospital, sino que también tiene quien lo acompañe a éste final...

Creo que de no ser por el rubio mayor en ningún momento me habría puesto a pensar realmente en el sexo… digo, sí lo hice, muchas veces, pero jamás lo consideré algo vital. Tampoco es que ahora lo haga, pero me gustaría saber como se siente. Tener el simple recuerdo de aquello… aunque no es algo por lo que mataría por vivir…

Miré el techo y me recosté. Tal vez dormir un poco sería bueno, aunque no tengo deseos ni ganas, creo que lo mejor es dormir un poco. Lamentablemente no importa cuanto lo intente, no puedo evitar prestar oído a la conversación de los hermanos, con un poco de culpabilidad, ya que frecuentemente ignoro las conversaciones privadas… es solo que… no se… no se por qué lo estoy haciendo, pero no importa porque las palabras comienzan a torcerse y a perder sentido. Probablemente sea el anestésico que acaba de poner una enfermera. Y nuevamente todo se ve borroso. Confuso. Negro…

 

Mi respiración empieza a volverse agitada, y los latidos más constantes, indicando mi despertar. Comienzo a indagar el lugar, y solo vislumbro un blanco cegador ¿es el fin? Si es así, me gustaría al menos poder decirle adiós a ese rubio que al menos en lo que serían mis últimas horas lo desperdició conversando con éste extraño. ¿Por qué? No lo sé, solo es un deseo pasajero…

-Alexandre, abre los ojos por favor, ¿cómo te sientes? ¿Tienes nauseas?- preguntaba el doctor, iluminando mis pupilas con una maldita lámpara. Y yo como estúpido pensando que me moría, maldita sea.

-Estoy bien- susurré con desgano- ¿Qué pasó?- el doctor pareció reconsiderar decir la verdad, y supuse que el anestésico había sido un error de la enfermera, en la dosis o en el paciente, no se, pero para que tratara de evitar darme su respuesta, lo más probable es que eso fuere.

-Nada, solo te desmayaste

-Oh- solo dije eso, pero se muy bien que es una mentira, se nota a leguas. Yo mismo puedo notar el sopor y el aturdimiento de estar medio drogado por los anestésicos, y estoy más que seguro que la dosis que insertaron fue más alta de lo normal, pero no vale la pena quejarme ya que incluso puedo tomarlo como un favor. Si tan solo hubiesen puesto un poco más… si tan solo se hubiesen equivocado un poquito, solo un poquito más probablemente ya no estaría aquí, y aunque desease despedirme, creo que la oportunidad de dejar éste lugar me sería más satisfactoria…

Y tal como lo imaginé, si yo muriese, lo haría solo. Entonces ¿con que sentido me siguen manteniendo aquí?

Me condujeron a la habitación de antes, junto con Nehuén, aunque su hermano mayor ya se había ido y ahora se encontraba una mujer. Realmente poco me apetecía hablar, solo quería descansar, porque por más que hubiese estado inconsciente mi cuerpo no lo sentía como un descanso.

 

Volví a la conciencia un par de horas más tarde… no sabía la hora ni me molesté en fijarme cual era, solo me senté en la camilla, y divisé nuevamente a la mujer, que estaba dormida sentada y con la cabeza apoyada a la pared. Ese chico realmente tenía una familia que se preocupaba por él… hacía mucho que no veía familia tan unida. El padre probablemente había muerto o se había divorciado de su esposa ya que no veía rastro del hombre, pero no obstante aquello, tanto su madre como su hermano tenían en sus ojos una adoración distinguida por Nehuén.

Llevé mi mano a la mesita al lado izquierdo de la camilla y cogí el libro que me había prestado la enfermera, conociendo mi pasión por la literatura fantástica y realista. Si hay algo que me permita viajar lejos de donde me encuentro y llevarme a esos lugares que sueño conocer son los libros. Los amo. Podría estar días leyéndolos si es que realmente pudiera.

Solo me sumí en la historia de nombre Ángeles y demonios, una novela realizada por el famoso escritor Dan Brown, uno de mis favoritos debo agregar. Me perdí y mi mente viajó a Italia, junto con los personajes, hasta el punto de sentirme en la basílica de San Pedro, y recorriendo el Vaticano junto con Langdon, el protagonista de la maravillosa obra, o experimentar la muerte de los cardenales una tras otra, asombrándome al vislumbrar los ambigramas impresos en el libro. Y seguía en aquello cuando al llegar a la segunda muerte mi lectura fue irrumpida por la llegada de Nahuel a la habitación, aunque por algún motivo no me molestaba.

-¿Te gusta leer?- preguntó bajo, acercándose hacia mi, dejando al lado de su madre las provisiones que había comprado

-Sí, me encanta- dije con una sincera sonrisa.

-Yo rara vez lo hago… me aburro fácilmente- lo miré con la clara pregunta en mis ojos que le reprochaba cómo se podía aburrir leyendo, siendo éste el mejor modo de perderse en universos paralelos, en las vidas de otras personas… la oportunidad de sentir lo que alguien más… meterse en la piel de alguien más, y en mi caso, de vivir lo que nunca podría por mi mismo. Se volvió a su querido hermano y lo contempló con seriedad- No se ve mejor… Realmente no se que hacer…

-No hay nada que hacer- espeté fríamente- aunque no lo quieras así, es algo que eventualmente tendrás que aceptar- posó su mirada en mí y lágrimas de frustración volvieron a caer, como si cada vez que recordara que su hermano moriría la tristeza volviera. Y cuando dejaba de llorar y tenía un respiro o se dispersaba, no duraba demasiado porque volvía a mirarlo y volvía a llorar. Yo solo deseé ser capaz de consolarlo, ¿pero cómo? ¿Cómo podría yo decirle algo positivo, cuando realmente veía aquello como un escape? ¿Qué alivio podría proporcionarle…?- Lo único que puedo recomendarte es que aproveches sus últimos días de conciencia, porque el tiempo de lucidez disminuirá pronto.

-¡Vaya! ¡Qué consuelo!- proclamó con sarcasmo.

-Perdón, pero no se que decirte… después de todo nuestros puntos de vista son muy diferentes.

-Lo sé, es solo que no puedo. Simplemente no puedo ni quiero aceptar que en una semana solo habrá dos asientos ocupados en el comedor y ya no tendré con quién pelear todos los días. No puedo. Simplemente no puedo decir que él se irá- me pregunto si así se sintieron mis padres y demás familia. No. Imposible, sino seguirían a mi lado al menos cada tanto… Ellos ya me olvidaron. ¿Por qué cada que hablo con él siento una cálida esperanza de que no todo sea tan malo como yo lo veo…? ¿…Que todo no está terminado…?

No es justo. No quiero guardar esperanzas… no para que éstas me destrocen el alma cuando desaparezca y vuelva a estar solo por un tiempo.

Pero por algún motivo… quiero creerle… quiero sentir que alguien me quiere, que realmente no fui olvidado.

Tal vez deba cambiar de tema, no deseo ver tanta tristeza por su rostro… por algún motivo no lo soporto. El silencio perduró un rato hasta que solté la primera idiotez que cruzó mi cabeza.

-¿Cómo fue tu primer beso? ¿Fue especial…?- dije sin interés, y al mismo tiempo atento a la respuesta.

-No estoy muy seguro… Creo que ya lo olvide. Aunque…- miró que su madre siguiera dormida para continuar- mi primera vez, eso si fue divertido- su sonrisa deslumbraba y  la vez opacaba.

-Dije especial, no… eso.

-Mmm, supongo que es especial cuando lo haces con alguien especial… Pero no… solo fue divertido. No “especial” ni nada así

-Ohh…- tal vez sea que estar tanto tiempo confinado a estar en una cama me hace ver las cosas de un modo muy diferente, por lo que no puedo más que encontrar decepcionante su respuesta, y a la vez por alguna razón que ignoro, felicidad… Que extraño- Yo creo que nunca lo sabré… Bien… Tampoco es como si me fuese a suicidar por ello, pero no estaría mal saberlo…

-Suena como que te gustaría que lo hiciera- dijo con esa confidencia que no se de donde sacaba. Mis mejillas probablemente estaban coloradas ¡Y no es para menos!

-¡No! Solo decía… es que estabas tan callado y no sabía con que romper el silencio- no se si se burló de mi expresión, de mi tono de voz, o de que, pero no me enojó que lo hiciera, ya  que incluso yo lo haría- Basta, si no quieres hablar de eso hablemos de otra cosa, pero te advierto que no se nada de temas actuales, ya que no veo televisión seguido ni tengo computadora aquí.

-Está bien, entiendo- me sonrió sinceramente, aunque su mano recorrió mi mejilla. Cerré los ojos y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo ante la diferencia de temperatura.

Sus dedos se alejaron de mis facciones, y mi mirar se dirigió a la ventana, esquivando su figura. Pero no había caso, el aparato que medía mi ritmo cardíaco me delató con un claro aumento en la presión. Que vergüenza… Aún menos lo miraré ahora. Mi rostro por el contrario se muestra impasible y sereno, ocultando lo que el electrocardiograma muestra como acusándome. Siento una risilla proveniente de sus labios, y solo presiono mis uñas contra las palmas de mis manos, aunque mi fuerza es poca por lo que no tardo en desistir. Y enfrento nuevamente sus ojos color miel.

-Te ves tan adorable, por favor, tendrías que verte el rostro- ¡Diablos no te burles!- Por cierto, creo que no te pregunté, ¿Cuántos años tienes?

- Quince

-Yo dieciséis, casi diecisiete. Que raro, juraría que tenías catorce… Aunque tus atributos no son los de un niño para nada…

-¡¿QUÉ?!- mi rostro era fluorescente, y mi voz repicó en un tono muy alto que casi despierta a su madre, por lo que me silenció con señas. Le hice caso, aunque no es como si desease hacerlo.

-Te ví cuando el doctor de hacía no se qué estudios- aclaró calmado incluso. Maldito pervertido. Y yo lo dejaba así como así… Bahh, que más da. Giro mi rostro, cojo el libro y comienzo a hojear, dando por finalizada la conversación, poco dispuesto a seguir luego de dicha confesión.

-¡Oh, por favor no te hagas el ofendido si incluso es un cumplido! ¡Tendrías que estar orgulloso de tener…!- tapé su boca con la mano impidiendo que termine la frase, aunque la lame y por instinto lo suelto y la alejo- ¡Cualquier hombre se alegraría de tenerla grande y que incluso se lo reconozcan!

¿Por qué la tierra no me traga? Y encima tengo su saliva en mi mano… ¡Ahh! Vuelco mi atención al libro y busco la página nuevamente, finalmente volviendo a la lectura, pero su mano corre el libro y me obliga a observarlo a él, exigiendo alguna respuesta más que mi silencio. Tras tantos años creo que mi inocencia se apoderó de mi, como cuando era más chico sin darme la oportunidad de cambiar la visión del mundo, por más que muchas veces pueda tener mis momentos de “madurez” no es como si pudiese libremente hablar de temas de los cuales no tendré nunca que preocuparme.

-No te enojes. Me caes bien, no quiero que te enojes por eso. Además somos hombres, no hay nada malo, ¿verdad?- me pregunto que concepto tendrá de mi éste chico. Después de todo su trato conmigo cambia a cada rato, y es tan ciclotímico… aunque tal vez sea la situación en la que se encuentra. Pero creo que mientras menos piense en que su hermano morirá mejor por él, se ahorrará un poco de sufrimiento. Y es entonces cuando me nace en el pecho el deseo incontrolable de protegerlo… por alguna razón. No quiero que llore ni se desviva por algo inevitable como lo es la muerte.

Su hermano tenía los días contados y como quien dice, el tiempo corre y no espera a nadie…

-No estoy enojado, solo que podrías guardarte comentarios y opiniones para vos mismo- me sonrió.

Ambos sentimos el ruido de algo moverse. Su madre había despertado, y para su sorpresa su hijo estaba encimado conversando conmigo, como si hubiese olvidado el resto del mundo, y efectivamente así era. Al girar donde ella su expresión se aseveró nuevamente y la tristeza regresó, como si un hechizo se hubiese roto. Aquel fue el final de la conversación, sin embargo no podía evitar mirarlo cada tanto… sin saber que en el me llamaba tanto la atención. Solo se que las ganas de seguir y seguir hablando con él me consumían y no me permitían hundirme como siempre en la ilusión de las palabras de la novela.

Su madre se había percatado de mis miradas más que constantes, pero no dijo nada y solo supuse que prefería ignorarme y concentrarse en su hijo.

En un momento comencé a sentir nauseas y mareos, por lo que llamé a la enfermera, quien me ayudó a ir al baño a vomitar.

Fuera de ello no sucedió nada peor. Esto se repitió dos veces más, algo un poco extraño, pero ignorable.

Al llegar lo que sería la noche para quien tiene en cuenta el horario, Nahuel se fue a casa, dejando a la mujer sola junto conmigo y su inconciente hermano. Pero no me nacía decirle palabra y ya sin la irrupción de mi mente que insistía en que mirara al rubio mayor pude meterme en mi lectura una vez más.

Volví en mi imaginación al Vaticano, presenciando las muertes de los tres cardenales favoritos a elegirse, de los modos más horribles y con los ambigramas grabados en la piel de los mismos. Podía sentir incluso la adrenalina de Langdon al investigar respecto a la siguiente víctima y al tener que salvar a su compañera de trabajo, de quien seguramente se enamoraría o surgiría algún romance. La intriga de saber quien estaba detrás de todo aquello y si aquella secta que se creía había desaparecido en realidad seguía en pie bajo las sombras, me impedían parar de gastar los ojos leyendo.

Aunque en un momento de todo esto me vi interrumpido por la madre de ambos hermanos.

-Te gusta mi hijo- no fue una pregunta, fue una afirmación clara, casi como un reproche- Pero no podría permitir algo así. No con ésta situación y aún menos en la tuya- la miré sin comprender y ante la sospecha de lo que insinuaba, incluso fastidiado- Mi hijo ya tiene suficiente con aceptar que su hermano dejará este mundo, no necesita conseguirse un novio moribundo. Sin mencionar que a él no le van los chicos.

-Disculpe señora mi falta de respeto, pero no se de que se preocupa ni tampoco me interesa. Su hijo puede hacer lo que le plazca y yo no soy quien para detenerlo, y respecto a si me gusta o no es algo mío y de nadie más. Además a mi tampoco me van los chicos por lo que le pediré que se abstenga de palabra alguna. Y respecto a mi condición física tengo muy presente mis limitaciones, no necesito que me las recuerde, por tanto me excusa así puedo continuar leyendo.

¡Que mujer más pesada! No solo me hacía abandonar mi preciada historia, sino que para reverenda estupidez ¡Claro que no me gustaba su hijo! O tal vez sí, ¡pero no es su problema! ¡Ah, me encabrona que se meta donde no le llaman!

El enojo me impidió volver al libro así que simplemente cerré los ojos, incapaz de girar y acostarme de costado por el dolor en los riñones, pero aquello era suficiente. El sopor tardó un poco en llegar y mientras tanto, las palabras de aquella mujer resonaban en mi mente con insistencia... tenía razón en algo. Yo me estaba, no que digo, me estoy muriendo, y no tengo derecho de ver del modo en que lo hago a su hijo, por más encantador que me parezca…

¿Es esto lo que dicen querer aferrarse a la vida? Porque si requiriera de una razón para que mi muerte aguardase sería el poder estar tanto como él en ésta habitación de hospital… Soy tan tonto… tan idiota… ¿será porque la vida se me va de las manos que cada maldito segundo parece una eternidad? Porque no siento como si solo un día hubiese pasado desde que lo conocí… ¡Ah! Maldita

esperanza. Y solo puedo pensar si podré vivir un día más para verlo… solo con eso sería suficiente.

 

“No importa cuanto ni donde, el amor eventualmente llega al corazón, sin distinguir razas, sexo o edad, simplemente llega… sin preocuparse el momento ni las consecuencias… solo llega esperando que sepamos apreciar su presencia, y disfrutar al máximo las posibilidades. Pocos son quienes se dan cuenta, y aún menos son quienes lo aprovechan, pero el está allí… Solo es cuestión de saber mirar… De abrir los ojos y no ser cegado por nuestras propias barreras… de poder decir: “ah, él es mi persona especial” y sonreírle a la vida la dicha de haber encontrado lo que tantos buscan, sin saber que a tientas solo se caerán, ya que lo esencial es invisible a los ojos”

Notas finales:

Y?? muy malo? me esforce! aprecien eso! xD


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