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Alejandro por YoitenoOu

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Notas del fanfic:

Este es un one shot que tenia en mi otra cuenta de YoMinoOu a la que no pude volver a entrar, pero decidi pasarlo a esta a ver si  alguien lo lee.

 

    La persona que amo no es perfecta, tiene muchos defectos y cantidad infinita de obligaciones. Es un ser maravilloso que me hace sentir cosquillitas en el estomago. Es alto y fuerte, aunque siempre viste de negro. Posee grandes y calidas manos, con un hermoso cabello café. El se encarga de cuidarnos y siempre nos aconseja, aunque muchas veces pueda ser algo torpe y descuidado.

     Como todos los martes y jueves Alejandro va tomado de la mano de su abuela, una mujer mayor con cabellos blancos y ojos negros. Caminan a paso lento sin muchas prisas porque saben que aun queda tiempo. Poco a poco se acercan a su destino y la carita del pequeño se ilumina, esos ojitos negros comienzan a brillar y sus pequeños labios expresan su alegría con una hermosa sonrisa. Agita suavemente la mano de su abuela y el andar calmo y tranquilo se apresura un poco ante la efusividad del pequeño. Estar tan cerca de ese lugar hace latir su corazón muy fuerte.

     Todos están sentados en las bancas, mirando al frente con devoción, a la espera de su maestro, ese hombre alto que todos quieren, con quienes les gusta pasar su tiempo, que les enseña y guía, que los prepara para lo que se aproxima. Ante ellos se vislumbra la imagen, de ese hombre de no más de 30 años, con amplia sonrisa, traje negro junto a un crucifijo. Parado frente a todos, esta el sacerdote encargado de prepararles para su primera comunión, con el cual llevan viéndose casi un año dos veces por semana y por el cual no han faltado un domingo a misa.

     El Padre Juan Esteban Torrado llego de forma improvisada a la comunidad, una parroquia prácticamente abandonada, donde ningún sacerdote duraba, ante su poca experiencia pero gran carisma fue asignado allí,  a velar por las personas que viven en ese lugar. Por su juventud muchos dudaban, sin embargo poco a poco se fue haciendo parte de ellos y ganando el amor de los niños, esos pequeños que tenían mucho por recorrer. En su estancia logro tantas cosas, construyo una verdadera iglesia, completamente motivado por su fe y su devoción.

     Alejandro nunca puede dejar de mirarle, sus ojitos negros nunca se apartan del hombre, que les habla, que les lee, que les hace reflexionar de su vida y de lo que Dios espera de ellos. Alejandro ama a Dios, eso lo ha sabido siempre desde que vive con su abuela, cuando vivió con su madre, nada importa mas que el, sin embargo no logra comprender muchas cosas de la vida. No logra entender porque su pequeño corazón late fuerte cuando ve al Padre Esteban,  ¿Por que lo anhela? ¿Por qué desea siempre estar a su lado y tocarle?  Podrá Dios responder sus preguntas.

     Las clases siempre pasan rápido, duran tan poco, pero eso no le molesta, el espera paciente a que todos se vayan, que solo queden el, el Padre y Dios. Su abuela siempre llega tarde y el puede permanecer junto al hombre de sotana, ver como se cambia y deja de lado su habito y es su amigo. Ayuda en todo lo que pueda siempre sonriente y sonrojado,  ante la mirada grisácea que no se aparta. Con sus pequeñas manos busca pequeños roces con  Juan Esteban como le llama en secreto, le gusta sentir su piel, caliente, que le envía ondas en su cuerpo y le hace estremecerse.

     Estar en su casa le aburre, ama a su abuelita pero no tienen demasiadas cosas, el pequeño televisor de la sala siempre esta mal sintonizado y sus juguetes son de los mas baratos. Sabe que debe conformarse porque eso es lo que Dios les ha dado por los momentos, sin embargo no puede evitar desear mas cosas. ¿Estaría siendo codicioso?, de eso podría hablar el jueves con Juan Esteban de sus dudas e inquietudes. Ya que a las 6:00 de la tarde les tocaría rezar el rosario, practicas religiosas que no podían dejar de lado.

     El catecismo le llenaba de tantas dudas, pero cada vez que terminaba, lo olvidaba para solo dedicarse a pasar tiempo con Juan Esteban, a decirle palabras bonitas que soltaba inocentemente y a sentarse en sus piernas para que leyera cosas. A muy poco para la comunión las cosas habían cambiado mucho el sentía a su corazón latir con mas fuerzas y no dejaba de mirar los labios del mayor, le parecían hipnotizantes, eran gruesos y cuando habían besado sus mejillas y una herida en una de sus piernas, se sintieron calientes. Siempre se preguntaba el porque de que Juan Esteban siempre fuera tan caliente y cuando lo tocaba su “cosito” entre las piernas se sintiera raro y le molestara.

     Con su abuela totalmente dormida a mitad de la noche, bajo sin sueño a la sala, no podía dormir y sin muchos ánimos encendió el televisor, paso los pocos canales rápidamente hasta que se detuvo en uno, allí los veía besándose en los labios, tocándose, se escandalizo un poco pues nunca lo había visto, esas personas estaban desnudas y el hombre de la televisión tenia su “cosito” levantado diferente al de él, sus dudas comenzaron nuevamente su cabecita se lleno de cosas y en medio de todas ellas solo pudo pensar en Juan Esteban e imaginar que esos labios gruesos y pálidos, besándolo en los suyos y tocando su cuerpecito como lo hacia el hombre de la televisión con la mujer. Escucho ruido y tuvo miedo, apago la televisión  a toda prisa y salio corriendo a su cuarto, para intentar dormir en su pequeña cama, pero al cerrar sus ojos volvió a verle, el ojigris junto a él sosteniéndole en sus piernas, mientras le besaba  pero ante esa imagen no pudo evitar sonreír y quedarse dormido.

     Ese día su cabeza estuvo en otro mundo, no podía pensar en el catecismo, sus ojitos no podían mantenerse en la figura del sacerdote, sin que su “cosito” se sintiera raro y una y otra vez vio los besos que había imaginado y soñado, haciéndole en esos momentos sentir un poco incomodo. Cuando la clase termino se removió en su asiento quiso levantarse, pero dolía demasiado entre sus piernas, y su pantaloncitos se veían abultados. El sacerdote se acerco suavemente y revolvió sus negros cabellos, el roce fue electrizante y de su boca se escapo un suspiro, mientras su “cosito” punzaba. Las dudas seguían allí, con sus ojitos buscos los grises del hombre, mientras su mirada reflejaba su duda e incertidumbre, no entendía nada de lo que pasaba con su cuerpo. El hombre de sotana le miraba, mientras comprendía lo que estaba pasando su pobre niño, con su mirada escruto todo, sus pantaloncitos abultados, los temblorcitos de su cuerpo y la mirada brillante. Ser sacerdote no le quitaba ser hombre, en su juventud paso por eso y supo controlarse, pero ante todo no lograba comprender como el pequeño Alejandro, que era inocente acabo así, solo podía hacer algo hablar con el y buscar la forma que olvidara lo que se encontraba entre sus piernas.

     Lo tomo entre sus brazos y lo llevo a la pequeña oficina detrás de la iglesia, el pequeño cuerpo se convulsionaba al tiempo que intentaba llevar sus manos a su entrepierna, el hombre las separaba suavemente mientras le sonreía conciliador. El sacerdote le hablaba de cosas diferentes de las flores, de animales, de la biblia, todo para distraerle, para que todo lo que sentía pasara. Ya completamente tranquilos la conversación comenzó, ante el rostro sonriente de Alejandro y la mirada contrariada del cura. A medida que la conversación avanzo, la mirada poco a poco se torno tranquila, amable, la explicación fue tranquila y resolvió casi todas las dudas, pero el pequeño no pudo evitar preguntar el por que de las cosas que estaba sintiendo.

     —Entiendo cada una de las cosas que me ha explicado Padre, pero no ha dado respuestas a mis otras preguntas. No logro saber el porque mi corazón late tan fuerte cuando le veo, el porque le anhelo, ni porque cuando usted me toca mi cuerpo tiembla y todo usted se siente caliente— Miraba expectante al pelicafe deseaba que todo fuera contestado, sin embargo solo consiguió la cara asombrado del hombre. Nunca salio nada de sus labios y cuando su abuela llego, aunque no quisiera irse, solo sintió las manos en su espalda que lo empujaban suavemente a la salida.

     Nunca mas las cosas fueron iguales, el catecismo ya no era entretenido y las lecciones comenzaron a cansarle, ninguna le gustaba, todas parecían dirigirse a él, era pequeño pero lo sabía, hizo algo malo, en su inocencia al decir todo eso a Juan Esteban, todo se quebró, ya no le era permitido pasar tiempo a solas con el hombre, no podía tocarle y el que alguna vez le sonrío amablemente evitaba mirarle. El tiempo pasaba lento, donde estuviera, la escuela, la casa, sus compañeritos, nada le entretenía y solo pensaba una y otra vez, todo y nada tenía sentido, cada cosa era contradictoria.

     Todo un año y al fin era el día de la Primera Comunión todos se veían bien, con su camisa blanca, corbata y el pantalón azul marino, mientras las niñas hacían gala de sus hermosos vestidos blancos, los cintillos y los guantes. Los padres orgullosos tomaban fotos de los pequeños y su abuela parada a su lado no dejaba de acariciarle los oscuros cabellos esperando el inicio de la ceremonia. Allí estaba el sacerdote dando inicio a la misa, se veía muy hermoso con el traje ceremonial, blanco como la nieve y con hermosas líneas doradas, sus ojitos se posaron en el y sonrío tristemente, porque al fin vio tantas cosas. Los niños uno a uno tomaron la ostia, hasta su turno fue lentamente hasta quedar frente al hombre que había descubierto amaba, en ese momento comprendió todo, eso era amor, el vibrar del cuerpo era excitación y anhelar su tacto, era deseo. Tomo la ostia suavemente rozando con sus labios los dedos del sacerdote, retirándose al instante, para ir a su lugar y tener su pequeña conversación con Dios.

     La fiesta no fue de su agrado y solo deseo volver a casa, donde en medio de la oscuridad, solo con su lámpara de mesa, escribió una pequeña carta, sellándola cuidadosamente y con un único destinatario. Las personas mayores, muchas veces no duermen, pero otras lo hacen tan profundamente que no se dan cuenta de nada, así sucedió esa noche con la señora Amelia, ella no pudo escuchar nada, solo la noche y el silencio fueron testigos de lo que aconteció en el cuarto del niño.

     Un pequeño cuerpo es velado en medio de la sala de un humilde hogar, las personas abrazan fuertemente a la mujer canosa que llora de pie al frente del ataúd, donde su pequeño niño yace. Nunca pensó verlo, nunca lo hubiese imaginado, pero una mañana de mayo vio el cuerpecito de Alejandro en el suelo, tan pálido y frío, mientras a su alrededor se encontraba un charco de sangre. El pequeño necesito ayuda y ella no estuvo junto a él, es una carga que llevara su pobre alma y un peso que su anciano cuerpo no puede soportar. El Padre Juan Esteban auspicio la despedida del pequeño, de ese niño tan bello que dejo de brillar. En el cementerio la tierra cubre poco a poco el pequeño féretro y con lágrimas todos dicen adiós para siempre a Alejandro. Juan Esteban solo tiene en sus manos ese papel que asemeja una carta.

     Completamente solo, abre la carta del pequeño niño que acaba de despedir y con las palabras las lágrimas comienzan a salir de sus ojos:

     La persona que amo no es perfecta, tiene muchos defectos y cantidad infinita de obligaciones. Es un ser maravilloso que me hace sentir cosquillitas en el estomago. Es alto y fuerte, aunque siempre viste de negro. Posee grandes y calidas manos, con un hermoso cabello café. El se encarga de cuidarnos y siempre nos aconseja, aunque muchas veces pueda ser algo torpe y descuidado. Esta persona se llama Juan Esteban, es un hombre y esta casado con Dios, sin querer le hice un gran daño, cuando confesé lo que sentía sin estar seguro de lo que era, con sus historias y lecciones me hizo ver que estaba mal, Dios lo dijo tantas veces, que un hombre no podía amar a otro hombre, y un niño tampoco puede amar a un sacerdote, yo se que el esta enojado y Dios también, se que ya nunca podrán perdonarme por lo que he hecho, he querido alejar a uno de sus hijos de su lado y llevarle por un mal camino. Solo quería despedirme del ser tan maravilloso que ame y decirle que espero algún día ir al cielo, que deseo ver como es, y sentir el calor de Dios, aunque haya sido malo. No puedo evitarlo y te regalo muchos besos, esos que nunca podré darte y desde lo mas profundo de mi corazón te digo que TE AMO aunque eso no sea correcto.

     La comunidad no ha sido la misma el sacerdote se ha retirado, nadie sabe donde, solo ya no esta, desapareció un día, dejando todo atrás. Juan Esteban siempre amo a Dios y nunca quiso pecar, pero el haber sido el causante de la muerte de Alejandro, el no haberle hablado, el solo hacer lecturas de cosas que Dios consideraba estaban mal, no puede soportarlo. Todos los días deja un lirio blanco en la tumba del pequeño, ese niño hermoso que mas de una vez lo confundió, el que quería tanto, con el que se embriaga por el olor que emanaba, ese pequeño ángel, que nunca debió dejar este mundo de esa forma. Quizás no lo amaba, pero la importancia del pelinegro en su vida nunca será reemplazada, era alguien por el que hubiese renunciado a muchas cosas, alguien que no supo como ayudarle a ver que su amor no era incorrecto, ya que el amor es lo más bello que el hombre puede conocer. Camina despacio, mientras se aleja de la tumba, al otro día ira a visitarlo otra vez.

Notas finales:

Bueno espero que les haya gustado y me dejen algún comentario, se que los one shot no reciben mucho, pero sería genial que alguien lo hiciera.. Gracias por leer...


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