-Vallase a la…-
-¡Suzuki!- Y venía de nuevo….
-¿Qué?- respondió cortante y fastidiado.
-Cuide su vocabulario y póngase a trabajar.- ordenó el profesor con tono cansado, dejándose caer sobre la silla con pesar.
-Profesor…- después de unos minutos, una cabellera castaña y desaliñada se dejó ver pasearse por entre las filas para llegar al escritorio.
-¿Sí?- preguntó cortésmente al ver de quien se trataba.
-Terminé.- todos los demás levantaron la cabeza asombrados, unos no tanto, ya que se trataba del maravilloso alumno prodigio, del que todos los profesores querían poseer en sus clases. El alumno ejemplar que no rompía ninguna regla, guapo, educado y caballeroso.
-Un egocéntrico de primera…- pensó Akira, mirándolo con odio, como solía acostumbrar, si había algo que le molestaba más que los estúpidos que les ponían para “educarlos”, era los cerebritos creídos como él.
-Excelente Matsumoto, como siempre.- el castaño tan sólo sonrió ligeramente, logrando captar la atención de la mayoría de las chicas presentes.
-Gracias.- susurró tomando su cuaderno y volviendo a su asiento. Akira lo observó con detenimiento, según las chicas y algunos chicos ese enano era considerado de las bellezas más cotizadas del instituto, y, aunque le dolía el orgullo al ser comparado con él, debía admitir que tenía lo suyo. Y lo que más le interesaba era ese pequeño trasero, definido, que contrastaba con la figura de niño que poseía.
Las clases pasaron con normalidad y brutalidad para el rubio, ya que cada profesor o lo mandaba por un reporte o lo regañaba la mitad de la clase, la rutina de siempre, ¿qué nadie entendía que a él le venía valiendo mierda el sacar buenas calificaciones? Desde chico fue educado con el pensamiento de que, si algo quería, podía conseguirlo con dinero. Su mismísima hermana había abandonado la preparatoria para casarse con uno de los socios de su padre, y gracias a eso y a su divorcio y demanda, oh si su hermana era una perra, pero más perra era al obligarlo a estar allí. Ya que sus padres, preocupados porque su hijo fuera igual o peor, lo mandaban día con día a ese reformatorio.
Lo bueno es que, buenas calificaciones y mucho menos, impecable conducta, estuvieron dentro del trato.
-Matsumoto, Suzuki, quédense por favor.- indicó el profesor después del sonido de la campana. Takanori terminó de guardar sus cosas, tomó su bolso y se acercó al escritorio.
-¡Suzuki!- gritó con los nervios a punto de estallarle, ya que el rubio había hecho caso omiso a su indicación. Akira tan sólo se dignó a dar media vuelta, permaneciendo bajo el marco de la puerta.
-Takanori, eres el mejor de mis estudiantes, incluso de los demás maestros.- Akira soltó un bufido, lo último que le faltaba era que le recalcarán algo que no le importaba en lo más mínimo.
-Lamento pedirte esto, pero… necesito que seas tutor de Suzuki…
-¿¡QUÉ?!
-Profesor, con todo respeto, no puedo.- intentó zafarse Takanori.
-Te lo pido, es más, te lo suplicamos todos los profesores…
-Yo…
-¡Bah! No necesitó una niñera, olvídese de eso.- dijo el rubio molesto, dispuesto a salir de una vez.
-Suzuki espera.
-¿Qué?- contestó de mala gana.
-Si no subes tus calificaciones, aunque sea al mínimo de promedio, repetirás el año, y ni tú ni yo queremos que eso pase. Suzuki, es el último año, si tanto quieres salir de aquí debes esforzarte.
-¿Y qué le hace creer que eso me importa?- dijo en tono de burla.
-Sabía que esa sería tu respuesta, el director habló con tus padres y ambos estuvieron de acuerdo en esto, incluso dijeron que aumentaran tu vigilancia.- sonrió al ver al rubio maldecir por lo bajo.
-Esos desgraciados…- susurró apretando los puños, aún así no se dejaría vencer.
-No acepto pasar ni un segundo con ese.- le señaló indignado. Takanori lo miro con desprecio, tampoco era que el tenerlo en la misma clase fuera placentero para él.
-Tampoco yo.- dijo el castaño, cruzándose de brazos.
-Takanori sé que no es bueno lo que estoy pidiendo pero, tendrás una recompensa.
-Con todo respeto, de nuevo, no necesito créditos extra.- comentó acomodando su bolso sobre su hombro.
-Esto jamás se ha hecho pero… por tu desempeño, las demás academias han aceptado que exentes los exámenes finales junto con la mayoría de las clases del siguiente semestre.
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-Definitivamente eres un queda bien sólo por conveniencia además de flojonazo.- dijo Akira.
-Cállate sólo tengo que enseñarle a un mono como tú a multiplicar y ya.- dijo con soberbia. Sí, se había vendido, pero vamos, hasta él deseaba tener días de descanso.
-Así que mono eh.- Takanori giró la mirada al escuchar ese tono tan sombrío, y al darse cuenta ya estaba contra la reja, siendo firmemente agarrado del cuello de la camisa por el otro.
-Mira enano, no me retes, que bien podría desfigurar esa linda carita de puta que tienes.- dijo haciendo que al castaño temblar.
-Todo lo arreglas con violencia, eh.- comentó al ser soltado y arreglando su camisa.
Akira iba a contestar cuando un auto negro paro frente ellos.
-Anda, sube.
-¿Un amigo, joven Suzuki?- preguntó el conductor, mirando a ambos por el retrovisor.
-¡Já! Bien podría ser mi mascota.- dijo en tono de burla. Takanori sonrió y le enseñó el dedo de en medio.
-Bien podría hacer experimentos contigo, y así comprobar si los monos pueden morir intoxicados por idiotas o no.- dijo imitándole. Y así, el camino paso, lleno de insultos para cada uno.
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Al entrar, Takanori quedó maravillado al ver el interior de la casa, si bien por fuera se veía enorme, por dentro se veía aún más.
-Vaya, el hábitat de un simio.- dijo sentándose en el borde de la cama, admirando la habitación del rubio, no muy diferente a la de él, ya que compartían casi los mismos gustos.
-Es demasiado complejo para un bicho como tú, que no te salga la baba por favor.- contraatacó, Takanori se sonrojó por lo último.
-Escucha, sólo tenemos que estar aquí y fingir estudiar, no hay nada de vigilancia en mi cuarto, y así, yo feliz tú feliz y listo.- dijo sentándose en la silla del escritorio, cruzando los brazos.
-¡Oye!- se quejó al sentir como un cojín caía sobre su cara.
-En verdad eres más tonto de lo que pensaba.- dijo acostándose completamente.
-Al menos yo, si cumplo lo que me encargan, así que deja de holgazanear y trae tu trasero aquí, empecemos de una vez.- dijo cerrando los ojos, hasta que sintió un peso extra sobre la cama, abrió los ojos…
-¡LA PUTA MADRE!- gritó agudamente, empujando al rubio y dejándolo en el suelo.
-¡¿Qué carajos te sucede?!- le gritó el rubio en el suelo.
-¡Idiota me asustaste!- chilló aventándole otro cojín.
-Ya cálmate ni que te fuera a violar, además tú fuiste el que dijo que viniera, y gracias a ti ahora me duele el trasero.- dijo levantándose.
-¡Já! Pues que mala suerte, para que me muestras tu fea cara.
-Al menos no es de puta urgida como la tuya.- rió al ver la cara e espanto que puso el castaño.
-¿Quieres dejar de aventarme cojines?- se quejó al recibir otros dos.
-No.- sonrió arrojándole otro.
-Bueno ya estuvo.- dijo al momento de encimarse sobre él, poniendo cada pierna a sus lados, tomándole de las muñecas y poniéndolas sobre su cabeza.
-¿Qué ha…?- Takanori se sonrojo al darse cuenta de la posición, y al instante intento zafarse.
-Quítate.- dijo con nervios, flexionando sus brazos para librar sus muñecas.
-¿Y qué si no quiero?- dijo Akira tranquilamente, devolviendo los brazos del castaño a su misma posición, pero ahora, sosteniéndolos solo con una mano.
-Ya veo porque todos esos idiotas babean por ti, dime, ¿cómo te gusta? ¿Acostado o parado?- dijo con tono travieso, acariciando sus mejillas.
-Idiota, suéltame.- ordenó removiéndose debajo del rubio.
-Oh… no quieres hacer eso, alguien podría despertar.- Takanori le miró horrorizado al notar como la pelvis del rubio iba bajando hasta chocar con la de él.
-Ak-Akira…- susurró con las mejillas sonrosadas, sintiendo como su cuerpo reaccionaba ante el contacto.
-¿Sí?...- dijo acercando sus labios a los del castaño, dejando que estos sintieran su aliento.
-Vaya mascota que me encontré.- dijo sobre sus labios, apartándose de inmediato.
-¿Eh?- musitó el castaño atolondrado, incorporándose levemente.
-En serio, te prendes muy rápido.- dijo antes de soltar una carcajada.
-¡Imbécil!- gritó arrojándole otro cojín.