Esa noche todo parecía ir sobre ruedas. Un público activo, una melodía lenta, una noche cálida y unas luces brillantes. Después de una gira por Europa nada sentaba tan bien como volver a Seúl, cerrar los conciertos y tomarse unas vacaciones durante dos meses. Quizás por eso habían puesto tanto empeño en ese último concierto. Adoraban a su público, pero también necesitaban tiempo para ellos.
Era su momento. El público solo lo esperaba a él, a su voz un poco nerviosa. Su compañero le sonrió desde detrás del escenario infundiéndole ánimos, como cada noche. Él le devolvió la sonrisa y se encaminó hacia el centro del escenario haciendo desatar la histeria de sus fans que gritaron, lo halagaron y comenzaron a cantar con él. No podía evitarlo, esa canción siempre lo emocionaba. No tenía nada que ver con él, hablaba de un amor perdido en el tiempo y la rutina, pero de todas formas sentir a su público tan cerca lo motivaba hasta ese punto. Sonrió durante toda la canción, hablándoles mientras no tenía que cantar. Se sentó en el borde del escenario, acercándose más a ellas, pues casi todas eran chicas, y les cantó prácticamente al oído. Siempre lo hacía y siempre causaba las mismas reacciones.
Cuando la canción acabó, las luces se apagaron y el público rompió en aplausos. Él se levantó de un salto y corrió hacia el fondo del escenario donde su compañero lo esperaba. Llegó justo a tiempo cuando comenzaba la siguiente canción, con mucho más ritmo, esta vez cantada por los dos. Bailaron la coreografía que tanto les había costado ensayar sin pensar en nada que pudiese distraerlos. Las fans igualmente gritaron. Un grupo de chicos y chicas los acompañaron en el baile cuando EunHyuk se adelantó un poco en el escenario para poder cantar.
No fue hasta la segunda parte de la canción que le tocó el turno a él y entonces algo ocurrió, como si se detuviera el tiempo, la gente seguía gritando pero parecía que lo hicieran en la lejanía. A su espalda, EunHyuk había detenido sus pasos de baile y lo miraba, la música parecía no sonar ya. Él ni siquiera había comenzado a cantar. Un silencio absoluto se apoderó entonces del lugar, una exclamación ahogada estaba en las bocas de todos los presentes que parecían comprender la situación mucho mejor que él.
Cayó al suelo hacia delante y de rodillas, el micrófono había caído antes, junto a él. Le temblaban las manos y le temblarían las piernas, pero la derecha ni siquiera podía sentirla. EunHyuk se acercó a él después de unos segundos en los que todos permanecieron inmóviles. Estaba sangrando, él ya se había dado cuenta. Le dolía la pierna demasiado y un sudor frío se había apoderado de él. Los ojos se le cerraban solos y sentía como poco a poco iba perdiendo conciencia de sí mismo y de todo lo que le rodeaba.
Él no sintió cómo su cuerpo caía inconsciente en el suelo. Pero sí las miles de personas allí reunidas, sí su compañero de grupo que lo miraba horrorizado. La prensa, por supuesto, se hizo eco al día siguiente y su nombre ocupó muchos titulares de los periódicos de Seúl: Lee DongHae es víctima de un atentado en pleno concierto.