-Perdóname, no puedo corresponder a lo que me pides…
-Pero… ¿por qué te rehúsas?
-No puedo decírtelo, sólo… adiós, mi amigo…
El cielo aguardando tu partida, mientras observo, con tal amargura desmodergante, cómo una vez más te pierdo…
23 de Enero de 1930. Caen pequeños copos de nieve, el invierno ha sido como siempre, tan cruel y solitario, esperando impacientemente tu llegada. Finalmente, en un vistazo a mí alrededor, diviso en la lejanía tu figura.
Te lo he dicho desde que te conozco, todo tú me tiene hechizado, hipnotizado; tu sola sonrisa brilla más que el cálido Sol, al que siempre he añorado; tus lisos cabellos, ligeramente embellecidos por esta nieve sádica, me hacen cuestionarme tanta infelicidad, ¿cómo es posible que, estando desde que tengo memoria aquí, sufriendo día a día este clima tan extremo, tú puedas sonreír de esa manera?
¿Por qué, a pesar de que has sufrido mucho más que yo, aún te quedan ánimos para continuar buscando la felicidad…? Dime por qué, ya que, con sólo mirar esos rojizos ojos, una ligera calidez inunda mi alma, diciéndome que aún tengo esperanza de recibir la compasión del Sol…
-Siento haber llegado tarde, pero me perdí muchas veces…-soportas tu peso sobre tus rodillas, intentando recuperar un poco el aliento.
-No te preocupes, llegué hace poco tiempo…-cosa típica en mí, te miento.
-¿En serio? Es que… tengo algo muy importante qué decirte…-exclamas entre jadeos.
-Calma, porque creo que deberías descansar, tenemos tiempo de sobra…-sonrío genuinamente, eres el único que puede provocar este sentimiento.
-No, no lo tenemos…
Te miro, veo en tus ojos reflejado el dolor; me quedo sin palabras, no puedo, o mejor dicho, no sé qué decirte…
-¿Por qué lo dices…?-musito finalmente, mientras acaricio tu rostro, aún tibio por el extenuante ejercicio.
-Rusia…-me miras fijamente, intentando en vano contener un par de lágrimas.
-¿Qué… te sucede?-apenas murmullo, sintiendo cómo mi ser se resquebraja ante ti, limpiando aquél causante de tal dolor de tu rostro.
-Perdóname, ya no podremos volver a vernos…
Un silencio sepulcral inunda el encuentro. No, definitivamente no puedo dar crédito a esas palabras…
-¿…Es una broma, verdad?-inquiero, es lo único que se me cruza por la mente.
-Perdón, no quería…-ocultas tu rostro con tus manos, bañadas en sendos lamentos.
-Dime que es una mala broma, te lo ruego…-se rompe mi sonrisa, dando paso a intensos sollozos.
Tus cálidos brazos rodean mi cuerpo, marchito por tal agonía. Buscando un poco de consuelo, correspondo a este traicionero sentimiento.
Por un lado, quisiera decirte cuánto te odio, me habías prometido no dejarme, repitiéndome hasta el cansancio que no serías como los demás, que comprendías tan bien mi sufrir, que te dolía.
Pero por el otro, no puedo apaciguar lo que siento por ti, eres el único que me ha aceptado tal y como soy, el único que puede entender lo que he soportado, el único que, a pesar de dónde vengo, me ha tendido una mano, el único que ha hecho que mi corazón albergue un poco de ilusión, esa delicada y hermosa ilusión llamada amor…
-Por favor, no me abandones, no tú…-sé que es rebajarse, sé que lo que digo es de lo más bajo, pero no puedo expresar otra cosa.
-Lo siento, yo no quería, no es mi culpa…-gimes entre sollozos, hundiendo tu rostro entre mis ropajes, ocultándome tus lacerantes lágrimas.
-No me digas que…-aprisiono un poco de tu abrigo en mis puños, tratando de contener mi ira.
-Sí, es su culpa, si no los hubiese presionado...
-Entonces… ¿fue Alfred, verdad?-muerdo mis labios con tal furia, que una ligera línea de sangre brota de mis labios, tan sólo de pronunciar ése nombre.
Apenas asientes, tu timidez te impide darme una respuesta verbal. No puedo soportar más esto, que alguien venga y te arrebate a la persona más importante para ti, el único resplandor de luz que brinda calor a tu gélida vida… Definitivamente no puedo perdonar esto…
-¿…Querrías hacerte uno conmigo?
-¿Eh…?
-Dime, ¿lo harás…?
-Pero… es que yo…
-Te prometo que, mientras aún siga con vida, jamás tendrás que humillarte ante nada y nadie. Serás libre de sus ataduras, y podrás demostrarle cuán decidido y grande has llegado a ser. Verás tu pasado resurgir, y la tranquilidad y felicidad de tu gente observarás…
-¡Basta, por favor…!-liberas un grito, tan escaso de emoción alguna…
- ¡Piénsalo, por Dios! ¡Ya has padecido bastante, y yo te ofrezco una oportunidad para ser feliz…!-desborda mi cólera en mis palabras, tomándote con brusquedad de los hombros.
-¡Suficiente…!-con la rabia contagiada, solamente atinas a abofetearme-¡No necesitas recordarme lo que he vivido, eres apenas un niño como para comprender cómo me siento…!
-Discúlpame, no era mi intención…-susurro, con la mirada gacha. Realmente, estos milenios de diferencia entre nosotros hacen mella…
-Perdóname, no puedo corresponder a lo que me pides…-exhalas, rozando mi pálida piel con tu tersa y lacerada mano.
-Pero… ¿por qué te rehúsas?-intento comprenderte, en verdad que trato, pero no puedo…
-No puedo decírtelo, sólo… adiós, mi amigo…-encerrado en tu egoísmo, emprendes la huída, dejándome solo, como todos los demás…
Algún día, definitivamente, verás cómo te he de recuperar. Tal vez habrás de sufrir aún más, pero no descansaré hasta verte de nuevo junto a mí, no importa que pierda lo poco de mi sensible corazón en ello.
Pagará caro el que te hizo alejarte de mi lado, eso te lo juro, y no será en balde, ya que, solamente por volver a ver tu dulce sonrisa, estoy dispuesto a condenar al olvido todo.
Solamente por ti, mi México…
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