Lo creí todo, ¿sabes? Y llegó a ser tan dulce como tan amargo; tan feliz como triste; tan agradable como doloroso; tan real y tan mentiroso. No me considero una persona fuerte, porque si lo fuera, no estaría donde estoy, pero tampoco soy tan débil, pues he resistido más de lo que hubiera querido. Era una lucha constante contra mi mismo, ¿sabías? ¿Acaso sabías cuantas veces me reproché a mi mismo? ¿Cuántas veces me dije que era maravilloso el cómo estaba resistiendo? ¿Qué era un estúpido por seguir de pie?
Y esto es algo cotidiano, así que no te sorprendas, aunque sé que no lo harías. Esto es algo de todos los días, por si no lo sabías. Bueno, tal vez este siendo yo algo mentiroso, porque esto no es como tantos casos que muestra la prensa. Y mejor así, prefiero que nadie se entere antes que ser un titular más en el periódico de hoy. De todos modos, ¿de qué sirve? Si total, nadie podrá hacer nada, porque realmente, a nadie le importa. A ti tampoco, ¿cierto? Pero al menos sé amable y lee esto, por favor.
Voy a disfrutarlo hasta el último momento, voy a gozar cada letra. Siéntete un poquito culpable mientras lo leas, ¿sí? ¿Podrías hacerme ese favor? Es que me haría sentir tan bien creer que lloraste, sería tan satisfactorio que pudieras sentir lo mismo al menos una vez. Aunque si voy a ser sincero, tampoco me va a gustar, pues, pese a todo, jamás deseé tu dolor. Sí, soy muy estúpido, ¿no? ¡Vamos, que tú también has gozado de mi estupidez! Y tú bien sabías cuan tonto estaba siendo, y nunca me dijiste nada, ¿verdad? Me hubiera gustado que alguna vez me dijeras el porqué jamás me explicaste las cosas. No te hubiera pedido que me contaras tu vida ni te hubiera pedido que me traigas un análisis psicológico sobre tu actitud, simplemente hubiera preferido que con tus palabras me contaras qué había pasado, desde cuándo, porqué. Pido mucho, ¿no? Pero tú no te puedes imaginar cuán poco es pedirte esas simples respuestas, si lo comparas con todo lo que yo pasé al no habérmelas dicho.
¿Qué? ¿Creías que no te entendería, que me enojaría, que te odiaría e insistiría? Créeme cuando digo que había llegado al punto en el que me iba a alegrar esa cruel sinceridad.
Amor (sí, te seguiré llamando así), ¿podrías hacer un poco de memoria y sufrir un ratito por la culpa? Sólo un ratito, hasta que esto termine.
¿Recuerdas aquella vez? Aquella primera vez que nos vimos. Te veías tan guapo, ¿yo también lo estaba? Supongo que sí, pues al acercarte no hiciste más que decir un montón de halagos tontos que me causaban gracia. Pero me resultó lindo de tu parte, porque me pareciste diferente, ¿sabías? Me bastó un segundo para darme cuenta de eso. ¿Nunca te pasó eso? Cuando vez a una persona y dices: “Con ésta persona quiero compartir el resto de mi vida”. A mí sí, y no me arrepiento.
Y ahora que yo también hago memoria, recuerdo que me lo dijiste una vez. ¿Te acuerdas? A la semana de habernos conocidos, luego de haberme dado nuestro primer beso. Te veías muy tierno, aunque no te gustara que te lo dijera. Pero es que se te notaba tan nervioso, ¿lo estabas? Yo sí, y creo que lo habrás notado cuando me rodeaste con tus brazos apegándome a tu cuerpo, porque mi corazón golpeaba tan fuertemente que me dolía. ¿Te acuerdas que aquella vez dijiste tantas cosas lindas? Dijiste que te resultaba muy guapo; dijiste que te gustaba; dijiste que me amabas; dijiste que no querías que me alejara de ti; dijiste que querías “compartir el resto de tu vida conmigo”. Y me acuerdo que yo lo acepté y te respondí que yo también deseaba lo mismo, que yo también moría por ti y quería compartir mi vida junto a ti.
Pasó tanto tiempo de aquél día… Si mal no me equivoco, teníamos tan sólo 15 años, ¿verdad? Corrígeme si me equivoco. Yo aún tenía tantas dudas sobre mi mismo, no estaba decidido sobre lo que quería para mí. No sabes la cantidad de veces que había discutido con mi madre, porque ella consideraba asqueroso que te amara. Y en cierto modo llegó a ser cierto, se volvió algo enfermizo, ¿verdad?
No puedo creer de las cosas que estoy recordando al escribir esto. Tantas imágenes se pasean por mi mente, revivo tantas situaciones, oigo tantas palabras. Y una de aquellas tantas situaciones que tengo para contar, es aquella en la que tú me defendiste como todo un caballero. Me acuerdo que ese día estábamos en el receso del colegio, y tú te habías ido con unos amigos por no sé qué cosa; había entrado a mi curso a buscar mi reproductor de música, y al tomar mi mochila, escrito con grandes letras de color rosado decía “PUTO”, y al ver sobre mi escritorio, mi carpeta estaba completamente escrita con insultos. Cuando me di la vuelta habían un grupo de chicos riéndose y comenzaron a insultarme, pero traté de parecer fuerte, los ignoré y guardé las cosas de mi escritorio. Ellos se acercaron a mi y arrojaron mis cosas al piso, habían comenzado a insultarme y a empujarme en contra de la mesa, excusados en el hecho de ser un “maricón”.En ese momento creía que yo era tan desagradable como ellos me decían, pero cuando tú llegaste y los echaste y luego me llevaste contigo a los baños y me abrazaste para tranquilizarme, realmente me di cuenta que sí, era desagradable, pero por haber dudado por un segundo de mi mismo. Y tú también me dijiste lo mismo. Me dijiste que era un idiota por ponerme a llorar por algo como eso, y más por pensar que tal vez era cierto, y que si lo pensaba, estaba dudando de si te amaba, y eso era lo que más te enfadaba.
¿Te acuerdas de todo eso? Tú me habías enseñado a tener más fuerza, a apreciarme más y a luchar por lo que realmente quería. ¿Lo habías hecho realmente con intenciones?
No me gusta, pero no puedo resistir la amarga idea de pensar que sólo lo habías dicho porque sí, o que era como esas típicas frases de aliento que te dice un amigo, tan casuales y tan poco llenas de real cariño. ¿Tú también lo habías dicho porque sí, porque sólo buscabas una manera de que dejara de llorar? En cierto modo, me alegro de nunca haberlo sabido, porque si llegaba a ser de esa forma, creo que hubiera sufrido más de lo que ahora.
Y llega a ser tan deprimente, ¿no? Comenzamos a salir siendo tan jóvenes… ¡Tan sólo 15 años! No éramos tan chicos, pero de la vida no entendíamos casi nada. Pero cada día lo pasábamos tan bien juntos… O al menos yo disfrutaba cada día junto a ti, ¿para qué mentirte? Disfruté uno a uno todos los días que nos amamos.
Uno muchas veces dice, que el tiempo va desgastando el amor, que incluso el amor eterno se vuelve monótono, aburrido. Yo jamás me aburrí de amarte, jamás tomé nuestro amor como algo común, como una simpleza más. Tal vez me equivoqué al ser tan inocente, ¿cierto? Pero no me arrepiento, estoy orgulloso de todo lo que viví junto a ti, desde los buenos momentos, hasta los malos.
Como me hubiera gustado que todo esto durara más, ¿sabes? Y es que con los 12 años que estuvimos juntos, no me conformo. Sí, 12 años. Si lo decimos parece tanto, ¿no? Pero para mí el tiempo se fue volando. ¿12 años es demasiado tiempo? ¿Te habías aburrido? ¿Había algo en mí que ya no te gustaba? ¿Yo te había aburrido, era una molestia para ti? No lo sé. Pero me gustaría saber en qué momento fue que comenzó todo esto… De qué forma, cuándo, llegamos hasta aquí. Cómo fue que… comenzamos tan felices… y todo se fue desfigurando, hasta terminar en esta obra tan deprimente, tan enfermiza, tan… tan… ¿Trágica?
Yo estuve de acuerdo con continuar con esta situación enfermiza, en la que llegabas a casa sin saludarme; en la que comíamos en silencio; en la que las noches se hacían tan frías al dormir uno en cada punta de la cama; en las que tus manos me aferraban con fuerza, lastimándome; en las que tus manos descendían fuerte y velozmente sobre mi rostro... Supuse que sería normal, qué se yo. Supuse que sí, que tal vez era cierto eso de que con el tiempo las cosas cambian. Pero de lo aburrido, de lo monótono, de lo simple, de lo violento hubiese preferido mil veces todo aquello. Podía soportar tu indiferencia, tu violencia incluso, pero no podía soportar el hecho de sentirte lejos, ¿sabes? Es tonto, ¿no? Convivía contigo, quien casi no me hablaba, quien me daba pequeños besos antes de irse al trabajo sólo porque ya era costumbre, quien por las noches se acurrucaba a la otra punta de la cama, quien llegaba muy tarde a casa sin avisar, quien reaccionaba con extrema violencia ante alguna mínima discusión. Jamás te pregunté porqué actuabas así, pero, ¿no crees que fuiste cruel? ¡Yo soporté tanto por ti! ¿No crees que me merecía una explicación? ¿No me merecía que fueras sincero conmigo? Si me hubieras dicho que te aburrí, lo hubiera aceptado, pero que me hayas mentido, que… que alguien más besara tus labios… Ese fue mi límite…
No me arrepiento de éste último tiempo haber sido infeliz, ¿sabes? No me arrepiento para nada. Lo único de lo que me arrepiento, es que antes, no pude tomar el coraje suficiente para pedirte que me dieras una explicación. Siquiera pude decirte “te amo”.
Pues lo haré ahora.
Te amo, y siempre lo voy a hacer, ¿sí? Te guste o no, mis sentimientos por vos no van a cambiar, van a continuar latiendo de la misma forma por siempre. Y si realmente tu guardas un poco de amor por mi, tan sólo un poquito… ¿Sabes qué quisiera? Que cada 21 de septiembre me obsequiaras una rosa roja, como aquella vez cuando me dijiste por primera vez que me amabas…
Una vez más, en la fresca primer noche de primavera, la sombra de alguien en el muelle de la desolada playa se acercaba al final y dejaba caer, no sin antes besar, una rosa roja a las agitadas aguas del mar, a aquellas olas que tanto disfrutaba observar la persona amada de aquella sombra.
Y entre sus dedos llevaba una rosa gris (1)…